CUÁL LA RIQUEZA DE LA GLORIA OTORGADA POR ÉL EN
HERENCIA A LOS SANTOS
"Por
eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra
caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos
en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la
gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle
perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál
es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria
otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana grandeza de su
poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza
poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y
sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado, Potestad,
Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino
también en el venidero."(Ef 1, 15- 21)
La comunidad de Éfeso es causa de alegría para
el apóstol Pablo. Dos cosas tiene
la comunidad: La fe en el Señor Jesús y el amor para con todos. Es decir hay fe
y hay conversión, el Reino de Dios está vivo y creciendo en la comunidad. Cristo
es el Rey de muchos corazones. Por eso el Apóstol estalla en acción de gracias
y alabanzas a Dios, a quien pide e intercede por la comunidad de los efesios y
por todos nosotros.
¿Qué pide Pablo por la comunidad? Pide sabiduría y revelación, dos dones del
Espíritu Santo para que puedan penetrar en los Misteriosa de Dios y lo puedan
conocer perfectamente. Les pide constantemente, es decir, siempre, que Dios les
ilumine los ojos del corazón para que puedan conocer cuál es la esperanza de su
gloria, para que puedan conocer cuál es la herencia de los santos y cuál es la
soberana grandeza de su poder. De acuerdo con su fuerza poderosa que actúa en
nuestros corazones. Les pide que con los dones del Espíritu Santo les ilumine
la mente, fortalezca sus corazones y les rebose de Gloria y de alabanza en su
espíritu.
¿Cuál es la herencia de los santos? No pensemos de las cosas materiales o en riquezas de aquí abajo
(cf Col 1- 3) Busquemos las cosas de
arriba. La palabra de Dios nos dice y nos enseña sobre esta herencia: "En efecto, todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos
para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos
que nos hace exclamar, ¡Abbá. Padre!. (Rm 8, 14) Es el Espíritu Santo, espíritu
de amor, de fortaleza y de dominio propio (2 de Tim 1, 7) el que nos lleva a la
Casa del Padre.
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que
somos hijos de Dios. Al ser hijos de Dios, somos también hermanos de Jesucristo
y templos del Espíritu Santo e hijos de la Iglesia, la Comunidad de Cristo. El
Espíritu Santo nos convence de que Dios que somos sus hijos, nos ama, nos
perdona y nos salva. Nos convence que somos Templos vivos de Dios por la fe.
Pero sobre todo nos convence de nuestra herencia.
Y, si hijos, también herederos: herederos de
Dios y
coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él
glorificados. Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son
comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros." (Rm 8, 14-
18) Dios es nuestra herencia.
¿Qué tenemos que hacer para que sea nuestra? Una sola cosa. Creer en Jesús. "Y esta es
la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado,
sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que
todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el
último día.»"(Jn 6, 39- 40) Por la fe creemos que Jesús es el “Hijo de
Dios,” es “el Mesías de Dios,” enviado y entregado por el Padre a los hombres
para que al creer en él, tuviéramos vida en abundancia, vida eterna, vida
divina (cf Jn 3, 16; 10,10)
Creer
es adherirse a Cristo para estar en comunión con él y llegar a ser uno con él: "Todo
sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia,
para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os
he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento
no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco
vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El
que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no
podéis hacer nada." (Jn 15, 2- 5) Sin fe, sin Cristo, estamos vacíos de
Dios, de su amor y de sus valores. Por eso la Escritura nos dice: "Ahora
bien, sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a Dios ha de creer
que existe y que recompensa a los que le buscan."(Hb 11, 6)
Para
el cristiano la fe es como una moneda que tiene dos caras, por un lado es
confianza y abandono en Dios. Por otro lado es donación, entrega y servicio a
los demás. La fe verdadera, está unida a un corazón limpio y a una conciencia
recta (1 de Tim 1, 5) Por eso pide obediencia, sin la cual, la fe desaparece y
muere. La obediencia a la Voluntad de Dios manifestada en sus Mandamientos y en
su Palabra. Sin esto, escuchemos a Jesús decirnos: "«No todo el que me diga:
"Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad
de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os
conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"(Mt 7, 21- 23)
La fe llegada a
su madures es esperanza y es caridad (cf Gal 5, 6) Las tres son inseparables.
De las tres la más grande es la caridad pero la más importante es la esperanza
que nace y crece en un corazón sencillo, humilde y pobre. Las tres unidas son
el medio para comenzar a poseer le herencia de Dios desde este mundo. Sin
esperanza no hay caridad y no hay fe.
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