7. LA ESTRUCTURA DE LA FE

   

 

 

 LA ESTRUCTURA DE LA FE

 

Objetivo: Profundizar en la virtud de la fe como el don de Dios por excelencia y de su importancia para llevar una vida digna del Señor como hijos de Dios, hermanos de los hombres y amos y señores de las cosas.

Iluminación: Pero, vosotros ¿Quién decís que soy yo? Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo”. “Dichoso tú, Simón hijo de Jonás, porque no te lo revelado esto la sangre ni la carne, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16, 16- 17) “Vivid pues, según Cristo Jesús el Señor, tal como le habéis recibido, enraizados y edificados en él, apoyados en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en acción de gracias” (Col 2, 6-7)

“Creer en Cristo Jesús y en Aquél que lo envió para salvarnos es necesario para obtener esa salvación” (Catic 161). “La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre” (Catic 162). “La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado… Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe, yo contribuyo a sostener la fe de los otros” (Catic 166).

1.         El Origen de la Fe.

 

La fe cristiana no deriva de un conocimiento filosófico, sino del encuentro con Cristo que llama e invita a vivir en su compañía. Es un don que viene de Cristo resucitado que se revela a los hombres para que crean en Él y lleguen a ser sus discípulos. Podemos entonces afirmar que el origen de la Fe cristiana se encuentra en el mismo Dios que por amor envió su Hijo a los hombres para hacerlos partícipes de su Espíritu Santo (Gál 4, 4-6). Dos textos bíblicos nos aclaran lo anterior, uno de Pablo y el otro de Juan: “Qué tenemos de bueno que no lo hayamos recibido de Dios” (1 Cor 4, 7) “Todo don perfecto viene de arriba, de Dios, del Padre de las luces” (Cfr Jn 3, 27).

En la parábola del Sembrador nos dice que la fe viene de lo que siembra: “La Palabra de Dios” que Cristo siembra en el corazón de los hombres. De la calidad de la escucha depende la calidad de nuestra fe. Para el Apóstol Pablo, el origen de la fe está en la escucha de la palabra de Cristo: “La fe viene de lo que se escucha, y lo que se escucha es  lo que se predica: la Palabra de Cristo” (cfr Rom 10, 17).

La semilla nace, crece y da frutos en el corazón que se cultiva. De la calidad de la escucha será la calidad de nuestra fe. Todo lo que se siembra con amor crece muy alto.

2.         El Fundamento de la Fe. El Fundamento es el mismo Cristo: Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6). No puede haber otro fundamento, sería una fe falsa. Para el Apóstol tanto el que siembra como el que riega son servidores de Cristo. Se siembra la Palabra y se riega con la Palabra, pero el que hace crecer es el mismo Dios (1 Cor 3, 5- 7). El Apóstol como colaborador de Dios ha puesto el cimiento: Jesucristo, que según las palabras de san Juan es el Amor, la Verdad y la Vida, los cimientos sobre los que descansa la estructura de la fe, el templo de Dios. Templo sagrado que es cada uno de los creyentes en Cristo Jesús. (1 Cor 39- 16).

No demos las cosas por hechas. Muchos pueden cantar, rezar, saber cosas de la Biblia, pero, aún no han tenido un “Encuentro Personal con Cristo Jesús”. Existen personas y comunidades que parecieran conocer y amar al Señor, pero la realidad muestra lo contrario, viven como si Dios no existiera: no aman, no son generosas ni serviciales; con otras palabras viven en un individualismo enfermizo. No se comprometen con nada y con nadie en beneficio de los demás. Las palabras de los profetas son actuales: “Mi pueblo me honra con sus labios pero su corazón no me pertenece” (cfr Is  29, 13) A Dios no le agrada un culto que sea sólo externo que esté vacío de amor y de la obediencia a su Palabra. Muchos son los hermanos en la Iglesia que no han recibido el Kerygma o primer anuncio que revela a Jesús como Salvador, Maestro y Señor. Razón por la que se saben y se dicen: “Buena gente”, sin conciencia de pecado y de la necesidad de salvación.

 

3.         El Contenido de nuestra fe.

 Podemos hablar de los contenidos de la fe, las verdades que la Sagrada Escritura nos revela y que el Magisterio de la Iglesia nos enseña, pero preferimos hablar de “contenido”. Los Apóstoles no dudan de que el contenido de la fe es el mismo Cristo Jesús, el Hijo de Dios que murió por nosotros y fue resucitado, constituido en Mesías y Señor nos envía el Espíritu Santo. Él es el Salvador de todo el hombre y de todos los hombres.

Hablamos del contenido de la fe cristiana- católica, la fe de la Iglesia, tal como lo profesamos cada domingo en la Eucaristía. Este contenido no es otro que la Revelación que Dios hace de sí mismo y de su Plan de salvación a favor de todos los hombres. Lo encontramos en los Patriarcas, los Profetas, los Salmos, en los Sapienciales, es decir, en todo el Antiguo Testamento y en Jesucristo, el Revelador del Padre, el Nuevo Testamento. Cuando aceptamos lo que Dios nos dice, con un firme “Yo creo” y “Yo confío en lo que Dios me dice y propone, hemos dado el “Salto de la fe”.

4.          ¿Cómo salir al encuentro del Revelador y de su revelación?

 Para conocer a Cristo y su mensaje de salvación, se ha de ir con todo: mente, voluntad, memoria y afectos. Entrar en un proceso que dura toda la vida. “La fe que actúa por el amor”, se convierte en el criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cfr Gál 5, 6).

A La luz del Credo decimos que: “El misterio de  la Santísima Trinidad es el misterio central de nuestra fe, y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo” (Catic 261)

V  Nuestra fe es Trinitaria. (Catic 266) Creemos en el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todo lo hacemos en el Nombre del Dios Uno y Trino. “Por Cristo, con Él y en El, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria…”

 

V  Nuestra fe es Cristo céntrica. (Catic 262)Pues ha sido la segunda Persona de la Santísima Trinidad la que ha tomado rostro humano para amarnos con corazón de hombre y llevarnos al Padre (Jn 14,6) Tal como lo dice la Escritura: “El cual siendo de condición divina, no reivindicó su derecho de ser tratado igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo nuestra naturaleza humana y apareciendo en su porte como hombre se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz (Flp 2, 6- 8) 

VNuestra fe es Neumatológica. (Catic 264) El neuma hace referencia al Espíritu Santo, Señor y Dador de vida. “Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo” (Gál 4,6) El Divino Espíritu actualiza hoy en nuestra vida los frutos de la Redención realizada por el Hijo hace ya más de dos mil años y pensada por el Padre desde la eternidad. “El Espíritu guía a los hijos de Dios, ora en ellos y da testimonio de que ya somos hijos de Dios” (Rom 8, 14- 16) El Espíritu Santo es el Don de Dios a Jesús, y en él, a todos los que creen y le obedecen.

 Nuestra fe es eclesial. (Catic 181) La profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. El Credo; es la fe de la Iglesia, recibida de los Apóstoles, y hoy, profesada por cada creyente, principalmente en el Bautismo. “Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y actúa por todos y está en todos” (Ef 4, 5-6) La fe es una, y es para todos y está en todos los miembros del cuerpo de Cristo. Esto hace decir a San Pablo: “Todos vosotros, por la fe en Cristo Jesús, sois hijos de Dios” (Gál 3, 26)”Todos vosotros sois uno en Cristo” (v. 28) “Todos vosotros sois hermanos” (Mt 23, 8) “Todos vosotros sois comunión” (1 Cor 12, 10ss).  Por la fe en Jesucristo somos hijos de Dios y comunidad fraterna, en la cual nadie vive para sí mismo: todos y cada uno somos regalo de Cristo Jesús para los demás.

V  Nuestra fe es pascual. (Catic 985) Escuchemos a San Pablo: “En otro tiempo cuando no conocíais a Dios, servías a los que en realidad no son dioses” (Gál 4, 8) “Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor” (Ef 5, 8) Son las Palabras del mismo Señor Jesús la que nos dan la luz para comprender el sentido pascual de la fe: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no muere, solo se quedará, pero si muere, dará mucho fruto” (Jn 12, 24) Se trata de morir al pecado para poder vivir para Dios (Rom 6, 11) Morir con Cristo para resucitar con él a una nueva vida, la vida de los hijos de Dios (cfr Rom 6, 5; 2 Tim 2, 11). De dar el paso de la muerte  a la vida (cfr 1 Jn 3, 14) Por la fe pasamos de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz (cfr Ef 5, 1-9).

V  Nuestra fe es Mariana. (Catic 963. 975) Creemos que el Hijo de Dios nació de Mujer (Gál 4, 4) y esta mujer es María, la Madre de Jesús, el hijo de Dios (Mt 1, 18- 22; Lc 1, 26- 38.43; Jn 2, 1-2) María es la mujer creyente, Madre, modelo y figura de la Iglesia. La Biblia dice que ella es “La llena de Gracia” y María se confiesa a sí misma como la humilde esclava del Señor” (Lc 1, 28. 38). Ella es el regalo de Dios a toda la humanidad y no solo a la Iglesia: “mujer ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 27). Ella es la Madre de Emmanuel y de los hijos de Dios.

V  Nuestra fe es Antropológica. (Catic 1002- 1005) La fe no adormece como lo han dicho algunos. La fe despierta, nos pone de pie y nos hace caminar con dignidad como personas responsables, libres, valiosas y dignas: “Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo” (Ef 5, 14). Para el hombre de fe, su valor no está en lo que se tiene, sino, en lo que se es: Persona, valiosa, importante digna, redimida, amada por Dios, y llamada a ser una Plenitud. Por la fe en Jesucristo somos hombres nuevos, es decir, reconciliados, justificados, libres, generosos y capaces de vivir con otros y para los otros. “Despojaos del hombre viejo y renovad vuestra mente espiritual y, revestíos del Hombre Nuevo, creado según Dios” (Ef 4, 22- 24) Por la fe somos una nueva creación, lo viejo ha pasado, ahora todo es nuevo (cfr 2 Cor 2, 17)

5.         El corazón de nuestra fe cristiana.

Con la mirada puesta en Jesucristo “que inicia y completa nuestra fe” (Heb 12, 2), los cristianos caminamos en fe y escuchamos continuamente la confesión del Apóstol:

Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. A esto Jesús replicó: “ Bienaventurado eres Simón hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado la carne, sino mi Padre qué está en los cielos” (Mt 16, 16-17) El corazón no puede ser otro que Cristo Jesús que nos ha manifestado el Amor del Padre, ha dado su vida por todos los hombres (1 de Jn 4, 8), ha muerto y resucitado para perdón de nuestros pecados, para darnos Espíritu Santo  y Vida eterna (Rom 4, 25);  ha sido constituido Señor y Mesías (Hech 2, 36). Con tres poderosas verdades podemos definir el corazón de nuestra Fe:

>>Cristo ha muerto<< >> Cristo ha resucitado<< >> Cristo es Señor<<. Con estas tres poderosas verdades, corazón de la fe cristiana, estamos proclamando el Kerigma, fuerza de la predicación apostólica. Creer en Jesús, es el camino para entrar a la casa del Padre, establecerse en el Reino de Dios y revestirse de Jesucristo para poder vivir como Él vivió: en donación, entrega y servició a su Padre del cielo y a los hombres de quienes no se avergonzó de llamarlos hermanos.

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