EN VERDAD EN VERDAD OS DIGO SI EL GRANO DE TRIGO NO CAE EN TIERRA Y MUERE QUEDA ÉL SOLO, PERO SI MUERE DA MUCHO FRUTO




En verdad en verdad os digo si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda él solo pero si muere da mucho fruto.

 Iluminación. «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.» (Mt 13, 44)

Cristo es el “Tesoro” y es también la “Perla Preciosa” y es a la vez el “Reino de Dios”. Para poseerlo no pide moco, ni mucho, Él lo pide todos. El Reino de Dios es para todos, pero hay que darlo todo. Conversión radical, hasta la raíz y hasta el amor de sacrificio. No está expuesto a la superficialidad ni a la mediocridad. Para ser del Reino hay que ser “Testigos del amor de Cristo” Amor de donación, entrega y servicio: «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra. (Mt 13, 45- 46)

Jesús se muestra muy reservado respecto al título de Rey por la interpretación errada de sus contemporáneos al título mesiánico. Jesús lo despoja de sus resonancias políticas a fin de mostrar que su realeza no es de este mundo y que se ha de manifestar en el testimonio prestado a la verdad (Jn.18, 36s). Además Jesús identifica la causa del Reino con la suya propia: Dejar todo por el Reino de Dios es lo mismo que dejarlo todo por la causa de Jesús (Mt.19, 29; Mc.10, 29). Identifica el Reino del Hijo de Dios con el Reino del Padre (Mt.11, 41ss) Asegura a sus Apóstoles un Reino como el Padre lo ha dispuesto para él (Lc. 22,29ss).

La Encarnación del Hijo de Dios está íntimamente en relación con la Redención. Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros, vino del Padre con la Misión de rescatar a esta porción del reino de los Cielos que había caído en las manos del Príncipe de las tinieblas. Para rescatarla Jesús ofreció a su Padre el sacrificio de su vida: “Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.” (Jn 10, 17- 18) La Redención es el sacrificio perfecto de Jesucristo que ofreció para sacarnos del pozo de la muerte, con palabras de san Pablo para sacarnos del reino de las tinieblas: “El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados.” (Col 1, 13- 14)

“Y a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y en vuestra carne incircuncisa, os vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros delitos. Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en la cruz. Y, una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal.” (Col 2, 13- 15)

Por el sacrificio en la cruz y la Resurrección, hemos sido redimidos, justificados, salvados y santificados. Nuestros pecados han sido perdonados y hemos recibido el don el Espíritu Santo (Rm 5, 1- 5) La salvación que Dios nos ofrece en Cristo es un “don gratuito e inmerecido” para todos los hombres de todos los tiempos. Salvación gratuita, pero, no barata. San Pablo nos sigue diciendo en la carta a los Efesios que los que estaban muertos por los pecados cometidos Dios les ha dado vida y los ha resucitado (cf Ef 2, 1. 5) Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos. (Ef 2, 8- 10)

¿Qué tenemos que hacer para tener vida eterna? ¿Qué tenemos que hacer para salvarnos? La Respuesta de Jesús, el Misionero del Reino: Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.» (Mc 1, 14- 15) El Reino de Dios no es una “ideología” como tampoco es una “teoría” ni es una “filosofía”. El Reino de Dios es la Semilla que el Padre Dios ha sembrado en el Mundo: “Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.” (Is 55, 10- 11) La Semilla que el Padre sembró en el Mundo es Jesús que dio fruto por que murió. Y con toda autoridad puede decirnos cuál es el precio para salvarnos: “morir al pecado para vivir para Dios” (Rm 6, 11) Con palabras de Jesús: “crean y conviértanse para entrar en el Reino de Dios.” Creer y convertirse a Jesucristo, no son dos cosas, sino una sola: “llenarse de Dios, echando fuera todo lo que incompatible con el Reino.”

¿Qué hace el Señor para sembrar el Reino en el corazón de los hombres? Lo primero es anunciar, predicar, enseñar o proclamar la palabra del Reino. Quien escuche y acepte la Palabra, cree en Jesús y nace la fe en su corazón (Rm 10, 17) Cambia su manera de pensar, de sentir y de actuar. Lo primero que cambia es la manera de pensar de Dios. De un Dios lejano, poderoso y castigador, rigorista, legalista y perfeccionista, se cambia a un Dios Padre que ama, perdona, salva y nos da Espíritu Santo. A un Dios que es Amor, Perdón Misericordia, Santo y Libertad. Luego nos cambia la manera de pensar del hombre y  de la vida: “Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahveh, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en perdonar. Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos - oráculo de Yahveh” (Is 5, 7- 8) “El hombre no vale por lo que tiene, ni por lo que sabe ni por lo sabe, vale por lo que es, persona creada a imagen y semejanza de Dios.” En el Reino de Cristo y de Dios, es un reino de Verdad, de Amor, de Justicia, de Santidad y de Libertad. Para entrar y crecer en Él, el camino es la “Fe y la conversión” “Despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre nuevo” (Mc 1, 15; Ef 4, 23- 34)

Lo anterior sólo es posible con la ayuda de Dios; del Dios que se hizo hombre para salvarnos. Pablo lo comprende y los explica: “Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios.” (Ef 3, 14- 19) Cristo Jesús y el Espíritu Santo son las manos de Dios para hacer presente y realizar hoy en nuestra vida “El Reino de Dios” “La Obra que el Padre encomendó a su Hijo realizar en la Historia, el Espíritu Santo lo actualiza hoy en nuestra vida.

Después de su predicación y enseñanza, Jesús, sembraba el Reino de su Padre con sus milagros y exorcismos para indicar que el final del reinado de las tinieblas estaba llegando a su fin e iniciándose el “reinado de Dios.” El Hijo de Dios viene a abrir las tumbas de los muertos; a sacarlos de sus sepulturas; llevarlos a su suelo y a darles Espíritu Santo para que los que antes estaban muertos, ahora vivos por la gracia de Dios puedan dar frutos en abundancia (Ez 37, 12; Gál 4, 4- 6) Todos podemos escuchar el grito de gozo: “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).

¿Qué señales poder ver para darnos cuenta que la Palabra de Dios se está cumpliendo? Escuchemos a Jesús: “Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.” (Mt 12, 28) ¿Cómo vivíamos antes de conocer a Cristo y cómo vivimos ahora, después de conocer a Cristo? Antes éramos tinieblas y ahora somos luz, y los hijos de la luz son la verdad, la bondad y la justicia” (Ef 5, 7- 8) Los demonios de la mentira, el odio, el fraude, la envidia, y otros, se han ido, han sido arrojados con la “Fuerza de Dios” para dar lugar a los valores del Reino de Dios: La Justicia y  la Santidad, la Humildad, la Mansedumbre y la Misericordia, son las vestiduras de Cristo Jesús ( Mt 11, 29; Col 3, 12; Rm 13, 13- 14; Ef 4, 24) Todo empezó como un grano de mostaza (Mc 4, 31) Como un grano de trigo que al caer en tierra murió para nacer y crecer y ser tierra fértil y fecunda (cf Jn 12, 24) De la escucha de la Palabra (Rm 10, 17) al Nuevo Nacimiento (Jn 2, 1- 5) Nacer de lo Alto, nacer de Dios, para dar el paso de la muerte a la vida, de las tiemblas a la luz, de la esclavitud a la libertad; es decir para entrar al Reino de Dios y que él crezca en nuestro corazón.

Por su muerte y resurrección el Reino de Dios llega a su Plenitud. Para enraizar el Reino de Dios en el corazón y en las culturas de los hombres, Jesús abrazó la “voluntad de su Padre” y murió en la cruz para que nuestros pecados fueran perdonados y resucitó para darnos vida eterna y darnos Espíritu Santo.

La entronización regia de Jesús tiene lugar en la hora de su resurrección: entonces es cuando toma asiento en el trono mismo de su Padre (Apoc. 3, 21). Es en entonces cuando es levantado en alto y exaltado a la diestra del Padre (Hech 2,30-35) Jesús es el Señor Universal ante quien se ha de doblar toda rodilla en el cielo, y en la tierra  toda lengua ha de proclamar su señorío (Fil.2, 11). Porque el Padre constituyó a su Hijo como Rey de Reyes y Señor de Señores (Apoc. 1,5; 19,16; 17,14)

Cristo vencedor de todos sus enemigos entregará la realeza a Dios Padre al final de los tiempos (1 Cor.15, 24) Termina la realeza mesiánica de Cristo para dar comienzo al reinado absoluto de Dios (Apoc.19,10), y los fieles recibirán la herencia en el reino de Cristo y de Dios (Ef.5,5). Los discípulos de Jesús serán llamados a compartir la gloria y el reinado de Cristo porque desde la tierra ha hecho de ellos un reino de sacerdotes para su Dios y Padre (Apoc. 1,6; 5,10; 1 Pe. 2,9).

Qué nunca olvidemos y qué nadie nos engañe: "Mi Reino no es de este Mundo" (Jn. 18,36).Lo primero para tener presente, es que el Reino, no obstante, abarca todas las realidades humanas, no es de este mundo: no se puede medir con parámetros humanos, con cuentas bancarias o con extensiones de terrenos. No se puede pertenecer a él por ser de cierta nacionalidad o cultura.  Las manifestaciones de la presencia del Reino en el corazón del hombre son: El amor, la paz, el gozo, (Rom. 14,17) la justicia, la bondad, la verdad, (Ef 5, 9) el compartir, la dignidad humana, la libertad, la solidaridad humana, la fraternidad, el servicio, etc. Quien ama conoce a Dios; vive en armonía consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Si decimos que la paz es el primer fruto del amor, podemos decir también que la justicia es el fruto de la paz mesiánica que brota de la cruz de Cristo y pone a los hombres en igualdad de condición. La libertad de los hijos de Dios es el don de Cristo por el cual los cristianos se comprometen y se donan libremente en servicio por los intereses del Reino. La comunidad de hermanos unidos por el Amor de Jesús es la expresión más auténtica de la presencia del Reino entre los hombres.










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