PORQUE SI PERTENECEMOS A CRISTO JESÚS, NI LA CIRCUNCISIÓN NI LA INCIRCUNCISIÓN TIENEN EFICACIA, SINO LA FE, QUE ACTÚA POR LA CARIDAD




PORQUE SI PERTENECEMOS A CRISTO JESÚS, NI LA CIRCUNCISIÓN NI LA INCIRCUNCISIÓN TIENEN EFICACIA, SINO LA FE, QUE ACTÚA POR LA CARIDAD

Iluminación: “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él.” (1 Jn 4, 8-9).

Todo hombre es un ser llamado a vivir de encuentros con Dios, consigo mismo, con la naturaleza y con los demás. Llamados a vivir de encuentros interpersonales con los otros con quienes está llamados a intercambiar sus valores de modo responsable, libre y solidario. Este modo de hacer convivencia nos lleva a la madurez humana y cristiana. Existen encuentros entre los humanos que no son auténticos y veraces, deshumanizan y des personalizan. Encuentros que no están cimentados “sobre roca” sino “sobre arenas movedizas” (cf Mt 7, 24s) Sobre roca significa vivir de encuentros en la Verdad, el Amor, la Justicia y la Libertad para ir creciendo en sinceridad, honradez, integridad, lealtad y fidelidad. Un verdadero ser (persona) para los demás y con los demás, recordando que nadie se realiza sólo, necesita de los demás, y ellos necesitan de él.

Existen encuentros que no realizan por que están vacíos de luz y de verdad, de amor y justicia. Encuentros que están vacios de una “Antropología bíblica y cristiana” y a la vez, manifiestan una inmadurez en la fe y una ignorancia religiosa que lleva a decir al apóstol Santiago “El que pudiendo hacer el bien no lo hace, está pecando” (Snt 4, 17) Aún a veces, sabiéndolo, no lo hacemos o sabiendo que es malo, lo hacemos. Reconozco que hay mucho dolor y sufrimiento en el corazón de mucha gente, por eso, creo que es necesario que demos a conocer cuáles son los encuentros interpersonales que hacen daño a quien los padece por maldad o malicia, engaño, egocentrismo, hipocresía o maledicencia en la familia o fuera de ella. Hay que desenmascarar las cargas de conciencia que son fuente de comportamientos neuróticos como son el miedo, el odio, la culpa, la vergüenza y la necesidad de afectividad. Menciono algunos encuentros que enferman y hacen daño, tanto a nivel personal como familiar y comunitario.

El nihilismo. El otro reducido a la nada, no existe. Se trata de la indiferencia, el otro me vale. No hay preocupación  por su realidad, al estilo del sacerdote y del levita que pasaron de junto a un hombre que agonizaba y le hacen al sordo y al ciego (cf Lc 10, 31- 32) La indiferencia familiar o social es manifestación de una inmadurez humana y de falta de misericordia, es decir de una fe vacía. Decimos que somos creyentes o cristianos, pero, sin el compromiso de la fe. No tenemos los sentimientos de Cristo (cf Flp 2, 5)

La cosificación: el otro reducido a objeto, un algo, una cosa. El ser humano es un alguien, es un sujeto, es una persona con una dignidad que no se la dan los lujos, ni la ropa, ni los carros, como tampoco, los amigos, ni el Estado, ni los sindicatos La persona es valiosa en sí misma, su dignidad humana es intrínseca, Dios la ha puesto en su interior de ser humano. No depende de sus valores materiales, ni intelectuales o morales. Toda persona es digna, valiosa e importante por el sólo hecho de haber nacido. La biblia nos advierte de un pecado religioso que muy poco se reconoce: “pero si tenéis acepción de personas, cometéis pecado y sois condenados por la Ley como transgresores.” (Snt 2, 9) Se le rinde culto al rico y al poderoso, pero, se desprecia al pobre de cultura, de figura, de economía o pobre de relaciones.

El instrumentalismo: el otro sabe por lo que tiene, por lo que sabe o por lo que hace. Es una visión utilitarista, deshumanizante y despersonalizadora. El otro o la otra es convertido en medio, en un instrumento de trabajo o de placer sin tener en cuenta la dignidad humana. “El hombre vale por lo que es, persona.” El hombre inmaduro, se queda en el enamoramiento, es decir, es aspectos de la persona, por lo mismo nunca llega al amor. En cambio el hombre abierto a la madurez, ama a la persona por lo que es en su totalidad. De manera, que el neurótico nunca llega al amor de pareja, al amor de “Agape”. Estoy contigo, aunque estás enferma y no podemos tener relaciones, porque estás en mi corazón, porque te amo.

La manipulación: es una de las peores ofensas contra la dignidad humana al convertir al otro u otra en títere, en un objeto manipulable. Se manipula con palabras y promesas bonitas;  metiendo miedo, mentiras para engañar, amenazas hasta de muerte, aplastando con violencia y con la peor de todas, la lástima, para inspirar compasión, para después, seguir con lo mismo. La medicina contra la manipulación es el respeto incondicional a la dignidad de todo ser humano. Respeto de pensamiento, palabra y obra. Para que en la familia haya integración, reciprocidad e igualdad fundamental. “Todos somos, en familia, iguales en dignidad y debemos de vivir unos para otros.

El totalitarismo: “hacer lo que otros digan.” “Obedecer porque yo lo digo” Sin diálogo, sin consulta familiar, para imponer la voluntad porque yo tengo el poder o porque soy la autoridad. Sin pensar que “autoridad” significa servir para dar vida. Porque soy el dueño de mi dinero, porque soy el que trabaja, los otros son mi propiedad y tienen que estar a mi servicio. El totalitarismo no realiza y no humaniza, es enemigo de la convivencia humana. Usa como fuerza opresora al instrumentalismo y a la manipulación. Es a la vez fuente de “amores fingidos” (cf Rm 12, 9) y corazones caóticos y vacíos que no contienen los frutos de la fe: el amor, la paz y el gozo (cf Jer 2, 13; Gál 5, 22).

Consecuencia de todo lo anterior es el “desechar lo que deja de ser útil,” lo que ya no me sirve. Se olvida o se desconoce que a una persona no se le desecha como basura a pesar de su enfermedad o incapacidad, sigue siendo “persona digna” y valiosa hasta el último suspiro. Esto sólo lo podemos ver a la luz de la fe cristiana que nos hace ser iguales en dignidad esencial y diferente por las funciones que tengamos.

El encuentro entre dos personas iguales en dignidad, enriquece al complementarnos unos con otros al intercambiar los valores que son parte de un “Patrimonio común” En Familia todo es de todos y para todos, con derechos y con deberes. Recordando la Biblia: “Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles, y no buscar lo que nos agrada.  Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo buscando su bien y su madurez en la fe.” (Rm 15, 1- 2) Lo anterior sólo puede ser fruto de seguir el camino de la fe que nos lleva a la madurez en Cristo. No se trata de llegar a esto de un día para otro, es fruto, con la ayuda de la Gracia de Dios y con nuestros esfuerzos y renuncias ir adquiriendo una “voluntad firme, fuerte y férrea para amar y servir a prójimo que tenemos en casa y fuera de ella. Tanto los valores humanos, como las virtudes cristianas, sólo crecen en el “intercambio entre personas que se saben iguales” que aman y se dejan amar; intercambian sus valores y comparten el pan con alegría. Con amor sincero, alegre y hospitalario.

El camino de la fe es un estilo de vida que nos lleva a la madurez humana que nos hace personas originales (únicos e irrepetibles), responsables (solidarios), libres con la libertad de los hijos de Dios para poder ser capaces de amar a Dios y al prójimo. Recorrer el camino exige “escuchar la Palabra de Dios y obedecerla” para iniciar el cambio de mentalidad y de corazón, es decir, abrirse a la conversión que nos lleva  a la esperanza y al amor, sin descuidar la oración intima, cálida y perseverante. Sin oración la fe verdadera desfallece y muere. La fe verdadera pide “Vivir en la voluntad de Dios,” siguiendo las huellas de Cristo (cf Ef 4, 13). Dejando atrás el infantilismo de la fe hasta alcanzar la Madurez en Cristo: Así ya no seremos como niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce al error. Antes bien, movidos por un amor sincero, creceremos en todo hacia Cristo, que es la cabeza, de quien todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión por la colaboración de los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro, para el crecimiento y edificación en el amor. (Ef 4, 14- 16).

Dios quiere que todo hombre sea protagonista de su propia historia. Que trabajemos en nuestra propia realización, ayudándose con los demás, ya que nadie se realiza solo (Gn 2, 15; 2, 28) Como seres en proyección, no estamos hechos, sino haciéndonos con la ayuda de Dios y con nuestros esfuerzos. Por amor a la Familia cultivemos actitudes nuevas, como: La amabilidad, la generosidad y la servicialidad para aparezcan los frutos del reino de Cristo como son: el compartir, la dignidad humana, sobre todo de la mujer,  y la solidaridad humana en favor de todos. Amemos nuestra Familia.






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