¿QUIENES PUEDEN DAR REALMENTE GLORIA A DIOS?



“¿Quienes pueden realmente dar gloria a Dios?”

Iluminación: “La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.” (Jn 15, 8)
“Cuando pronunció estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.» Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale de quién está hablando.» Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?» Le respondió Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Entonces mojó el bocado, lo tomó y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto.» Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. (Jn 13, 21- 30)

Por el Espíritu Santo, Jesús glorifica al Padre, haciendo su “Obra” en favor de toda la humanidad: “Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar” (Jn 17, 4) Y de la misma manera, hoy, nosotros, por la acción del mismo Espíritu Santo,  podemos dar gloria a Cristo. “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.” (Jn 15, 26) Es la promesa de Jesús a los suyos: “No es cosa vuestra conocer el tiempo y el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad;  al contrario, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, recibiréis una fuerza que os hará ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra».(Hch 1, 8) La obra del Espíritu Santo es llevar a los hombres a la fe, para creyendo en Cristo se salven, y puedan así dar gloria al Padre.

Lo primero es creer en Jesús, el don de Dios a los hombres (Jn 3, 16- 17) con palabras de Pablo: “Pero ahora, independientemente de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios de la que hablaron la ley y los profetas. Se trata de la justicia que Dios, mediante la fe en Jesucristo, otorga a todos los que creen —pues no hay diferencia; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios” (Rm 3, 21- 23). Sólo el hombre “justificado” puede dar gloria a Dios (cf Rm 5, 1; Gál 2, 16).

En segundo lugar, afirmamos que el Bautismo es el sacramento de la fe: Luego les dijo: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.” (Mc 16, 15- 16) Esa es la buena noticia que Jesús le dijo a Nicodemo: Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.» Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» (Jn 3, 3- 4) Para Jesús, exigencia fundamental para dar gloria a Dios es el “Nuevo Nacimiento.” Nacer de lo Alto, nacer de Dios (cf Jn 1, 11-12) por la fe y la conversión se entra al reino de Dios (cf Mc 1, 15) Es el Apóstol San Juan quien nos describe para que Jesús glorifique al Padre y para que sus discípulos lo glorifiquen a él: “Jesús les respondió: «Ha llegado la hora de que el Hijo de hombre sea glorificado. “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; pero el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará” (Jn 12, 23- 26) Jesús al morir en la cruz, redime a la humanidad, y glorifica en todos los que creen su Nombre y los reviste de su gloria (cf Gál 3, 27)

El tercer momento para dar gloria a Jesús es siguiendo sus huellas: Decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la salvará.” (Lc 9, 23- 24) Así como el Hijo dio gloria a su Padre abrazando su Cruz por obediencia a su Padre y por amor a los hombres; de la misma manera los discípulos podremos dar testimonio  del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús en la obediencia a sus Mandamientos y Palabras (cf Jn 14, 21. 23) y por el Amor y el Servicio a nuestros hermanos. Sin obediencia a la Palabra de Cristo y sin amor a Dios y a nuestros hermanos, no daremos gloria a Dios. Nuestras palabras, oraciones y alabanzas quedarían vanas y estériles. La clave del culto a Dios fue proclamado por Jesús con su vida y con sus Palabras: “Niégate a ti mismo” (Lc 9, 23). Amar y seguir a Cristo son dos momentos de un mismo acontecimiento pascual: Morir para Vivir.

El cuarto momento glorioso es proclamado por san Pablo: “¿Qué diremos, pues? ¿Qué debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo! Nosotros ya hemos muerto al pecado; ¿cómo vamos a seguir entonces viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos incorporados a su muerte? Por medio del bautismo fuimos, pues, sepultados con él en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de entre los muertos mediante la portentosa actuación del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos sido injertados en él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos por una resurrección semejante. Sabemos así que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruida nuestra naturaleza transgresora y dejáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto queda libre del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no vuelve a morir, y que la muerte carece ya de poder sobre él. Su muerte implicó morir al pecado de una vez para siempre; mas su vida es un vivir para Dios. En consecuencia, también vosotros debéis consideraros muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús (Rm 6, 1- 12)

Dos textos de san Pablo complentan la doctrina del Bautismo: Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su designio.  Pues Dios predestinó a reproducir la imagen de su Hijo a los que conoció de antemano, para que así fuera su Hijo el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los hizo justos; y a los que hizo justos, también los glorificó.” (Rm 8, 28- 30) “Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos a merced el pedagogo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo” (Gál 3, 25- 27) “Además, los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos por el Espíritu, sigamos también al Espíritu. 26 No seamos vanidosos, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.” (Gál 5, 24- 25)

El quinto para dar honor, gloria y alabanza a Dios Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo es la “Oración de alabanza y acción de gracias para proclamar las maravillas del Señor” Oración de alabanza que exige fe, conversión, testimonio y contemplar la acción de Dios en nuestras vidas para exclamar con gritos de júbilo que Dios se ha manifestado en Cristo para salvarnos del pozo de la muerte y llevarnos a los terrenos de Dios que manan leche y miel: “paz y dulzura espiritual.” El Amor, la Verdad, la Libertad, la Justicia y la Misericordia. No es lo mismo hacer oración de alabanza a Dios en situación de pecado que hacerlo por medio de la gracia de Dios, el Espíritu Santo que actúa en nuestros corazones (cf Rm 8, 14) La oración en situación de hombre viejo no es grata a Dios, en cambio, nos dice san Pablo: Por eso, tampoco nosotros hemos dejado de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad, con total sabiduría y comprensión espiritual, para que procedáis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios. Le pedimos también que os fortalezca plenamente con su glorioso poder, para que seáis constantes y pacientes en todo y deis con alegría  gracias al Padre, que os hizo capaces de participar en la luminosa herencia de los santos.” (Col 1, 9- 12).


Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search