LOS CAMINOS DE LA PENITENCIA


Los Caminos de la Penitencia

Objetivo: Conocer y profundizar en los modos que todo creyente tiene a su alcance para alcanzar la espiritualidad  necesaria para caminar en la vida con un corazón sano y con una mirada puesta en las promesas de Dios.

Iluminación: “El propósito de esa orden es que nos amemos unos a otros con el amor que procede de un corazón limpio, con una fe sincera y con una conciencia recta” (1Tim 1, 5).



1. Nuestra realidad.  Cuando nuestro corazón está enfermo, nuestra conducta, casi siempre no es la apropiada. Otras veces nos encontramos con la dura realidad que queremos portarnos a la altura de hijos de Dios y no podemos. Hacemos el mal que no queremos, y el bien que queremos no lo hacemos. Descubrimos que nuestras actitudes y nuestros criterios no son para nada cristianos, sino más bien, mundanos, paganos o farisaicos: rigoristas, legalistas o perfeccionistas. El fariseísmo no es grato a Dios, por eso Jesús dice a sus discípulos: “Si vuestra justicia no supera la justicia de los fariseos, no entraréis al Reino de Dios” (Mt 5, 20). “Ay de ustedes escribas y fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con rapacidad y codicia. Fariseo ciego, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio” (Mt 23, 23-26). Junto a las enfermedades del rigorismo, del legalismo y del perfeccionismo, encontramos la rapacidad y la codicia que llenan el corazón de endurecimiento, individualismo y relativismo. El corazón enfermo nos lleva a vivir en las apariencias usando máscaras y en las demostraciones de amor a los demás, dando lo que no tenemos, o exigiendo lo que no hemos dado. Somos personas oprimidas y a la misma vez opresoras.

La salud que Jesús nos ofrece es “integral” teniendo presente que el hombre multidimensional: cuerpo, mente,  espíritu, familia, sociedad, histórica; es decir está llamado a ser protagonista de su propia historia y a tomar las riendas de su destino en sus manos. Jesús sana al hombre liberándolo, reconciliándolo, transformándolo y promoviéndolo como persona. De pecadores nos hace hijos de Dios, hermanos de los hombres, discípulos, misioneros, servidores y amigos de Dios. Es una salud responsable: gracia y respuesta, don y tarea, gratuita, pero no barata: el hombre ha de responder a la acción amorosa de Dios. San Juan Crisóstomo propuso los cinco caminos de la penitencia para responder a la iniciativa de Dios.

2. Los caminos de la sanación interior. a)     El primer camino de la penitencia consiste en el perdón que recibimos y en el perdón que damos a los que nos han ofendido. “Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros; pero sí confesaos nuestros pecados, podemos confiar en Dios que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad” (1Jn 1, 8-9). También el profeta lo dijo: “Confesaré al Señor mi culpa”, con la seguridad y confianza que Él perdonaría su culpa y su pecado. Condena, pues, tú mismo, aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón de tus pecados. “Porque si vosotros perdonáis al prójimo sus faltas, también os perdonará las vuestras vuestro Padre celestial.” Perdonar las ofensas a los que te han ofendido, de tal manera que poniendo a raya nuestra ira, perdonemos a nuestros hermanos. En el Padre Nuestro decimos: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a nuestros hermanos”. La medida del perdón que recibimos es la medida del perdón que damos.

b)     El segundo camino de la penitencia es el ayuno. "La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana. También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del "viejo Adán" y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. El ayuno es, además, una práctica recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. Escribe San Pedro Crisólogo: "El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica". Decimos entonces que el ayuno unido a la oración y a la caridad es fuerza y poder para destruir el “cuerpo de pecado” que nos oprime y nos gobierna. A la vez, es poder de Dios que nos ayuda a profundizar nuestra fe, renovar los odres para llenarlos del vino nuevo y renovar el vestido de la Gracia para no terminar siendo estériles. La finalidad del ayuno, no es otra que estar con el Señor: “¿Pueden los invitados a una boda estar tristes mientras que el novio está con ellos? Llegará un día en que les arrebaten al novio y entonces si ayunaran” (Mt 9, 15). Ayunar ¿Para qué? El objeto del ayuno es “estar con el Señor”, dando frutos de vida eterna y compartiendo su destino y su misión. Cuando ustedes ayunen no pongan cara triste, como los hipócritas, que desfiguran la cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su paga.Cuando tú ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, de modo que tu ayuno no lo vean los demás, si no, tu Padre, que está escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.(Mt 6, 16-18) Es una invitación del Señor a erradicar el mal del corazón y a vivir como los ungidos del Señor. El profeta Isaías ya lo había advertido: El ayuno que me agrada, dice, el Señor, consiste en  “Romper con el yugo de la opresión; abandonar la maldad, dejar de explotar al pobre y al oprimido; compartir el pan con el hambriento, la casa con el pobre sin hogar, vestir al desnudo y no abandonar al prójimo en desgracia” (cfr Is 58, 6- 7)

c)     El tercer camino es la oración ferviente y perseverante. “Vigilen y oren para no caer en la tentación.  Mateo 26, 41.  “Oren sin desfallecer”. Hablamos de la oración que brota de lo íntimo del corazón. Existen muchas clases de oración, todas son buenas en cuanto vengan del corazón, pero, quisiera hacer referencia a la oración de alabanza unida a la oración de acción de gracias como una oración poderosa. Para que nuestra Alabanza sea Oración Poderosa, requiere: a) Reconocer que solo cuando damos a Dios el trono de nuestro corazón; b) aceptar que fuera de Dios nada debe ser adorado; c) Poner la Voluntad de Dios por encima de la nuestra, y de la de cualquier otro ser humano. d) buscar siempre la gloria de Dios: solo a Él la Alabanza, el Poder y la Gloria. e) Que nuestra vida sea un Testimonio de las Maravillas que Dios hace con sus hijos.

La Alabanza es oración poderosa porque es Fuerza de Dios capaz de vaciar, de llenar y de trasformar; capaz de vaciarnos de todo aquello que no es Dios; de todo lo que es incompatible con los designios amorosos de Dios; de aquello que no sirve, que enferma, mata, divide; la Alabanza es poder para llenarnos de vida, alegría, amor, paz; poder para transformarnos en hijos de Dios; en hombres nuevos creados a su Imagen y semejanza; en cristianos capaces de hablar lenguas nuevas; son nuevas porque bendicen, dan gracias, alaban, y santifican el Nombre de Dios. En referencia al prójimo: animan, motivan, exhortan, consuelan, enseñan y corrigen. Para que la oración sea poderosa y llegue hasta el corazón de Dios ha de ser breve y concisa, y además, ha de estar acompañada por el perdón que pedimos a quien hemos ofendido y por el perdón que damos a quien nos haya ofendido
(Mateo 6, 7.14)

d)     El cuarto camino es la limosna, que hoy llamamos caridad y también obras de misericordia. Las obras de Misericordia son fruto de la fe y manifestación de la acción del Espíritu en el corazón del cristiano. Son Evangelio puesto en práctica y armas poderosas en la lucha contra el Mal. “Todo el que practica la justicia, es justo como Él es Justo” (1Jn 3, 7). “Todo el que ama vive en la luz, y es de Dios” (1Jn 2, 10) “Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios porque Dios es Amor” (1Jn 4, 7- 8). “Cada uno aporte lo que en conciencia se ha propuesto, no de mala gana ni a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría. Y Dios puede colmarlos de dones, de modo que, teniendo siempre lo necesario, les sobre para hacer toda clase de obras buenas” (2 Cor 9, 7-8). “Cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; de ese modo tu limosna quedará escondida, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará” (Mt 6, 3-4).

a)     El quinto camino de la penitencia es el servicio basado en el amor y la libertad. “Se te ha dicho oh hombre como tienes que vivir: que practiques la justicia, que seas fiel y leal y camines humildemente con tu Dios” (Miq 6, 8).Practicar la justicia y servir son dos realidades inseparables. Como también, la mezcla de justicia y humildad dan como resultado el servicio a Dios en favor de los hombres de manera que podemos afirmar que “humildad es la casa de la caridad que se manifiesta en el servicio”. Si eres humilde y obras con modestia tendrás en tus manos un hermoso instrumento para destruir el pecado. Un ejemplo de humildad lo encontramos en el publicano, que si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta presentó su humildad y se vio descargado del gran peso de sus pecados. Estos son los cinco caminos de la penitencia para destruir el cuerpo del pecado. No te quedes por tanto ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos. Que nada te impida hacerlo, ni siquiera tu pobreza porque también los pobres pueden amar y caminar en la humildad con el Señor. ¿Quién puede negar que la enfermedad nos impide trabajar, o al menos trabajar con efectividad? Podemos entonces decir, que nuestra labor espiritual en la familia y en la Iglesia depende de la salud del corazón. Jesús, el Señor nos dice: “purifica primero por dentro la copa, para que también por dentro quede limpia”.  Si el adentro está sucio, el afuera y toda nuestra actividad, llevarán la huella de nuestro egoísmo o de nuestro pecado que nos impiden vivir el designio de Dios, que se vive en la fe, en la esperanza y en la caridad.

El Apóstol Pablo dice a Timoteo, su hijo en la fe: “El propósito de esa orden es que nos amemos unos a otros con el amor que procede de un corazón limpio, con una fe sincera y con una conciencia recta” (1Tim 1, 5). El corazón se lava en la sangre de Cristo y se purifica en el “horno de fuego” donde es probada la fe y cualquier otra virtud que pensamos poseer (cfr 1Pe 1, 7). Nuestro interior también se purifica en desprendimiento de los aspectos negativos que invaden el corazón humano y en dominio de las concupiscencias de la carne. La mayor parte de la gente busca y espera de Dios una sanación automática, como por arte de magia. Dios puede hacerlo de esta manera, pero generalmente, Él no quiere que lo tengamos como un ídolo mas, sino y sobre todo, quiere y espera de nosotros un crecimiento normal y sano en la vida espiritual que ha puesto en nuestros corazones como semilla que se ha de cultivar hasta que lleguemos a la edad adulta que corresponde a la plena madurez en Cristo (Ef 4, 13). “Para que no seamos como niños que cambian fácilmente de parecer y que son arrastrados por el viento de cualquier nueva doctrina  hasta dejarse engañar por gente astuta que anda por caminos equivocados” ( Ef 4, 14). Estos cinco caminos son verdadera medicina para sanar las heridas del pecado, decídete a usarlas y así, recuperada ya tu salud, podrás acercarte confiado a la mesa del Señor y salir con gran gloria al encuentro del Rey de la gloria, y alcanzar las gracias y las bendiciones necesarias para vivir en la dignidad de los hijos de Dios, preparado para toda obra buena. Al hablar de los “cinco caminos de la penitencia”, podemos a la vez hablar de “cinco piedritas”, de cinco “armas poderosas” en la lucha contra el mal. Recordemos las señales que han de acompañar a todo el que tiene una fe sincera.

3.      Las señales de una fe sincera. “Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Nueva a toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará. A los creyentes acompañaran estas señales: En mi nombre expulsaran demonios; hablaran lenguas nuevas; agarrarán serpientes, si beben algún veneno, no les hará daño; pondrán las manos sobre los enfermos y se sanarán” [4]. Los demonios son verdaderos obstáculos que podemos llevar en nuestro interior que impiden el sano crecimiento del Reino de Dios en nuestras vidas. Las lenguas nuevas hacen referencia a la “Glosalalia”, es decir, a las “lenguas de Dios”. Lenguas amables, limpias y veraces que animan y motivan a los de ánimo débil; además enseñan y corrigen a los extraviados; unen a los divididos y consuelan a los de corazón triste. Agarrar serpientes es tener control sobre los malos deseos, los deseos desordenados y el mal carácter; beber veneno y no morirse,
hace referencia al mal que viene de afuera, cuando hay el antídoto, el contra veneno, permanecemos de pie; Imponer las manos sobre los enfermos, equivale a poner el don recibido al servicio de quien lo necesite. “Extiende tu mano ”  “Denles ustedes de comer(Marcos 6, 36)“Lávense los pies unos a los otros”, nos ha de hacer recordar las palabras del Señor: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedaste, estaba desnudo y me vistieron, estuve enfermo y preso y me visitaron [8]. Es una exhortación a compartir los valores o los bienes con los demás, especialmente con los más débiles o  menos favorecidos. ¿Qué podemos compartir? Y ¿Quiénes pueden compartir?

·       Compartir el pan: todo lo que el ser humano necesita para su realización como persona, es compartir la responsabilidad, la libertad, la solidaridad. Compartir la casa: ser hospitalarios; saber dar acogida; abrir las puertas del corazón a los otros, aún a los enemigos. Compartir el tiempo: romper con la comodidad para disponerse a prestar un servicio a los enfermos, ya sea en casa o en los hospitales. Compartir el vestido: lavar pies, enseñar a los demás el arte de vivir, siendo creativos en el cultivo de  los valores del Reino.

Estas señales son indicaciones de que estamos en camino de poseer un corazón capaz de hacer el bien con espontaneidad, con libertad interior y con alegría. Un corazón que ha padecido la acción del Espíritu Santo, refleja y expresa la vivencia de las “Bienaventuranzas” que son la “Carta magna de Jesús”. Cada bienaventuranza es un perfil de una fotografía hablada del Maestro Jesús de Nazareth. Encarnarlas es configurarse con él; es aceptar su Misión y su Destino, sumergiéndose de manera libre y consciente en la voluntad de Dios para hacer de ella la delicia del corazón. Para compartir lo que se sabe, lo que se tiene y lo que sé es, es necesario haber padecido la acción sanadora de Jesús, que nos reconcilia, nos libera y nos promueve para que vivamos el compromiso de la fe como camino de realización humana.

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