16. EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL.



El Discernimiento Espiritual


Objetivo: Dar a conocer los criterios de discernimiento espiritual,  para poder conocer la voluntad de Dios en cierto momento de nuestra vida y no ser arrastrados por cualquier viento de doctrina o charlatanería mundana.
“Porque el pensamiento de la carne es muerte, pero el pensamiento del espíritu es vida y paz” (Rom 8, 6; cfr 14, 17-18). ¿Qué criterios guían nuestra vida o nuestras acciones? ¿Será que el fin justifica los medios?

“Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios…Todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en la carne es de Dios, y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios; es del Anticristo” (1 Jn 4, 1-3). A la luz de esta palabra podemos afirmar que Cristo es el supremo criterio de la Ética y de la Moral.

1.     Necesidad no postergable: el discernimiento de espíritus.

A la luz de la educación en la fe y la evangelización “el discernimiento de espíritus” es una exigencia primordial para poder obtener un crecimiento verdadero en las virtudes humanas, cristianas, teologales. Nuestra realidad cristiana la experimentamos en medio de nuestra vitalidad existencial, constituida por pensamientos, sentimientos, deseos, actitudes, actividades, tendencias y relaciones con los demás, con las cosas, con el mundo y con la sociedad, es necesario discernir que espíritu nos mueve en lo que pensamos, sentimos, deseamos y actuamos.

2.     Discernimiento personal y comunitario

Distinguimos entre discernimiento personal y comunitario. Por el primero, se entiende la búsqueda de la voluntad de Dios por una persona  particular, por el segundo, la búsqueda realizada por la comunidad o por un grupo de personas que tienen algo en común, o en últimas por la Iglesia. Los dos aspectos, son distintos, pero no están separados. El segundo aspecto supone al primero, por un grupo o comunidad puede ponerse en camino de discernimiento, en la medida que en que los individuos hayan hecho una profunda experiencia de Dios y se dejen guiar por el Espíritu en sus opciones. También el primero supone al segundo, en cuanto la escucha de Dios pasa necesariamente a través de la mediación de la Iglesia, que lee los signos de los tiempos en la sociedad en que se vive.

El propósito debe ser el buscar la voluntad de Dios. Buscar el plan de salvación de Dios para todo el hombre y para todos los hombres, dentro y fuera de la Iglesia. Cuando nos sentimos inspirados a tomar una opción determinada o una determinada orientación espiritual, es preciso medir esos impulsos con tres criterios fundamentales:

·       La conformidad con la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia. Dejarse juzgar por la fe de la Iglesia (Rom 12, 6; 1Cor 14, 29-32; 1Jn 4, 2).

·       El servicio para la edificación de la Iglesia, como el fin para el cual el Espíritu Santo otorga los dones (1 Cor 12, 7; 14, 12- 26); lo contrario de la edificación es la división, que no puede venir del Espíritu Santo (1Cor 1, 10-13). El Espíritu Santo es uno y no puede contradecirse.

·       Que esté en afinidad con el estado de vida. Tanto en el matrimonio, como en la vida consagrada o sacerdotal. Lo que contradiga la opción fundamental, adquirida en un sacramento no viene de Dios.

3.     La advertencia de Pablo

“No os dejéis trasformar por los criterios mundanos, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cual es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom 12, 2). Pablo realmente nos está dando el objeto  y el fin del discernimiento espiritual: descubrir cuál es la voluntad de Dios, para cada uno de nosotros y para la Iglesia universal. El apóstol no enseña verdades a medias, él es un verdadero evangelizador por que enseña a luchar y muestra cuales son los enemigos: el mundo, el maligno y la carne (Ef 2, 1, 1- 3). Pablo anima a su discípulo Timoteo a Luchar: “huye de las pasiones juveniles” (1 Tim 2, 22) “Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna” (1 Tim 6, 12)

La vida cristiana es don y lucha, don y tarea. Existen tentaciones, pruebas, crisis, fatigas, persecuciones, noches frías y áridas. Sobre todo esto recordemos que Jesús nos ha elegido para estar con Él y para ser enviados a servir a la Humanidad, pero encontramos distracciones, obstáculos, barreas, ataduras, luchas entre la razón y la voluntad. El hombre viejo está vivo y hace la guerra; Vuestro adversario, el Diablo,  ruge y ronda como león rugiente buscando a quien devorar (1 de Pe 5, 8). Jesús mismo le advirtió a Pedro: Satanás ha pedido permiso para sacudirte como si fueras hoja de trigo, pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca” (Lucas 22, 31-32).

Diablo significa el que divide y Satanás el que pone obstáculos para que perdamos la salvación que nos llega por la fe en Cristo Jesús. Pablo en la carta a los efesios nos advierte y exhorta a luchar: “Fortaleceos en el Señor con la energía de su poder. Revestíos con las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre… (Ef 6 10ss)

“Llevamos el tesoro en vasijas de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (1 Cor 4, 7);  Creo que urge educar para el discernimiento de espíritus, esto ayudará al laicado a madurar, a crecer en la fe, a dar frutos permanentes de Iglesia, y a la misma vez, a tener un espíritu crítico, que no trague entero, que más bien ayude a humanizar al clero y a la religión; que discernimiento esté al servicio del don profético que el Espíritu distribuye entre los fieles.


4.     ¿Qué es el discernimiento espiritual?

Discernir es “cernir dos veces”, y es fruto del silencio, la contemplación, el estudio y el trabajo como expresión del servicio a los demás. Es decir, una persona que no se comprometa con la “realidad social” y que no se abra a una vida evangélica, es inútil hablarle de “discernimiento espiritual”. Jesús nos dice a los fariseos de hoy: “Teniendo ojos no ven[1]; teniendo oídos no escuchan, teniendo boca no hablan, teniendo el Espíritu Santo no se dejan conducir por él. Tenemos a Cristo, pero Él no nos tiene a nosotros. Por eso no se nos dará ninguna señal. ¿Para qué, si no anhelamos poner la voluntad de Dios en práctica?.

El discernimiento espiritual, en  primer lugar, para san Pablo es un carisma espiritual con un doble significado[2], un don del Espíritu Santo: Para bien personal y para bien comunitario. Un carisma es una manifestación de la Gracia de Dios para bien común o para el bien personal en un momento particular y preciso. El significado fundamental es el probar, catar, examinar que espíritu nos está moviendo a pensar, desear y actuar en determinado momento, según el Espíritu de Dios, y no según otro espíritu , cualquiera que éste sea. Para el Apóstol, el discernimiento es un don del Espíritu Santo que está al servicio de la santidad de la Iglesia, concedido a los que creen, esperan y aman a Jesucristo, y son dóciles al Santo Espíritu que nos enseña a verlo todo a la luz de Cristo, de sus misterios, de sus palabras y de su presencia en medio de su Pueblo y, de manera especial, en los menos favorecidos.  Una clave para discernir algunos carismas puede ser: “las visiones, las lenguas, los exorcismos, los mensajes que decimos recibir, ¿Nos ayudan a ser más santos?  ¿Realmente edifican la Iglesia? ¿Están al servicio de la edificación de una comunidad fraterna y solidaria?

En segundo lugar el discernimiento es visto como una virtud; es una de las virtudes escatológicas que jamás aparece separada de otras virtudes como el agradecimiento por todo lo que Dios ha hecho en el pasado y en el presente; de la esperanza que alaba las promesas del Señor mediante una vida de entrega y confianza; la vigilancia para captar las posibilidades que nos presenta cada momento; de la caridad como disposición para salir al encuentro del Señor o disponibilidad para ir a su encuentro de una persona concreta para irradiarla con la luz del Evangelio.

5.     Los Pilares del Discernimiento Cristiano. (HECHOS 2, 42)

·       Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles. Pregunto: ¿Qué enseñaban los Apóstoles? Lo que Jesús les había enseñado a ellos: a vivir en comunión con Dios como sus hijos; con los demás como hermanos y servidores;  con las cosas como amos y señores. Jesús enseño con su vida y con sus palabras el camino del amor y del servicio a Dios y al prójimo.
·       Acudían asiduamente a la “Comunión”. Ponían sus bienes, los a los pies de  los Apóstoles para que fueran distribuidos entre los pobres. “Partían el pan con alegría.
·       Acudían asiduamente a la “Fracción del Pan”. Es el primer nombre usado para desinar a la Eucaristía. Esto nos dice que llevan una vida “centrada en los Sacramentos”
·       Acudían asiduamente a las “oraciones”. La oración tiene un lugar muy especial en el discernimiento espiritual. Oración, tanto personal como comunitaria. Oración humilde, llena de confianza filial con Dios, sintiéndose sus hijos y a la misma vez hermanos de los demás.

De estos cuatro pilares podemos sacar dos criterios fundamentales del discernimiento cristiano: La Obediencia a la Palabra de Cristo y el Servicio a una Comunidad fraterna, solidaria y misionera.


6.     La clave del discernimiento espiritual.

La clave nace de la Fe en Jesucristo y el amor para el pueblo de Dios[3]. San Pablo en la carta a los romanos nos habla del llamado a pertenecer a Jesucristo y a su pueblo santo[4]. Razón por la que me atrevo a afirmar que no hay otra clave que “Ser de Cristo y ser de la Iglesia”. A los de Corinto les dice: “Ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios” (1 Cor 3, 21- 23) En carta a los colosenses nos confirma que el señorío de Cristo es el fundamento de la verdadera espiritualidad y por lo tanto, de todo discernimiento cristiano: “El Amo a quien servís es Cristo[5]”. El cristiano es pertenencia de Cristo por tres razones: Él nos llamó a la existencia, hemos sido redimidos por la sangre de Cristo y sellados con su Espíritu Santo (cfrEf 1, 4-8) y por último, pertenece a Cristo quien lo ama, y en él ama a su Iglesia.


7.     La Ley del discernimiento

La Ley es la docilidad al Espíritu Santo. El divino Espíritu guía a los hijos de Dios[6]. Pablo nos dice en la carta a los Efesios: “ustedes antes eran tinieblas, más ahora sois luz en el Señor, vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda verdad, amor y justicia” (Ef 5, 8-9). ¿Cómo vivir como hijos de la Luz? La primera de Juan nos recomienda cuatro cosas: romper con el pecado; guardar los Mandamientos; guardarse del mundo y guardarse de los anticristos[7]. La acción del Espíritu es hacer que los hombres crean en Jesús, para que creyendo se salven. Su acción es por lo mismo, establecernos e introducirnos en el Reino de Dios. El Espíritu Santo es la Ley Nueva; la Ley de Cristo, la Ley del Amor. Amor derramado en nuestro corazones con el Espíritu Santo que Dios nos ha dado” (Rom 5, 5).

El discernimiento espiritual cristiano tiene dos exigencias fundamentales que nos recuerdan las promesas bautismales: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien” (cfrIs. 1,16- 17; Rom 12, 9). La “Opción Fundamental por Jesucristo”,es también una “opción moral”; es una decisión ética y básica que orienta nuestros criterios, actitudes y otras opciones particulares. “Tomar la decisión de seguir a Cristo es optar por los valores del Reino, por el bien moral y al mismo tiempo rechazar otras posibilidades, otros criterios, como son los mundanos o paganos.

El discernimiento de espíritus pide, exige, enamorarnos apasionadamente de Jesucristo, de los suyos, de sus pobres, de todo lo que Él ama. Digamos con toda verdad: O, nos enamoramos de Jesucristo y de su Iglesia, o nos vamos a enamorar de cualquier tontería: Una cuenta bancaria, un carro de lujo, una vida desordenada, dunas faldas… o lo que hay debajo de las faldas. La persona humana pertenece a lo que ama con todo su mente, voluntad y corazón. Realidad que nos lleva a la inversión de valores y por lo mismo a la idolatría. Urge educar para aprender a discernir lo que viene de Dios de lo que viene del espíritu mundano e impuro, como por ejemplo el apego a las riquezas.

8.     El fundamento del discernimiento espiritual.

Pablo con amor entrañable dice a su hijo en la fe, Timoteo: “El fin de este mandato es la caridad, que procede de un corazón limpio, de una fe sincera y de una recta intención[8]”. Lo que contradiga estos tres fundamentos de la vida cristiana, no viene de Dios, sino del espíritu del mal, del mundo o de una conciencia corrompida por el pecado. Razón por la que nos advierte en la carta a los romanos: “No os dejéis trasformar por los criterios mundanos, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cual es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rom 12, 2).

Para algunos estudiosos de Pablo, afirman que dejarse trasformar por la acción del Espíritu, significa: “Tomar la firme determinación de seguir a Cristo”, dejando atrás todo lo que sea incompatible con su Reino de amor, de paz y de justicia. Sólo en el seguimiento de Cristo podremos configurarnos con Él, como sus discípulos que lo hacen presente en medio de la realidad en la que vivimos.


9.     El camino del discernimiento.

La Biblia no nos presenta una teoría sobre el discernimiento, si no, más bien  un camino; Podemos aplicarnos el adagio: “Caminante no hay camino, el camino se hace al andar”;para el cristiano si hay un camino: Jesucristo;  el discernimiento no está hecho sino haciéndose, no obstante, podemos hablar de un punto de partida: el Encuentro con Jesucristo en la fe. Encuentro liberador y gozoso que deja en nosotros una esperanza que nos lleva a la madurez en el amor[9]. La fe la esperanza y la caridad vienen a ser para el discernimiento como las raíces para los árboles. La “opción fundamental” sería el tronco; los criterios cristianos y las actitudes las ramas del árbol; mientras que las acciones serían el fruto; acciones convertidas en valores. La Escritura nos presenta el camino a seguir para que dejemos de ser niños sacudidos por cualquier viento de doctrina[10]:

1)     Llegar al pleno conocimiento de la voluntad de Dios con toda sabiduría y entendimiento espiritual (Dones del Espíritu Santo): Lo justo, no bueno, lo noble (Rom 12, 2)
2)     Para vivir de una manera digna del Señor, agradándole en todo.
3)     Fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios. (mediante la práctica de las virtudes y de los valores del Reino).
4)     Confortados con toda fortaleza con el poder de su gloria; para toda constancia en el sufrimiento y paciencia. (Para ser testigos de Cristo)
5)     Dando con alegría gracias al Padre que nos ha hecho aptos para participar de la herencia de los santos en la luz.

Lo anterior cimentado en la “obra Redentora de Cristo: “Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su Amor, el quien tenemos la redención, el perdón de los pecados[11].


10. Criterios de discernimiento según San Pablo[12]

San Juan en su primera carta nos sobre aviso que no aceptemos cualquier inspiración, sino, que más bien, como personas adultas en la fe sepamos discernir los espíritus: “Queridos míos, nos os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad los espíritus, a ver si son de Dios” (1Jn 4, 1ss). ¿Cómo saber realmente si una inspiración viene de Dios? ¿Cuáles son los criterios de discernimiento? De la doctrina Paulina se obtienen algunos criterios de discernimiento.

1.     Los frutos. El espíritu bueno y el espíritu malo se reconocen por sus frutos. Para nada contradice la doctrina del Apóstol “La regla de oro evangélica”, que siempre será: “El árbol se conoce por sus frutos” (cfr Mt 7, 20). “La obras de la carne son manifiestas: fornicación, impureza, lujuria… Por el contrario, los frutos del Espíritu son: caridad, alegría, paz, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio” (Gál 5, 19-22; Ef 5, 8-10; Rom 7, 4-5. 19-20).

2.     La comunión eclesial. Los dones auténticos del Espíritu son los que edifican la Iglesia (1Cor 14, 4. 12. 26). Los carismas son dones fecundos para la Iglesia, sobre todo la profecía, la cual es una palabra eficaz que da paz, ánimo y confianza.

3.     La fuerza en la debilidad. El Espíritu se manifiesta con signos de poder: milagros, seguridad para proclamar la Palabra y afrontar las persecuciones (1Tes 1, 4-5; 2Cor 12, 12). Son signos que resultan, tanto, más auténticos cuanto más contrastan con la debilidad del Apóstol (2Cor 2, 4, 12, 9).

4.     La inmediatez de Dios. Seguridad de una vocación divina en la docilidad eclesial. Por una parte, Dios da la certeza de la vocación (Rom 1, 1, Gál 1, 15; Fil 3, 12) y, por otra, una llamada debe ser autenticada por la comunidad eclesial (Gál 1, 18) y por sus responsables.

5.     La luz y la paz. Los dones del Espíritu no son impulsos ciegos que suscitan dificultades y desorden (1Cor 14, 33). Esto vale de las manifestaciones extraordinarias, sino también de las mociones interiores: “La tristeza que es según Dios causa penitencia saludable e irrevocable, mientras que la tristeza del mundo engendra la muerte (2Cor 7, 10). “Porque el pensamiento de la carne es muerte, pero el pensamiento del espíritu es vida y paz” (Rom 8, 6; cfr 14, 17-18)

6.     La comunión fraterna. Es el criterio más seguro e importante que revela los signos de la presencia del Espíritu (1Cor 12), y garantiza una recta interpretación de los signos de los tiempos. El fundamento de todo comunidad cristiana es la verdad que expulsa la mentira; el amor que expulsa el  odio y la vida que expulsa la muerte. En la primera comunidad cristiana los de afuera comentaban: “Miren como se aman” (hech ). El amor es fuerza que impulsa y fuerza que atrae.

7.     Jesús es el Señor. El criterio supremo de discernimiento, es el alcance y las consecuencias que ciertas emociones o actitudes tienen respecto a Jesús: “Nadie, hablando en el Espíritu de Dios, dice: “Maldito es Jesús, ni nadie puede decir: “Jesús es el Señor, sino el Espíritu” (1Cor 12, 3). Confesar  que Jesús es el Señor no es sólo pronunciar una fórmula, sino descubrir el secreto de su persona, proclamar su divinidad, adherirse a él por la fe y el amor, lo cual no es posible más que con la gracia del Espíritu Santo.


11.  Discernir los signos de los tiempos.

Como servidores somos colaboradores del Señor de la historia (cfr 1 Cor 3, 9), razón por la que hemos de estar atentos para descubrir la voz de Dios en medio de los acontecimientos. Para esto se ha de aprender a leer los “Signos de los tiempos”. Estos son los acontecimientos históricos, económicos, políticos, religiosos, sociales, psicológicos, etc.

Si hablamos de la educación en la fe y de evangelización, uno de los signos de nuestro tiempo que nos desafía es el hecho de que una gran parte de los bautizados no han sido evangelizados en absoluto, y cada día se alejan más de la Iglesia con una actitud de crítica negativa hacia ella. Miremos al mismo tiempo otro signo de los tiempos: las fiestas de Diciembre: La devoción guadalupana, Adviento y Navidad: mucha fiesta, mucho ruido, mucho folklor, pero muy poca, y en algunos casos nada de vida espiritual.

Pero al mismo tiempo, no caigamos en la estupidez de pensar que toda persona y cualquier  comunidad es capaz de descifrar “por su cuenta” la importancia de los signos de los tiempos. Con todo, insertados en la Iglesia universal, profética, toda persona puede llegar a obtener la visión necesaria de los signos más importantes; puede aprender a discernir las oportunidades particulares y los peligros que acechan a la vida personal y en la comunidad.

12.  Aprender a leer los “Signos de los tiempos”, exige[13]:

a)     Vivir en comunión con el Señor de la historia y en solidaridad con su pueblo. Dos realidades inseparables que Pablo expresa como Fe en Jesucristo y amor a los consagrados.

b)     Ser dóciles al Espíritu Santo que nos establece en el Paraíso y nos introduce en el Reino de Dios. Espíritu que clama en nuestros corazones: Abba, Padre[14].

c)     Estar profundamente enraizados en la comunidad de los creyentes y en una vida de oración personal y comunitaria[15]. La vida de oración íntima, cálida y permanente,  es el mejor caldo de cultivo de la libertad interior, de la creatividad, de la franqueza, del desprendimiento y de la valentía. Sólo una comunidad orante será capaz de escuchar la voz de los signos de los tiempos y podrá discernir los verdaderos profetas.

d)     La confianza en el Espíritu Santo no deja lugar para la desidia intelectual ni para nuestra pereza espiritual. Como tampoco para el despilfarro, el derroche y la búsqueda de intereses particulares.

e)     El Espíritu Santo inspira confianza y valentía, pero jamás da pie, a la superficialidad y al pesimismo. Más aún nunca nos llevará a un lugar donde pongamos en peligro la gracia de Dios.


13.  La cruz y el discernimiento de espíritus.

“Pues todos los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Gál 5, 24) La cruz es fuente de discernimiento espiritual, es lugar para darle muerte al hombre viejo, negándole el alimento que le entra por los sentidos. La cruz es renuncia, es sacrificio, es ofrenda y donación, es fuente de vida para el hombre nuevo que vive según el Espíritu. Todo discernimiento espiritual, tanto, personal como comunitario, debe de tener las siguientes condiciones: 

a)     Es preciso purificarse de las pasiones, que pueden bloquear una auténtica relación interpersonal. Tales pasiones pueden ser la incomunicabilidad entre los hermanos, la envidia, los celos, la no participación en la alegría y el dolor ajenos.

b)     Aceptar que los demás nos cuestionen, así como Dios a través de ellos. Esta disponibilidad nos desenmascara y descubre nuestros prejuicios y predeterminaciones. Nos ayudan a entender si buscamos el interés de Dios o nos buscamos a nosotros mismos.

c)     Renunciar a toda autosuficiencia, a la pretensión de conocer en solitario la voluntad de Dios. Ésta se encuentra mediatizada por el testimonio y la experiencia espiritual de los demás, de la Iglesia y de la sociedad. Podemos encontrar la voluntad de Dios por medio de la experiencia, competencia y sensibilidad de los otros.

d)     Dar cabida a los demás en uno mismo, en los propios puntos de vista y convicciones. Es una actitud de respeto a la persona de los demás, de sincera caridad evangélica, por encima de ciertas ideologías que dividen.

e)     Es de vital importancia que el grupo o la comunidad se sienta parte de comunidades más bastas y de la Iglesia entera, viviendo sus orientaciones universales para no cerrarse en sí mismo.

La cruz es someterse con alegría  a la voluntad de Dios, a ejemplo de la Madre y Maestra, Nuestra Señora de Nazareth. Recordando la condición fundamental evangélica que Cristo nos ha dictado y legado: “Jesús decía, si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9, 23)


CONCLUSIÓN

Cuanta razón tenía Erick Fromal escribir su libro “Arte de amar”. El hombre sólo se realiza amando, y el amor es donación, entrega y servicio a los demás, como camino para encontrar el sentido de la vida y realizarlo en comunión con la Realidad: Dios, los demás, la naturaleza y uno mismo. Todo hombre es llamado a vivir en relación, es decir en comunión con sentido de Alteridad como respuesta a un compromiso personificanteque se vive con otros y a favor de los otros, de una multitud que se encuentra al borde del camino, es decir, al margen de su realización como personas.

ZigmutBauman, sociólogo poláco, nos dice en su libro “el arte de la vida” que la sociedad post-moderna, está empeñada en la búsqueda de identidad, en darle valor a la vida, olvidándose que la vida misma es un valor, tiene sentido o significado, según Frankl. Busca su identidad en las cosas, en la riqueza, en el conocimiento, en el poder, en la marca de ropa, del auto, etc. terminando según el filosofo como “una sociedad líquida”. A esta misma sociedad el Catedrático de Madrid, Jorge Torres, la llama “Sociedad ligth”, es decir, vacía de valores, de criterios, de principios. Sociedad caracterizada, según Frankl, por dos estilos de vida, el Conformismo y el Totalitarismo. Por el primero el hombre busca realizarse haciendo lo que otros hacen y por el segundo haciendo lo que otros dicen. Unos se desvían hacia la derecha y otros a la izquierda, unos más se estancan en el hedonismo que reduce al hombre a simple instrumento de placer.

En esta sociedad, convertida en Torre de Babel, al hombre no piensa bien, se le ha endurecido el rostro y el corazón, ha perdido la moral y ha caído en el desenfreno de las pasiones. Ha perdido la capacidad se sonreír frente a los chistes de sus hijos pequeños; ha perdido la capacidad de amar con espontaneidad y le está perdiendo el sentido a la vida, por consiguiente, experimenta la frustración, la neurosis, la agresividad y el vacío existencial. Se va reduciendo hasta llegar a ser una simple caricatura humana, un simple bosquejo de persona, con palabras de Frankl: un hilacho humano.

La Alteridad como camino de realización humana, propone como camino de realización humana el conocimiento personal, el cultivo de la persona mediante la práctica de las virtudes y de los valores humanos, donde el hombre no se realiza sólo, sino con otros y apostando a favor de los demás. En una vida de intercambio recíproco: dando amor y recibiendo amor, en el encuentro interpersonal  intercambia con otros sus valores lo que sabe, lo que tiene y lo que es como persona, llamada a ser una plenitud que se alcanza siendo fértil, fecundo y fructífero



La Alteridad, como escuela al servicio de la vida enseña que todo hombre es sujeto, es un alguien, es una persona valiosa, importante y digna, que vale por lo que es y no por lo que tiene. Brinda a quien la abraza el “ojo biónico” que capacita para distinguir entre lo bueno y lo malo; además fortalece para hacer mediante el cultivo de la voluntad para rechazar lo malo y para hacer lo bueno. Bueno es lo que ayuda a realizarse como persona, mientras que lo malo impide la realización

Para el hombre que quiera tomar su realización como persona en serio, ha de saber que nada es automático, ni por arte de magia, todo exige esfuerzo, renuncias y sacrificio es decir, dedicación y lucha. El compromiso por conocer y conquistar el sentido de Alteridad exige cuarto acciones: educativa, económica, política y religiosas. Educación y trabajo para poder construir la Civilización de amor. Comunidades vivas, fraternas, solidarias en las que se practica la justicia. Comunidades cimentadas en la verdad, el amor y la vida en las que se aprende a convivir con los demás como seres iguales en dignidad, pero con carismas diferentes que crecen con el uso de su ejercicio en el encuentro  interpersonal donde la preocupación mutua, la reconciliación continua y el compartir permanente encuentran buena acogida y son fuerza motivadora para poner al servicio de todos los valores intelectuales, materiales y espirituales.

El hombre se realiza sirviendo a los otros; servicio que ha de ser libre, consciente y voluntario (No obstante puede ser remunerado) para no caer el servilismo enfermizo de muchos hombres y mujeres fruto de una cultura de muerte. La Alteridad enseña a descubrir el sentido de la vida y a realizarlo. Los seres humanos tienen la doble capacidad: pueden amar y pueden odiar. Cuando aman construyen y cuando odian destruyen. Queremos reafirmar que el hombre se realiza en la medida que ame, y el amor es donación, entrega y servicio a un alguien o a un algo. A un alguien para ayudarlo a ser lo que debe ser: una plenitud de persona.

Recordemos las palabras del poeta Antonio Machado: “Caminante no hay camino, éste se hace al caminar”. Todo lo que se siembra con amor crece muy alto. Dios, la vida, los demás piden una respuesta e invitan a “levantarse para ponerse en camino”. El hombre decide de manera libre y consciente” ponerse en pie y comenzar su proceso de realización, desplegando así sus mejores potencialidades. Ánimo, no exijas que garantías, no pidas cartas de recomendación, como tampoco quedar bien o que te vaya bien. Más bien levántate sal fuera y ponte en camino. Por el camino irás viendo las maravillas de una vida plena, fruto de la Alteridad: una vida con otros y a favor de la Humanidad.

Pbro. Uriel Medina Romero






[1] Marcos 8, 18
[2] 1 Cor 12, 10
[3] Efesios 1, 15; Colosenses 1, 9
[4] Romanos 1, 7
[5] Colosenses 3, 24.
[6] Romanos 8, 14
[7] 1 de Juan 1, 8; 2, 3; 2, 15; 2, 18.
[8] 1 Timoteo 1, 5.
[9] Colosenses 1, 3-5
[10] Efesios 4, 14
[11] Colosenses 1, 9, 14
[12] Nuevo Diccionario de Esapiritualidad, Ed Paulinas, Pág. 371
[13]BernhardHaring, Libertad y Fidelidad en Cristo, pág. 269-
[14] Gálatas 4, 6; Rom 8, 14
[15] Hechos 2, 42

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