EN LA IGLESIA DE JESUCRISTO TODO LE PERTENECE A ÉL.
Todo
me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre,
ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar. (Mt 11, 27)-
El
Padre y el Hijo se conocen y se aman el uno al otro. ¿Quién más puede
conocerlos? A quien el Hijo se los revele. La Revelación nos llega por la
Palabra y por la Tradición. Que viene de una misma Fuente: Dios revelado en
Jesucristo:
Jesús se
acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la
tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo
lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 18- 20)-
Los Apóstoles
reciben de Jesús la revelación, que a su vez la había recibido del Padre: “El
que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía,
sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre
vosotros. (Juan 14, 24- 25)- La Revelación entregada por Jesús a sus Apóstoles,
es ahora enseñada y recordada pr el otro Paráclito, el Espíritu Santo, que el
Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo
os he dicho. ( Juan 14, 26)-
La fe
cristiana no nace en nuestros corazones, como si fuera lo nuestro, como si
fuera una teoría o una ideología, nada de eso, viene de lo que se escucha de
los Apóstoles que a su vez lo recibieron de Jesús: Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la
Palabra de Cristo. (Rm 10, 17)-
La Tradición es la Potestad que los Apóstoles recibieron de su Maestro
para enseñar, consagrar y conducir. Para bautizar, perdonar los pecados y
convertir el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo. Y para ordenar nuevos Apóstoles
que recibieron el nombre de Obispos para que continúen la Obra de Jesús en la
Historia.
Los Apóstoles
y la Iglesia recibieron de Jesús el poder de perdonar los pecados: Jesús les
dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os
envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.» (Juan 20, 21- 23)- La Iglesia recibió de su
Fundador el Ministerio de la Reconciliación. Los Apóstoles, luego los Obispos y
los Presbíteros, y solamente ellos recibieron el poder de convertir el pan y el
vino en Cuerpo y Sangre de Cristo, acción que se le llamó la “Fracción del Pan”,
después es llamada “Eucaristía” para pasar al latín como la “Misa”. (Hch 2, 42;
1 de Cor 11, 25- 26; Hch 20, 7; 1 de Cor 16,1- 2; Apoc 1, 10)-
La Fracción del Pan era
celebrada el primer día de la semana, el domingo, los mismos Apóstoles por la
Autoridad recibida de Jesús cambiaron el Día del Señor del sábado al domingo. (1
de Cor 16, 2; Apoc 1, 10)- Hubo una separación de la Sinagoga a Jesucristo; de
la ley de Moisés a la Ley de Cristo: la ley del Amor. La Iglesia iluminada por
el Espíritu Santo iba caminando en medio de muchas tribulaciones. Dos textos de
Pedro iluminan la Realidad:
Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio
real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que
os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz vosotros que en un tiempo no
erais pueblo y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo
compasión, pero ahora son compadecidos. (1 de Pe 2, 9- 10)-
A los ancianos que están
entre vosotros les exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos
de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse. Apacentad la
grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino
voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón;
no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y
cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita. De
igual manera, jóvenes, sed sumisos a los ancianos; revestíos todos de humildad
en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia
a los humildes. ( 1 de Pe 5, 1- 5)-
De Pablo al
obispo Tito.
Mas tú enseña lo que es
conforme a la sana doctrina; que los ancianos sean sobrios, dignos, sensatos,
sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia, en el sufrimiento; que las
ancianas asimismo sean en su porte cual conviene a los santos: no calumniadoras
ni esclavas de mucho vino, maestras del bien, para que enseñen a las jóvenes a
ser amantes de sus maridos y de sus hijos, a ser sensatas, castas, hacendosas,
bondadosas, sumisas a sus maridos, para que no sea injuriada la Palabra de
Dios. (Tito 2, 1- 5)-
Pablo
escribe al obispo Timoteo:
Es cierta esta afirmación: Si
alguno aspira al cargo de espíscopo, desea una noble función. Es, pues,
necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio,
sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, ni bebedor ni violento, sino
moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, que gobierne bien su
propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no
es capaz de
gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de
la Iglesia de Dios? (1 de Tim 3, 1- 5)-
Las cuatro columnas de la Iglesia:
Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a
la fracción del pan y a las oraciones. (Hch 2, 42)- Desde muy temprano
los Apóstoles ejercían su apostolado en las casas, por eso a la familia se llama:
“Iglesia doméstica”. En la Iglesia estaban presente el Anuncio, el Culto y la Moral
para cultivar las dimensiones de la fe: Creer, vivir, celebrar y anunciar por
medio de la Palabra y el testimonio.
Unidos al Cuerpo de Cristo por el Bautismo (Gál 3, 26)- Todo bautizado es llamado a la santidad, tal como lo dijo Pedro: “Como hijos
obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra
ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también
vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: Seréis
santos, porque santo soy yo.” (1 de Pe 1, 14- 16)-
Pablo sigue la enseñanza de Pedro.
La santidad es nuestra vocación: Sabéis,
en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús. Porque esta
es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la
fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y
honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a
Dios. (1 de Tes 4, 2- 5)-
Así podemos entender que, en la Iglesia de
Jesucristo, de él es la Palabra, la Tradición, el Altar y a la Comunidad, nos
nosotros estamos llamados a ser, como servidores de Cristo, a ser fieles al
Señor (1 de Cor 4, 1)-
Y es llamada a ser Una, Santa,
Católica y Apostólica-
La Iglesia
es Santa: Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una
manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad,
mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en
conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. (Ef 4, 1- 3)-
La Iglesia
es Una: Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a
que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo
Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. (Ef 4, 4-
6)-
La
Iglesia es católica: A cada uno de nosotros le ha sido concedido el
favor divino a la medida de los dones de Cristo. Para llevar la salvación a
todos los hombres, porque Dios ama a todos y Cristo vino, murió y resucitó por
todos. Por eso es Universal. ( Ef 4, 5;
2 de Tim 2, 4)-
La Iglesia
es Apostólica: El mismo «dio» a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a
otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto
ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio, para
edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la
fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a
la madurez de la plenitud de Cristo. (Ef 4, 11- 13)-
Para entrar en la Plenitud de Cristo hay que
creer y convertirse: Fe y Conversión; fe y amor, fe y obras. Sin conversión no
entramos en la Plenitud de Cristo, sin importar si somos apóstoles, presbíteros
o diáconos.
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