EL QUE TENGA OÍDOS OIGA LO QUE EL ESPÍRITU DICE A LAS IGLESIAS.

 

EL QUE TENGA OÍDOS OIGA LO QUE EL ESPÍRITU DICE A LAS IGLESIAS.



Al Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe: Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios. Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. (Apoc 3, 14- 16)-

La tibieza espiritual es el resultado de mezclar lo bueno con lo malo; la carne con el Espíritu. Puedo hacer oración diariamente, puedo predicar, hacer milagros, hacer exorcismos o pensar que lo estoy haciendo, porque para hacer eso tengo que tener la Gracia de Dios. Dios no escucha a los tibios, es decir no les responde. Ni fríos ni calientes, porque hago cosas malas, y no hago cosas buenas, no amo al Señor ni a mi prójimo. Mis velas no están encendidas, camino en la obscuridad revestido de tinieblas. (Lc 12, 35; Jn 8, 12)-

 

En otras palabras, estoy ciego, guiando a otros ciegos.

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Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. (Apoc 3, 17)- Me siento y me creo seguro, que Dios está conmigo y que me aplaude, pero la verdad es que camino en tinieblas; no tengo la gracia de Dios; estoy ciego, por eso me creo mejor que los demás y que valgo por lo que tengo; la verdad es que estoy desprovisto del traje de luz y de la túnica del Señor; vivo en los terrenos del hombre viejo bajo el dominio del Egoísmo que es el padre de todos los vicios.

 

La invitación del Señor es radical, es un llamado a la conversión.

Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. (Apoc 3, 18)- Hay que ir al desierto para escuchar la Palabra de Dios que habla al corazón (Os 2, 16)- Dios quiere renovar la alianza y volver a entrar en comunión con él, pertenecerle, amarlo y servirlo. En la alianza el Señor se me acerca y trae en sus manos la “Dote para la novia”. “La Palabra de Dios, el perdón y la fidelidad” (Cfr Os 2, 21- 22)-

La Palabra de Dios es luz que nos lleva al reconocimiento de nuestros pecados; es don que nos lleva al arrepentimiento y al encuentro con Cristo Crucificado para que le entreguemos la carga, perdone nuestros pecados y recibamos el Espíritu Santo. Pasamos de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, y nos queda el amor en nuestro corazón. (1 de Jn 3, 14)-

Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. (Apoc 3, 19)- Ahora viene la primera de las pruebas espirituales: Dios por amor nos corrige nos lleva al horno del sufrimiento para purificar nuestra fe (1 de Pe 1, 6- 7)- Es una decisión personal aceptar la prueba y salir victorioso: Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. (Eclo 2, 1)- Alégrate cuando llegue la prueba porque es la señal de que ya estás siguiendo a Cristo Jesús-.

Endereza tu corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el honor de la humillación. Confíate a él, y él, a su vez, te cuidará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, para no caer. (Eclo 2, 2- 7)-

Aceptar la prueba es abrirse a la voluntad de Dios, a la persona de Jesús y a su Espíritu Santo, a su Palabra.

En la prueba cuando salimos victoriosos aparecen en nuestra vida como vestidos de salvación cuatro virtudes: la paciencia, la esperanza, la confianza y la misericordia, por eso la señal que hemos salido victoriosos es el aceptar la Voluntad de Dios y el Amor para guardar sus Mandamientos y guardar su Palabra. (Jn 14, 21. 23)-

Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. (Apoc 3, 20)- Jesús el bien Pastor busca a las ovejas perdidas y las busca hasta encontrarlas. Abrirle la puerta del corazón es dejarse encontrar por él; es obedecer su Palabra, para dejarse amar y perdonar por él. Es hacer alianza con el Señor. Jesús no entra a nuestra vida con sus manos vacías, lleva en sus manos la Espada del Espíritu y el Fuego que quema, pero no destruye, sólo purifica y santifica. Entra a nuestra casa para hacerla “Templo y Sagrario de Dios.”

Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apoc 3, 21)- En esta vida el trono de Jesús fue la Cruz en la que venció al pecado, al mundo y al maligno. Aceptar la Cruz es aceptar la voluntad de Dios para vencer nuestra pecaminosidad; para morir al pecado y vivir para Dios. (Gál 5, 24)- Sin Cruz no podemos seguir a Cristo y no hay Gracia de Dios.

El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. (Apoc 3, 22)-

El Mensaje de Cristo es el mismo Mensaje del Espíritu, la Palabra es para todos que nadie se siente excluido. Podemos aceptarla o rechazarla, con Palabras de Cristo nos dice: ¡Conmigo o contra mí, el que no junta conmigo desparrama! (Mt 12, 30)-

¿Cómo saber si somos fríos o calientes o tibios? Somos creyebtes y rezamos y hasta damos alguna limosna a los pobres. No somos fríos, pero no tenemos el fervor de la fe, no hay piedad en nuestra vida; la piedad es el vivir en comunión con Dios y con los demás. No somos calientes. ¿Cuál voluntad estamos haciendo, la nuestra o la de Dios? Si hacemos nuestra voluntad y no la de Dios, lo más probable es que somos tibios, y a los tibios los vomitaré de mi boca, somos excluidos de la Gracia de Dios.

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