LLAMADOS A
SALIR DE LAS TINIEBLAS PARA IE A LA LUZ.
Iluminación: Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy
la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá
la luz de la vida.»
Llamados a salir del exilio.
Esto dice
el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por la flor de los pueblos; proclamad,
alabad y decid: “¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de
Israel!”. Los traeré del país del norte,
los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos,
lo mismo preñadas que paridas: volverá una enorme multitud.
Vendrán todos llorando y yo los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes
de agua, por camino llano, sin tropiezos. Seré un padre para Israel, Efraín
será mi primogénito». (Jer 31, 7-9)
El profeta
Jeremías anuncia lleno de alegría la salida del exilio, tierra de la
servidumbre y de la esclavitud, de las manos del país del Norte, Babilonia, a
su pueblo de Israel, que había permanecido 70 años como esclavo. Dios llama a
su pueblo a salir del exilio para ponerse en camino de éxodo para ir a la Tierra
Prometida. El pueblo es llevado por el camino de la liberación, de la reconciliación
y de la salvación. Es decir, es llevado al encuentro con Cristo.
Todo aquel
que sale de la casa del Padre para ir a in país lejano, que es el mundo que
ofrece poder, tener y placer (Lc 15, 11ss;1 de Jn 2, 15) Es llevado al Exilio, donde
no hay templo, ni sacrificios, ni rey, ni patria. Sólo existe la escucha del
profeta que invita a volver a la Casa del Padre, la Casa del Amor, por el camino
del arrepentimiento para alcanzar el perdón y a paz, para que de sus corazones
broten los ríos de aguas vivas (Jn 7, 37- 38)
La
respuesta del Pueblo.
R/. El
Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres
Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.
Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/. (Sal. 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6)
Salir para ir en camino de éxodo.
Los que vuelven el exilio sen conducidos por un
camino estrecho que lleva a una puerta estrecha que es Cristo Crucificado, el
Sumo Sacerdote que se ofrece al Padre un sacrificio perfecto para el perdón de
los pecados y puedan entrar a la Casa del Padre en un mismo Espíritu: liberados,
perdonados, reconciliados y salvados en virtud de la sangre del Cordero, (cf Heb
5, 1- 6)
El encuentro de Jesús con el ciego Bartimeo.
En aquel
tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un
mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino
pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de
David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo
increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó
el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le
dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó:
«“Rabbuní”, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el
camino. (Marcos
10,46-52)
Bartimeo es el hijo del lo impuro,
de la mentira, de la envidia, de la lujuria, del pecado. Estaba tirado al
margen del camino, al margen de su realización, ciego y sin futuro, en todo dependía
de otros. Alguien le había hablado de Jesús: Él tiene poder para hacer que veas
que te levantes y que camines. Esta era su esperanza, y ese día llegó.
Jesús salía de Jericó, la ciudad
de las 70 palmeras, ciudad de ricos, de terratenientes, de grandes comerciantes,
militares y el hogar de los sumos sacerdotes de Jerusalén. Detrás de Jesús iban
los Doce y después más de 500 personas que iban a Jerusalén a celebrar la
Pascua. Y con ellos iban mucha gente de Jericó que hacían mucho escándalo. El
ciego pregunta: ¿Qué está pasando? ¿Quién importante ha venido? Alguno le dice
es, el Profeta, Jesús de Nazaret. Al escuchar el nimbre de Jesús de Nazaret, la
esperanza que guardaba en su corazón se volcó a su cara y salió por sus labios
gritando: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para
que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí».
Bartimeo cree
que Jesús es el Mesías, el hijo de David, y lo invoca de su corazón salen sus
gritos. Jesús lo escucha y se detiene. Alguien me necesita, esa voz es de una
petición que sale de un corazón herido y lastimado. Y pide a sus discípulos, llámenlo.
Llamaron al
ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un
salto y se acercó a Jesús. Dio los movimientos de la fe: dejar la capa,
levantarse e ir a Jesús. Dio el salto de la fe, el paso de la ceguera a la Luz,
del vacío a la Plenitud, de la muerte a la vida. Frente a frente con Jesús
estaba la Misericordia de Dios. frente a la miseria de Bartimeo.
Jesús le
dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó:
«“Rabbuní”, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el
camino. Los hijos del Zebedeo le habían pedido los primeros lugares, y
Jesús les dijo que no; otro le había pedido que su hermano le compartiera la herencia.
Jesús también a este le dijo que no. Bartimeo no pidió riquezas ni los primeros
lugares, él pido Luz para sus ojos, cansado de vivir en tinieblas: “Rabbuní que
recobra mi vista para que yo pueda ver tu rostro, el de mi familia y el de los
demás.”
Jesús le
dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al
momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Con sus palabras Jesús le
estaba diciendo: Ahora eres una creación nueva, tus pecados han sido perdonados
y has recibido el don del Espíritu Santo, eres hijo de Dios. Además, lo curó de
su vista, ahora es un discípulo de Cristo, camina con Jesús a Jerusalén donde
será su graduación como servidor de Cristo.
Jesús tiene
poder para darnos loque le pidamos y mucho más, que el Espíritu Santo interceda
por nosotros ya que no sabemos pedir como conviene, según la voluntad de Dios
que quiere liberarnos, reconciliarnos y salvarnos. (cf Rm 8, 26- 29) Para que
revestidos de Cristo caminemos en el Reino de Dios, reino de la Verdad, de la
Justicia y de la Bondad (Mt 6, 12: Ef 5, 9)
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