LA VOZ DE
DIOS LA ESCUCHAMOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE LA VIDA.
Doble mal
ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse
cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen. (Jer. 2, 13)
Esto
es lo que el Señor me dijo: Fui, pues, a la casa del alfarero y lo hallé
trabajando en su torno. Cuando se le estropeaba la vasija que estaba modelando,
volvía a hacer otra con el mismo barro, como mejor le parecía. Entonces el
Señor me dijo: “¿Acaso no puedo hacer yo con ustedes, casa de Israel, lo mismo
que hace este alfarero? Como está el barro en las manos del alfarero, así
ustedes, casa de Israel, están en mis manos. (Jer 18, 1-6).
El profeta Jeremías, al igual que
todos los profetas de Dios, escuchan la voz del Señor en los “Acontecimientos
de los tiempos”. Tienen que aprender a leerlos. A Dios los escuchan en los acontecimientos
de la vida diaria (1 Re 19, 12) El profeta no debe desviarse ni a izquierda ni
a derecha, (Jos 1, 6) ha de tener presente la ley de Dios, como dice la carta a
los hebreos con los ojos fijos en Jesús (Heb 12, 2) Tiene que escudriñar los signos
de los tiempos, juzgar los hechos, no a las personas que a estas las juzga
Dios, para luego actuar. Ha de vivir la experiencia de Dios, y desde ahí, puede
escuchar la voz de su Señor.
La fe que mueve
montañas es la que se encuentra en las manos de Dios.
“Jeremías, ve a la casa del alfarero y ahí te haré oír mis palabras”. El
profeta mira al alfarero trabajar. Jeremías quiere escuchar la Palabra de Dios
y pone atención a lo que está mirando: Al hombre algo no le sale bien, y
comienza hacer otra vez el trabajo, usando el mismo barro, como mejor le parecía.
Entonces el Señor me dijo: “¿Acaso no puedo hacer yo con ustedes, casa de
Israel, lo mismo que hace este alfarero? Como está el barro en las manos del
alfarero, así ustedes, casa de Israel, están en mis manos.
Para los que
somos pueblo de Dios porque hemos pasado de la muerte a la vida, porque hemos pasado
del hombre viejo al hombre nuevo, somos una Nueva Creación (Ef 4, 23- 24, 2 de
Cor 5, 17). Podemos ser débiles y frágiles, podemos desviarnos a izquierda o a
derecha, es decir, no estamos hechos, nos estamos haciendo. No conocemos los
enemigos de la fe que se enraízan en los pliegues de nuestra alma, como son el
conformismo, el totalitarismo, el secularismo, el ateísmo, las supersticiones y
las ideologías. Y entramos en el proceso de
descomposición humana, nos deshumanizamos quedando vacíos de Dios y de amor. Dios
viene en nuestra ayuda y nos dice: Arrepentíos, pues, y convertíos, para que
vuestros pecados sean borrados
¿Qué hacer para salir del vacío del
corazón? Lo primero es escuchar la Palabra de Dios, que ilumina nuestras
tinieblas y nos lleva a la Verdad que nos hace libres: “Crean y conviértanse” ,
es decir, arrepiéntanse y vuélvanse a mí: Arrepentíos, pues, y convertíos,
para que vuestros pecados sean borrados (Hech 3, 19) Para luego Huir de las
pasiones de la juventud ( 2 Tm 2, 22) Huir de la fornicación, del adulterio y
de toda impureza (1 Cor 6, 18) Sepárense del pecado o de la idolatría para que p e la
naturaleza divina ( 2 de Pe 1, 4b)
El Buen
Pastor nos ama y nos busca hasta encontrarnos: La clave está en dejarse
encontrar por el Señor que nos ama y quiere perdonarnos y darnos vida eterna. Escuchemos
su Palabra y creamos en Él, confiemos en él, obedezcamos y lo amémoslo para que
nuestra fe sea sincera y llegue a ser fuente del amor.
El relato
evangélico.
En aquel tiempo,
Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los cielos se parece también a la red
que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se
llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los
pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al
final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos
y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido
todo esto?’’ Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo
escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de
familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”. (Mt 13,
47. 53)
Al final del día
o al final de la historia, los pescadores se sientan a separar lo bueno de lo
malo. Los buenos van a los canastos, los malos son desechados, los tiran al
horno encendido, donde hay llanto y desesperación.
¿Han entendido
esto? ¿Qué viene primero creer o entender? Lo primero es creer y después es
entender. Esta enseñanza es para los Discípulos que han creído, “Por eso, todo
escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de
familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.
El escriba, el
estudiado, escudriña el Antiguo Testamento y encuentra el “Sentido de la Ley”
que es el amor, lo trae el Nuevo Testamento y lo hace uno, es el Reino de los
Cielos, es Cristo, el Rey, y el Reino es su Reinado en el corazón de los
hombres. Reino en el que se vive haciendo la voluntad de Dios.
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