5. EL BAUTISMO Y
LA CONVERSIÓN .
Objetivo: Ayudar a entender la voluntad de Dios y la necesidad de conversión para poder apropiarse de los frutos de la redención de Jesucristo.
Iluminación. Entonces Yahvé me dijo: Si
vuelves porque yo te haga volver, estarás en mi presencia; y si sacas lo
precioso de lo vil, serás como mi boca (Jer 15, 19)
DESARROLLO DEL TEMA
El Bautismo es el Sacramento de la primera
conversión.
La conversión según la misma Sagrada Escritura es volver a nacer de Dios (Jn.
3, 1-5). La primera conversión es el “paso de la muerte a la vida, “de las
tinieblas a la luz”, del pecado a la gracia”.
El Espíritu Santo es quien realiza esta conversión, quien la afirma y
desarrolla. El nos hace entrar en el Reino de Dios. A nosotros se nos pide tan
sólo ser dóciles a la acción amorosa del Espíritu, y con un humilde y
agradecido sí, responder a la voluntad salvífica de Dios.
¿Qué significa convertirse? "Cristo nos adquirió con su muerte". (2 Cor.
5, 15), nos sacó de la tinieblas y nos llevó al Reino de la luz (Col 1, 13).
Convertirse quiere decir ser arrancados del poder de las tinieblas, y recibir
un puesto en el Reino de la luz maravillosa de Dios. Porque Cristo mismo es la
luz de todos los que van a Él, de todos los que a Él se convierten (Jn 8, 12).
Dios quiere santificar su "Nombre", lo hace cada vez que alguien es
sacado del pecado, crucificado con Cristo y revestido de la Gracia
Santificante. Hermosa realidad que no obliga, la fe no se impone, implica creer
en Jesucristo para pasar del paganismo, de la idolatría, de una vida mundana y
pecaminosa a Jesucristo, Redentor, Salvador y Señor de la Vida Nueva.
¿Cómo entender la conversión? La doctrina de Pablo nos dice:
“Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de
Cristo.” (Rm 10, 17) “Todos ustedes estaban muertos a causa de los pecados en
que vivían…pero Dios os ha dado vida en Cristo Jesús” (Ef. 2, 1- 4). La
conversión es el paso de la muerte a la vida: de las tinieblas a la luz, del pecado
a la gracia; de la esclavitud a la libertad. La conversión aparece entonces
como “un paso”: del Judaísmo a Cristo; de las obras muertas de la carne a
Cristo; de las obras del Diablo a Cristo. Esa es la fe bautismal. El paso de la
muerte a la vida por los méritos de Jesucristo.
El fin de la conversión
cristiana. La conversión es un llenarse, empaparse y revestirse de Cristo, y por ende, del Amor,
de la Verdad y de la Vida” (Jn. 14, 6) Lo que exige un “Vaciarse de sí mismo”.
“Un despojarse del hombre viejo, para revestirse de Cristo, en justicia y
santidad (Ef. 4, 23- 24) Por el bautismo somos portadores de las semillas de la
reconciliación, embajadores de Cristo, con la misión de reconciliar a los
hombres con Dios y entre ellos mismos. (2 Cor. 5,17-20) Todo lo anterior se
realiza en nuestra vida por medio del Bautismo: La puerta para entrar a la
Iglesia.
La importancia de la
conversión. ¿De qué se trata? La Iglesia nos dice
que la conversión es un tema siempre
viejo y siempre nuevo. Tema que debe ser siempre ser predicado y ser actualizado.
No predicar la conversión sería dejar de ser fieles al Mensaje de Jesús. Al hablar de conversión hemos de tener
presente que el Antiguo Testamento y el Nuevo son inseparables. El contenido
fundamental del Antiguo Testamento está resumido en el mensaje de San Juan
Bautista; <<Convertíos>>. No se puede llegar a Jesús sin el Bautista; no es posible llegar a
Jesús sin responder a la llamada del Precursor. Más aun, Jesús asumió el mensaje de Juan en la síntesis de su propia
predicación: “Convertíos y creed en el
Evangelio” (Mc 1, 15). La Nueva creación y reconciliación de la humanidad
con Dios y con la Iglesia en Cristo Jesús, es el modelo de nuestra conversión.
Lo viejo ha pasado, lo que ahora hay, todo es nuevo. Para Pablo “la conversión
consiste en el abandono de los ídolos para volverse y servir al Dios vivo y
verdadero”: (I Tes. 1, 9) La palabra griega para decir
<<convertirse>> (ne: metanoeo; convertirse) significa: “Cambiar de
mentalidad”. Poner en tela de juicio el propio modo de vivir y el modo común de
vivir. “Dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida”, “No juzgar ya
simplemente según las opiniones corrientes”.
¿Cómo comprender hoy la
conversión? “Dejar de vivir
como viven todos.” “Dejar de obrar
como obran todos”. “Dejar de sentirse justificados en actos dudosos, ambiguos,
malos por el hecho de que los demás hacen lo mismo.” “Comenzar a ver la propia
vida con los ojos de Dios, no estar pendientes del juicio de la mayoría de los
demás, sino del juicio de Dios”, en
otras palabras, buscar otro estilo de vida, una vida nueva. La conversión: significa salir de la
autosuficiencia, aceptar la propia debilidad, la necesidad de los demás, y la
necesidad de Dios, de su perdón y de su amistad. Es salir de sí mismo para ir
al encuentro con la “Realidad”: Dios, los demás, las cosas, los valores que están al interior del ser
humano como suspiros o anhelos esperando ser descubiertos y realizados. La
conversión es la humildad de entregarse al amor del Otro. Amor que se
transforma en medida y en criterio de mi propia vida. Si la conversión no es al
amor, sencillamente no nos hemos convertido.
Dimensión social de la
conversión. Ciertamente la conversión es ante todo un marco de personalismo; es
personalización: “yo renuncio a vivir como todos”, “ya no me siento justificado
por el hecho de que todos hacen lo mismo que yo”. “Encuentro ante Dios mi
propio yo, mi responsabilidad personal.” Pero la verdadera personalización es
también una socialización nueva y profunda, se pasa “del yo al nosotros”, “del
mío al nuestro”. No hay duda, la conversión de cualquier hombre hace bien a
todos. Cuando el corazón del hombre cambia, cambian también las estructuras: la
familia. La educación, la política, la religión, etc. El hombre sólo se realiza en
la comunión con otros; en el intercambio interpersonal de valores, de dones, de
servicios. Otros enseñan al pecador que se convierte a caminar en la fe, en la
esperanza y en la caridad.
¿Cómo explicar hoy la conversión? Como una invitación gozosa del Señor que
nos llama a vivir con Él la Eternidad. Es un momento de gracia. Dios en Jesús, Buen Pastor,
se acerca y a cada uno de los invitados a sentarse a su Mesa Les muestra que
andan equivocados y les invita a volverse al camino que lleva a la casa del
Padre. “Mi Padre les ama, esa es la razón por la que estoy con ustedes”. ¿Qué
quieres que haga por ti? ¿Qué necesitas para realizarte y ser hombre en
plenitud? “He venido para que tengas vida y la tengas en abundancia” (Jn 10,
10)
¿Qué es lo que Dios espera de
nosotros? Jesús
se ha acercado a los hombres para hacerles entender que andan errados,
equivocados, sin sentido; que han convertido sus vidas en un “Caos”, y sin
embargo no reprocha ni recrimina. ¿Qué hace? El profeta Óseas la explica
diciendo: “Cuando Israel era niño Yo lo amé, y de Egipto llamé a mi Hijo. Con
cuerdas de ternura lo atraía hacía mí? (Os. 11, 1ss). Lucas bajo la unción el
Espíritu en “la parábola de la Oveja perdida describe la experiencia de los
discípulos de Jesús: “La tomó en sus manos, la atrajo hacía él, se inclinó para
darle de comer, la pone junto a su mejilla, para luego ponerla sobre sus
hombres y caminar con ella hacia el encuentro con la comunidad” (cf Os 11,4; Lc
15, 4).
¿Cómo entender la conversión
como don y respuesta? Podemos decir que la conversión es además repuesta humana a la invitación divina. Es acogida del Plan de
Dios. Acogida del “Don de la Gracia”. Pablo después de su encuentro con el
Señor Resucitado en el camino del Damasco pudo decir: “Qué Cristo habite por la fe en vuestros corazones para que cimentados
y enraizados en el amor, podáis comprender la altura, la anchura, la longitud y
la profundidad del amor de Cristo que supera todo saber, todo poder, todo
placer y todo tener (El 3,15ss)
¿Qué implica la conversión
cristiana? La
conversión a Jesucristo exige el reconocimiento de nuestros pecados y el cambio
radical de la mente y del corazón. (cf Jn 16, 8; Rm 10, 17) Cambio de
actitudes: “No os mintáis unos a otros.
Despojaos del hombre viejo con sus obras y revestíos, del hombre nuevo, que se
va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su
Creador. (Col. 3, 9) Los hombres
somos llamados a renovar el espíritu de nuestra mente para llegar a conocer la
voluntad de Dios (Rom 12, 2). Pensar con la mente de hijo y con corazón de
hermano. Permítame decirlo sin rodeos:
convertirse es llegar a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Esto lo
podemos decir con tres palabras: Convertirse es “Llenarse de Cristo” Podemos decir que la conversión es la transformación de la
mente y del corazón mediante la acción poderosísima del Espíritu de Dios: “de
cueva de ladrones”, el que se convierte a Jesucristo es transformado a “casa de
Dios”; en casa de oración. (cf Mt 21, 12- 16; Lc 19, 45- 47; Jn 2, 13- 16) )
La conversión es volver a la
Casa del Padre.
Para san Lucas la conversión es un encuentro con el buen Pastor que busca a las
ovejas perdidas hasta encontrarlas. (cf Lc 15, 1- 4) Es encuentro con el Padre
del Cielo y con los hijos que habían abandonado la “Casa”. Miremos al “Hijo
Pródigo,”(cf Lc 15, 11ss) convertido en “Caos”, sumergido en una vida sin
sentido...pero con una chispa de “Esperanza”...En los hijos pródigos que no
existe esta “Esperanza”, en su lugar hay “Miseria humana”. La esperanza
consiste en saber que allá, en el lugar que antes se había abandonado, y en
donde se habían pasado los mejores y más felices épocas de la vida, espera una Mesa servida, con manteles largos, manjares suculentos y vinos
exquisitos. Esperan los brazos y el
perdón de un Papá que añora y desea el regreso de sus hijos ausentes. “Volveré
a la Casa de mi Padre y le diré: “Padre mío...he pecado... no soy digno...”
(Lc. 15, 18) Y se levantó, entró en sí... Y se puso en camino.” El camino de
regreso a casa no se hace solo, no obstante se haga en medio de muchas
debilidades, contigo está la oración de una madre o de una Iglesia que anhela
el regreso y la salvación para sus hijos, pero de manera única y especial, con
el que vuelve, está la mano y la mirada cariñosa del Buen Pastor. El Profeta
Jeremías lo comprendió y lo dijo: “Hazme volver y volveré”. (Jer 31, 18)
La conversión es vencer al mal
con el bien. (Rm 12, 21) “Cuando todavía estaba lejos”... (Lc. 15, 20) Dios es Amor que atrae y
que impulsa, se dispone a hacer justicia...va al encuentro de su hijo, al que
atrae hacía Él con cuerdas de ternura: lo
acoge, lo abraza, lo baña con lágrimas de Gozo. Con cuanta razón dice el Papa
Juan Pablo que la Redención es la Religión de vencer el Mal: es derrotar el mal
en cualquiera de sus formas. El hijo va preparado, comienza un discurso pensado
y repensado muchas veces: “Padre he pecado contra el Cielo y contra Ti...” El
Padre que no había dicho ni media Palabra, lo acalla con sollozos y con sus
besos, no le permite terminar su discurso, en el amor del Padre, no hay tiempo
para las palabras, para reprimendas, no hay tiempo ni lugar para regaños. Su
justicia no es como la justicia de los hombres, El Padre de toda misericordia vence, derrota el Mal, amando y
perdonando, dando misericordia al pecador. El Padre no dice palabra alguna al
hijo que tiene en sus brazos, cuando Él habla, es para comunicar su Gozo a los de Casa, a
sus amigos que también llama servidores y para dar les las últimas instrucciones para la “Fiesta”:
“Pronto, uno de ustedes corra
a la mejor tienda y traiga para mi hijo el mejor vestido...” a otro, corra a la
relojería y traiga para mi hijo el mejor anillo... a otro corra a la zapatería
y traiga para mi hijo los mejores zapatos... a otro corra a la carnicería y traiga para la fiesta de mi hijo el novillo
gordo... a otro corra y traiga para la fiesta de mi hijo la mejor música...y
comenzó la fiesta...” (Lc. 15, 11ss) ¿No nos sabe todo esto a signos
sacramentales, especialmente al Bautismo y a la Eucaristía? Vestido,
(revestidos de Cristo) anillo,(expresa la dignidad de hijos) zapatos, (el poder
del Espíritu) comida ( La Eucaristía). Todos estos son signos salvíficos, que
descubren las “Gracias del Jubileo”, Gracias mediadas que Dios hace llegar al
pecador por medio de sus sirvientes, por medio de la Iglesia, por medio de los
Sacramentos.
A modo de conclusión. La conversión a la luz de la
Encarnación es acoger a Jesús en el corazón y asumir su Evangelio como norma de
nuestra vida. Es hacer a Cristo experiencia de vida al estilo de María que por
su “Fíat” permitió que el Verbo de Dios se hiciera carne en su seno. Es algo
así como quedar embarazados con la Luz, la Verdad, el Amor y la Vida de Cristo.
Eso es lo primero, lo demás viene por añadidura. Lo demás es derrotar el mal
que está en nosotros. Cristiano es aquel que se sabe hijo de Dios y hermano de
los hombres en Cristo. Razón, por la cual,
los cristianos no podemos tener la mente y los criterios del mundo. No
podemos ser mundanos. El Señor nos llama a enfrentarnos a la vida con una mente
nueva, llena de los criterios
evangélicos y con un corazón renovado, rebosante de los sentimientos de Jesús.
Corazón renovado es el de aquellos hombres que se han lavado en la sangre del
Cordero, en la Fuente de la Misericordia divina.
Siempre
será la iniciativa divina. Jesús, Buen Pastor se acerca al pecador para decirle
que anda equivocado y para invitarlo a que se vuelva a la Casa del Padre. Nuestra
respuesta es aceptar la más bella de las verdades: “Mi Padre les ama” son las palabras de Jesús a las ovejas descarriadas que se dejan
encontrar por el Pastor de las ovejas; estas son aquellas que reconocen su
existencia o su hastío por la vida; aquellos que reconocen que no pueden
salvarse a sí mismos, que se han equivocado, que necesitan ayuda y que esa
ayuda, sólo puede venir de Cristo, el Hijo Eterno del Padre. Podemos
preguntarnos: “Sí El Señor no quiere discursos de nuestra parte,... El Salmista
diría: “Un corazón contrito Tú no lo rechazas” (Sal. 50, 19). No tengo miedo
decirlo, a la luz de mi propia experiencia, me atrevo a decir que lo que Dios
espera de nosotros pecadores es el deseo de cambiar de vida...un deseo oculto
de Dios...un deseo de entrar en su descanso, rompiendo con la ayuda de la
Gracia, las ataduras y los yugos de la servidumbre de los ídolos.
Aplicación a nuestra vida. La conversión es una respuesta
con la vida a la Voluntad de Dios. Sí Dios ha sido tan generoso, ¿por qué no
dar a los demás de lo que hemos recibido?....daré mi perdón al que me haya ofendido, daré mis vestidos,
al desnudo; daré mi amor a quien lo necesite...Dejaré actuar en mí la acción
del Espíritu de Dios. (Purificación) Me
consagro al Señor. (Santificación) Y me
dono y entrego a la misión del Redentor. Quiero ser misionero en acto y
no solo en potencia. Quiero gritar al mundo que sólo Cristo basta. Me propongo,
con la ayuda de la gracia de Dios ofrecer desde hoy sacrificios y oraciones por
los demás, especialmente por los más alejados. Me pongo en camino con celo de
almas; quiero ser mensajero de la paz y promotor del bien común. Pongo desde
hoy, todos los dones que el Dios generoso me regalado, al servicio de mi
familia pobre: la Iglesia.
“Venid
a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os proporcionaré
descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es suave
y mi carga ligera.” (Mt 11, 28- 30)
Llamados a ser
hombres y mujeres comprometidos
con la Obra del
Señor
Objetivo: Iluminar a los creyentes para
que valoren la importancia del compromiso cristiano y dediquen tiempo y
energías a buscar su lugar en el Cuerpo de Cristo para ser colaborados de
Cristo.
DESARROLLO DEL TEMA:
Del Encuentro con Jesucristo
al compromiso cristiano. “Salió de nuevo por la orilla del mar. Toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado
en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió.
(Mc 2, 13- 14) Dios llama a los suyos para estar con él y para enviarlos a
predicar su Evangelio de amor a todos los hombres.
“Cum pro missio” “Enviados con otros, en favor
de otros”
Todo compromiso implica cierto grado de madurez, de experiencia, de vida.
Podemos afirmar que el compromiso cristiano hunde sus raíces en la experiencia
de encuentro con Jesús, resucitado, experiencia que se encarna, que deja
huella, y que es como el motor de la vida cristiana. Creemos por eso que el
compromiso nace de una doble certeza: La certeza de que Dios me ama y que yo
también lo amo a Él. El término
compromiso significa: “Enviados con otros, en favor de otros” Para ayudar a
otros a ser persona y más persona; para ayudar hacerse humano y cristiano.
Comprometerse para ayudar a otros a vivir
con más dignidad El compromiso es
con el Señor, que elige llama y envía. Pero también con la Iglesia que busca,
llama y envía en el nombre del Señor Jesús.
“Yo estaré con ustedes hasta
el fin de los siglos.” El compromiso cristiano es fruto de una libertad afectiva que va
encarnando una doble certeza: La certeza de ser amado por Dios. Saber que mi
Padre me ama, me perdona, me salva y me ha dado el don de su Espíritu. Y la
certeza de que también yo lo amo, hago su voluntad y guardo sus Mandamientos.
Cuando así es entonces puedo tomar la firme determinación de seguir a Cristo,
de servirle y dar mi vida por Él y por los Él que ama. Ahora me comprometo con otros y a favor de otros,
y acepto todo lo que eso implica.
Decimos con el profeta Isaías: “Heme aquí, envíame a mí Señor”. (Is 6, 9)
La clave del
compromiso. Es el pertenecer a Cristo. Pertenece a Cristo quien lo ama.
“Además, los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones
y sus apetencias.” (G´l 5, 24) La clave es “Ser de
Cristo”. Todo el que es de Cristo es una nueva creación (1 Cor 5, 17) Por lo
tanto ama a Cristo y acepta el evangelio como “norma de vida para su vida”:
“vivir según el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.[1] Esto implica tres cosas: “En guerra santa
contra mi pecado. Ejercitarse en Obediencia santa a la palabra de Dios. En la
práctica de toda clase de obras buenas. (cf Ef 4, 13) El compromiso evangélico
ha de estar libre de egoísmos, envidias, deseos de venganzas, odios, etc.. sin
violencia y libre de toda opresión. Cuando somos de Cristo encarnamos la
disponibilidad para, en su nombre desprendernos de personas, de cosas o de
otros apegos que no nos dejan realizar nuestras vidas a la luz del Plan de
Dios. (cf Ef 1, 3- 8)
El sentido del
compromiso es la pertenencia a Cristo. Es el reconocer que soy propiedad exclusiva de
Cristo, miembro de su cuerpo me hace pensar que también soy propiedad de la
Iglesia, y por o tanto también de mi
comunidad parroquial. La regla de oro de la vida cristiana es “Ser de Cristo”.
(cf Gál 5, 24) Ser su propiedad
particular: es vivir para el, que me amo y se entregó a la muerte por mi[2], es vivir en su voluntad teniendo el Evangelio como
norma de la vida, recordando siempre el evangelio de María: “hacer lo que el
nos diga”[3], solamente entonces podemos
decir que todo lo de Cristo es nuestro, y nosotros somos de él.[4] Para ser libres nos liberó Cristo (Gál , 1.
13). Somos libres en la medida que nuestra vida se fundamenta en la Verdad y en
el Amor para que seamos capaces de amar sin que nos cuesten tantos esfuerzos
La ley del compromiso es el
Amor. El amar
a los hermanos al estilo de Jesús[5]. La Ley del compromiso me
sumerge en la vida nueva, rompiendo siempre con esclavitudes: saliendo del
pecado y viviendo para Cristo en el Espíritu Santo. Guardar el Mandamiento
Nuevo exige estar muriendo a uno mismo y viviendo para los demás en Cristo
Jesús. El que ama a Cristo guarda sus Mandamientos y sus palabras (cf Jn 14,
21. 23) y ama a su prójimo, de manera que ya cumple la Ley y los profetas,
El camino del compromiso es el
servicio. El estilo de vida, estilo único que implica: “Un ser para
los demás.” Un regalo para la humanidad. Esto exige, entre otras cosas: No
vivir solo para sí mismo, eso es egocentrismo, es individualismo, es inmadurez
humana. Lo que exige: “Un culto más auténtico” “Una devoción más fervorosa” “Un sacrificio más global” “Una
vinculación más estrecha” “Una vida más entregada” como lo pide el
Señor Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis
‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y
el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies
unos a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo
de hacer con vosotros. (Jn 13, 13- 15)
Que cada cual ponga al
servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administradores
de las diversas gracias de Dios. Dios nos llama, y sí Dios nos llama ¿Cómo debe de ser
nuestra respuesta? Tiene que ser inmediata. Dios nos llama a ser sus colaboradores
en la reconstrucción del universo y de la Iglesia, el camino exige doblegar
nuestra voluntades, para tomarnos de la mano de Jesús y de los hombres, si nos
soltamos de la mano del hombre, nos damos cuenta que nos estamos soltando de la
mano de Jesús y no tendremos fuerzas para caminar juntos de nuevo en nuestro
recorrido hasta la presencia de Dios. El camino también implica que vayamos
desapareciendo (Jn 3, 30), vaciándonos de nosotros mimos, aprendiendo a ser
invisibles para no realizar actos religiosos con el fin que nos vea la gente,
de quedar bien, o de que nos vaya bien (Mt 6, 1ss), recordando siempre que
somos colaboradores de Cristo y que a él le estamos sirviendo (1Ccor 4, 1; 3,9)
“Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como
buenos administradores de las diversas gracias de Dios.” (1 Pe 4, 10)
Finalidad del compromiso es la
gloria, la honra a Dios y el amor y el servicio a los hombres. “Predicar el Evangelio no es
para mí ningún motivo de vanagloria; se trata más bien de un deber que me
incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!”
Efectivamente, a pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho
esclavo de todos para ganar a los más que pueda.” (1 Cor 9, 16. 23) El objetivo
no es otro, que la construcción de la Comunidad Cristiana. Comunidad fraterna, solidaria y servicial, en la cual
se recibe la vida trinitaria; se vive y se comparte con los hermanos la
salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús (cf Rm 3, 21). Este objetivo,
implica una doble mirada, a Dios y a la comunidad, queremos que el pueblo
florezca. Con el impulso del Espíritu, entre otras cosas: Buscamos fortalecer
los vínculos de la comunidad, Ayudamos a recordar que nadie puede resistir
solos contra el mal, Anunciamos que ya estamos reconciliados con Dios en la
Cruz de Jesús. Abrimos campos de acción para que nadie esté inactivo. Tratamos
de alentar a tener un corazón nuevo a los que nos rodean,
El fundamento de la comunidad
cristiana. “Pues nadie puede poner otros cimientos que los ya puestos:
Jesucristo.”
( 1 Cor 3, 11) La comunidad cristiana ha de tener como fundamento a Cristo, o
no es cristiana, es decir, no es comunidad fraterna. En esta comunidad se ha de
cultivar la Civilización del Amor. La construcción de esta Comunidad implica cultivar, entre otras
cosas: un sentido de igualdad fundamental, vivir en la verdad, practicar la
justicia y la libertad interior. Las bases de la comunidad cristiana son
cuatro: El amor, que hecha fuera el odio. La verdad que hecha fuera la mentira.
La vida que hecha fuera a la muerte. La libertad, que hecha fuera la
esclavitud.
Las
bases de la Comunidad Cristiana son los valores del Reino que el Papa Juan
XX111 recomienda a la Iglesia y a la humanidad para lograr tener unas
relaciones armoniosas y pacificas entre los hombres. Pero que, a la misma vez
responden a la acción del Espíritu en los cristianos para respondan a la
vocación original de configurarse con Cristo (Fil. 2, 5) y reproducir su Imagen
(Rom. 6, 29). Las bases son el fundamento del edificio espiritual, realidad que
es posible con el Poder de Dios y con nuestras decisiones personales; es un
camino de conversión que permite expulsar los demonios de nuestro interior y de
nuestra comunidad de acuerdo a las palabras del Evangelista Lucas (cnf. Lc 16,
16).
Los frutos de la Comunidad
Cristiana. Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la
comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. (cf Hech 2, 42- 47)
Los
frutos nacen del Apostolado, es decir, de la Evangelización son innumerables,
de acuerdo a las necesidades de la Comunidad, sin embargo podemos resaltar
algunos frutos que resultan de las tres vertientes de la acción pastoral:
Pastoral profética (cf Mt (28, 19- 20) La Pastoral litúrgica: Celebrar la fe
(cf 1 Cor 11, 25) La Pastoral de la caridad (Jn 13, 13. 34) Una Pastoral al
estilo del Buen Pastor (Lc 15, 1ss) Lo que implica: La alegría del Anuncio (1
9, 16) Para salir fuera a llevar la Buena Nueva. (Mc 16, 15) Para sanar de
miedos, traumas, heridas de la vida (Mt 10, 8s) Para llevar a los hombres a la
reconciliación e integración de comunidades. (Ef 4,1ss) Los frutos de la fe son
los valores del Reino: El compartir, la dignidad, la solidaridad y los
servicios El fruto de la Pastoral de la
Comunidad el hombre nuevo y las comunidades nuevas. El fruto puede ser de dos
dimensiones; en la parte espiritual y en la parte material. En la parte espiritual tenemos las virtudes,
los valores del Reino, los frutos y los dones del Espíritu Santo (Is 11, 2).
Esto es a lo que Pablo llama la riqueza de la Palabra (Col. 3, 16); en otras
palabras, la parte espiritual es la “Santidad” sin la cual nadie verá al Señor.
La parte material implica los lugares apropiados para realizar “los
apostolados”, los medios de evangelización: libros, Biblia, la radio, la televisión, el periódico, etc. Y esto
cuesta, razón por la que todo católico debe ser co-responsable del Apostolado
de la Iglesia.
“Jesucristo, siendo rico se
hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” “Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis
obedecido siempre —no sólo cuando estaba presente, sino mucho más ahora que
estoy ausente—, trabajad con sumo cuidado por vuestra salvación, pues es Dios
quien, por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el obrar.” (Flp 2,
12- 13) No hagamos de la salvación nuestro negocio, pues la salvación es un don
gratuito e inmerecido, pero no barato. Don de Dios pagado a precio de Sangre.
Cristo Jesús murió para el perdón de nuestros pecados y resucitó para darnos
vida eterna. (Rm 4, 25) Los que predican y enseñan sobre la “teología de la
prosperidad” no han entendido el Evangelio de Jesucristo. “Que siendo rico se
hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9) Hacer del Evangelio
nuestra fuente de negocios o riquezas, no es grato a Dios, es una abominación,
es “vomito” según lo dice la Escritura (Apoc 3, 15) “Efectivamente, los que viven según la carne desean lo que es propio de
la carne; mas los que viven según el espíritu buscan lo espiritual. Ahora bien, las tendencias de la carne
desembocan en la muerte, mas las del espíritu conducen a la vida y la paz, ya que las tendencias de la carne llevan al
odio de Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden.
Así que los que viven según la
carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el
espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el
Espíritu de Cristo no le pertenece” (Rm 8, 5- 9) Recordemos Cristo Jesús, el
siervo de los pobres que nos invita a ser como él: pobre, humild y mans de
corazón (Flp 2, 5- 8; Mt 11, 29) Pablo,
el siervo de Jesucristo nos invita a enriquecer a otros con nuestra pobreza. “A
nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que nadie se mofe del
ministerio; antes bien, nos manifestamos
en todo como ministros de Dios, soportando con frecuencia tribulaciones,
necesidades y angustias; azotes,
cárceles y algaradas; fatigas, desvelos y ayunos. Y lo hacemos con nobleza, ciencia, paciencia
y bondad, con la ayuda del Espíritu Santo y apoyándonos en una caridad sincera;
ofreciendo un mensaje veraz y contando con el poder de Dios; usando las armas
de la justicia a diestra y siniestra.” Nuestra vida discurre entre el honor y
el agravio, entre la calumnia y la buena fama. Nos tienen por impostores,
aunque somos veraces; por desconocidos, aunque nos conocen bien; por
moribundos, aunque estamos vivos; por castigados, aunque no condenados a
muerte; por gente triste, aunque estamos siempre alegres; por pobres, aunque enriquecemos a muchos. En fin, creen que no
tenemos nada, aunque todo lo poseemos. (2 Cor 6, 3- 10)
TEMA 8: LA IGLESIA DE CRISTO
Objetivo: Obtener un conocimiento mas profundo del
Misterio de la Iglesia, el Plan de Dios sobre ella y sobre su quehacer r en el
mundo que nos lleve a amarla y servirla
I: CANTO Y ORACIÓN
1.
Canto: Iglesia Peregrina.
2.
Oración: La Oración del Padre
Nuestro.
II.
POSIBLES PREGUNTAS
1.
¿Qué entiende la gente por
Iglesia?
2.
¿Quiénes forman la Iglesia?
3.
Cuáles son las imágenes más
comunes para hablar de la Iglesia?
III.
DESARROLLO DEL TEMA.
La Iglesia como Cuerpo místico
de Cristo nos hace comprender que todos los cristianos estamos unidos entre
nosotros y con Cristo por la caridad y el Espíritu Santo; que el Señor dio
diversas funciones en su Iglesia y que cada quien debe cumplir su función para
el bien de toda la Iglesia.
8.1. La
Iglesia: La Asamblea de Dios
La Iglesia debe entenderse
como una asamblea convocada por el Padre, que camina para volver a Él (cf LG
1). La palabra “Iglesia” significa “convocación,” “Asamblea de los elegidos que
han creído en Cristo y se han hecho bautizar.(Catic 751)
1.
La Iglesia es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero.
2.
La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales.
3.
La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo. (Catic 752)
4.
La Iglesia como comunidad visible sigue las huellas de Cristo, vive y se
nutre de Él cumpliendo su mandato de trasmitir la salvación a todos los hombres
y en todo tiempo hasta su vuelta.
El Concilio nos descubre la
voluntad de Dios acerca de la Iglesia: “Fue voluntad de Dios el santificar y el
salvar a los hombres, no aisladamente sin conexión alguna de unos con otros,
sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera
santamente (LG 9)
8.2 La
Iglesia Misterio de Comunión
La Iglesia se confiesa a sí
misma como un “Misterio de Comunión en tensión misionera”. Con la Palabra
Misterio quiere decir que es a la vez una realidad visible y una realidad
espiritual: que está en la historia, pero que al mismo tiempo la trasciende.
Visible y a la vez invisible, realidades que solo pueden ser vistas con los
ojos de la fe.
Las dos dimensiones de la
Iglesia pueden ser expresadas con dos palabras íntimamente relacionadas:
Comunión y comunidad. La comunión es la participación en la misma vida
Trinitaria, y por lo tanto, don gratuito que nos da Cristo a través del
Espíritu Santo
La comunión no es perceptible
pero se manifiesta creando comunidad. Comunidad fraterna donde nos acogemos
mutuamente como hermanos, nos sentimos responsables unos de los otros,
compartimos los bienes espirituales y materiales que hemos recibido de Dios.
Razón por la que decimos que la Iglesia es la “comunidad en la que recibimos,
vivimos y compartimos el don de la “comunión.” La “comunión es el alma de la
“comunidad” y la “Comunidad” es la manifestación de la “Comunión”.
8.3. La
Iglesia Pueblo de Dios.
Como Iglesia somos el
pueblo consagrado a Dios. Distingamos siempre esto: cuando decimos el pueblo de
Dios no aludimos al pueblo en general. Es una pretensión de los grupos humanos
quererse constituirse en intérpretes del pueblo. El pueblo es muy autónomo, muy
variado, muy pluriforme. Nadie puede arrogarse: "Yo soy la voz del
Pueblo". Por eso, el pueblo de Dios es el grupo de los seguidores de Dios,
es el grupo de los hombres y mujeres que inspirados en la fe en Jesucristo,
celebran los sacramentos de la Iglesia e inspiran en la palabra divina su
conducta; para hacerse más agradables a Dios y, desde su unión con Dios, ser un
pueblo que sea luz, sal y fermento para el pueblo en general. Esto es la
Iglesia. El Catecismo de la Iglesia,
haciéndose eco del Concilia Vaticano, dice que el pueblo de Dios tiene
características que lo distinguen de los otros pueblos:
1.
Es el pueblo de Dios; Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero
El ha adquirido para sí pueblo de aquellos que antes no eran pueblo: “una raza
elegida, un sacerdocio real, una nación santa” (1 Pe 2, 9)
2.
Se llega a ser miembro de esta cuerpo, no por el nacimiento físico, sino
por “el nacimiento de arriba”, “del agua y del Espíritu” (Jn 3,3-5). Por la fe
en Cristo y el Bautismo.
3.
Este Pueblo tiene por Cabeza a Jesús el Cristo. “la unción de Cristo,
Cabeza fluye de la cabeza al Cuerpo, es el “pueblo Mesiánico”.
4.
La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de
Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo”.
5.
“Su Ley, es el Mandamiento Nuevo:” Amar como el mismo Cristo nos amó (Jn
13, 34) Esta es la Ley nueva del espíritu” (Rom 8,2)
6.
Su misión es ser luz, sal y fermento del mundo (cf Mt 5,13-14)
7.
“Su destino es el reino de Dios. Que él mismo comenzó en este mundo, que ha
de ser extendido hasta que él mismo lo lleve a su perfección” (LG 9; CATIC 782)
8.4. El origen de la Iglesia
La Iglesia se siente asamblea convocada
por el Padre, que camina para volver a Él (LG 2) Dios envió a su Hijo a salvar
a todos los hombres, ese es su deseo:”Que todos los hombres lleguen a la
salvación y al conocimiento de la verdad
(cf 2 Tim 2, 4). La Iglesia es el sacramento de unidad en la que Dios se une
íntimamente a los hombres y realiza la unidad de todo el género humano (LG 1)
Vino el Hijo enviado por el
Padre e instauró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y
con su obediencia reveló nuestra redención. Nuestro Señor Jesucristo con la
predicación de la Buena Nueva, milagros y exorcismos comenzó la fundación de su
Iglesia. Siguiendo la voluntad de su
Padre llamó a sus discípulos: “Venid en
pos de mí, seguidme, les dice…que os haré pescadores de hombres. (Lc 5,10) De
entre el grupo de discípulos eligió a
los Doce (Mt 10,5-7; Mc 3, 13ss; Lc. 6,12-16). Los Doce han sido llamados,
elegidos, investidos de autoridad y poder y enviados expresamente por Jesús a
predicar el Evangelio, a curar a los enfermos y a expulsar a los demonios.
Jesús de entre los Doce eligió
a Simón a quien llamó Pedro como cabeza
visible de su Iglesia, y le dijo: “Te eres Pedro y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia, y los poderes del Mal no prevalecerán sobre ella” (Mt 16, 17).
El Apóstol Juan ve en la
muerte de Jesús, al ser traspasado su corazón por la lanza del soldado, el
nacimiento de la Iglesia: “Y al instante salió sangre y agua” (Jn 19,34) Muchos
de los Padres de la Iglesia han visto en el agua el símbolo el Bautismo y en la
sangre la Eucaristía, y en estos dos sacramentos, el signo de la Iglesia, nueva
Eva, que nace del nuevo Adán. Jesús muere, y con su sangre compra para Dios su
Padre un Pueblo de su propiedad; con su Resurrección Jesús comienza un “estado
nuevo”, que ya no conoce la muerte; El acontecimiento de la Resurrección de
Jesús de entre los muertos; es “el centro de nuestra fe” y representa además,
la máxima revelación de Dios; la Resurrección de Jesús establece la comunidad
apostólica como fundamento y norma de la Iglesia para todas la épocas. En la
Resurrección nace el “Hombre Nuevo”, El Cristo total: Cabeza y Cuerpo
Después de la
muerte-resurrección y ascensión del Señor Jesús, la Iglesia se reúne al
alrededor de la María, la Madre de Jesús; estaban los Doce, algunas mujeres, y
algunos familiares de Jesús, el número de los reunidos era de unos 120 personas
(Hech 1, 12.15) El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra el
“Cumplimiento de la Promesa” “Dentro de pocos días recibiréis el Poder de lo
Alto (cf Hech 1, 8): En Pentecostés, Jesús bautiza a su Iglesia con el Espíritu
Santo, “Y así toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la
unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”(LG 4). En Pentecostés, con la
Fuerza del Espíritu comienza el crecimiento de la Iglesia.
8.5.
El Gran Envío
Jesús durante su vida terrena llama a sus discípulos, les
revela las palabras de su Padre; les llama “pequeño rebaño”, al final da su
vida por ellos y en la última cena pone en sus manos el “El Mandato de
continuar en la historia “su Pascua, la Eucaristía.”
Después de su Resurrección confirma lo que en vida había
prometido. Jesús pregunta a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿Me amas más que
estos?” Le dice él: “Señor tu sabes que te quiero”. Le dice Jesús apacienta mis
corderos. Vuelve a decirle por segunda vez: “Simón hijo de Juan, ¿Me amas?” Le
dice él: “Señor tu sabes que te quiero” Le dice Jesús apacienta mis ovejas”. Le
dice por tercera vez:”Simón hijo de Juan, ¿me quieres? Y le dijo:”Señor, tu lo
sabes todo; tu sabes que te quiero” Le dice Jesús: apacienta mis ovejas.” (Jn
21, 15ss)
“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Id pues haced discípulos a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a todo lo
que yo os he mandado” (Mt 28, 19-20)
“Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda
la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea, se
condenará” (Mc. 16, 15)
“Todo poder se me ha dado en
el cielo y en la tierra, así cómo el padre me envió, Yo los envió a ustedes.
Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo “Recibid el Espíritu Santo. A quienes
les perdonéis los pecados les quedaran perdonados… ” (Jn 20,21ss)
Razón suficiente para decir
que la Iglesia hunde sus raíces en
la eternidad: El Padre fuente de todo
envío, es también la fuente del origen de la Iglesia.
8.6. Imágenes de la Iglesia (LG 7; Catic
753-757)
1.
La Iglesia redil, cuya única y obligada puerta
es Cristo (Jn 10, 1-10). Es también una grey, de la que el mismo Dios se
profetizó pastor. (Ez 34, 11ss)
2.
La Iglesia es labranza o arada de Dios (cf 1 Cor. 3,
9) En ese campo crece el árbol de olivo, cuya raíz santa fueron los patriarcas,
y en la cual se realizó y se concluirá la reconciliación de los judíos y de los
gentiles (cf Rom 11, 13-26). El Dueño de la “viña” la plantó como “viña
escogida” de la cual Cristo es la Vid verdadera, que comunica vida y fecundidad
a los sarmientos que somos nosotros, que
permanecemos en Él por medio de la Iglesia, y sin Él nada podemos hacer. (Jn
15, 1-5)
3.
La Iglesia construcción y
edificación de Dios. (1 de Cor 3, 9) Los Apóstoles y los profetas construyen la Iglesia sobre
el “fundamento” que es Cristo (cf 1 de Cor 3, 11; Ef 2, 20). Nosotros entramos
como piedras vivas de esa construcción por
nuestro bautismo (1 de Pe 2, 5). La “Construcción”, Edificio espiritual
cimentado en los Profetas y en los
Apóstoles tiene siempre como fundamento Cristo, la “La Piedra Angular”.
a. Casa de
Dios fundamento de la verdad (1 de Tim 3, 15)
b. Familia
habitación de Dios en el Espíritu (Ef 2, 19-22)
c.
Templo santo, representado en los
templos de piedra. Templo que no fue
construido por la mano del hombre, sino, por la acción poderosa de Dios.
d.
La Iglesia la Jerusalén de arriba y madre nuestra (Gal 4, 26cf Apoc.
12,17) San Juan en el Apocalipsis
describe a la Iglesia como la esposa inmaculada del Cordero Inmaculado (Apoc.
19, 7; 21, 2-9) “Cristo, la amó y se entregó por ella para santificarla” (Ef.
5,25-26); se unió a ella en alianza indisoluble, “la alimenta y la cuida (Ef.
5, 29) y la cuida sin cesar” (LG 6)
e.
8.9. Las
Propiedades de la Iglesia
De la Iglesia de Cristo que
acabamos de describir, afirmamos en el Credo que es Una, Santa, Católica y
Apostólica. Se trata de cuatro cualidades o atributos que le concede el mismo
Cristo por el Espíritu Santo y que nos permiten profundizar aún más en su
naturaleza y misión.
a)
La Iglesia es una.
La Iglesia de Cristo aunque
reúne a diferentes pueblos y culturas, y presenta en sus miembros una gran
diversidad en dones, cargos, condiciones y modos de vida, es una y única.
Escuchemos a san Pablo decirnos que la Iglesia tiene un solo Señor, confiesa
una sola, nace de un solo Bautismo, forma un solo Cuerpo, vivificado por un
solo Espíritu, y está orientada hacia una única esperanza (cf Ef. 4, 3-5).
Podemos explicitar lo que afirma el Apóstol a través de tres afirmaciones
1.
La Iglesia es una por su
origen: nace y está hecha a imagen del único Dios, tiene un único Fundador,
Cristo, y está animada por el único Espíritu.
2.
La Iglesia es una por el
principio interior que la mueve: el amor, que tiende a superar todas las
divisiones.
3.
La Iglesia es una por los
vínculos visibles, que la convierten en comunidad única:
a). La profesión de una
misma recibida de los Apóstoles
b). La celebración común
del culto divino
c). La sucesión apostólica
de los pastores, que conservan la concordia de toda la familia de Dios.
b)
La Iglesia es santa.
Es evidente que todos los
miembros de la Iglesia somos pecadores, por lo que, desde este punto de vista,
la Iglesia está necesitada siempre de purificación y conversión. A pesar de
ello, confesamos que la Iglesia es santa. ¿En qué sentido?
1. La Iglesia es santa porque, unida a Cristo, está santificada
por El a través del Espíritu.
2.
La Iglesia es santa porque, por Cristo y
con Cristo, es santificadora, es decir, posee los medios por los que Dios nos santifica: el
depósito de la fe, los sacramentos, los ministerios.
3.
La Iglesia es santa porque
produce frutos de santidad, aunque se trate de una santidad que todavía no ha llegado a la
perfección, excepto en María, en quien la Iglesia es ya enteramente santa.
c). Iglesia
es católica.
1.
La palabra católica, que significa universal o total,
tiene también un doble sentido:
2.
La Iglesia es católica porque posee la plenitud de los
medios de salvación que le dado Cristo: confesión de la fe recta y completa,
vida sacramental integra y ministerio ordenado en la sucesión apostólica
3.
La Iglesia es católica porque ha sido enviada por Cristo
a la totalidad del género humano.
d).
La Iglesia es apostólica.
1.
Con esto queremos decir que
está fundada sobre los Apóstoles, en un triple sentido:
2.
Ha sido y permanece
edificada sobre el fundamento de los testigos escogidos y enviados por el mismo Cristo.
3.
Guardar y trasmite con
fidelidad la enseñanza de los apóstoles.
4.
Sigue
siendo enseñada, santificada y dirigida por los Apóstoles, a través de aquellos
que les suceden en el ministerio pastoral: el colegio de los obispos, a quienes
ayudan los presbíteros, con el sucesor de Pedro, que es el supremo pastor de la
Iglesia.
e) La
Iglesia es perseguida
Esta es la quinta nota de la Iglesia de Cristo, ya que si
recorremos la historia nos damos cuenta que las persecuciones y los
sufrimientos son la herencia que Cristo legó a su Iglesia.
1.
“Si a mí me han perseguido a ustedes también los perseguirán” (Jn 15,20)
2.
“Os envío como corderos en medio de lobos…,os entregaran a los tribunales y
en las sinagogas os azotarán” (Mt 10, 16-18)
3.
“Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán y seréis aborrecidos
de todos los pueblos a causa de mi nombre” (Mt 24, 9)
4.
“En el mundo habéis de tener tribulaciones, pero confiad: Yo he vencido al
mundo” (Jn 16, 23)
5.
“Todos los que quieran vivir virtuosamente en Cristo Jesús sufrirán
persecuciones” (2 Tim 3, 12) mi causa os azotarán
Si la Iglesia nunca fuera perseguida dejaría de
identificarse con la Iglesia de Cristo. El Señor nos salvó por el camino de la
cruz; desde su misma infancia el rey Herodes arremetió contra el Niño para
darle muerte; de grande durante su vida pública fue rechazado por los suyos; al
final de sus días le dieron muerte, y muerte de cruz. No obstante Pedro y los
discípulos no lo entendieron Cristo Resucitado les abrió la mente y les explicó
las Escrituras: “¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrara en su
Gloria, según el vaticinio de los profetas” (Lc 22, 25-26)
Después de Pentecostés, apenas
acaba la Iglesia de nacer y ya es perseguida: A pedro y Juan se les mete
en la cárcel (Hech 4) La dispersión
de la comunidad primitiva (Hech 5, 18);
Degollación de santiago el Mayor (Hech 12,1ss)
Las persecuciones en Roma
contra la Iglesia a partir del año 64 con el emperador Nerón y que culminaron
con Juliano el Apóstata dieron a la Iglesia miles y miles de mártires. No hay
duda los sufrimientos son pruebas enviadas por Cristo a su Iglesia, pero es
bueno también recordar las palabras que
Señor dio a su Iglesia por medio
del apóstol Pablo: “Los padecimientos del tiempo presente no son nada en
comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros” (Rom 8,18)
8.10. La Misión de la Iglesia
La misión esencial de la
Iglesia es evangelizar, es decir, hacer que los hombres participen en la
comunión (Vida Trinitaria). Pero, ¿cómo se hace esto? ¿Qué tareas o acciones
necesita llevar a cabo la Iglesia para evangelizar?
Leamos el Catecismo de la
Iglesia católica que resume la enseñaza del Concilio en la Constitución Lumen Gentium, afirma: Jesucristo es
Aquel a quien el Padre ha constituido Sacerdote, Profeta y Rey. Todo el pueblo
de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las
responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas. (Catic. 733)
El segundo planteamiento se
fija más en las distintas etapas o pasos que ha de recorrer el hombre para ser
evangelizado.
Veamos como se encuentra la
acción de la Iglesia desde cada uno de estos planteamientos.
8. 11. Las tres funciones.
El libro de los Hechos de
los Apóstoles, al hablar de la primera comunidad cristiana que surge después de
Pentecostés, dice: Perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles, en la
Comunión, en la fracción del Pan y en la oración. [6] Aquí se apuntan las tres grandes funciones que
la Iglesia ha de realizar, tanto para mantener la cohesión interna como para
conseguir nuevos adeptos:
a). La función profética:
escuchar y proclamar la palabra de Dios. Esta primera función da lugar a
actividades diferentes según sean los destinatarios o las ocasiones en que se
tenga que realizar: primer anuncio, catequesis, predicación, reflexión
teológica, etc.
b). Función sacerdotal:
celebrar la pre4sencia salvadora de Cristo en la Liturgia y en la oración:
Eucaristía, Sacramentos, año litúrgico, fiestas, oración, comunitaria y
personal devociones…
c). la función real: vivir
el amor como servicio, tanto con los hermanos en la fe como con los que aún no
pertenecen a la comunidad: vivir la fraternidad, compartir los bienes, atender
a los pobres, hacer inmundo más justo y hermano.
“Cuando terminó de lavarles los pies y se volvió y se volvió a poner el
manto, se sentó a la mesa y dijo: ¿Entienden lo que he hecho con Ustedes?
Ustedes me llaman: Maestro y Señor. Y dicen verdad, pues lo soy: Si yo, siendo
el Señor y el Maestro les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los
pies unos a otros. Les he dado ejemplo, Para que hagan lo mismo que yo hice con
ustedes…” (Jn 13, 25-28)
La Iglesia existe para servir. En el seno de la Iglesia nadie vive para
sí mismo. Se vive para el Señor, es decir, la Iglesia es el Sacramento desde
donde Cristo santifica, guía, reconcilia y unifica a los hombres, con Dios y
entre ellos mismos. La tarea es de toda la Iglesia, de todo bautizado.
TEMA 11. El
Compromiso Cristiano
Objetivo: Iluminar a los creyentes para
que valoren la importancia del compromiso cristiano y dediquen tiempo y
energías a buscar su lugar en el Cuerpo de Cristo.
DESARROLLO DEL TEMA:
Del Encuentro con Jesucristo
al compromiso cristiano. “Salió de nuevo por la orilla del mar. Toda la gente acudía a él, y él les
enseñaba. Al pasar, vio a Leví, hijo de
Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó
y le siguió. (Mc 2, 13- 14)
Todo
compromiso implica cierto grado de madurez, de experiencia, de vida. Podemos
afirmar que el compromiso cristiano hunde sus raíces en la experiencia de
encuentro con Jesús, resucitado, experiencia que se encarna, que deja huella, y
que es como el motor de la vida cristiana. Creemos por eso que el compromiso
nace de una doble certeza: La certeza de que Dios me ama y que yo también lo amo a Él. El término compromiso significa:
“Enviados con otros, en favor de otros” Para ayudar a otros a ser persona y más
persona; para hacerse humano y cristiano. El compromiso es con el Señor que
elige llama y envía. Pero también con la Iglesia que busca, llama y envía en el
nombre del Señor Jesús.
“Yo estaré con ustedes hasta
el fin de los siglos.” El compromiso cristiano es fruto de una libertad afectiva que va
encarnando una doble certeza: La certeza de ser amado por Dios. Saber que mi
Padre me ama, me perdona, me salva y me ha dado el don de su Espíritu. Y la
certeza de que también yo lo amo, hago su voluntad y guardo sus Mandamientos.
Cuando así es entonces puedo tomar la firme determinación de seguir a Cristo,
de servirle y dar mi vida por Él y por los Él que ama. Ahora me comprometo con otros y a favor de otros,
y acepto todo lo que eso implica.
Decimos con el profeta Isaías: “Heme aquí, envíame a mí Señor”. (Is 6, 9)
2. La clave del compromiso.
“Además, los que
son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus
apetencias.”
(G´l 5, 24) La clave es “Ser de Cristo”.
Todo el que es de Cristo es una nueva creación (1 Cor 5, 17) Por lo tanto ama a
Cristo y acepta el evangelio como “norma de vida para su vida”: “vivir según el
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.[7] Esto implica tres cosas: “En guerra santa
contra mi pecado. Ejercitarse en Obediencia santa a la palabra de Dios. En la
práctica de toda clase de obras buenas. (cf Ef 4, 13) El compromiso evangélico
ha de estar libre de egoísmos, envidias, deseos de venganzas, odios, etc.. sin
violencia y libre de toda opresión. Cuando somos de Cristo encarnamos la
disponibilidad para, en su nombre desprendernos de personas, de cosas o de
otros apegos que no nos dejan realizar nuestras vidas a la luz del Plan de
Dios. (cf Ef 1, 3- 8)
El sentido del
compromiso es la pertenencia a Cristo. Es el reconocer que soy propiedad exclusiva de
Cristo, miembro de su cuerpo me hace pensar que también soy propiedad de la
Iglesia, y por o tanto también de mi
comunidad parroquial. La regla de oro de la vida cristiana es “Ser de Cristo”.
(cf Gál 5, 24) Ser su propiedad
particular: es vivir para el, que me amo y se entregó a la muerte por mi[8], es vivir en su voluntad teniendo el evangelio como
norma de la vida, recordando siempre el evangelio de María: “hacer lo que el
nos diga”[9], solamente entonces podemos
decir que todo lo de Cristo es nuestro, y nosotros somos de él.[10] Para ser libres nos liberó Cristo (Gál , 1.
13). Somos libres en la medida que nuestra vida se fundamenta en la verdad,
seamos capaces de amar sin que nos cuesten tantos esfuerzos
La ley del compromiso es el
Amor. El amar
a los hermanos al estilo de Jesús[11]. La Ley del compromiso me
sumerge en la vida nueva, rompiendo siempre con esclavitudes: saliendo del
pecado y viviendo para Cristo en el Espíritu Santo. Guardar el Mandamiento
Nuevo exige estar muriendo a uno mismo y viviendo para los demás en Cristo
Jesús. El que ama a Cristo guarda sus Mandamientos y sus palabras (cf Jn 14,
21. 23) y ama a su prójimo, de manera que ya cumple la Ley y los profetas,
El camino del compromiso es el
servicio. El estilo de vida, estilo único que implica: “Un ser para
los demás.” Un regalo para la humanidad. Esto exige, entre otras cosas: No
vivir solo para sí mismo, eso es egocentrismo, es individualismo, es inmadurez
humana. Lo que exige: “Un culto más auténtico” “Una devoción más fervorosa” “Un sacrificio más global” “Una
vinculación más estrecha” “Una vida más entregada” como lo pide el
Señor Jesús: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis
‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y
el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos
a otros. Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo de
hacer con vosotros. (Jn 13, 13- 15)
Que cada cual ponga al
servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administradores
de las diversas gracias de Dios. Dios nos llama, y sí Dios nos llama ¿Cómo debe de ser
nuestra respuesta? Tiene que ser inmediata. Dios nos llama a ser sus
colaboradores en la reconstrucción del universo y de la Iglesia, el camino
exige doblegar nuestra voluntades, para tomarnos de la mano de Jesús y de los
hombres, si nos soltamos de la mano del hombre, nos damos cuenta que nos
estamos soltando de la mano de Jesús y no tendremos fuerzas para caminar juntos
de nuevo en nuestro recorrido hasta la presencia de Dios. El camino también
implica que vayamos desapareciendo (Jn 3, 30), vaciándonos de nosotros mimos,
aprendiendo a ser invisibles para no realizar actos religiosos con el fin que
nos vea la gente, de quedar bien, o de que nos vaya bien (Mt 6, 1ss),
recordando siempre que somos colaboradores de Cristo y que a él le estamos
sirviendo (1Ccor 4, 1; 3,9) “Que cada cual ponga al servicio de los demás los
dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de
Dios.” ( 1 Pe 4, 10)
Finalidad del compromiso es la
gloria, la honra a Dios y el amor y el servicio a los hombres. “Predicar el Evangelio no es
para mí ningún motivo de vanagloria; se trata más bien de un deber que me
incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio!”
Efectivamente, a pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho
esclavo de todos para ganar a los más que pueda.” (1 Cor 9, 16. 23) El objetivo
no es otro, que la construcción de la Comunidad Cristiana. Comunidad fraterna, solidaria y servicial, en la cual
se recibe la vida trinitaria; se vive y se comparte con los hermanos la
salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús (cf Rm 3, 21). Este objetivo,
implica una doble mirada, a Dios y a la comunidad, queremos que el pueblo
florezca. Con el impulso del Espíritu, entre otras cosas: Buscamos fortalecer
los vínculos de la comunidad, Ayudamos a recordar que nadie puede resistir
solos contra el mal, Anunciamos que ya estamos reconciliados con Dios en la
Cruz de Jesús. Abrimos campos de acción para que nadie esté inactivo. Tratamos
de alentar a tener un corazón nuevo a los que nos rodean,
El fundamento de la comunidad
cristiana. “Pues nadie puede poner otros cimientos que los ya puestos:
Jesucristo.”
( 1 Cor 3, 11) La comunidad cristiana ha de tener como fundamento a Cristo, o
no es cristiana, es decir, no es comunidad fraterna. En esta comunidad se ha de
cultivar la Civilización del Amor. La construcción de esta Comunidad implica cultivar, entre otras
cosas: un sentido de igualdad fundamental, vivir en la verdad, practicar la
justicia y la libertad interior. Las bases de la comunidad cristiana son
cuatro: El amor, que hecha fuera el odio. La verdad que hecha fuera la mentira.
La vida que hecha fuera a la muerte. La libertad, que hecha fuera la
esclavitud.
Las
bases de la Comunidad Cristiana son los valores del Reino que el Papa Juan
XX111 recomienda a la Iglesia y a la humanidad para lograr tener unas
relaciones armoniosas y pacificas entre los hombres. Pero que, a la misma vez
responden a la acción del Espíritu en los cristianos para respondan a la vocación
original de configurarse con Cristo (Fil. 2, 5) y reproducir su Imagen (Rom. 6,
29). Las bases son el fundamento del edificio espiritual, realidad que es
posible con el Poder de Dios y con nuestras decisiones personales; es un camino
de conversión que permite expulsar los demonios de nuestro interior y de
nuestra comunidad de acuerdo a las palabras del Evangelista Lucas (cnf. Lc 16,
16).
7. Los frutos de la comunidad
Cristiana
Que nacen del Apostolado, es decir, de la
Evangelización son innumerables, de acuerdo a las necesidades de la Comunidad,
sin embargo podemos resaltar algunos frutos que resultan de las tres vertientes
de la acción pastoral: (profética, litúrgica y social)
1. Ministerio de la enseñanza:
Pastoral profética (cf Mt (28, 19- 20)
2. Ministerio de Liturgia:
Celebrar la fe (cf 1 Cor 11, 25)
3. Ministerio de acogida al
estilo del Buen Pastor (Lc 15, 11ss)
4. Ministerio de animación: La
alegría del Anuncio (1 9, 16)
5. Ministerio de acompañamiento:
nadie camina solo (Lc 24, 13ss)
6.
Ministerio de envío: salir fuera a llevar la Buena Nueva. (Mc 16, 15)
7. Ministerio de sanación: sanar
de miedos, traumas, heridas de la vida (Mt 10, 8s)
8.
Ministerio de la unidad: reconciliación e integración de comunidades. (Ef 4,1ss)
9.
Ministerio de la comunión: intercambio de bienes, que nadie pase
necesidades. (Hech 2, 42- 47)
El
fruto de la comunidad puede ser de dos dimensiones; en la parte espiritual y en
la parte material. En la parte
espiritual tenemos las virtudes, los valores del Reino, los frutos y los dones
del Espíritu Santo (Is 11, 2). Esto es a lo que Pablo llama la riqueza de la
Palabra (Col. 3, 16); en otras palabras, la parte espiritual es la “Santidad”
sin la cual nadie verá al Señor.
La
parte material implica los lugares apropiados para realizar “los apostolados”,
los medios de evangelización: libros,
Biblia, la radio, la televisión, el periódico, etc. Y esto cuesta, razón
por la que todo católico debe ser co-responsable del Apostolado de la Iglesia
IV. APLICACIÓN A NUESTRA VIDA
1.
Revisar mi compromiso apostólico a la luz de mi
Bautismo.
2.
Me decido a seguir a Cristo y hacer de Él mi
Maestro.
3.
Responderé al Señor aún en las pequeñas cosas.
4.
Me propongo reesforzar mi vida de oración de
intercesión a favor de toda mi Iglesia
5.
Trataré de ayudar a otros a ser responsables de su
compromiso bautismal.
V:
ENCUENTRO CON LA PALABRA
Lea y Medite: Ef. 4, 28
VI.
CANTO, ORACIÓN
Y DESPEDIDA
VII.
TAREA
Memorizar:
Jn 13, 34
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