11.LA IGLESIA ES EL NUEVO PUEBLO DE DIOS

 

11.   La Iglesia es el Pueblo de Dios.

 

Objetivo: enseñar que la Iglesia es el verdadero Pueblo de Dios, redimido por Jesucristo,  a quien cree, le obedece y le ama, su une a él, aceptando su Palabra, su Misión y su destino, para como discípulos colaborar con el Señor en la Obra de la salvación.

 

Iluminación. “Pero, vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz, vosotros que en otro tiempo no erais mi  pueblo y que ahora sois el pueblo de Dios”. (1 de Pe 2, 9-10)

 

El Pueblo de su propiedad. Un pueblo que fue arrancado de las tinieblas y traído  a la luz de la verdad, de la justicia, de la equidad y del amor. Un pueblo libre que ha hecho alianza con Aquel que lo amó, lo justificó y lo glorificó (Rm 8, 29). Un pueblo llamado a ser luz, sal y fermento en medio de los pueblos (Mt 5, 13).

 

“Pero, vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz, vosotros que en otro tiempo no erais mi  pueblo y que ahora sois el pueblo de Dios”. (1 de Pe 2, 9-10)

 

 Como Iglesia, somos el pueblo consagrado a Dios. Tengamos presente esto: cuando decimos el pueblo de Dios no aludimos al pueblo en general con sindicatos, comercios, empresas, etc.  Es una pretensión de los grupos humanos quererse constituirse en intérpretes del pueblo. El pueblo es muy autónomo, muy variado, muy pluriforme. Nadie puede arrogarse: "Yo soy la voz del Pueblo". Por eso, el pueblo de Dios es el grupo de los seguidores de Dios; es el grupo de los hombres y mujeres que inspirados en la fe en Jesucristo, lo obedecen, lo siguen, lo sirven, le pertenecen, celebran los sacramentos de la Iglesia y tienen la palabra divina como norma para su vida; para hacerse más agradables a Dios y, desde su unión en Cristo, ser un pueblo que sea luz, sal y fermento para el pueblo en general. Esto es la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia, haciéndose eco del Concilia Vaticano, dice que el pueblo de Dios tiene características que lo distinguen de los otros pueblos.

 

Características del Pueblo de Dios. Es el pueblo de Dios; Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero El ha adquirido para sí pueblo de aquellos que antes no eran pueblo: “una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa” (1 Pe 2, 9) Se llega a ser miembro de este pueblo, no por el nacimiento físico, sino por “el nacimiento de arriba”, “del agua y del Espíritu” (Jn 3,3-5). Por la fe en Cristo y el Bautismo. Este Pueblo tiene por Cabeza a Jesús el Cristo. “la Unción de Cristo, Cabeza fluye de la cabeza al Cuerpo, es el “Pueblo Mesiánico.” La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo”. “Su Ley, es el Mandamiento Nuevo:” Amar como el mismo Cristo nos amó (Jn 13, 34) Esta es la Ley nueva del Espíritu” (Rom 8,2) Su Misión es ser luz, sal y fermento del mundo (cf Mt 5,13-14) “Su destino es el Reino de Dios. Que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve a su perfección” (LG 9; CATIC 782)

 

El origen de la Iglesia. Para penetrar en el Misterio de la Iglesia conviene, primeramente considerar su origen  dentro del Designio de la Santísima Trinidad y su realización progresiva en la Historia. (Catic 758) La Iglesia encuentra su origen en la eternidad de Dios, que en la Plenitud de los tiempos envió a su Hijo al Mundo. No obstante, podemos decir que es el Pueblo que en la Pascua nació, que participa de la Unción de Cristo al pertenecer a la Nueva y eterna Alianza

 

Por esta razón la Iglesia se siente y se sabe “asamblea convocada por el Padre”, Iglesia peregrina que camina para volver a Él (LG 2) Dios envió a su Hijo a salvar a todos los hombres, pero no aisladamente, sino en Comunidad. En Cristo, el Padre nos llama a ser “Familia de Dios”, ese es su gran deseo:”Que todos sean Uno en Cristo Jesús”, para que de esta manera “los hombres lleguen a la salvación y al  conocimiento de la verdad” (cf 2 Tim 2, 4). La Iglesia es el sacramento de unidad en la que Dios se une íntimamente a los hombres y realiza la unidad de todo el género humano. (LG 1)

 

La  Fundación de la Iglesia. Vino el Hijo enviado por el Padre e instauró en la tierra el Reino de los cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la Redención de los hombres y selló con su sangre la Nueva Alianza. Nuestro Señor Jesucristo con la predicación de la Buena Nueva, milagros y exorcismos comenzó la fundación de su Iglesia (Catic 763) Siguiendo la voluntad de su Padre llamó  a sus discípulos: “Venid en pos de mí, seguidme, les dice…que os haré pescadores de hombres (Lc 5,10) De entre el grupo de discípulos  eligió a los Doce (Mt 10,5-7; Mc 3, 13ss; Lc. 6,12-16) Los Doce han sido llamados, elegidos, investidos de autoridad y poder y enviados expresamente por Jesús a predicar el Evangelio, a curar a los enfermos y a expulsar a los demonios (Catic 764).

 

Jesús con su predicación, milagros, exorcismos y con su estilo de vida, siembra el Reino de Dios en el corazón de los hombres. Acoger la Palabra de Jesús es acoger el Reino. El germen y el comienzo del Reino son el “pequeño rebaño” de Jesús (Lc 12, 32). El Señor Jesús de entre sus discípulos eligió a los Doce, eligió a Simón  a quien llamó Pedro como cabeza visible de su Iglesia, y le dijo: “Te eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del Mal no prevalecerán sobre ella” (Mt 16, 17). Los Doce representan a las Doce tribus de Israel, ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (Apoc 21, 12- 14). Los Doce y los otros discípulos participan de la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte ( cf Mt 10, 25; Jn 15, 20). (Catic 765).

 

El Apóstol Juan ve en la muerte de Jesús, al ser traspasado su corazón por la lanza del soldado, el nacimiento de la Iglesia: “Y al instante salió sangre y agua” (Jn 19,34) Muchos de los Padres de la Iglesia han visto en el agua el símbolo el Bautismo y en la sangre la Eucaristía, y en estos dos sacramentos han visto, el signo de la Iglesia, nueva Eva, que nace del nuevo Adán. Jesús muere, y con su sangre compra para Dios su Padre un Pueblo de su propiedad; con su Resurrección Jesús comienza un “estado nuevo”, que ya no conoce la muerte; (Catic 766) El acontecimiento de la Resurrección de Jesús de entre los muertos; es “el centro de nuestra fe” y representa además, la máxima revelación de Dios; la Resurrección de Jesús establece la comunidad apostólica como fundamento y norma de la Iglesia para todas la épocas. En la Resurrección nace el “Hombre Nuevo”, El Cristo total: Cabeza y Cuerpo.

 

Después de su Resurrección confirma lo que en vida había prometido. Jesús pregunta a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿Me amas más que estos?” Le dice él: “Señor tu sabes que te quiero”. Le dice Jesús apacienta mis corderos. Vuelve a decirle por segunda vez: “Simón hijo de Juan, ¿Me amas?” Le dice él: “Señor tu sabes que te quiero” Le dice Jesús apacienta mis ovejas”. Le dice por tercera vez:”Simón hijo de Juan, ¿me quieres? Y le dijo:”Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” Le dice Jesús: apacienta mis ovejas.” (Jn 21, 15ss)

 

Después de la muerte-resurrección y ascensión del Señor Jesús, la Iglesia se reúne al alrededor de la María, la Madre de Jesús; estaban los Doce, algunas mujeres, y algunos familiares de Jesús, el número de los reunidos era de unos 120 personas (Hech 1, 12.15) El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra el “Cumplimiento de la Promesa” “Dentro de pocos días recibiréis el Poder de lo Alto (cf Hech 1, 8): En Pentecostés, Jesús bautiza a su Iglesia con el Espíritu Santo, “Y así toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”(LG 4). En Pentecostés, con la Fuerza del Espíritu comiénzala misión y el crecimiento de la Iglesia.

         

La Misión de la Iglesia. Jesús antes de su Ascensión convoca a los suyos y como despedida les comparte la Misión que el mismo Padre le había confiado a Él. En el libro de los Hechos les dice: “No se vayan de Jerusalén, dentro de muy pocos días recibiréis Poder y recibiréis la Promesa de la cual os hablé” (1, 8). El Concilio expresa lo anterior diciendo: “Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la Tierra, fue enviado el Espíritu Santo para que santificará continuamente  a la Iglesia ( LG 4) La Iglesia ha recibido la misión de “dar vida” “santificar  y “conducir” a los fieles a la perfección  en la Gloria del Cielo (LG 48).

 

·      “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues,  haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a todo lo que yo os he mandado” (Mt 28, 19-20)

 

·      “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc. 16, 15)

 

  • “Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra, así como el padre me envió, Yo los envió a ustedes. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo “Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedaran perdonados… ” (Jn 20,21ss)

 

Todo lo anterior nos da razón suficiente para decir que la Iglesia hunde sus raíces  en la  eternidad: El Padre fuente de todo envío, es también la fuente del origen de la Iglesia.

 

Imágenes de la Iglesia (LG 7) En la Sagrada Escritura encontramos multitud de imágenes y figuras relacionadas entre sí, mediante las cuales la Revelación habla del <misterio inagotable de la Iglesia>. Las imágenes tomadas del Antiguo Testamento constituyen variaciones de una idea de fondo, la del Pueblo de Dios. En el Nuevo Testamento (Ef 1, 22; Col 1, 18), todas estas imágenes adquieren un nuevo centro por el hecho de que Cristo llega a ser la Cabeza de ese Pueblo (Catic 753).

 

  • La Iglesia redil, cuya única y obligada puerta es Cristo (Jn 10, 1-10). Es también una grey, de la que el mismo Dios se profetizó pastor. (Ez 34, 11ss) No obstante sea guiadas por pastores humanos, es Cristo mismo, Pastor y Cabeza de los pastores quien realmente guía a la Iglesia, la cuida y la alimenta. (Catic 754)

 

  • La Iglesia es labranza o campo de Dios (cf 1 Co. 3, 9) En ese campo crece el árbol de olivo, cuya raíz santa fueron los patriarcas, y en la cual se realizó y se concluirá la reconciliación de los judíos y de los gentiles (cf Rom 11, 13-26). El Dueño de la “viña” la plantó como “viña escogida” de la cual Cristo es la Vid verdadera, que comunica vida y fecundidad a los sarmientos  que somos nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia, y sin Él nada podemos hacer. (Jn 15, 1-5) (Catic755)

 

  • La Iglesia construcción y edificación de Dios. (1 de Co 3, 9) Los Apóstoles y los profetas construyen la Iglesia sobre el “fundamento” que es Cristo (cf 1 de Cor 3, 11; Ef 2, 20). Nosotros entramos como piedras vivas de esa construcción por  nuestro bautismo (1 de Pe 2, 5). La “Construcción”, Edificio espiritual cimentado en los Profetas y  en los Apóstoles tiene siempre como fundamento Cristo, la “La Piedra Angular”. (Catic 756)

 

  • Casa de Dios fundamento de la verdad (1 de Tim 3, 15) Familia habitación de Dios en el Espíritu (Ef 2, 19-22) Templo santo, representado en los templos de piedra. Templo que no fue  construido por la mano del hombre, sino, por la acción poderosa de Dios.  La Iglesia la Jerusalén de arriba y madre nuestra (Gal 4, 26; cf Apoc. 12,17)

 

  •  San Juan en el Apocalipsis describe a la Iglesia como la esposa inmaculada del Cordero Inmaculado (Apoc. 19, 7; 21, 2-9) “Cristo, la amó y se entregó por ella para santificarla” (Ef. 5,25-26); se unió a ella en alianza indisoluble, “la alimenta y la cuida (Ef. 5, 29) y la cuida sin cesar” (LG 6).

 

Un Pueblo sacerdotal, profético y real. “Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, destinado a anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz; 10 vosotros, que si en un tiempo no fuisteis pueblo, ahora sois Pueblo de Dios: ésos de los que antes no se tuvo compasión, pero que ahora son compadecidos”. (1 Pe 2, 9- 10).

 

Jesucristo es Aquel a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo. Y lo ha constituido “Sacerdote, profeta y Rey”. Todo el Pueblo participa de estas funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de la Misión y de servicio que se derivan de ellas. (Catic 783) Servicio como el enseñar la verdad, sobre Dios, sobre la Iglesia y sobre el Mundo. Anunciar y trasmitir la doctrina de la fe y de la moral cristiana, como una manera para convocar al Pueblo de Dios en torno a Cristo, prepara para la recepción de la Eucaristía y de la Vida sacramental comenzando por la Recepción del sacramento del Bautismo y culmina en la disponibilidad para servir, según el ejemplo de Cristo. (RM 19- 21)

 

El Catecismo nos sigue diciendo: “Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo Pueblo “un reino de sacerdotes para Dios su Padre”. Todos los bautizados participan de la “unción de Cristo” quedan consagrados para constituir  una casa espiritual y un sacerdocio santo (Catic 784, LG 10)

 

El Pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo, todo el Pueblo, laicos y jerarquía que han recibido la fe y el Bautismo están llamados a profundizar en la comprensión de las verdades de la fe y a ser testigos de Cristo en este mundo (Catic 785)

 

Por último, el Pueblo de Dios, participa de la función “Regia de Cristo”. Cristo realiza su realeza realizando la “Obra del Padre”, mediante su muerte y resurrección reconcilia a los hombres con Dios y entre sí en su propio Cuerpo. Cristo rey y Señor es el servidor de todos. Para el Cristiano, servir es reinar, particularmente en los pobres y en los que sufren, allí descubren la “imagen de su Fundador pobre y sufriente”. El Pueblo de Dios realiza su “dignidad regia” viviendo conforme a esta vocación de servir a Cristo. (Catic 786)

 

¿Qué podemos ofrecer a Dios? El gobierno de nuestro cuerpo, someter nuestra voluntad a Dios y servir a nuestros hermanos en comunión con Cristo: compartiendo con ellos el pan, siendo hospitalarios y poniendo nuestro tiempo al servicio de los enfermos, pobres y necesitados. Con Palabra de Pablo, el Pueblo de Dios está llamado a ofrecer un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. (Rm 12, 1)

 

La vocación del Pueblo de Dios: ser con Cristo y María Luz, Sal y Fermento, y así, poder ser ofrenda agradable a Dios. .

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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