A FUERZA DE GRATITUDES SE VUELVE LA
TIERRA ESTÉRIL
“A
ti te inventé las manos y un corazón que no duerme; puse en tu boca palabras y
pensamiento en tu frente. No basta con dar las gracias sin dar lo que las
merece: a fuerza de gratitudes se vuelve la tierra estéril”. Amén. (Himno de
laudes)
“A ti te inventé las manos,” para que trabajes, para que hagas cosas buenas, pero,
si tu quieres, puedes hacer cosas malas. El que robaba, que ya no robe, sino
que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al
que se halle en necesidad. (Ef 4, 28) No hagas cosas malas, haz cosas buenas,
edifica y no destruyas. “No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. Da de
tu pan al hambriento y da tus vestidos al desnudo” (Tb 4, 16- 17) ¿Quién pude
compartir? El que no tiene las manos tullidas o secas, el que ha padecido la
acción del Señor en su vida: “extiende tu mano, y hombre extendió su mano
enferma” (Mc 3, 5).
Y
se puso a servir a su familia, a su comunidad y a la sociedad. “El que no trabaje
que no coma” (2 de Tes 3,10) El que no trabaja se hace irresponsable, en un ser
inútil, en un parásito. No hagamos de nuestros hijos unos inútiles haciendo
todo por ellos y dándoles todo para que derrochen. El hombre se cultiva
trabajado para sí y para los demás. Los dones crecen con el uso de su
ejercicio.
“Y un corazón que no duerme”. El que se duerme es un candidato para que se siembre
en su corazón la cizaña (Mt 13, 30) Jesús nos advierte: “Vigilad y orad para no
caer en tentación” (Mt 26, 41) Vigilad significa, estar despiertos, con sus
lámparas encendidas (Lc 12,35) Despojándose del traje de tinieblas (Rm 13, 12)
y revistiéndose del hombre nuevo (Ef 4, 24) Significa luchar contra el mal,
usando la armadura de Dios (Ef 6, 10- 12) Para vencer con el bien al mal (Rm
12, 21)
Un
corazón despierto está siempre en lucha contra el pecado, dormirse es caer en
los vicios. Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos
sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche
se embriagan. (1 de Tes 5, 6- 7) Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por
eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te
iluminará Cristo (Ef 5, 14).
“Puse en tu boca palabras”. Palabras amables, limpias y veraces porque la boca
habla lo que hay en el corazón (Lc 6, 45) Con tu boca invocas a Dios; le pides,
te ofreces y le das gracias. Con tu boca te comunicas con los demás y entras en
comunicación con todos. Hablar palabras que edifican y construyen es un don de
Dios y una respuesta para no quedarse mudos. «Si he hablado mal, declara lo que
está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Mt 18, 23) Jesús
nos invita a hablar la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32) Para que seamos
mansos y humildes de corazón (Mt 11, 29) Palabras que animen, exhorten,
liberen, consueles, salven y corrijan con amor a los demás.
“y pensamiento en tu frente”. Eres un ser que piensa y decide. Hazlo siempre. Piensa
a la luz de la verdad que nos dice que valemos por lo que somos, y nunca por lo
que tenemos, eso es una mentira, que deshumaniza y despersonaliza. Usa tu mente
y pregúntate: ¿Quién soy yo? ¿Paraqué estoy aquí? ¿Para donde voy? Qué nadie
piense y quién nadie decida por ti. Porque entonces caes en el Totalitarismo,
otros piensan y decide por ti, no te realizas como persona. Te conviertes en un
“títere” de otros. Conócete a ti mismo: eres un ser único e irrepetible,
responsable, libre y capaz de amar, con la misión de servir.
“No basta con dar las gracias sin dar
lo que las merece: a fuerza de gratitudes se vuelve la tierra
estéril”. El agradecimiento es el corazón del evangelio, pero, no sólo con
palabras, sino en la verdad y justicia, con acciones, con obras. Una buenísima
manera de agradecer a una persona, es hacerle justicia: Gracias, Gracias,
Gracias, acompañada por el reconocimiento que es una persona, no es un algo,
sino un alguien. Hay que aceptarla como lo que es, y nunca como se le quisiera
que fuera. Hay que respetarla de pensamiento, palabra y obra, para que nuestra
acción de gracias no esté vacía. Hemos de agradecerle con obras y no sólo con
palabras, cargando sus debilidades o sus necesidades (Rm 15, 1) “No te
presentes con las manos vacías” (Eclo 35, 4- 5)
Y
por último el agradecimiento tiene como todo diálogo dos dimensiones: una de
apertura y otra de acogida. La
disponibilidad de caminar juntos, de estar juntos, de trabajar juntos, de rezar
juntos, de hace comunidad con el otro o con la otra, o con los demás. Nadie se
realiza solo, necesitamos de los otros y ellos necesitan de nosotros.
“Un corazón para amar y unas manos
para servir, es la mayor acción de gracias”.
“Observar la ley es hacer muchas ofrendas, atender a los mandamientos es hacer
sacrificios de comunión. Devolver favor es hacer oblación de flor de harina,
hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza. Apartarse del mal es
complacer al Señor, sacrificio de expiación apartarse de la injusticia. No te
presentes ante el Señor con las manos vacías, pues todo esto es lo que
prescribe el mandamiento. La ofrenda del justo unge el altar, su buen olor sube
ante el Altísimo”. (Eclo 35, 1- 5)
El
agradecimiento está acompañado por la virtud de la Humildad principio de todo
servicio.
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