LA
BIBLIA DIVIDE A LOS HOMBRES EN DOS: LOS QUE CREEN EN DIOS Y EN LOS QUE NO CREEN.
(Salmo 1°)
Así
dice Yahveh: Maldito sea aquel que fía en hombre, y hace de la carne su apoyo,
y de Yahveh se aparta en su corazón. Pues es como el tamarisco en la Arabá, y
no verá el bien cuando viniere. Vive en los sitios quemados del desierto, en
saladar inhabitable. (Jer 17, 5- 6)
Bendito
sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh su confianza. Es como
árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus
raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año
de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto. (Jer 17, 7-8).
Lo
anterior lo aplicamos a nuestra vida como creyentes: El Tronco es Jesucristo,
las raíces es el Padre, la Sabia es el Espíritu Santo, las ramas somos nosotros
y el Fruto son las buenas acciones. (cf Jn 15, 1- 3) Jesús también nos habló de
dos árboles. Uno que da frutos buenos y el otro queda frutos malos, “Por sus
frutos los reconoceréis” (Mt 7, 16) Pablo habla de los frutos de la fe y de las
obras de la carne: Ahora bien, las obras de la carne son conocidas:
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia,
celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías
y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes
hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.(Gál 5, 19- 21)
En
cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.
(Gál 5, 22- 23) La bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) La mansedumbre, la
humildad, la misericordia, la paz (Col 3, 12) Y en la segunda carta de Timoteo
nos dice: Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia,
de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con
corazón puro.(2 de Tim 2,22) Para san Pablo los frutos del Espíritu viene de
una “Fe sincera, de un corazón limpio y de una conciencia recta (1 de Tim 1, 5)
Nacen y crecen en una persona que se abre a la acción del Espíritu Santo en
conversión.
En
la fe sincera hay confianza, obediencia, amor y servicio a Dios y a los
hombres. La fe la tiene la persona que acepta y se somete a la voluntad de Dios. Al
estimo de Jesús que dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y hacer
su Obra (cf Jn 4, 34) La Obra del Padre es hacer la liberación, la reconciliación
y la salvación de los hombres. Para nosotros la voluntad de Dios consiste en
creer en Jesús amarlo y servirlo (cf 1 de Jn 3, 23) Y participar de su Pascua:
su muerte y su resurrección (Rm 6, 3- 4) Como lo dice Pablo: “Aborrezcan el mal
y amen apasionadamente el bien”. (Rm 12, 9) El que no hace el bien, pero hace
el mal, no tiene fe, aunque rece y prenda velas (cf Mt 7, 21). Recordemos las
palabras de san Juan: El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que
me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré
a él.» Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a
manifestar a nosotros y no al mundo?» Jesús le respondió: «Si alguno me ama,
guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en
él. (Jn 14, 21- 23). El que quebranta los Mandamientos y no se arrepiente, no
tiene fe.
La
persona de fe que tiene su confianza en Dios es el que pone todas su
preocupaciones en la manos del Señor (1 de Pe 5, 7) Su fe está en la manos de
Dios, por eso puede mover montañas, y puede plantar árboles en el mar, es
decir, puede cambiar su manera de pensar negativa y pesimista por una manera de
pensar positiva y optimista, y puede, penetrar en la voluntad de Dios para
ponerla en práctica (Rm 12, 2) La voluntad de Dios podemos decir de manera
negativa: Hijitos míos no pequéis” (1 de Jn 2, 1) O de manera positiva; “Hagan
el bien” (Rm 12, 21) “Ámense y que el amor se convierta en servicio”. Donde hay
amor hay fe (Gál 5, 6)
El
Profeta Jeremías nos dice donde no hay fe: Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí
me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas
agrietadas, que el agua no retienen. (Jer 2, 13) La idolatría era el pecado de
Israel, el culto a los ídolos. Ídolo es lo que ponemos en el corazón en lugar
de Dios. Pueden ser personas, cosas, lujos, ideologías, y más. Todo eso hay que
entregárselo al Señor para que podamos recibir su Misericordia (Mt 11, 28- 29)
Él no desprecia un corazón contrito y arrepentido (Slm 50, 19) Por la Fe
recibimos el perdón de los pecados y el Espíritu Santo que nos hacer ser hijos
de Dios (cf Rm 4, 25)
La
fe sincera es una fe madura, confía, ama, sirve al Señor y lo sigue. Si
permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis
y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis
mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros;
permaneced en mi amor. (Jn 15, 7- 9) El que permanece en el amor de Cristo,
permanece en su Cruz, no se baja, la abraza y permanece en la Voluntad de Dios.
El camino de la fe sincera es el
mismo camino del grano de trigo: En verdad, en verdad os digo: si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El
que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará
para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí
estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. (Jn 12,
24- 26) Para cultivar la planta el Señor pide dos cosas: Cultívala y protégela
(Gn 2, 15).
Y el mismo Señor ha dado a la Iglesia los medios para el cultivo: La
Palabra de Dios, escúchala, guárdala y obedécela. La Palabra te lleva a la
salvación y a la perfección cristiana por el Amor (2 de Tim 2,14. 17) La
Oración íntima, cálida y extensa. La Liturgia de la Iglesia, especialmente los
sacramentos, especialmente la Confesión y la Eucaristía. La Obras de
Misericordia, llamadas también las Obras de Caridad. (Mt 25, 36- 40) La Vida en
Comunidad: Donde dos o tres se reúnen en mi nombre… (Mt 18, 20) Y el
apostolado, que se hace por amor, y se hace en servicio (Mt 28, 20) En todo lo
anterior Cristo nos acompaña, camina con nosotros y trabaja con nosotros, así
entendemos sus Palabras: “Solamente unidos a mí podréis dar fruto” (Jn 15, 4)
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