LA
PALABRA DE DIOS NOS GUÍA A LA SALVACIÓN Y A LA PERFECCIÓN CRISTIANA.
Ya
es hora que despertéis del sueño. La noche va pasando, el día está encima;
desnudémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos de las armas de
la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad. (Rm 13, 11b. 12-13ª)
En
aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían
llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue
a decir: "Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte".
Pero él respondió: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la
palabra de Dios y la ponen en práctica".( Lc 8, 19- 21)
PALABRAS
DEL SANTO PADRE
Le
dicen: «He aquí, tu madre, tus hermanos y hermanas están afuera y te buscan»
(v.32) y Él responde: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» y mirando
a las personas que le rodeaban para escucharlo, añade: «¡He aquí mi madre y mis
hermanos! Porque quien cumpla la voluntad de Dios, es mi hermano, mi hermana y
mi madre» (vv. 33-34). Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en
vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su amor que nos acoge y nos une
entre nosotros, en el Espíritu Santo. Todos aquellos que acogen la palabra de
Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos. Acoger la palabra de Jesús nos
hace hermanos entre nosotros y nos hace ser la familia de Jesús. Hablar mal de
los demás, destruir la fama de los demás nos vuelve la familia del diablo.
Aquella respuesta de Jesús no es una falta de respeto por su madre y sus
familiares. Más bien, para María es el mayor reconocimiento, porque
precisamente ella es la perfecta discípula que ha obedecido en todo a la
voluntad de Dios. Que nos ayude la Virgen Madre a vivir siempre en comunión con
Jesús, reconociendo la obra del Espíritu Santo que actúa en Él y en la Iglesia,
regenerando el mundo a una vida nueva. (Ángelus, 10 de junio de 2018)
El
llamado de Jesús a todos es creer y convertirse para entrar en el Reino de Dios
(Mt 4,17) No es por lazos de la sangre y la carne por lo que entramos en la
Casa del Padre (cf 1 de Cor 15, 50) Todo espíritu que no viene de la fe, sino
de la carne, se queda fuera del Reino (Rm 14, 23) La carne es lo mundano, lo
pagano, lo pecaminoso (1 de Jn 2, 15) Nada de eso viene de Dios. De Dios viene
lo justo, lo bueno y lo santo (Rm 12, 2).
El
Señor nos llama a salir del exilio, para ponernos encamino de éxodo para ir a
la tierra prometida, Cristo Jesús, para en el encuentro con él ser perdonados,
purificados, reconciliados y salvados. Porque en el exilio, la tierra de la
servidumbre y de la esclavitud no hay templo, ni sacrificio, ni sacerdote, ni
rey ni patria. El exilio es el país lejano donde el hijo pródigo derrochó sus
bienes de fortuna viviendo de manera libertina (Lc 15, 11ss) Hay que volver a
Jerusalén para reconstruir el Templo y la Ciudad, restablecer el Culto y
reinstaurar la Pascua (Esdras 6, 7-8. 12. 14- 20)
¿Cómo
reconstruir el Templo? Haciendo la Voluntad de Dios: “Escuchando la Palabra de
Dios y poniéndola por obra”. En la escucha y en la obediencia de la
Palabra se construye la Casa sobre Roca
(Mt 7, 24) Y en este campo María fue la primera en hacerlo, en obediencia: “He
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su Palabra” (Lc 1, 38) El que
obedece la Palabra tiene fe, hace la voluntad de Dios, rechaza el mal y hace el
bien (Rm 12, 9). En la obediencia de la Palabra, el hombre nuevo, construye su
templo y edifica la muralla que protege si Casa. ¿Cómo lo hace? Practicando el
bien para fortalecer su fe por medio de la “virtudes cristianas”. En la
construcción de su Templo solo entra lo redimido, lo purificado, lo santo. Nada
de la carne y la sangre puede entrar en la construcción: ¿Quién puede subir al
monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos
inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo
en falso. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de
salvación. (Slm 23)
Podrá
entrar en el Reino de Dios el que hace la voluntad de Dios, el que guarda sus
Mandamientos y guarda su Palabra (1 de Jn 2, -5) El que hace la voluntad de
Dios (Mt 6, 9) El que practica la justicia, la obediencia y el amor a Dios y al
prójimo.(cf Mq 6, 8) Por eso podemos entender que los sacrificios, las
oraciones o las buenas acciones son agradables a Dios si estamos en gracia de
Dios. No es lo mismo hacerlo en pecado mortal a hacerlo en comunión con Dios.
Hay que salir de los terrenos del hombre viejo para pasar a los terrenos del
hombre nuevo, hay que nacer de lo Alto. Dos textos, uno del Antiguo Testamento
y el otro del Nuevo Testamento nos explican lo anterior:
Y
al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque
menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas:
lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de
hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al
oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y
disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la
nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán.
Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. (Is 1, 15- 19)
“No todo el que me diga: "Señor, Señor,
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre
celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en
tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de
mí, agentes de iniquidad!". (Mt 7, 21- 23)
No
basta con conocer la Palabra de Dios, hay que ponerla por obra (Snt 1, 22)
Pablo nos recuerda: Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos.
Porque es ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de
nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina.
Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas
de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y
borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos
más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer
sus concupiscencias.(Rm 13, 11- 14)
Las
armas de Luz son la armadura de Dios, son las lámparas encendidas (Lc 12, 35)
Son la fuerza y el vigor de Dios que actúa por la fe en nuestro corazón (Ef 6,
10- 12) Son las virtudes que nacen y crecen en la obediencia a la Palabra de
Dios, son las hijas de la Luz, por eso se les llama armas de Luz, como son la
bondad, la verdad, la justicia (Ef 5, 9) La humildad, la mansedumbre y la
misericordia (Col 3, 12) Son llamados también frutos del Espíritu Santo: el
amor, la paz, el gozo,… (Gál 5, 22- 23) Con cuánta razón Pablo nos dice: Huye
de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la
caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro.(2 de
Tim 2,22)
Conducidos
por la Palabra de Dios somos llevados a la salvación y a la perfección
cristiana (2 de Tim 3, 14. 17)
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