DONDE
ESTÉN DOS O TRES REUNIDOS POR AMOR ALLÍ SE FORMA LA COMUNIDAD CRISTIANA.
“Donde
estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos», dice
el Señor”. (Mt 18, 20)
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a
solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace
caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por
boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si
no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un
publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el
cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os
aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mateo 18,15-20)
En
Jesús somos comunidad fraterna, solidaria y servicial. Todos somos hermanos y
somos hijos de Dios. Porque al haber filiación, hay también fraternidad. Hemos
sido redimidos por la Obra redentora de Cristo y por la acción del Espíritu
Santo. Somos una Comunidad reconciliada, perdonada. Salvada y santificada, por
que Jesús la amó y se entregó por ella. (Ef 5, 25) Jesús quiere salvar a los
hombres, no aisladamente, sino, en Comunidad. Por eso, siempre, nos llama a la Reconciliación, a volver a ser
hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Él ama la Unidad y quiere el
crecimiento en el conocimiento del Dios verdadero hasta que alcancemos todos la
Plenitud en Cristo (Ef 4, 13).
Jesús
busca, desea y defiende el honor de todos los miembros de su Cuerpo, por eso
nos propone la corrección fraterna. Según la pedagogía de Jesús la corrección
tiene que ser movida por el amor, unida a una Caridad fraterna: Si tu hermano
peca, ve tu solo a dialogar con él. Lleva contigo una porción de humildad,
mansedumbre y misericordia para que no lo insultes ni lo ofendas ni lo regañes.
Con amabilidad, invítalo a cambiar su conducta, por eso se amable y servicial.
La corrección fraterna es un servicio al hermano. Si te escucha lo salves, es
un don para la Comunidad. Si no, no lo juzgues ni lo condenas, piensa, más bien
que no habías orado lo suficiente o que ibas bien preparado.
Según
la pedagogía de Jesús, ahora busca a dos o tres hermanos maduros en la fe para
que lo vuelvas a buscarlo para invitarlo a reconocer su mal y se convierta. Si
lo logran, lo han salvado, es otro más de la Comunidad. Si no, ahora
entrégaselo a la Comunidad, y trátalo como a un pagano, pero, sigue amándolo, y
reza por él, para que un día el se arrepienta y vuelva. El modelo de Jesús es
el de buscar hasta encontrar a las ovejas perdidas, hasta encontrarlas (Lc 15,
4) Porque recuerda lo que dice Jeremías: El corazón del hombre es lo más retorcido; no
tiene arreglo: ¿quién lo conoce? (Jer 17, 9) Como también recuerda lo que dice
Ezequiel: “Así dice el Señor: «A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en
la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de
mi parte. Si yo digo al malvado: "¡Malvado, eres reo de muerte!", y
tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el
malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si
tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de
conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida”. (Ezequiel 33,7-9)
El
profeta, es el atalaya, el guardián de la comunidad, debe denunciar, anunciar y
corregir. Sino anuncia, por eso hay tanta ignorancia religiosa, que es la causa
de que muchos se pierdan. El profeta es elegido para servir, porque existe un Pueblo,
elegido para servir a toda la Humanidad. Su servicio enseñar la Ley de los diez
Mandamientos, para que sea luz de los pueblos de la tierra.
Os
aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo
que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Para san Juan, atar y
desatar es perdonar o no perdonar (Jn 20, 23) Para que los hombres se
reconcilien con Dios y entre ellos. Jesús piensa en una Comunidad fraterna y
solidaria que vivan en comunión, participación y en misión. Con las puertas abierta
con la disponibilidad de salir para ir al encuentro de los demás para ayudarles
y para servirles. Atar y desatar, significa la potestad que Jesús dio a los
Discípulos y en ellos a toda la Iglesia para Anunciar el Evangelio, para
celebrar los Sacramentos y para conducir al Pueblo de Dios. No para cambiar la
enseñanza de Jesús que es viva, eficaz y actual. Nadie puedo hacerlo, ni el
Papa ni el Obispo ni el Sacerdote, ni individualmente ni en comunión: Jesús y la
Palabra de Dios está por encima de Todos.
“Os
aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Ponerse de acuerdo
equivale a “reconciliarse” Vivir como hijos de Dios y como hermanos. Estar en
el Nombre de Jesús, es estar en la Verdad y en el Amor que es Cristo Jesús (Jn
14, 6) Donde hay amor, verdad y vida está Jesús. Lo que el Señor está diciendo
a su Comunidad: “Ámense como yo los he amado”. Ámense los unos a los otros para
que estén en Paz, que viene de la Justicia porque caminan en la Verdad y en la
luz que es Amor.
Si
hay Amor en la Comunidad existen tres realidades que son inseparables: La
preocupación mutua, la reconciliación continua y el compartir permanente. Hay
Comunión y hay Participación hay Misión para salir fuera de casa e ir a buscar
a los extraviados para iluminarlos con la luz del Evangelio que es Amor. Todos
podemos estar en comunión con Cristo, aunque no puedan comulgar, porque si comulgamos
en pecado mortal caemos en sacrilegio. Los medios que Dios no ha dado son dones
de Dios: La Palabra, escúchala, guárdala y ponla en práctica. La Oración,
íntima, cálida y extensa, oración que brota del corazón. La Confesión para recibir el perdón de los pecados. La Eucaristía, aunque no
comulgues, puedes orar y escucha la Palabra. La Obras de Misericordia, la práctica
de la caridad. No le hagamos al ciego o al sordo: Si alguno que posee bienes de
la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo
puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de
boca, sino con obras y según la verdad.(1 de Jn 3, 17- 18)
En esto sabemos que le
conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no
guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien
guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud.
En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir
como vivió él. (1 de Juan 2,3- 6)
Publicar un comentario