DICHOSOS LOS QUE ESCUCHAN LA PALABRA DE DIOS Y LA PONEN EN PRÁCTICA.

 


DICHOSOS LOS QUE ESCUCHAN LA PALABRA DE DIOS Y LA PONEN EN PRÁCTICA.

No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan. Da de tu pan al hambriento y da tus vestidos al desnudo. Busca el consejo de los prudentes. Bendice al Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos todos tus caminos y que lleguen a buen fin todas tus sendas y proyectos. (Tb 4, 16-17. 19-20)

No hagas el mal a tu prójimo y haz el bien a todos, lo que Pablo nos recuerda: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien, y con el bien venzan al mal” (Rm 12, 9. 21) Busca el consejo de los que viven en la verdad, de aquellos que son como árboles plantados a la orilla de un río, sus raíces están siempre en el agua, sus ramas siempre verdes y dando frutos los doce meses del año (cf Slm 1, 1- 3; Jer 17, 8) Alabando siempre al Señor e invocando su protección para no desviarse del camino. El caso de que hemos fallado, él nos dice una tercera Palabra: “Arrepiéntete”. Para que tus pecados sean perdonados y recibas mi Gracia, mi Amor que se manifiesta en los débiles (2 de Co 12, 9) Para que puedas caminar, hacia la Meta:

Con ánimo dispuesto y vigilante poned toda vuestra esperanza en la gracia que os llegará cuando Jesucristo se manifieste. Como hijos obedientes no os amoldéis a las pasiones que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia. (1Pe 1, 13-14) Con palabras de Pablo: no viváis en la carne que es una vida mundana y pagana, una vida de pecado, más bien, déjense conducir por el Espíritu Santo para que sean hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y templos vivos del Espíritu, discípulos y servidores de Cristo:

“Como es santo el que os llamó, sed también santos en toda vuestra conducta, porque está escrito: «Sed santos, porque yo soy santo.” (1Pe 1, 15-16) La santidad depende de la escucha y la obediencia a la Palabra de Dios, del amor a Dios, del seguimiento y el servicio a Cristo y a los demás. La santidad es el fruto de la comunión con Cristo, y por ende del amor. Sin seguimiento de Cristo no hay santidad, no hay verdad, no hay libertad y no hay amor, y sin amor no hay servicio. La santidad pide vivir en la voluntad de Dios: aceptarla y someterse a ella. Entonces Santiago nos dirá:

Vivid sometidos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Humillaos en la presencia del Señor y él os ensalzará. (St 4, 7-8a. 10) Lo buscamos y lo encontranos porque él viene en nuestro auxilio, nos busca hasta encontrarnos (Jer 29, 13;Lc 15, 4) Dejarnos encontrar para dejarnos conducir a la verdad que nos hace libres para amar y para servir (Jn 8, 32) Para ser libres nos libertó Cristo (Gál 5, 1) Para que podamos poner en práctica la Palabra de Dios y podamos construir la casa sobre Roca, sobre Cristo: Amor, Verdad y Vida (Mt 7, 24; Jn 14, 6) No basta con escuchar la Palabra, hay que ponerla en práctica, según lo ha dicho Santiago:

“Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. El que se concentra en el estudio de la ley perfecta (la que hace libre) y es constante no como oyente olvidadizo, sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla”. (St 1, 22. 25) Así lo ha dicho el mismo Jesús en dos ocasiones: Se presentaron donde él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.» Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.» (Lc 8, 19- 21)  Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!. Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.» (Lc 11, 27- 28)

Guardar la Palabra de Dios en nuestro corazón, no como se guarda un pollo en el refrigerador, sino en un corazón cálido y agradecido, sólo entonces podremos ver las maravillas de Dios en nuestra vida, sus manifestaciones: la liberación, la reconciliación, la creación nueva y la promoción, de grandes pecadores en hijos de Dios y en servidores de él y de todos. (cf Rm 5, 20) Porque en el Reino de Dios nadie vive para sí mismo, vivimos para el Señor y para los demás (Rm 14, 8)

Sin olvidar que los Mandamientos de Dios, son palabras que salen de su boca, son divinas, santas y eternas. Su sentido es el amor y el servicio a Dios y a los hombres: El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» (Jn 14, 21) En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. (1 de Jn 2, 3- 5)

Escucha, Israel; cuida de practicar lo que te hará feliz y por lo que te multiplicarás, como te ha dicho Yahveh, el Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas.(Dt 6, 3- 9)

Que nadie te quite la Palabra de Dios, sus Mandamientos y sus Sacramentos. Son los denarios para tu Salvación.

 




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