FELICES
LOS POBRES DE ESPÍRITU PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.
Iluminación: Aprendí la sabiduría sin malicia, reparto sin envidia,
y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres:
los que lo adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su
enseñanza los recomienda. (Sb 7, 13-14)
«¿Con
qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un
grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier
semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace
mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo
anidan a su sombra.»(Mc 4, 30- 32)
La
Palabra de Dios es poderosa, es la semilla del Reino que nace y crece hasta más
grande que las hortalizas y echa ramas tan grandes que hasta las aves del cielo
vienen y se anidan a su sombra. Para luego hacerse pequeñita, otra vez, y
empezar nuevamente su proceso. Para crecer ha de disminuir hasta desaparecer (Jn
3, 30) Para nacer hay que morir, después de que nazca tiene que cultivarse hasta dar frutos, unos
el cien, otros el sesenta y otros el treinta.(cf Mc 4, 20
Jesús
es el grano de mostaza y de trigo (Jn 12, 24) Que se hizo pequeñito para nacer,
después, murió y resucitó para ascender y sentarse a la derecha del Padre (Ef
2, 4- 6) “Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual,
siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su
pobreza”. (2 de Cor 8, 9) La pobreza de Jesús es la Encarnación en el seno de
María. Su pobreza es el haber vivido en Nazaret, es su
Pasión y su Muerte. Jesús es el Pobre que se hizo hombre para salvarnos
y para hacernos ricos con su pobreza. La
riqueza de Jesús que compartió con nosotros es: Ser Hijo de Dios, el hermano
universal y el servidor de todos. Esta es nuestra herencia (Rm 8, 17) “Vivir
como él vivió,” dándose , entregándose y compartiendo su vida con todos (Lc 24,
30).
Jesús
es el Pobre, es la vida elegida por él, desde la eternidad. El no hizo “la
opción por los pobres”. Él hizo la opción por lo humano: por los pobres, los
ricos, los hombres y las mujeres, por los viejos, los jóvenes y por los niños,
por todos. Murió y resucitó para sacar a los ciegos, a los sordos, a los mudos,
a los cojos del pozo de la muerte, es decir a los que yacían en el pozo de la
muerte, atrofiados por el pecado. Por eso cuando los enviados del Bautista
llegan y le preguntan: ¿Eres tú al que esperábamos o hay que esperar a otro?
(Lc 7, 19) En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de
malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les respondió: «Id y contad a
Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos
quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres
la Buena Nueva; (Lc 7, 21- 22) Los pobres son los que acogen la Palabra de
Jesús en sus corazones como Zaqueo, la Samaritana, Nicodemo, Pablo de Tarso y
todos sus discípulos (Lc 19, 1- 10; Jn 4, 10; Jn 3, 1- 5; Hch 9)
La
opción de Jesús es por los humanos, por eso Santiago dice que no hizo acepción
de personas: Hermanos míos, no entre la acepción de personas en la fe que
tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado. (Snt 2, 1)
Supongamos
que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido
espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio; y que dirigís vuestra
mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un
buen lugar»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o
«Siéntate a mis pies» ¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser
jueces con criterios malos? (Snt 2, 1- 4) Es un pecado religioso, es un pecado
social. Y el mismo Santiago nos había dicho: El hermano de condición humilde
gloríese en su exaltación; y el rico, en su humillación, porque pasará como
flor de hierba: sale el sol con fuerza y seca la hierba y su flor cae y se
pierde su hermosa apariencia; así también el rico se marchitará en sus caminos.
(Snt 1, 9- 11)
Dos
clases de hombres, uno le puede servir a Dios y el otro al dinero. Creyentes
que creemos en Dios, pero, le servimos al dinero. Y la Palabra nos dice: “No se
puede servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24; Lc 16,13) “No se puede adorar a
Dios y al dinero”. Nos dice Jesús al vencer al Maligno en la tercera tentación:
«Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él
darás culto.» ( Mt 4, 10) Adorar al
dinero es el pecado contra el primer Mandamiento.
Jesús
le dijo al joven rico: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y
dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.» Al
oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos
bienes. (Mt 19, 21- 22) El joven era muy religioso, guardaba los mandamientos,
rezaba, paga diezmos, daba limosna a los pobres, pero, era esclavo del dinero,
y se retiro muy triste.
Otro
hombre, Zaqueo, era muy rico, con alegría le abre las puertas de su corazón a
Jesús, le ofrece una cena y se queda en su casa. Otro día, con alegría comparte
sus bienes con los pobres y regresa lo robado. La razón es que la salvación ha
llegado a su casa (Lc 19, 1- 10) Uno se retira con tristeza y otro con alegría.
Uno tenía las manos tullidas, secas y paralizadas, el otro, por el encuentro
con Jesús quedó libre para compartir.
Extiende
tu mano, le dice Jesús a uno que tenía la mano tullida, y él extendió la mano
enferma (Mc 3,1- 5) Extender la mano equivale a servir, lavar pies, ayudar y compartir
los bienes materiales, intelectuales y espirituales. La clave está en el
encuentro con Jesús, el Señor. Encuentro liberador y gozoso, en el que se da un
intercambio entre la miseria (la codicia) y la misericordia (el compartir). La
codicia es la acumulación de la riqueza, poniendo en ella nuestra seguridad, convirtiéndola
en nuestro ídolo, o nuestro dios.
Pablo entonces nos dice cual es el sentido de
la riqueza: “El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos,
haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad”.(Ef
4, 28) El verdadero sentido de la riqueza es el compartir para hacer de todos
una Comunidad fraterna. Entre más tengas mejor, para que ayudes a los demás a
vivir con más dignidad. Para no ser como el rico Epulón que no extendió la mano
de la mesa a la puerta donde se encontraba Lázaro (Lc 16, 19- 31)
Por
eso Jesús puso como puerta para las Bienaventuranzas: la pobreza espiritual: “Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. (Mt 5, 3)
Pobre de espíritu es el que reconoce su miseria, sus debilidades y sus
necesidades. Reconoce sus pecados y se abre al perdón y a la misericordia.
Pero, también el pobre de espíritu es aquel que reconoce, sus cualidades, sus
virtudes, sus bienes, y no presume, sabe que todo lo bueno que tiene ha sido un
don de Dios y se abre a compartir con los demás. El pobre de espíritu no
derrocha, no es consumista, no gasta en lujos superfluos, en cosas
innecesarias, porque todo esto es un fraude a los pobres. Más bien, se preocupa
por los demás, los necesitados, se reconcilia con ellos y comparte sus bienes:
Puede servir a Dios y a los hombres.
El pobre de espíritu es el hombre
nuevo que se ha despojado del hombre viejo para revestirse con la “Pobreza de
Jesús”: El Hijo de Dios, el Hermano universal y el Servidor de todos. Por eso
pido da a sus discípulos la enseñanza que es esencia del cristianismo: Mas Jesús los llamó y dijo:
«Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los
grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el
que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que
quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera
que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su
vida como rescate por muchos.» (Mt 20, 26- 28)
Para Jesús, el Maestro y
Señor lo contrario al poder es el Servicio, y el que no vive para servir, no
sirve para vivir. San Juan da a sus discípulos el mandato de servir por amor: Vosotros
me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque
lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros
también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para
que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. «En verdad, en verdad
os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía.
(Jn 13, 13- 16)
Pobre es el hombre humilde
que le abre las puertas de su corazón a Jesús, a su Mensaje. a su Obra y a su Misión.
(cf Apoc 3, 20)
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