EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL
Objetivo: Dar a conocer los criterios de discernimiento, tanto, personales como comunitarios en la vida espiritual, para poder conocer la voluntad de Dios en cierto momento de nuestra vida y no ser arrastrados por cualquier viento de doctrina. (Ef 4, 14)
“Porque el pensamiento de la carne es muerte, pero el pensamiento del espíritu es vida y paz” (Rom 8, 6; cfr 14, 17-18). El Discernimiento es: Una necesidad no postergable.
¿Qué es el discernimiento?
El
discernimiento es una de las virtudes escatológicas que jamás aparece separada
de otras virtudes como el agradecimiento por todo lo que Dios ha hecho en el
pasado y en presente; de la esperanza que alaba las promesas del Señor mediante
una vida de entrega y confianza; la vigilancia para captar las posibilidades
que nos presenta cada momento; la disposición para salir al encuentro del Señor
siempre que nos llama a salir para ir a él o para salir al encuentro del
necesitado.
Como servidores, somos colaboradores del Señor de la historia, razón por la que hemos de estar atentos para descubrir la voz de Dios en medio de los acontecimientos. Para esto se ha de aprender a leer los “Signos de los tiempos”. Estos son los acontecimientos históricos, económicos, políticos, religiosos, sociales, psicológicos, etc.
Si hablamos de la educación en la fe y de evangelización, uno de los signos de nuestro tiempo que, nos desafía es el hecho de que una gran parte de los bautizados no han sido evangelizados en absoluto, y cada día se alejan más de la Iglesia con una actitud de crítica negativa hacia ella. Miremos al mismo tiempo otro signo de los tiempos: las fiestas de Diciembre: La devoción guadalupana, Adviento y Navidad: mucha fiesta, mucho ruido, mucho folklor, pero muy poca, y en algunos casos nada de vida espiritual.
Aprender
a leer los “Signos de los tiempos”, exige: Vivir en comunión con el Señor de la
historia y en solidaridad con su pueblo. Dos realidades inseparables. “Fe
sincera en Jesucristo y amor para su Pueblo”. Estar profundamente enraizados en
la comunidad de los creyentes y en una vida de oración personal y comunitaria.
La vida de oración íntima, cálida y permanente,
es el mejor caldo de cultivo de la libertad interior, de la creatividad,
de la franqueza, del desprendimiento y de la valentía. Sólo una comunidad
orante será capaz de escuchar la voz de los signos de los tiempos y podrá
discernir los verdaderos profetas.
Ø
Ser
dóciles al Espíritu Santo que nos establece en el Paraíso y nos introduce en el
Reino de Dios. Espíritu que clama en nuestros corazones: Abba, Padre.
Ø La confianza en el Espíritu Santo no deja lugar para la desidia intelectual ni para nuestra pereza espiritual. Como tampoco para el despilfarro y el derroche.
Ø El Espíritu Santo inspira confianza y valentía, pero jamás da pie, a la superficialidad y al pesimismo. Más aún nunca nos llevará a un lugar donde pongamos en peligro la gracia de Dios.
Ø El don del discernimiento viene acompañado de la fe, la esperanza y la caridad y de otras virtudes escatológicas como son, la oración la alabanza, el agradecimiento….
El
discernimiento es un don del Espíritu Santo concedido a los que creen, esperan
y aman a Jesucristo y son dóciles al Santo Espíritu que nos enseña a verlo todo
a la luz de Cristo, de sus ministerios, de sus palabras y de su presencia en
medio de su Pueblo y, de manera especial, en los menos favorecidos. Pero al mismo tiempo no caigamos en la
estupidez de pensar que toda persona y cualquier comunidad es capaz de descifrar
por su cuenta la importancia de los signos de los tiempos. Con todo, insertados
en la Iglesia universal, profética toda persona puede llegar a obtener la
visión necesaria de los signos más importantes; puede aprender a discernir las
oportunidades particulares y los peligros que acechan a la vida personal y en
la comunidad.
“Si algunos “llamados dones o carismas del Espíritu Santo no edifican la Iglesia, no ayudan a crecer en santidad y en unidad, son falsos, no sirven.” Hablemos de los criterios de discernimiento según san Pablo:
2. Criterios de discernimiento según San Pablo.
San Juan en su primera carta nos sobre avisa que no aceptemos cualquier inspiración, sino, que más bien, como personas adultas en la fe sepamos discernir los espíritus: “Queridos míos, nos os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad los espíritus, a ver si son de Dios” (1Jn 4, 1ss). ¿Cómo saber realmente si una inspiración viene de Dios? ¿Cuáles son los criterios de discernimiento? De la doctrina Paulina se obtienen algunos criterios de discernimiento.
1). Los frutos.
El espíritu bueno y el espíritu malo se reconocen por sus frutos. Para nada
contradice la doctrina del Apóstol “La regla de oro evangélica”, que siempre
será: “El árbol se conoce por sus frutos” (cfr Mt 7, 20). “La obras de la carne
son manifiestas: fornicación, impureza, lujuria… Por el contrario, los frutos
del Espíritu son: caridad, alegría, paz, bondad, fe, mansedumbre, dominio
propio” (Gál 5, 19-22; Ef 5, 8-10; Rom 7, 4-5. 19-20).
Algunos frutos: Efesios 5, 7-8.: Frutos de tinieblas: la mentira, el odio, indiferencia y la injusticia. Frutos de luz: la verdad, la libertad la bondad, la justicia, la paz. Estilos de pensar a la luz de la mentira: la acepción de personas; actitudes y acciones ajenas al estado de vida. la autoestima baja o alta; Vicios, pornografía, el derroche o el despilfarro.
2). La comunión eclesial. Los dones auténticos del Espíritu son los que edifican la Iglesia (1Cor 14, 4. 12. 26). Los carismas son dones fecundos para la Iglesia, sobre todo la profecía, la cual es una palabra eficaz que da luz y paz, ánimo y confianza. ¿Qué es lo que rompe la comunión? ¿Hacemos acepción de personas? ¿Nos valoremos por lo que tenemos? ¿Qué divide la Comunión? La malicia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia. (1 Pe 2, 1)
3). La fuerza en la debilidad.
El Espíritu se manifiesta con signos de poder: milagros, seguridad para
proclamar la Palabra, hacer prodigios y afrontar las persecuciones (1Tes 1,
4-5; 2Cor 12, 12). Pero la pedagogía de Dios se manifiesta en los débiles. Son
signos que resultan, tanto, más auténticos cuanto más contrastan con la
debilidad del Apóstol (2Cor 2, 4, 12, 9). “Concédeme Señor, el don de la
debilidad.”
4). La inmediatez de Dios. Seguridad de una vocación divina en la docilidad eclesial. Por una parte, Dios da la certeza de la vocación (Rom 1, 1, Gál 1, 15; Fil 3, 12) y, por otra, una llamada debe ser autenticada por la comunidad eclesial (Gál 1, 18) y por sus responsables. Quién no acepte la corrección o el discernir el carisma, mejor que se vaya. La autosuficiencia es muy aliada a la soberbia
5). La luz y la paz. Los dones del Espíritu no son impulsos ciegos que suscitan dificultades y desorden (1Cor 14, 33). Esto vale de las manifestaciones extraordinarias, sino también de las mociones interiores: “La tristeza que es según Dios causa penitencia saludable e irrevocable, mientras que la tristeza del mundo engendra la muerte (2Cor 7, 10). “Porque el pensamiento de la carne es muerte, pero el pensamiento del espíritu es vida y paz” (Rom 8, 6; cfr 14, 17-18).
6). La comunión fraterna. Es el criterio más seguro e importante que revela los signos de la presencia del Espíritu (Rom 12, 5; 1 Cor 12), y garantiza una recta interpretación de los signos. La comunión fraterna es la “Casa del Espíritu” donde se mueve a sus anchas. Comunidad fraterna en la que existe una preocupación mutua, una reconciliación continua y un compartir permanente. Hay Comunión, Participación y Misión, hay Sinodalidad. La comunión fraterna es uno de los pilares de la Iglesia (Hch 2, 42)
7). Jesús es el Señor. El criterio supremo de discernimiento, es el alcance y las consecuencias que ciertas emociones o actitudes tienen respecto a Jesús: “Nadie, hablando en el Espíritu de Dios, dice: “Maldito es Jesús, ni nadie puede decir: “Jesús es el Señor, sino el Espíritu” (1Cor 12, 3). Confesar que Jesús es el Señor no es sólo pronunciar una fórmula, sino descubrir el secreto de su persona, proclamar su divinidad, adherirse a él por la fe y el amor, lo cual no es posible más que con la gracia del Espíritu Santo. El señorío de Jesús nos asegura en tres disponibilidades: Disponibilidad para hacer la voluntad de Dios. Disponibilidad para salir de sí mismo e ir al encuentro del pobre, del enfermo, del necesitado. Disponibilidad de darse muerte por realizar los dos primeros objetivos. El señorío de Cristo nos lleva al servicio.
3. Discernimiento personal y comunitario.
Distinguimos entre discernimiento personal y comunitario. Por el primero, se entiende la búsqueda de la voluntad de Dios por una persona particular, por el segundo, la búsqueda realizada por la comunidad o por un grupo de personas que tienen algo en común, o en últimas por la Iglesia.
Los
dos aspectos, son distintos, pero no están separados. El segundo aspecto supone
al primero, por un grupo o comunidad puede ponerse en camino de discernimiento,
en la medida que en que los individuos hayan hecho una profunda experiencia de
Dios y se dejen guiar por el Espíritu en sus opciones. También el primero
supone al segundo, en cuanto la escucha de Dios pasa necesariamente a través de
la mediación de la Iglesia, que lee los signos de los tiempos, de la sociedad
en que se vive.
Cuando nos sentimos inspirados a tomar una opción determinada o una determinada orientación espiritual, es preciso medir esos impulsos con dos criterios fundamentales:
Ø La conformidad con la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia. Dejarse juzgar por la fe de la Iglesia (Rom 12, 6; 1Cor 14, 29-32; 1Jn 4, 2).
Ø
El
servicio para la edificación de la Iglesia, como el fin para el cual el
Espíritu Santo otorga los dones: 1Cor 12, 7; 14, 12- 26; lo contrario de la
edificación es la división, que no puede venir del Espíritu Santo (1Cor 1,
10-13). El Espíritu Santo es uno y no puede contradecirse.
Publicar un comentario