DIOS DESEA SER MORADA DE LOS DE CORAZÓN ABATIDO Y ARREPENTIDO.
Así
dice el Señor: «El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies: ¿Qué
templo podréis construirme?; ¿o qué lugar para mi descanso? Todo esto lo
hicieron mis manos, todo es mío —oráculo del Señor—. En ése pondré mis ojos: en
el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.» (Is 66,1-2) El
Señor desea y quiere habitar en nuestros corazones por eso envió a su Hijo,
para sacarnos de la sepultura y para llevarnos a nuestro suelo (Ez 37, 12) Jesús
viene a conquistar esta porción del reino de Dios que había caído en las manos
del Príncipe de las tinieblas. Lo vence lo ata, para luego irse como Misionero
del Padre a liberar a los oprimidos por el Diablo (Hch 10, 38).
En ése pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis
palabras. El que con un corazón dolido y arrepentido escucha la Palabra que lo
invita abrirle su corazón para que el Señor entre en él: Mira que estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y
cenaré con él y él conmigo. (Apoc 3, 20) En la obediencia a la Palabra de Dios
que nos llama: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo
os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (mt 11, 28- 29)
Para que el descanso que es el Señor, hay que romper con el pecado, hay que entregarle
la Carga al Señor para recibir el perdón y la paz, quedar libres para que él
sea nuestro Descanso.
“Libres de manos enemigas, podamos servirle
sin temor, en santidad y justicia delante de él todos nuestros días.” (Lc 1,
74- 75) Para poseer el Descanso de Dios, la Perla preciosa, hay que entregarle
todo, para qué el sea el Señor de nuestras vidas (Mt 13, 44- 45) Y nosotros
seamos simples administradores de los dones de Dios, conducidos por la Gracia
de Dios (cf Rm 8, 14) Y vivir según Cristo que habita por la fe en nuestro
corazón (Ef 3, 17) Entonces pasamos de dueño, de las manos de Satanás a las
manos del Dios de todas Misericordia: “El nos arrancó del poder de las
tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo amado”. (Col 1, 13) Así lo
entiende san Juan que nos ha dicho: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para
llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!.” (1 de Jn 3, 1) Hemos cambiado de
padre, ahora el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, es también nuestro Padre.
(Mt 6, 9)
Cuando Dios habita por la fe en nuestro
corazón, somos casas de Dios: El
Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos
de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de
Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. (Rm 8, 16-
17) Nuestra herencia es Dios, es nuestro Descanso. Por eso podemos amar y hacer
el bien, porque Dios que es Amor habita en nosotros. Así lo explica san Juan: “Si
alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada en él.” (Jn 14, 23) Lo amamos por él nos amó primero (1 de Jn 4,
10) Y porque ha derramado su amor en nuestro corazón, juntamente con el
Espíritu Santo (Rm 5, 5) Lo que pide ser justificados por la fe: perdonados,
reconciliados y salvados en Cristo y por Cristo (cf Rm 5, 1; Gál 2, 16).
La justificación por la fe nos saca
del reino de las tinieblas y nos lleva al
reino de la luz: Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz
en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en
toda bondad, justicia y verdad. (Ef 5, 8- 9) Qué la Palabra de Dios sea nuestra
brújula para que nos consagre al Señor en la verdad (Jn 17, 17), nos conduzca a
la salvación (2 de Tim 3, 14) y a la perfección cristiana por el amor (2 de Tim
3,17) Para esto Jesús nos dice: Permanezcan en mi amor (Jn 15, 9) Lo que
significa permanezcan en mi Descanso. ¿Cómo podemos hacerlo? Muriendo al pecado
y viviendo para Dios (Rm 6, 3- 4) Huyendo de las pasiones de la juventud para
buscar la verdad, la justicia y la caridad (cf 2 de Tim 2, 22).
La espiritualidad bíblica, llamada
también espiritualidad de la Luz,
tiene cuatro exigencias para poder tener a Dios como nuestro Descanso:
“Romper con el pecado:” “Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la
luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos
purifica de todo pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la
verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él
para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No
hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.” (1 de Jn
1, 7- 10)
“Guardar los Mandamientos de Dios:” “En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus
mandamientos. Quien dice: «Yo le
conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en
él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado
a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.” (1 de Jn 2, 3-5)
“Guardarse del mundo:” “No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si
alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Puesto que todo lo que
hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos
y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y
sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para
siempre.” (1 de jn 2, 15- 17)
“Guárdense de los falsos profetas:” “Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a
venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual
nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no
eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con
nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los
nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros lo
sabéis.” (1 de Jn 2, 18- 20)
Y
con aporte de san Pablo podemos añadir otro paso de la espiritualidad bíblica:
“Permanezcan en mi Cruz:” “Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la
carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos
también según el Espíritu. No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a
los otros y envidiándonos mutuamente. (Gál 5, 24. 26)
El
que vive según el Espíritu, vive en Cristo, y vive según Dios.
Publicar un comentario