LOS HOMBRES Y MUJERES DE DIOS SON MANSOS Y HUMILDES DE CORAZÓN.



LOS HOMBRES Y MUJERES DE DIOS SON MANSOS Y HUMILDES DE CORAZÓN.

Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, (Lc 1, 46- 48)

Sed humildes unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os eleve. Descargad en él todas vuestras preocupaciones, porque él se interesa por vosotros. (1Pe 5, 5b-7)

El hombre humilde es pobre espiritual, sufrido, es manso, limpio de corazón, es misericordioso, pacifico, compasivo (Mt 5, 3- 11) Lo contrario a la humildad es la soberbia, la mentira, la envidia, la hipocresía y la maledicencia (1 de Pe 2,1) Esto nos orienta a las palabras del apóstol Santiago:

¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones. ¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios. (Snt 4, 1- 4)

El humilde, lo es porque camina en la verdad, ha tonado la firme determinación de seguir a Cristo y la determinación de dar la espalda a la vida mundana y pagana para ser el hombre conducido por el Espíritu Santo. Hablando de la amistad con el mundo Jesús nos ha dicho: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.” (Jn 15, 13- 14) “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo.” (Jn 15, 18- 19) El mundo hace referencia a las doctrinas e ideologías que rechazan a Cristo Jesús, su Mensaje, su Obra y su Iglesia.

La humildad reside en la cercanía con Dios, en la comunión con Cristo (Jn 15, 4) Es pura gracia de Dios: Más aún, da una gracia mayor; por eso dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos. (Snt 4,6- 8)

Cuando venga la luchas o las tentaciones, no te desanimes, aférrate a Cristo en oración, (Eclo 2, 1) pon en sus manos todas tus preocupaciones, y el mal, al ver que eres un luchador que amas apasionadamente el bien se va de tu lado (1 de Pe 5, 7; Rm 12, 9)

El hombre humilde se sabe débil y frágil, no se sabe fuerte y con poder, no se arriesga, sabe que su cola es de paja y si se acerca al fuego se le puede quemar su cola. Sabe escuchar la Palabra: “Huye de las pasiones de tu juventud” (2 de Tim 2, 22) Y a la misma vez dedícate a buscar a Dios, tú Fuerza, tu Luz y tú Misericordia. Sabe que todo lo bueno que posee, no lo  ha comprado, es un don de Dios, y no presume, sino que más bien lo pone al servicio de los necesitados. Es capaz de extender la mano para compartir y servir a los más necesitados. La humildad es inseparable de la mansedumbre y de la caridad.

La fe del humilde se encuentra en la sencillez de vida, en su pureza y en el servicio. En la disponibilidad para aceptar la voluntad de Dios y someterse a ella. En la disponibilidad para salir fuera de sí, para ir al encuentro de una persona concreta para iluminarla con la luz del Evangelio, el Amor. En la disponibilidad de dar su vida por realizar los objetivos anteriores. Es portador de la caridad pastoral. Es un servidor de sus hermanos.  Por eso puede ver las maravillas de Dios en su vida y en la vida de los otros. Al igual que el apóstol san Pablo:

Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. (2 de Cor 12, 7- 9) Por eso el apóstol con autoridad dice a los romanos y hoy a nosotros: “En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual.” (Rm 12, 3)

El camino para hacerse humildes y de corazón sencillo, es hacerse hombres de esperanza que solo nace y crece en un corazón pobre, humilde y sencillo. Es el camino de la Verdad que es inseparable de la Luz (Jn 8, 12; Jn 14, 6) Es un hombre presto a escuchar a los demás. Se deja corregir por los demás. Y lo más hermoso que los reconoce como personas valiosas, importantes y dignas. Las acepta como son y no de otro modo. Las respeta incondicionalmente de pensamiento palabra y lengua. Las perdona, las disculpa y carga con sus debilidades. Se abre a un diálogo amistoso y fraterno con los demás para caminar juntos, trabajar juntos y realizarse con ellos.

El hombre humilde no se sabe hecho, sino, que se sabe que está en el camino, haciéndose con otros y para otros. No se complica la vida, tiene a un Alguien que lo ama, lo perdona, lo salva y le da Espíritu Santo. Se trata de Jesús, en quien pone su confianza, es su Luz, su Fuerza y su Amor.

 

  

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