LA
PALABRA DE DIOS ES PODEROSA PARA HACER DE NOSOTROS HOMBRES NUEVOS.
La
Palabra de Dios es poderosa puede cambiar nuestras mentes embotadas y nuestros corazones
duros y vacíos. Pueden también cambiar nuestra manera de hablar, de lenguas
viejas en lenguas nuevas y puede cambiar nuestras conductas, de paganas y
mundanas, en conductas digna de vivir según Dios. Palabra poderosa que nos
convence que Dios nos ama, aún a pesar de que somos pecadores. (Rm 5, 6) Nos
convence que somos personas valiosas e importantes para Dios (Is 43, 1- 4) Todo
empieza cuando Dios nos envía una Palabra a nuestro corazones y la aceptamos
con fe (cf Rm 10, 17)
Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada
alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu,
hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del
corazón. (Heb 4, 12) Es Luz que ilumina nuestras tinieblas y nos ayuda a
reconocer nuestros pecados. Por otro lado nos ayuda a conocer nuestras posibilidades
para que nos levantemos de una vida arrastrada a una vida valiosa, importante y
digna. Con la fuerza de la Palabra podemos caminar sobre las aguas, es decir,
podemos vencer el mal. Podemos caminar sobre las nubes que significa hacer el
bien. Lo que significa caminar en el poder de Dios.
Tal
como lo dice el apóstol Pablo: Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien
transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis
distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto. En
virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros:
No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima
según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual. (Rm 12, 2- 3) Cambia
nuestra manera de pensar y nos tumba del caballo, como a Pablo, o del monopolio
económico, como en el caso de Zaqueo:
Había
un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver
quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña
estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a
pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo:
«Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» Se
apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo:
«Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en pie, dijo
al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo
defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» (Lc 19, 2- 10)
Cuando
dejamos que la Palabra realice su obra en nosotros podemos ver las maravillas
que Dios realiza en nuestros corazones. Que
la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a
otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de
todo corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. (Col 3, 16) La riqueza
de la Palabra va desde la escucha, al arrepentimiento, al nuevo nacimiento, a
la salvación y a la santificación, hasta la vida eterna (Jn 3, 1- 5; 1 de Ts 4,
3) La riqueza de la Palabra como luz y fuego nos purifica y destruye los ídolos
del corazón para luego llevarnos a los terrenos de Dios: la bondad, la verdad y
la justicia (Ef 5, 9) A revestirnos de Cristo en justicia y santidad (Ef 4, 24)
¿No es así mi palabra, como el fuego, y como un martillo golpea la peña? (Jer
23, 29)
Como
descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que
empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al
sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que
no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya
cumplido aquello a que la envié.(Is 55, 10- 11) La Palabra es como la lluvia,
baja del cielo como regalo de Dios, empapa la tierra, la fecunda y la hace
germinar para que dé fruto en abundancia. La Semilla dio fruto porque murió,
como lo dice la parábola del grano de trigo: En verdad, en verdad os digo: si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da
mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este
mundo, la guardará para una vida eterna. (Jn 12, 24- 25) Para que la Palabra de
frutos en nuestra vida hemos de negarnos a sí mismos, tomar la cruz y seguir a
Jesús. (cf Lc 9, 23) Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí
estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.(Jn 12, 26)
La
Palabra es Poder de Dios que nos ayuda a pasar de la muerte a la vida, del pecado
a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad, de la
aridez a las aguas vivas. Nos ayuda salir de la tibieza espiritual, de la
mediocridad y de la superficialidad para llevarnos al Reino de la Luz (cf Col
1, 13- 14) “Del corazón del que cree en mí, brotaran ríos de agua viva” (Jn 7,
37) Palabra que nos libera, nos salva y nos santifica: Se trata de la riqueza
de la Palabra, nos lleva a la perfección cristiana por la Caridad (2 de Tim 3,
17)
Todo
es por y con libertad; nada a fuerzas, nada por engaño y nada por manipulación.
Con Jesús todo es en libertad y por amor. Jesús dijo entonces a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde
quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo de Dios.» (Jn 6, 67- 69) “El espíritu es el que da
vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y
son vida.” (Jn 6, 63) Con palabras del apóstol decimos: Os digo esto, hermanos:
La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción
hereda la incorrupción.(1 de Cor 15, 50) La Palabra nos llama a la conversión,
a la reconciliación, a la liberación, a la salvación y a la santificación en
Cristo, romper con el pecado (1 de Jn 1, 8)
La
Puerta es Cristo (Jn 10, 7) Puerta siempre abierta para los que en esta vida le estemos abriendo la puerta de nuestro corazón: escuchando y obedeciendo su
Palabra, lo que significa amando y sirviendo a Cristo. (cf Apoc 3, 20)
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