SED
SANTOS COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL ES SANTO. (1 de Tes 5)
En
lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad que os
escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir
como un ladrón en la noche. Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de
repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está
encinta; y no escaparán. Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad,
para que ese Día os sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la
luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. (1 de
Tes 5, 1- 5)
Pablo
está avisando a los creyentes de Tesalónica a estar preparados para la venida
del Señor. ¿Cómo hacerlo? De la misma manera como el Señor Jesús nos dice en el
evangelio de Lucas: “Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas” (Lc
12, 35) En lucha contra el pecado y haciendo el Bien. Tal como lo dice Pablo en
la carta a los romanos: Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal,
adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en
más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso;
sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la
tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los
santos; practicando la hospitalidad. (Rm 12, 9- 13) Así deben vivir los hijos
de la luz, dando frutos de luz: La bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9)
Porque
nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas, es decir, no somos del pecado,
pues hemos sido justificados, reconciliados y salvados por la fe en Jesucristo
(Rm 5, 1) Y en virtud de su sangre nuestros pecados han sido perdonados (Ef 1,
7) Y nuestros corazones han sido lavados de los pecados que llevan a la muerte,
en virtud de la sangre de Cristo (Heb 9, 14) Estamos y somos de Cristo, Luz del
mundo, por eso hemos roto con el pecado y seguimos a Cristo (cf Jn 8, 12)
Así
pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que
duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Nosotros,
por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistamos la coraza de la
fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación. Dios no nos ha
destinado para la cólera, sino para obtener la salvación por nuestro Señor
Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos
juntos con él. (1 de Ts 5, 6- 10)
Los
que duermen en el pecado son los mismos que se embriagan y viven en la muerte
(Rm 6, 23) En cambio los que son sobrios están revestidos de la fe, la
esperanza y la caridad, buscan y anhelan las cosas de arriba donde está Cristo
sentado a la derecha del Padre (Col 3,1- 3) Nuestro destino glorioso, no es la
muerte, sino, ser hijos de Dios en Jesucristo, nuestro redentor y nuestro
salvador que está siempre con nosotros (Mt 28, 20) El apóstol Pedro nos avisa
con Pablo: Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león
rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que
vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. (1 de
Pe 5, 8- 9)
Velad
y sed sobrios equivale en la teología de Pablo a conocerse, despojarse,
revestirse, luchar y orad para estar revestidos de Jesucristo. (Rm 13, 14) Por
lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las
armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra
lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra
las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los
Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios,
para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo,
manteneros firmes. (Ef 6, 10. 13)
Por
esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros, como ya lo
hacéis. Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a los que trabajan
entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan. Tenedles en la mayor
estima con amor por su labor. Vivid en paz unos con otros. Os exhortamos,
asimismo, hermanos, a que amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a
los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos. Mirad
que nadie devuelva a otro mal por mal, antes bien, procurad siempre el bien
mutuo y el de todos. (1 de Ts 5, 11- 14)
El
apóstol invita a los creyentes a hacer Comunidad, nadie se realiza solo.
Necesitamos de los demás y ellos necesitan de nosotros. La fuerza está en la
Unidad que nos lleva al conocimiento del verdadero Dios, hasta entrar a la
Plenitud de Cristo (Ef 4, 13) Para entrar en la Plenitud de Cristo (Col 2, 9)
hay que tener una fe viva, una esperanza cierta y una caridad ardiente. Hay
necesidad de conversión, sin ella estamos fuera.
Estad
siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que
Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros. No extingáis el Espíritu; no
despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de
todo género de mal. (1 de Ts 5, 16- 22) La vida cristiana es para Pablo,un don
y una lucha, s tarea y conquista.
Que
El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el
espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de
nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama y es él quien lo hará. Hermanos,
orad también por nosotros. Saludad a todos los hermanos con el beso santo. (1
de Ts 5, 23- 26) El llamado a la santidad es para todos los bautizados: “Para
que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios,
nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos.”
(2 de Ts 3, 13)
Porque
la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino un deber de todos. Y, si
Dios quiere que seas santo, ¿por qué tú no lo vas a querer? ¿Crees que es muy
difícil? Para ti solo es imposible, pero no olvides lo que dice Jesús: “Sin Mí
no podéis hacer nada” (Jn 15,5), pero “todo es posible al que cree” (Mc 9,23).
Por eso, San Pablo afirma: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil
4,13).
El
camino de la santidad pide abandonar los terrenos de la carne que consiste en
llevar una vida mundana, pagana y pecadora. Vivamos según el Espíritu: Como
hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de
vuestra ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es santo, así
también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura:
Seréis santos, porque santo soy yo.(1 de Pe 1, 14- 16)
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