EL QUE CREA EN JESÚS TIENE VIDA ETERNA Y ÉL LO RESUCITARÁ EL ÚLTIMO DÍA.

 


EL QUE CREA EN JESÚS TIENE VIDA ETERNA Y ÉL LO RESUCITARÁ EL ÚLTIMO DÍA.

Aleluya, El que cree en mí tiene vida eterna, dice el Señor, y yo lo resucitaré en el último día. Aleluya. (Cfr Jn 6, 40)  

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen. Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día''. (Jn 6, 35-40)

El pan es comida, la comida es alimento, y el alimento es vida: Pan, comida, alimento y vida, estamos hablando de Jesús, el pan de la vida. Vida Crucificada. Resucitada y Glorificada. Vida divina. ¿Qué tenemos qué hacer para tener Vida eterna? Creer que Jesús es el Hijo de Dios y creer en la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. La voluntad de Dios es creer en Jesús que nos amó y se entrego a la muerte y resucitó para perdón de los pecados y para darnos vida eterna (Rm 4, 25) Quién cree en esto, entra y participa de la Pascua de Jesús. Ahora permanezcamos en la fe y crezcamos en ella. Digamos con Pablo:

Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para Dios. Así también, considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús. (Rm 6, 8-11) La fe es aceptar la existencia de la Vida eterna.

Permanecer en la Pascua de Jesús es un morir al pecado para vivir para Dios. No seamos turistas, seamos, y vivamos como ciudadanos del Reino de Dios. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente. (Gál 5, 24- 26) Jesús nos dijo: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas (Jn 8, 12) Es la Luz que nos da la Palabra que es Luz en nuestro caminar (Slm 119, 105) Con esa Luz podemos conocer el camino de dónde venimos, para que estamos aquí y para donde vamos. Podemos descubrir nuestras tinieblas y discernir entre el bien y el mal. Podemos descubrir los enemigos de la fe, aquello que rompe la comunión con Dios y con los demás. Aquello que impide que el Reino de Dios crezca en nuestras vidas, el pecado

Los enemigos de la Fe son de la familia del hombre viejo (Ef 4, 23) El Ego y todos los vicios o enfermedades del alma. Pedro menciona cinco entre ellos: “La malicia, la mentira, la envidia, la hipocresía y las maledicencias” (1 de Pe 2, 1) Enemigos de la fe son los demonios, realidades negativas que impiden que el Reino de Dios crezca en nosotros y dé frutos en abundancia. Podemos mencionar algunos de estos enemigos:

El primero es el Individualismo que reza: Estando yo bien, los otros me vale. No hay  preocupación por los demás, por los que sufren o por los que tienen alguna necesidad. Es el peor de los enemigos de la fe.

La fe pide seguir a Jesús y caminar con él con los ojos puestos en él (Heb 12, 2) No te desvíes ni a izquierda ni a derecha (Jos 1, 6) Desviarse a la derecha es caer en el Conformismo. Este es el segundo enemigo de la fe. Un estilo de vida que se quiere vivir como viven los demás. Pensar, hablar, vestirse, vivir como viven otros, este estilo te convierte en copia de otros, pierdes tu originalidad.

Otro enemigo, es el desviarse a la izquierda se le llama: Totalitarismo que consiste en vivir haciendo lo que otros dicen. Otros piensan por ti, deciden por ti y viven por ti. Tú sólo eres títere. Otros son los amos y señores, son los que gobiernan, educan y manipulan. En estos estilos de vida, no hay responsabilidad, ni libertad, ni amor. Nos tratan como cosas, como objetos que pueden usar como deshechos, al que ya no sirve, hay que quitarlo de en medio.  

Otro enemigo de la fe es el Secularismo. Consiste en separarse, abandonar lo sagrado para abrazar lo profano, lo mundano, lo pagano, lo impuro. Lo que el mundo ofrece: Poder, tener y placer (1 de Jn 2, 15) Se abandona a Dios, la Oración, la Iglesia, los Sacramentos, los valores del Reino, la Palabra de Dios para entrar por los caminos que deshumanizan y despersonalizan, alienan y atrofian.

Aparece otro enemigo de la fe es: el Ateísmo, que puede ser teórico o práctico. El ateo teórico dice: Yo no creo en Dios, no existe, el ateo práctico dice: Yo sí creo, pero vive como si Dios no existiera. No tiene en cuenta ni los Mandamientos ni la Palabra de Dios, su vida es mundana y pagana. Es un ser manipulador y manipulable.

Otro enemigo de la fe son las Supersticiones. Creer en la buena suerte y en la mala suerte. Creer en los poderes mágicos. En brujos y adivinos, charlatanes y  muchos más. La Palabra dice al respecto: Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas naciones delante de ti.(Dt 18, 9- 12)

La fe es un don de Dios, es vida y es poder, hay fe donde se cultivan las virtudes Cardinales. Teologales y Cristianas, después de romper con el pecado. (2 de Pe 1, 4- 8) La fe no es un algo, es un Alguien, es una Persona, tiene su Nombre, Cristo Jesús. Creer en él es creer que Dios nos ama, nos perdona, nos salva y nos da Espíritu Santo. Creer en Jesús es dejarse conducir por el Espíritu que nos lleva a los terrenos de Dios: La bondad, la verdad, la justicia, la libertad y la santidad, es decir, nos lleva a Cristo para creyendo en él, lo amemos, lo sigamos y lo sirvamos. (Lc 9, 23; Jn 13, 13. 34) Creer en Jesús es aceptar que él está en su Iglesia a la cuál amó y se entregó por ella (Ef 5, 25) La fe pide un compromiso con Cristo y con la Iglesia. “Enviados con otros a favor de otros.” (cf Mt 28, 18- 20)

Cuando vivimos de encuentros con Jesús, crecemos en fe, esperanza y caridad. Cada encuentro con él es liberador, gozoso y reconciliador.  




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