NO JUZGUEN PARA NO SER JUZGADOS Y NO
CONDENEN PARA NO SER CONDENADOS.
Iluminación: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de
vida eterna. (Cfr Jn 6, 63. 68)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: "Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No
juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y
serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida,
apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida
con que midan, serán medidos". (Lc 6, 36-38)
Aquel tiempo hace referencia al año
de Gracia del Señor, ayer, hoy y siempre. Su Palabra es eterna, es espíritu y
vida, y son para todos los que la escuchen, para los que tengan oídos para escucharla
y ponerla en práctica. Escuchemos su Palabra: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no
ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él."(Jn 3, 16- 17) Jesús dice lo que él es, Dios con
nosotros, (Mt 1, 23) y hace lo que él dice, hombre verdadero (Jn 1, 14) Jesús
habla las palabras que escuchó de su Padre del cielo: “Jesús
les respondió: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. Si alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina
es de Dios o hablo yo por mi cuenta” (Jn 7, 16- 17)
"Sean misericordiosos, como su
Padre es misericordioso.” (Lc 6, 36) “Sean perfectos como su Padre celestial es
perfecto” (Mt 5, 48)”Sean santos como su Padre celestial es Santo” ( 1 de Pe 1,
16; Lv 19, 2) Esto es imposible, el hombre no puede subir a Dios, es Dios quien
se acerca al hombre: “La Palabra se hizo hombre y puso su morada entre nosotros”
(Jn 1, 14) "Pues conocéis la generosidad de nuestro
Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que
os enriquecierais con su pobreza."(2 de Cor 8, 9) El Verbo se hizo
hombre para salvarnos y llevarnos a la Casa del Padre: Perdonados, reconciliados,
salvados y santificados (Rm 8,29) Por el sacrificio de Cristo nos ha liberado y
hemos pasado de la muerte a la vida (Col 1, 13- 14) Y hemos recibido el Espíritu
Santo que nos conduce a Cristo para hacernos hijos de Dios (Rm 8, 14)
Por la fe que
entra por la escucha y obediencia a la Palabra (Rm 10, 17) Tenemos la Luz para
discernir entre lo bueno y lo malo; tenemos a Fuerza y el Poder para rechazar
lo malo y para hacer lo bueno, tenemos la Misericordia de Dios para amarlo a él
y para amar a los hombres. Para pedir y para dar perdón a los que nos ofenden. Por
la fe podemos agradar a Dios (Hb 11, 6) Hasta ofrecer a Dios un sacrificio vivo,
santo y agradable a Dios, este es nuestro culto espiritual (cf Rm 12, 1)
¿Cómo podemos llegar a ser como
Dios, santos y misericordiosos? Por la escucha y obediencia de su Palabra nos
despojamos del hombre viejo, abandono los vicios, para revestirnos del hombre
Nuevo, Jesucristo resucitado (Ef 4, 23- 24) Lo que nos pide conversión para
llenarnos de Cristo y vaciarnos de todo lo malo. Conversión que nos pide vivir
de encuentros con Jesús, el Cristo. Encuentros con él en su Palabra, en la
Oración, en los Sacramentos, en el encuentro con los pobres y en la Comunidad.
En los encuentros con Jesús nos vamos llenando de amor, a Dios y a los hombres.
Ahora podemos hacer con alegría la voluntad de Dios, guardar sus Mandamientos,
guardar su Palabra y practicar sus Virtudes.
“No juzguen y no serán juzgados; no
condenen y no serán condenados.” El único juez es Jesús, el Cristo: "No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un
hermano o juzga a su hermano, habla mal de la Ley y juzga a la Ley; y si juzgas
a la Ley, ya no eres un cumplidor de la Ley, sino un juez. Uno solo es el
legislador y juez, que puede salvar o perder. En cambio tú, ¿quién eres para
juzgar al prójimo?"(Snt 4m 11- 12) Cristo no vino a juzgar ni a
condenar, vino a salvar y a perdonar los pecados de los hombres. No juzguemos a
los pecadores, sino al pecado y a las malas acciones. Que nuestros juicios sean
misericordiosos, justos y buenos como los de Dios. Perdonemos como él nos ha
perdonado a nosotros. Digamos con Jesús: “Perdónalos Dios porque no saben l0
que hacen” (Lc 23, 34) La medida del perdón que recibimos es la medida del perdón
que damos.
El modelo de Conversión es Jesucristo: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser
igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se
humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz."(Flp
2, 6- 8)
El modo para hacerlo es vivir en Comunidad fraterna, solidaria
y servicial: "Así, pues, os conjuro en virtud de toda
exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el
Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi alegría, siendo todos
del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos
sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad,
considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada
cual no su propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos
sentimientos que Cristo Jesús” (Flp 2, 1- 5)
Con la Gracia de Dios y nuestros
esfuerzos, renuncias y sacrificios, es posible para el que crea, para que pueda
decir: “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece” (Fil 4, 13) Él es mi
Luz, mi Fuerza y mi Misericordia. Dios nos ha amado por primero, para que nosotros
también lo podamos amar a Él y amarnos los unos a los otros, de la misma manera
que Jesus nos amó a nosotros (Jn 13, 34)
"En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si
Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A
Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en
nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud."(1 de Jn
4, 10- 12)
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