AL VENCEDOR LE CONCEDERÉ SENTARSE CONMIGO EN MI TRONO



 Carta al ángel de Laodicea.

Escribe al ángel de la Iglesia en Laodicea: “Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios. Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca. Porque dices: ‘Yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada’; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas. Yo, a cuantos amo, reprendo y corrijo; ten, pues, celo y conviértete. Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.


Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”, (3,14-22)

“Conozco tu obras” “Conozco tu conducta” “Conozco tus actitudes y tus acciones.” Haces cosas buenas, pero, también haces cosas malas. De la mezcla del bien y el mal resulta tibieza. La tibieza es una modalidad de pecado que esclaviza, ataranta, oprime y mata (Rm 6, 20- 23; Ef 2, 1- 3) “No eres ni frío, porque vas al culto, rezas y hasta haces obras de caridad. Pero no eres caliente porque no me amas y no me sigues, y por lo tanto, no me sirves con entrega, donación y fervor. ¡¡¡Ojalá fueras frío o caliente!!! Pero, por tu tibieza, voy a excluirte de mi Cuerpo, te voy a vomitar de mi boca. La tibieza es una modalidad de pecado, es una ceguera espiritual que impide que nos veamos como Dios nos mira, con amor, con verdad y con justicia (cf EF 5, 9).

Dices que eres rico, tu riqueza es tu dinero, tus propiedades, tus lujos, tus placeres, tu dominio sobre la gente. Nada Te falta, lo tengo todo o casi todo, lo único que te falta es la felicidad que viene de Dios. Por el pecado has perdido la Gracia, eres un desgraciado, está muerto y vacío. “despójate de tu traje de tinieblas y revístete de Luz, con vestiduras blancas y revístete de Jesucristo” (Rm 13, 13- 14) Con otras palabras: Arrepiéntete y conviértete para que puedas servirme a mí y no al dinero (Mt 6, 24) Déjate conducir por mi Palabra para que tengas fe, me obedezcas y me ames (Rm 10, 17; Jn 17, 17; 2 de Tim 3, 14- 17) La Palabra es Luz que ilumina el camino para llegar a la casa del Padre (Jn 8, 12) Es Luz que ilumina las tinieblas del corazón para reconocer nuestros pecados (1 de J 1, 8-9)La Palabra de Dios es el colirio para los ojos, los cura y los limpia para que podamos ver las Maravillas de Dios.

La Palabra de Dios es la semilla del Reino, el que la escucha y la obedece, e abra la puerta del corazón a Cristo para que entre en su vida. Lleva en sus manos la Espada de doble filo, el Perdón, la Paz, la Resurrección y el don del Espíritu Santo. Son como la dote del Novio para la Novia, el Novio es Cristo y la Novia es la Iglesia.

Lucha para que puedas vencer a tu enemigo. No salgas a pelear en la calle, o en los terrenos de tu adversario, permanece en tu Casa, en la Gracia de Dios, No te bajes de la Cruz, porque entonces pierdes (Gál 5, 24). Que tus armas sean la fe, la esperanza y la caridad, la oración, la Palabra de Dios, las Obras de la Misericordia y las virtudes cristianas, con el bien vences al mal (Rm 12, 21) Al vencedor lo sentaré en mi trono para que tenga vida y pueda darla a los más pobres: El trono de Jesús en esta vida fue la Cruz, y desde allí venció al mundo, al maligno, al pecado y a la muerte. Permanecer en la Cruz de Cristo equivale a permanecer en su Amor (Jn 15, 9) La Cruz y el Amor son inseparables, son la señal de los cristianos. Bajarse de la Cruz es perder la Gracia de Dios.

Al que me ama lo corrijo, para que pueda dar más fruto, y fruto en abundancia. Te has decidido servir al Señor, prepárate para la prueba (Eclo 2, 1-2) En la prueba el Señor nos poda, para que los frutos sean bueno, jugosos y sabrosos. (Jn 15, 1-3) La carta de san Juan para el ángel de Laodicea, es también para todos los que tengan oídos para que oigan lo que el Espíritu dice a las iglesias. La invitación a convertirse y a luchar es para todos lo que creyendo en Cristo, quieran salvarse.

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