LA CUARESMA ES UN TIEMPO DEDICADO A DIOS PARA ESCUCHAR SU PALABRA Y PONERLA EN PRÁCTICA.

 


LA CUARESMA ES UN TIEMPO DEDICADO A DIOS PARA ESCUCHAR SU PALABRA Y PONERLA EN PRÁCTICA.

Iluminación del tema: Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón".  (Cfr Sal 94, 8)

Esto dice el Señor: "Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; enluten su corazón y no sus vestidos.  Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia, y se conmueve ante la desgracia. Quizá se arrepienta, se compadezca de nosotros y nos deje una bendición, que haga posibles las ofrendas y libaciones al Señor, nuestro Dios. Toquen la trompeta en Sión, promulguen un ayuno, convoquen la asamblea, reúnan al pueblo, santifiquen la reunión, junten a los ancianos, convoquen a los niños, aun a los niños de pecho. Que el recién casado deje su alcoba y su tálamo la recién casada. Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo: 'Perdona, Señor, perdona a tu pueblo. No entregues tu heredad a la burla de las naciones. Que no digan los paganos: ¿Dónde está el Dios de Israel?' " Jl 2, 12-18

La Cuaresma es un tiempo fuerte, un tiempo para dedicarse a buscar a Dios de todo corazón con la confianza que lo podemos encontrar porque él también nos busca. (Jer 29, 13) La cuaresma es un tiempo para encontrarse con Dios y es un tiempo para luchar contra nuestro pecado, es la lucha del bien contra el mal. Es un tiempo de Cruz y Esperanza. A Dios lo podemos encontrar en su Palabra, en la Oración íntima, cálida y serena. En los Sacramentos bien recibidos, especialmente en la Confesión y en la Eucaristía, en la Comunidad y en la práctica de la Caridad. A Dios lo podemos encontrar en la Verdad, en la Misericordia, en la Justicia.

El profeta Joel nos invita a volvernos a Dios, a convertirnos, hacer penitencia y al arrepentimiento. Todo nos indica lo mismo. La conversión al Señor, es un volver al Paraíso de Dios. Donde todo era armonía con Dios, con los demás, consigo mismo y con la naturaleza. Lo anterior es posible si nos dejamos encontrar por el Buen Pastor que nos dice: “Andas equivocado, vuélvete al Camino que te lleva al Paraíso, la Casa del Padre.”

En el Paraíso Dios le puso al hombre una prueba: “puedes comer de todos los árboles del Paraíso, menos del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque si lo haces, morirás” (cf Gn 2, 17) El Diablo engaño a Eva y comió, le lleva la comida a Adán y también comió, hombre y mujer pecaron, y, entró el pecado original. El pecado de soberbia, ser como Dios, y el decidir sin Dios lo que es bueno y lo que es malo: “Frente a ti está la vida y la muerte, la felicidad y la desdicha, escoge lo que tú quieras. Si guardas mis mandamientos tendrás vida, si los violas morirás, el pecado paga con la muerte.” (Dt 30, 15s) Salen del Paraíso, dan la espalda a Dios: rompen con él, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza, pero, Dios no los abandona, les hace la promesa de que un día, podrán volver al Paraíso, el día de Cristo (Gn 3, 15) Y podrán comer del árbol de la vida que es Cristo (cf Apoc 2, 7)

La conversión es volver al Señor, al Paraíso, a la armonía, a la paz, al amor y al gozo del Señor. No importa cómo te encuentres: con la mente embotada por la soberbia, con un corazón duro, por el pecado, no obstante que te sientas un gran pecador, y hayas caído en el desenfreno de las pasiones. Dios te sigue amando y te invita a salir del exilio, tierra de servidumbre para salir fuera y ponerte en camino de éxodo hacia la tierra prometida: Cristo Jesús, que te invita a ir a él para que intercambies tus miserias con su misericordia y recibas el perdón de los pecados y recibas el don del Espíritu Santo, (Mt 11, 28- 30) para que con su Gracia podamos convertirnos a Cristo y llenarnos de él, despojándonos del traje de tinieblas, del hombre viejo, sede del ego, (Ef 4, 23- 24) de la soberbia, madre de todos los vicios. Mientras que el amor, la Gracia de Dios es la madre de todas las virtudes. La soberbia está a la raíz de todo pecado. La mentira es la fuerza de la soberbia y de todo pecado. La envidia es la madre de toda maldad, de toda maledicencia, mientras que la hipocresía nos hacer salir de nuestra realidad para vivir en las apariencias, nos convierte, en sólo fachadas. (cf 1 de Pe 2,1)

La conversión cristiana es don de Dios y es una respuesta (cf Jer 15, 19) Dios nos dirige su Palabra de vida, Palabra que nos deja Luz, Poder y Amor: Luz para discernir entre el bien y el mal, fuerza para rechazar el mal y para hacer el bien y amor para que volvamos a la armonía, a la amistad con Dios y con los hombres. La conversión nos pide esfuerzos, renuncias y sacrificios que se hacen por amor. El camino es estrecho y la puerta para entrar al Reino de Dios es angosta, hay que despojarse del ropaje y de las maletas que nos oprimen y dan muerte. (cf Mt 7, 13- 14)

Los medios que el Señor nos propone como ayuda para volver al Paraíso son: la Caridad, la Oración y el Ayuno. Estos medios son luz, fuerza y amor para ablandar la dureza del corazón y para limpiar la mente embotada por el pecado. Lo primero es escuchar la Palabra de Dios, escuchar pide la obediencia a la Palabra para que Cristo entre a nuestro corazón para que haga su Obra de reconciliación, liberación, salvación y santificación (cf Apoc 3,20: Rm 8, 29) El grito de Pablo: Despojaos para que podáis revestíos de Jesucristo (Rm 13, 14; Ef 4, 23- 24)

“Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.”

La Caridad es el amor y la vida de Dios en nosotros para extender la mano y compartir los dones que Dios nos ha dado para nuestra realización y para la realización de los demás. Lo que impide a compartir es tener las manos tullidas, por eso lo primero es la fe: Extiende tu mano (Mc 3, 5) Y el que antes estaba enfermo extendió su mano y se puso a servir a la asamblea. La caridad crece con el uso de su ejercicio, entre más libres seamos más generosos y caritativos seremos. Para amar y compartir hay que poseer la Libertad de los hijos de Dios.

“Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.”

La Oración de la cuaresma es más con el corazón que con los labios. Que nuestra Oración sea íntima, sincera, cálida y silenciosa, sin muchos gritos y sin tanta palabrería. Que nuestra oración sea humilde como la del publicano. Sea agradecida como la del leproso. Sea en fe, en gracia de Dios, como la mujer adultera que fue sanada por Jesús. Sea intercesora como a Jesús que oraba por Todos. Que sea confiada, con confianza en Dios que nos ama, nos perdona y nos salva. Oramos porque nuestra lucha es contra poderes que son más fuertes que nosotros. Oramos porque sólo Dios da el crecimiento espiritual e integral.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará''. (Mt 6, 1-6. 16-18)

El Ayuno que a Dios le agrada no es pasar hambres para tener cuerpos bonitos. Es dejar de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, para poder comer del árbol de la vida, del alimento que Jesús tenía: Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su Obra (Jn 4, 34) El sentido del Ayuno es estar con Cristo, pertenecer a Cristo para amarlo y servirlo. La cuaresma es seguir a Jesús para caminar con él, para que nos graduemos con él como sus siervos, de la misma manera que Jesús es el Siervo de Yaveh. El ayuno unido a la caridad y a la Oración es fuerza y poder de Dios para refrenar la fuerza del pecado y para profundizar en las raíces de la fe que son la humildad, la mansedumbre y la misericordia.

El mensaje de la Cuaresma es una invitación amorosa a la Reconciliación: Somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, es como si Dios mismo los exhortara a ustedes. En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios. Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo "pecado" por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos. Como colaboradores que somos de Dios, los exhortamos a no echar su gracia en saco roto. Porque el Señor dice: En el tiempo favorable te escuché y en el día de la salvación te socorrí. Pues bien, ahora es el tiempo favorable; ahora es el día de la salvación. (2 Cor 5, 20–6, 2) El reconocimiento y el arrepentimiento nos llevan a Cristo para que nuestros pecados sean perdonados y en virtud de la sangre de Cristo seamos reconciliados con Dios y con la Iglesia.

No echen la Gracia de Dios en saco roto, no se contenten con ser oyentes, hay que ser practicantes (Snt 1, 22) Con la obediencia a la Palabra y la oración estamos ya construyendo la casa sobre roca, Cristo es nuestro fundamento. (1 de Cor 3, 11) Es nuestra Luz, nuestra Fuerza y es nuestra Misericordia. Con su Gracia es posible convertirnos a él y revestirnos con su Gracia, podemos gritar al mundo: Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece (Flp 4,13) Con su Gracia y nuestros esfuerzos y sacrificios podemos llegar a ser Murallas de Bronce al estilo de lo que el Señor hizo de Jeremías (Jer 15, 19- 20)

La cuaresma es el tiempo para seguir a Jesús. La semana santa es el tiempo para estar con él, sufrir, padecer con él para entrar en su Pascua, no endurezcamos el corazón a Dios, no echemos su Gracia en saco roto, creamos, esperemos y amemos a Cristo Jesús, nuestro Redentor, Salvador, Maestro y Señor.

Hagamos nuestro compromiso cuaresmal. ¿Cuál será? Tú lo decides.

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