“JESÚS, HIJO DE DAVID TEN COMPASIÓN DE MÍ”

 


“JESÚS, HIJO DE DAVID TEN COMPASIÓN DE MÍ” 

  1. El relato Evangélico.

 "En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que quien pasaba, era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “Hijo de David, ten compasión de mí!”.

 Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Animo!Levántate, porque él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso de pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino. Palabra del Señor.


  1. Explicación del texto 

¿Quién es Bartimeo? Bartimeo: El hijo de Timeo. Un hombre del siglo 1º y a la misma vez, un hombre del siglo 21, que ha estado presente en todas las culturas en los distintos momentos de la historia. El nombre de Bartimeo en lengua aramea significa el hijo de lo impuro. (bar: hijo, timeo: impuro)

¿Dónde se encuentra Bartimeo? Al borde del camino. Envuelto en su manto o echado sobre él, vive de las limosnas de la gente. Veamos con algo más de detalle el sentido del texto. Al borde del camino significa que se encuentra al margen de su realización como persona: vida de vacío, sin valores y sin esperanza, es un estorbo para muchos. Echado sobre su manto significa que no camina sobre sus pies con dominio de sí mismo, sino que vive arrastrándose: vida arrastrada, de complejos, de vicios, otros deciden por él, se conforma con inspirar lástimas para ganarse unas monedas. Ciego significa además de no ver el mundo visible, tampoco reconoce su dignidad, no se sabe una “perla preciosa”. No reconoce que es un valor en sí mismo y no sabe distinguir entre lo bueno que realiza y lo malo que despersonaliza a los seres humanos. (¿Seguirá habiendo Bartimeos, hoy?)

  1. Un encuentro que deja huella.

 

Podemos afirmar que el encuentro con Jesús dividió  la vida de Bartimeo en dos: antes de…y después de conocer a Cristo, Jesús el Mesías. Antes, ciego, pordiosero y arrojado al borde del camino; después dispuesto a dar el salto de la fe, a poner toda su confianza en Jesús y dejarse conducir por Él; Bartimeo se sabe interpelado por el Maestro y tiene toda la disponibilidad para seguirlo. Es el hombre que sabe lo que quiere, y lo pide: “Maestro que yo vea”.

  1. El Hecho en cuanto tal.

A Jesús lo acompañan sus discípulos y una gran multitud de gente, hay gran alboroto, griterío, Jesús es capaz de suscitar eso y mas. Bartimeo pregunta: ¿de qué se trata? Le informan que es Jesús que pasa por ahí. Él, de seguro había oído hablar del Maestro Jesús de Nazaret, del poder sanador de su Palabra; sabía que Jesús podía hacer algo por él, y comienza a gritar con todas la fuerza de sus pulmones: “Jesús, Hijo de David ten compasión de mí”. Es el grito del nuevo Nacimiento, el grito de la Nueva Vida; es el grito que hace libre al hombre y que levanta a los caídos y a los que viven arrastrándose. Nadie que haya invocado al Señor de todo corazón se ha quedado sin una respuesta liberadora y gozosa.


  1. Jesús escucha el clamor de los oprimidos.

Los oídos de Jesús escuchan el clamor del afligido a pesar de la gritería y del bullicio; el Maestro se detiene y dice: “alguien me llama; alguien me necesita”. Mientras que unos trataban de acallar al ciego otros insinúan a Jesús que siga su camino, Bartimeo es un insignificante, es un pequeño, que no teme comprometerse, exagerar, por eso se convierte en maestro para muchos de nosotros, nos dice que la salvación para todos consiste en hacer que la voz llegue a los oídos del que está pasando (Jesús). La gente no sabe que los débiles y los insignificantes son los preferidos del Maestro. Jesús dice: “Llamadlo”. Las grandes voces se calman, se hace silencio, los ojos de los curiosos se abren, quieren ver un milagro. Las palabras de alguien entre la gente llegan a los oídos del ciego: “Ánimo, levántate, EL Maestro te llama”.

  1. Una respuesta que libera.

La respuesta de Bartimeo al llamado de Jesús no se hace esperar: sale fuera, al descubierto. Se desprende de su manto, (símbolo del pecado, de opresión y de encerramiento) se olvida que está ciego y de un salto se pone de pie y se acerca a Jesús (es el salto de la fe, el paso de la muerte a la vida). Es el “Encuentro” entre la miseria del pecador y la bondad del Buen Pastor que ama a Bartimeo (el hijo de lo impuro) y le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”. El que antes estaba caído y arrojado al borde del camino, ahora con respeto y confianza descubre a Jesús el deseo de su corazón: “Rabboni, que yo vea”. No pide riquezas, no pide grandezas, el anhelo de su corazón es ver el rostro de sus seres queridos. Ver las flores del campo y el color del arco iris. Ver las aves volar y ver la lluvia caer. Ver a Jesús la Palabra de Dios hecha carne, es decir, hombre verdadero. (en la Biblia ver es sinónimo de creer) Jesús le dijo: “anda, tu fe te ha curado”. Al momento recobró la vista y lo siguió por el camino. ¿Cuál camino?, el camino del Hijo del Hombre es el amor, la verdad, la libertad y la vida. Jesús camina hacia la Pascua: sufrimiento, muerte y resurrección…y ahora, Bartimeo va con Él.

  1. Los ciegos del Evangelio.

¿Sabía usted que muchos de nosotros estamos ciegos y ni siquiera nos damos cuenta de nuestra ceguera? (teniendo ojos no vemos). Tenemos frente a nosotros un montón de cosas visibles que se nos imponen, lo que es invisible, no se impone; tenemos necesidad de salir, de ir a buscar y descubrir las realidades espirituales. Somos ciegos por el universo de los objetos que nos impide entrar en el mundo de la Experiencia, del Encuentro con Jesús. Bartimeo, el hijo de lo impuro, ahora es hombre nuevo, es discípulo de Jesús: hijo de la luz. Para la Biblia vivir en la luz es vivir como hijos de Dios, hermosa verdad que implica para los “Bartimeos” de todos los tiempos: creer en el Hijo que Dios que nos amó hasta el extremo.


  1. El grito que sana y libera.

Es el grito del corazón que anhela recibir el perdón y el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Tomemos hoy la decisión de romper con el pecado (desprenderse del manto) busquemos con un corazón arrepentido el camino que nos lleva a la Casa del Padre. Aceptemos con alegría guardar los Mandamientos (tu fe te ha salvado: obediencia a la Palabra). Gritemos con el ciego de Jericó: “Jesús Hijo de David, ten compasión de mi, soy un pecador”. Escuchemos hoy las palabras de Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” Que nuestra respuesta no sea hazme rico o poderoso, sino, “Señor, que yo vea”. “Qué yo tenga la mirada de la fe para que pueda ver tus manifestaciones en mi vida y en los demás. Para que vea tu Rostro en todos los hombres creados a “Imagen y semejanza de Dios” (Gn 1, 27).

Tomemos la firme decisión de seguir a Jesús aceptemos la amistad que nos ofrece, no importa que tengamos que romper con aquello que es incompatible con la “Gracia de Dios”. El Mundo te ofrece el camino de la servidumbre de los ídolos del poder, del placer y del tener. Jesús te ofrece un camino lleno de experiencias, a veces dolorosas, otras veces liberadoras y gozosas, y siempre gloriosas.

 El camino que Jesús nos invita aceptar es el camino de la Pascua que nos hace libres. Camino significa estilo de vida, modo de ser y de actuar. Es la invitación a amorosa de Jesús a sus amigos a ser como él y a vivir como él. Estilo de vida que se vive en la verdad, en la justicia, en la solidaridad, sirviendo a todos, pero especialmente a los más débiles de la sociedad. En su Reino de Amor todos somos importantes, valiosos y dignos, porque su amor a sí lo quiere. Permanezcamos en su amor.

  1. ¿Cómo permanecer en el amor de Jesús?

Haciendo la voluntad de Dios (Mt 7, 21); creyendo en Jesucristo y amándonos unos a los otros (1 de Jn 3, 23); romper con el pecado (1 de Jn 1, 8- 9); guardando sus Mandamientos, especialmente los del amor (1 de Jn 2. 3; Jn 13, 34).  El mismo Jesús exhorta a sus discípulos a permanecer en “su amor” guardando sus Mandamientos”, de la manera como él guarda los Mandamientos de su Padre y permanece en su amor” (Jn 15, 10).

 

Permanecer en el amor de Cristo nos pide un mínimo: guardar sus Mandamientos. Para después seguir sus huellas, mirar en la misma dirección con él como verdaderos amigos y trabajar por los intereses del Padre: la liberación del hombre de toda forma de esclavitud y hacer que su Reino de amor, de paz y de justicia alcance a todos los hombres.

 Aplicación a nuestra vida

No tengamos miedo abrir nuestro corazón a Dios. Dejarnos sorprender por Cristo. Él tiene palabras de vida eterna; es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo; Él es quien da vista a los ciegos y hace caminar a los cojos; el único capaz de darnos vida eterna; es la solución a nuestros problemas. Démosle a Cristo el derecho a hablarnos. Abramos las puertas de nuestra libertad a su amor misericordioso y presentemos nuestras alegrías y nuestras penas a Cristo dejando que Él ilumine con su luz nuestra mente y toque con su gracia nuestro corazón. Hagamos un acto de fe en la persona Jesús, el Hijo de Dios para apropiarnos de los frutos de la Redención; un acto de fe que nos ayude a creer en su amor, en su entrega y en su donación por los pecadores. Creer en Jesús es aceptarlo como Salvador, como Maestro y como Señor de nuestras vidas. Reconozcamos la propia pobreza, el vacío que llevamos dentro y la incapacidad de salvarnos a nosotros mismos. Reconozcamos que estamos necesitados de ayuda, y esa ayuda sólo puede venir de Dios, y es Jesús, el Hijo de David.


Oremos: (Jn 8, 31- 33); (Jn 14, 21- 23); (Jn 15, 1-7).

 

 

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