LOS TRES PROFETAS DE HOY DOMINGO 25 TENÍAN EN COMÚN A UN MISMO ESPÍRITU
Amós de Tecoa, Pablo de Tarso y
Jesús de Nazaret tenían en común al Espíritu Santo que habitaba y actuaba en
cada uno de ellos, y es, el mismo Espíritu que habita en la Iglesia. La
diferencia está en que ellos eran fieles a las mociones del Espíritu Santo y
muchas veces nosotros no nos dejamos conducir por él, somos más bien conducidos
por cualquier otro espíritu que no es el de Dios. (Rm 14, 23; Gál 5, 16)
Espíritus que nos llevan al pecado y a la muerte (Ef 2, 1- 3)
Amós, el profeta de la justicia social habla contra los sacerdotes, poderosos
y contra los ricos: Esto dice el Señor todopoderoso: "¡Ay de
ustedes, los que se sienten seguros en Sión y los que ponen su confianza en el
monte sagrado de Samaria! Se reclinan sobre divanes adornados con marfil, se
recuestan sobre almohadones para comer los corderos del rebaño y las terneras
en engorda. Canturrean al son del arpa, creyendo cantar como David. Se
atiborran de vino, se ponen los perfumes más costosos, pero no se preocupan por
las desgracias de sus hermanos. Por eso irán al destierro a la cabeza de los
cautivos y se acabará la orgía de los disolutos". (Am 6, 1. 4-7) Su
religión y su culto son falsos porque no tienen fe ni tienen justicia. Todo lo
hacen para complacerse y para divertirse, su culto es un parche. Por eso pronto
se acabará la orgía de los disolutos.
El profeta de Nazaret sigue la línea de Amós: En aquel
tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Había un hombre rico, que se vestía de
púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo,
llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando
llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se
acercaban a lamerle las llagas.
Dos confrontaciones: la riqueza de algunos y la pobreza de muchos. Dos
estilos de vida que no responden al Plan de Dios que creó todo para todos, y
quiere que todos participen de patrimonio común. El pobre tiene nombre: Lázaro
(Eleazar que significa Dios provee) El rico ni nombre tiene, su vida no tiene
sentido porque no responde a la misión que todo hombre posee y a lo que está
llamado a ser: un ser para los demás. “Se vestía de púrpura y telas finas y
banqueteaba espléndidamente cada día.”
Dos lugares: “La mesa y la puerta” La mesa era para el rico, la
puerta era para el pobre. Puerta cerrada, no abierta para Lázaro. El rico no
extendía su mano hacia la puerta para no compartir con Lázaro sus sobras. “Sus
dones que había recibido para él y para los demás. Estaba encerrado en un
individualismo que reza: “estando yo bien, los demás me vale.” Había hecho de
su riqueza su ídolo, era un idolatra.
Sucedió, pues, que murió el mendigo
y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo
enterraron.
Llegó el momento común para todos: la muerte. Mueren los
pobres y mueren los ricos, mueren los malos y mueren los buenos. El pobre es
llevado por los Ángeles al Edén, al seno de Abraham, el rico lo enterraron.
¿Quiénes enterraron al rico? Sus amigos, los poderosos. Recordemos el evangelio
de Lucas: " «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a
anunciar el Reino de Dios.»"(Lc 9, 60) Los que sirven a Dios se encargan
de llevar a Lázaro a la Casa de Abraham, los que sirven al dinero, entierran al
rico, sin más. A la mejor a Lázaro lo echaron a la fosa común. La muerte nos
pone parejos, pero después de la muerte algo cambia. Los dos tenían destinos
diferentes: “Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando
levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.”
Entonces gritó: 'Padre Abraham, ten
piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me
refresque la lengua, porque me torturan estas llamas'. Pero Abraham le
contestó: 'Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio,
males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además,
entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni
hacia allá ni hacia acá'.
Ninguna de las peticiones fue escuchada por el padre Abraham. Recuerda
que tú recibiste bienes en cambio Lázaro males. Ahora los papeles se han invertido,
él goza consuelos y tú sufres tormentos. Entre ustedes y nosotros hay un abismo
que nadie puede cruzar ni para acá ni para allá. Eso es lo que tú elegiste en
vida. “Frente a ti está la muerte y la vida, la felicidad y la desdicha, escoge
lo que tú quieras” (Dt 30, 15ss) Y de lo que tú elijas, tú eres responsable.
El rico insistió: 'Te ruego,
entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá
cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar
de tormentos'. Abraham le dijo: 'Tienen a Moisés y a los profetas; que los
escuchen'. Pero el rico replicó: 'No, padre Abraham. Si un muerto va a
decírselo, entonces sí se arrepentirán'. Abraham repuso: 'Si no escuchan a
Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto'".
(Lc 16, 19-31)
Los cinco hermanos, son el centro del mensaje. Somos
todos los hombres. Que ya tenemos a Moisés y a los profetas para que nos
anuncien la Palabra y nos salvemos (Rm 10, 17) Para los que tienen la mente
embotada y el corazón endurecido por la riqueza, ni un muerto los hará creer.
Jesús hizo muchos milagros y no creyeron en él. Tan sólo los que escucharon la
Palabra y creyeron recibieron el don del Espíritu Santo que los hizo hijos de
Dios (Jn 1, 11- 12) La Palabra de Dios nos hace pobres de espíritu, nos hace
ser desprendidos de nuestra tinieblas y nos reviste de Cristo para que seamos
generosos y capaces de compartir con los menos favorecidos nuestras riquezas.
Es la Palabra de la Verdad que echa fuera toda mentira, toda soberbia y toda
envidia.
Muchas veces vamos a misa,
escuchamos la Palabra de Dios, pero nos vale, no la ponemos en práctica y
salimos de la misa vacíos. Llevamos muchas flores y hasta buena música, pero
Jesús es tan sólo un parche de nuestra vida, no es el centro ni el principio ni
el fin de nuestra vida.
Vayamos ahora al profeta Pablo de Tarso. Hermano: Tú, como
hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y
mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la
que has sido llamado y de la que hiciste tan admirable profesión ante numerosos
testigos. (Lo que Pablo está diciendo es guarda los Mandamientos, guarda la
Palabra y cultiva las Virtudes)
Timoteo es un hombre de Dios, ha
dado testimonio de Cristo, no sólo en su bautismo, sino además a lo largo de
toda su vida, es un luchador, un hombre religioso que ha creído en Jesús, es su
servidor. La fe es un don y es una lucha. La vida eterna es don de Dios y es
una conquista. “Y el que no trabaje que no coma” (2 Ts 3, 10) Como hombre de
Dios rechaza el mal y hace el bien (Rm 12, 9) Huye de las pasiones de tú
juventud y practica la justicia, la fe, la caridad (2 Tim 2, 22) Lleva una vida
recta que tus armas en el combate de la fe sean la piedad, la fe, el amor, a
paciencia y la mansedumbres entre otras muchas (Col 3, 12).
Ahora, en presencia de Dios, que da
vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio tan admirable testimonio
ante Poncio Pilato, te ordeno que cumplas fiel e irreprochablemente, todo lo
mandado, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, la cual dará a conocer a
su debido tiempo Dios, el bienaventurado y único soberano, rey de los reyes y
Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, el que habita en una
luz inaccesible y a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él todo honor
y poder para siempre. (1 Tm 6, 11-16) Guardar todo lo mandado es vivir el Evangelio
de Jesucristo.
Para Pablo tiene su sentido y su fundamento en el encuentro con Cristo. Encuentro
liberador, gozoso y reconciliador. "Pues conocéis la generosidad de
nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a
fin de que os enriquecierais con su pobreza."(2 de Cor 8, 9) La pobreza de
Jesús es su Encarnación, su pasión y su muerte para eso nos ha hecho ricos.
Riqueza que nos hace pobres de espíritu (Mt 5, 3) Pobreza que limpia nuestros
corazones y nos hace misericordiosos, capaces de extender la mano y compartir
nuestros dones con los demás. Hacer justicia con ellos (Mt 5, 4ss)
La Palabra de Dios (Moisés y los
profetas) Nos llena de vida espiritual y de Espíritu Santo para que vivamos de
la riqueza de Jesús, como hijos de Dios, como hermanos de los hombres, y como
servidor de ellos. Ese es el mandamiento que hemos recibido de Dios: “Creer en
Jesucristo y amarnos los unos a los otros” (1 de Jn 3, 23). Que Cristo habite
por la fe en nuestros corazones para que eche fuera los ídolos y dejemos de ser
idolatras. Con la Palabra de Dios y con nuestras oraciones ablandemos la dureza
de nuestros corazones para que seamos tierra buena y lleguemos a dar frutos de
vida eterna. Para que seamos discípulos de Cristo. Discípulo es aquel que ama a
Dios y a sus hermanos, por eso se dona y se entrega en servicio a los demás.
Todo el que ama conoce a Dios,
guarda los Mandamientos, guarda la Palabra de Dios y cultiva las virtudes para
construir la Muralla que lo defiende y lo protege contras las acechanzas del
Malo.(cf Jn 14, 21. 23) Es un soldado de Cristo, es un luchador. Lucha contra
su propio egoísmo contra su propia soberbia y contra su avaricia, para movido
por amor, extiende su mano hacia los pobres y comparte con ellos los dones que
ha recibido de Dios, para él y para los demás. El que lucha contra su pecado y
contra el pecado de los otros, le sirve a Dios, sirviendo a los hombres. Este
es el camino que Jesús nos ha propuesto, el camino del amor.
Dios a todos ama y a todos quiere
salvar y que lleguen al conocimiento de la verdad. (1 de Tim 2, 4) Escuchemos la Palabra de
Dios y pongámosla en práctica y recibiremos “Un corazón lleno de pobreza
espiritual” “Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los
Cielos.” (Mt 5, 3) El pobre de espíritu es humilde sencillo y misericordioso, es capaz de
amar y de servir a Dios y a los demás. (cf Lc 6, 36)
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