EL LLAMADO DE JESÚS A DAR LOS FRUTOS BUENOS DE LA FE.
En aquel
tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No hay árbol bueno que produzca frutos
malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus
frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El
hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y el hombre
malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de
lo que está lleno el corazón.
El
criterio de oro: “Por sus frutos los reconoceréis” Y los frutos se reconocen en
las “palabras y en las acciones” La sede de lo bueno o de lo malo es el
corazón. De dentro, del interior del hombre nace lo bueno o nace lo malo. De
dentro nace el buen olor de Cristo o nace el mal olor del pecado. Escuchemos al
profeta Jeremías hablarnos de justo, del hombre de Dios:”El justo es como un
árbol que está sembrado ala orilla del rio, sus raíces están siempre en el
agua; sus ramas están siempre verdes, dando frutos los doce meses del año” (cf
Jer 17, 7- 8) En cambio nos dice que el hombre malvado será como un árbol
sembrado en la estepa, en el desierto, tierra estéril, sus frutos son vanos (cf
(cf Slm 1, 4-5)
¿Por qué me dicen ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a
quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en
práctica. Jesús pide “armonía” entre lo interior y lo exterior. Pide integridad
entre fe y vida. Para Jesús la fe es “ir a Jesús” para estar con él para
escucharlo y para luego hacer lo que él nos pide. “Ir a Jesús, orar y
obedecerlo” Para ser sus amigos, sus discípulos, hijos de Dios y hermanos de
los demás. Obedecer es poner en práctica el Evangelio, que es más importante
que orar: “Lo que importa es amar” (cf Flp 2, 29) Obedecer es guardar sus
mandamientos y guardar su Palabra (cf Jn 14, 21. 23) “Ustedes son mis amigos si
hacen lo que yo les digo” (Jn 15, 13) Obedecer la Palabra es edificar la casa
sobre roca, como lo dice Jesús. Es hacerse solidario con él. El fundamento de
la casa espiritual es “El Amor, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) es decir es
Jesús (1 de Cor 3, 11) Qué nuestra Oración brote de un corazón limpio, de una
fe sincera y de una recta intención ( 1 de Tim 1, 5)
La fe
viva, la que se vive y se practica es la que es agradable a Dios. (Heb 11, 6) Lo
que nos ayuda a ser prudentes y solidarios. “Se parece a un hombre, que al
construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre
la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo
derribar, porque estaba sólidamente construida. Pero
el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó
su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e
inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida’’. (Lc
6, 43-49)
De lo
que sale por la boca se conocen, si los frutos son buenos o son malos.
Discernir si son buenos a malos es un deber. Discernir la voluntad de Dios y
nuestra voluntad. ¿Cuál voluntad estamos haciendo la nuestra o la de Dios? La
boca habla de lo que encierra nuestro corazón. Si estamos llenos de basura, eso
es lo que hablamos, si estamos llenos de verdad, luz y amor, eso es lo que hablamos.
¿Cómo son nuestras palabras? Si hablamos palabras que dividen, que
confunden, que aplastan, que oprimen y que matan. Son palabras pesimistas,
negativas, destructivas y valemadristas, entonces nuestras lenguas son diabólicas.
El hombre justo y prudente habla la “Glosalalia” es decir habla las palabras de
Dios. Sus palabras unen, motivan, exhortan, consuelan, liberan, enseñan y
corrigen. Está al servicio de la Unidad, de la Paz, del Amor, su fruto es ser “hijo
de Dios” (Mt 5, 9) Sus palabras son optimistas, positivas y creativas. Son
palabras que llevan “espíritu y vida” (Jn 6, 67) Son palabras expresión de la
fe, de la esperanza y del amor (1 de Cor 13)
El que
obedece la Palabra es prudente, solidario, justo, fuerte, casto, fiel y puede
nadar en el amor fraterno y en la caridad (2 de Pe 2, 5- 8) Por eso puede
soportar las tempestades, los ríos, las tentaciones, las crisis y las pruebas. Mientras
que el creyente o discípulo que sólo se conforma con escuchar, pierde su casa y
puede perder su vida.
“No
se conformen con ser oyentes, hay que ser practicantes” (Snt 1, 22) Para que
puedan ser discípulos de Jesús para que aprendas a estar con él, para
escucharlo y para obedecerlo, para un día, no muy lejano ser enviados con la
fuerza de su Espíritu a enseñar el camino de amor, del servicio y del
compartir. “Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Nueva del Reino” (Mc
16, 15) La Buena Nueva es que Dios nos ama incondicionalmente, nos envió a su
Hijo para salvarnos y para traernos Espíritu Santo. Ahora, nosotros por la
presencia del Espíritu Santo podemos amar a Dios y amar al prójimo, amar a los
demás.
Para
ser libres nos liberó Cristo (Gál 5, 1) para que rompamos con la esclavitud del
pecado (1 de Jn 1, 8-10) y para que hagamos la voluntad de Dios: guardando sus
Mandamientos (1 de Jn 2, 3) Para que podamos vivir en comunión con Jesús y
poder dar fruto en abundancia (Jn 15, 5) Los frutos de la fe del hombre justo:
El amor, la paz, el gozo, la justicia… (Gál 5, 22) El hombre justo es el que ha
sido justificado por la fe de Jesucristo (Rm 5, 1; Gál 2, 16) Trabajemos por la
Unidad, y en el conocimiento de Dios, hasta alcanzar la estatura del hombre perfecto,
Cristo Jesús (Ef 4 13)
¿Cómo lo podemos lograr? La clave viene del mismo Jesús, nuestro
Maestro: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34) El amor
es paciente, es tolerante y es servicial (1 de Cor 13, 4) El amor es la fe
llegada a su madurez (Gál 5, 5) Es la raíz de la fe: “Que Cristo habite por la
fe en vuestro corazón para que podáis crecer y enraizar en el amor (Ef 3, 17)
Todo
bautizado está llamado a dar frutos buenos; es discípulo de Cristo llamado a la
santidad que viene de la escucha, de la obediencia de la Palabra y de los Sacramentos.
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