EL
CAMINO PARA HACERSE PROFETAS DE LA VERDAD.
Hermanos: Cuando llegué a la ciudad de
ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia
del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de
Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado.
Me presenté ante ustedes débil y
temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise
convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio
del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del
poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres. (1 Cor 2, 1-5) Para Pablo lo
primero es escuchar la Palabra de Jesús para creer en él, amarlo y seguirlo.
Lectura
del santo evangelio según San Marcos
En aquel tiempo, Herodes había mandado
apresar a Juan el Bautista y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes
se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía:
"No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano". Por
eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran
rencor contra Juan y quería quitarle la vida, pero no sabía cómo, porque
Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo,
y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le
gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes
dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea,
con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su
baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la
joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias
veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su
madre: "¿Qué le pido?" Su madre le contestó: "La cabeza de Juan
el Bautista". Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo:
"Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el
Bautista"
.
El rey se puso muy triste, pero
debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y
enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo
decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven
y ella se la entregó a su madre. Al enterarse de esto, los discípulos de Juan
fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron. (Mc 6, 17-29)
Es doloroso recordar que, en este momento, hay muchos cristianos que sufren
persecución en varias partes del mundo, y debemos esperar y rezar para que su
tribulación se detenga cuanto antes. Son muchos: los mártires de hoy son más
que los mártires de los primeros siglos. Expresemos a estos hermanos y hermanas
nuestra cercanía: somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros
sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. (Audiencia General, 29 abril
2020)
El destino de Jesús es el mismo destino de la
Iglesia. El destino de Jesús
es el mismo que el destino de los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Ser
puestos en las cárceles, ser perseguidos, despreciados, rechazados y ser
llevados a la muerte. Y todo por ser discípulos y apóstoles de Cristo Jesús que
anuncian los caminos de la Verdad y denuncian los caminos de la injusticia. Pero
no lo hace en nombre propio, lo hace en el nombre de Aquel que lo eligió y lo llamó
por su Nombre para luego enviarlos a anunciar su Palabra.
La Comunidad de los Profetas nace y crece de la escucha de la Palabra.
Nace y se hace para ser profetas de Cristo que aprende a no confiar en los
poderes del mundo, sino no en el poder de Dios, en quien pone toda su
confianza. Tres verdades deben acompañar al profeta de Cristo: ser pobre, ser veraz y ser servicial.
Para ser servidor de Cristo y de su Iglesia ha de caminar en la Verdad y en el
Amor para que sea desprendido y generoso, valiente y precavido, como lo dice Jesús:
"«Mirad
que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las
serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os
entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa
seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos
y ante los gentiles."(Mt
10, 16- 18)
Juan
el Bautista, el hombre del desierto, lejos de la religión del Templo.
Que fue bautizado con Espíritu Santo y Fuego desde el seno de su Madre (Lc 1,
41) Fue el profeta de la verdad que denunció los pecados del mismo rey Herodes:
"No te está permitido tener por mujer a la
esposa de tu hermano". Un pecado contra la moral de la familia. Es un
crimen porque destruye la familia y destruye el amor. Es un sacrilegio porque la
familia es sagrada. Es un fraude porque agarras lo ajeno, lo que no es tuyo. El
adulterio es un pecado contra el sexto y noveno Mandamientos.
Las palabras del Bautista llenaron de odio
el corazón de Herodías, la mujer de Filipo y amante de Herodes. Qué era más poderoso
y más rico que su hermano. Lo anterior daba seguridad y confort a Herodías que rodeada
de servidumbre y lujos en el Palacio, al ver que su seguridad estaba en peligro
sólo pensaba en matar a Juan, el profeta de la verdad. Herodes miraba con
respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía
custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba
escucharlo. Llegó el día que Herodías esperaba para vengarse de Juan el Bautista.
Pero no lo defendió.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un
banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con
motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile
les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la
joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias
veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Herodes era alcohólico y lujurioso. Miraba
con deseos a su sobrina y Herodías lo sabía y le seguía la fiesta a Herodes. Su
ambición estaba por encima de su hija. La joven que con su cuerpo hacía
maravillas seducía las miradas de su padrastro que emocionadísimo le dijo: “pídeme
lo que quieras y yo te lo daré, hasta la mitad de mi reino.” Herodes era tan
solo un títere de los romanos, no podía cumplir su promesa. La joven en su
ingenuidad corre con su mamá y le pregunta: ¿qué le pido? Herodías le responde:
“La cabeza de Juan el Bautista en una charola”. Toda la asamblea escuchó lo que
la joven le pidió a Herodes. El destino del profeta estaba en manos de la
voluntad ambiciosa de Herodías, de la belleza de la joven y de la voluntad de
un hombre alcohólico y lujurioso, y mandó decapitar a Juan.
Los personajes que intervinieron en la
muerte del Profeta: Herodes, alcohólico y enfermo por la lujuria. Herodías
llena de ambición por los lujos y el confort del palacio. La joven que movida
por su belleza y sus encantos se prestaba a ser instrumento del placer de su
padrastro. La corte, los oficiales y la gente principal de Galilea. Gente que
buscaba poder y dinero y por miedo a no perder sus puestos de trabajo y la
amistad del rey, guardaron silencio. Los guardias, esbirros sedientos de
dinero, le cortaron la cabeza a Juan el Bautista. Por último los discípulos del
Bautista que con valentía pidieron el cuerpo de Juan para darle sepultura. Ayer
como hoy, sigue habiendo esta clase de gente que entregan a sus hijas por un
puesto en la empresa, por dinero y por poder. La mentira sigue siendo la fuerza
del mal.
La
Verdad como valor tiene que cultivarse.
Lo primero es pensar la verdad para darnos cuenta que no valemos por lo que
tenemos: dinero, cuerpo bonito o porque sabemos muchos cosas o tenemos muchos
títulos. En segundo lugar “Honrar la verdad.” Reconocer la “Dignidad humana”
que es propio de toda persona, sin importar su sexo, religión, color o posición
económica. En tercer lugar: “Hablar la Verdad” La verdad no peca pero incomoda,
nos inquieta y nos des instala. “La Verdad nos hace libres”. Mentiras ni
piadosas, ni blancas ni chiquitas. Hablemos siempre con la verdad y con el
amor. En cuarto lugar: “Caminar en la Verdad.” Lo que significa vívela, ponla
en práctica para que seas honesto, honrado, íntegro, leal y fiel. En quinto
lugar: “Defiende la Verdad” No te hagas cómplice del pecado de otros. Defiende
tu dignidad y la dignidad de otros. Defiende a los débiles, a los que no tienen
voz, a los que no pueden defenderse.
El
camino para hacer de la Verdad la norma de tu vida. Es el camino para salir de la mediocridad, de la
superficialidad y de la charlatanería, para dejar de ser copia de otros y
títere de otros obedeciendo lo que te dicen o haciendo lo que otros hacen, es
ser tú mismo. Entra en el Camino de la Verdad: “Vengan a mí los que están
cargados y agobiados” (Mt 11, 28)“Ama sin fingimiento” “Aborrece el mal” y “ama
apasionadamente el bien” (Rm 12, 9) “Rompe las guaridas de las zorras y abandona
tus nidos” (Lc 9, 58) “Ama a Cristo y
síguelo.” Él es el Camino, la Verdad y la vida.(Jn 14, 6)
El camino de la Verdad
nos pide un cambio de actitudes y de estratos sociales para ser de Cristo, principio,
centro y fin de una Comunidad fraterna, orante, solidaria y servicial, en la
que nacen, crecen y se hacen los profetas.
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