AMIGO, ¿CÓMO HAS ENTRADO AQUÍ SIN TRAJE DE FIESTA?

 


AMIGO, ¿CÓMO HAS ENTRADO AQUÍ SIN TRAJE DE FIESTA?


  1. El relato evangélico.

En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a sus invitados pero estos no quisieron ir.” 

Envió de nuevo a  otros criados que les dijeran: “Tengo preparado el banquete: he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a mi boda. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.

Luego les dijo a sus criados: “la boda está preparada, pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.

Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin traje de fiesta? Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: “Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mt 22, 1-14).

2.     La invitación a la Bodas del Cordero.

Desde antes de la creación del mundo ya Dios tenía en su pensamiento divino las bodas de su Hijo con su Esposa, la Iglesia, bella y resplandeciente, adornada con la Gloria y la Santidad del mismo Dios (Ef 1, 3-10). Pero, llegado el momento, muchos rechazaron la invitación ¿a la boda como invitados? o ¿no más bien a la boda para desposarse en Alianza nueva y eterna con el Cordero Inmaculado? ¿Cuáles fueron los pecados de Israel? Primero dieron muerte a los profetas, luego rechazaron al Hijo y después lo mataron. Puesto que los primeros invitados rechazaron la invitación a unirse en Alianza de Bodas para ser uno con Jesús como las ramas se unen al tronco y los miembros se unen a la cabeza para recibir la savia y la vida, y ¿ahora qué? Ahora los paganos, gentiles, publicanos y las prostitutas son invitados a la salvación.

3.     La inversión de valores.

Los primeros invitados, unos se auto justificaron diciendo: compré unos bueyes, adquirí un terreno, hice un negocio. La auto justificación es el principio de la decadencia, primero espiritual, después moral y luego familiar o civil. La auto justificación llevó a estos invitados a poner a Dios en segundo o tercer lugar después de sus negocios o riquezas. La inversión de valores nos lleva a poner las cosas en primer lugar antes que al hombre, o en poner a éste, primero, antes que Dios. ¿De dónde viene la angustia, la tristeza, la depresión, los miedos y otras deformaciones del carácter? Digámoslo con claridad, de la “inversión de valores”, que es la manera de no dar una respuesta válida a la vida, y por ende a Dios. Hoy día se repite la negación a la invitación que nos hace el Señor a participar de su “Banquete”. El Domingo, el “Día del Señor”, los estadios, los nuevos “santuarios” están llenos de gente que dan la espalda a la “invitación que los “criados” les hacen a asistir las “Bodas del Hijo de Dios” que quiere unirse en Alianza eterna con todos los hombres y mujeres de todos los tiempos y de todos los lugares”.

4.     Las palabras proféticas del Señor.

La parábola de Jesús contiene palabras proféticas que dicen lo que sucederá a los primeros invitados. Dieron muerte después de la resurrección a los apóstoles y a los misioneros de Jesús. En el año 71 los generales romanos Tito y Vespasiano, prendieron fuego a la ciudad de Jerusalén, destruyeron el templo y mataron a muchos, dando fin al sistema religioso judío.

Digamos también que Jesús no sólo enseñó con parábolas, su vida misma, fue una parábola: se sentaba a la mesa con pecadores y con publicanos, se hacía amigo de ellos para enseñarlos que también los malos y los malvados son llamados a sentarse a la “Mesa con el Padre celestial” que es rico en Misericordia, quiere el bien para todos, no hace acepción de personas: todos somos invitados. La salvación es gratuita e inmerecida, tan sólo nos pide ponernos el traje de bodas. Para entrar al Reino de Dios las condiciones son: “Creer y convertirse” a Jesús, el Evangelio del Padre (Mc 1, 15). Aceptar la invitación nos pone en camino hacia la casa del Padre, donde nos espera Cristo para darnos el abrazo de la reconciliación y de la paz; nos espera para darnos “vestido nuevo”  que nos reviste de Cristo en justicia y santidad; para darnos el “anillo” que nos da la dignidad de ser hijos de Dios; “el calzado” que es el “poder” del Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios por los caminos del bien, es decir, por los caminos de Dios (Cfr Lc 15,  11ss).

5.     El traje de Bodas

El traje de bodas es la vida de Dios en nosotros consiste en tener una conciencia limpia es decir, redimida y poseída por la gracia de Dios. Revestidos de Cristo con la Vida que debe cultivarse mediante la práctica de las virtudes. Tiene el vestido de la Gracia todo aquel que ha creído en Jesús y le ha abierto las puertas de su corazón para convertirse en “Casa de Dios” (Cfr Apoc 3, 20) Con palabras de san Pablo: “Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones” (Ef 4, 17).

Para ponerse el traje de bodas la Palabra de Dios nos invita a despojarse del traje de tinieblas: “Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz” (Rom 13, 12). “En cuanto a vuestra vida anterior, despojaos del hombre viejo, que se corrompe dejándose seducir por deseos rastreros” (Ef 4, 22)

La Sagrada Escritura nos presenta varias listas de virtudes, entre las que podemos destacar:

“Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y está en todos. “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, sí alguno tiene queja contra otro” (Col 3, 9-13).

“Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno y al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no os dejan inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga es ciego y corto de vista.” (2 de Pe 1, 5- 9)

“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mt 11, 25).

Cuando el mal es removido del corazón del hombre por la fe y el arrepentimiento, en virtud de la “Sangre del Cordero”, entonces, en el corazón del hombre,  aparece la vida que debe crecer hasta dar frutos de vida eterna. Quien puede dudar de las palabras del Señor: “El Reino de los cielos está en tensión y es de los que lo arrebatan” (Mt 11, 12)

¿Quiénes son estos? Los que se esfuerzan por añadir a la fe la virtud para revestirse de Cristo. La virtud que crece con el uso de su ejercicio y que nos da la fuerza para luchar contra nuestro propio pecado. San Pablo nos recomienda: “No te dejes vencer por el mal, al contrario, vence con el bien al mal”. (Rom, 12, 21)

Aún hay tiempo, ante nuestras miserias y pecados, no nos quedemos callados. Abramos la mente a la Palabra de Dios; abramos la boca para confesar nuestras culpas; abramos nuestras manos frente a las necesidades de los demás y abramos el corazón a la voluntad de Dios para que podamos decir con el Apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, 13). El Camino recomendado por el Apóstol siempre será: “Por lo demás, fortaleceos por medio del Señor, de su fuerza poderosa. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo” (Ef 6. 10).

Pero es en la carta a los romanos donde nos presenta algunas indicaciones de vital importancia para mantener el vestido limpio de toda inmundicia:

Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Tal debería ser vuestro culto espiritual.

Y no os acomodéis a la forma de pensar del mundo presente; antes bien, transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.

En virtud de la misión que me ha sido confiada, debo deciros que no os valoréis más de lo que conviene; tened más bien una sobria autoestima según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada cual.

Pues así como nuestro cuerpo, aunque es uno, posee muchos miembros, pero no todos desempeñan la misma función, así también nosotros, aunque somos muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo: los unos somos miembros para los otros. Pero tenemos dones diferentes, según la gracia que Dios nos ha concedido: si es el don de profecía, ejerciéndolo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, sirviendo en el ministerio; si es la enseñanza, enseñando; si es la exhortación, exhortando. El que da, que dé con sencillez; el que preside, que sea solícito; el que ejerce la misericordia, que lo haga con jovialidad (Rom 12, 1- 8).

Sabemos que amar se aprende amando y a servir aprendemos sirviendo, A orar orando, Por eso, Señor dadme hambre de conocer tu voluntad para aceptarla y ponerla en práctica.

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