EL MUNDO Y
SUS CONCUPISCENCIAS PASAN; PERO QUIEN CUMPLE LA VOLUNTAD DE DIOS PERMANECE PARA
SIEMPRE. (1 de Jn 2, 17)
Cuando hablamos del mundo podemos
significar tres cosas: la primera hablamos sobre la Creación, bella y bonita,
creada por Dios para la Humanidad. La segunda es la humanidad, bella y bonita,
creada por Dios por amor y para amar. La tercera, el mundo hace referencia al
grupo de teorías, doctrinas e ideologías que rechazan el Evangelio de
Jesucristo. A esta última es la que hace referencia el título de nuestra reflexión.
El mundo y sus concupiscencias pasan. ¿Qué ofrece el mundo? San Juan nos dice: "No
améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del
Padre no está en él. Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia
de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no
viene del Padre, sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero
quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre." (1 de Jn
2, 15- 17) Las concupiscencias hacen referencia a los deseos desordenados de la
carne que hacen referencia las tres tentaciones que recibió el Señor Jesús al principio
y después durante su ministerio (Mt 4, 1ss) Las tres hacen referencia al “Poder,
el placer y el tener” Tres realidades que son buenas, son dones de Dios para nuestra
realización, lo malo está en el desorden en la que vivimos haciendo de ellas un fin en sí mismas. En vez de tenerlas
como medios para nuestra realización, las convertimos en nuestros dioses que
nos oprimen, nos esclavizan y nos llevan a la muerte espiritual, nosotros los
hacemos nuestros ídolos. Así lo dice san Pablo: "Y a vosotros que estabais
muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo
según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el
Espíritu que actúa en los rebeldes... entre ellos vivíamos también todos
nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne,
siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados
por naturaleza, como los demás, a la Cólera..." (Ef 2, 1- 3) Tres
son según san Pablo los enemigos de nuestra salvación: el mundo, el maligno y
la carne.
Estos tres nos dan un estilo de vida contrario
al Plan de Dios. Aparecen dos
estilos de vida, uno nos deshumaniza y el otro nos construye. "Porque, hermanos, habéis sido llamados
a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes
al contrario, servíos por amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza
su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si
os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros! Por
mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las
apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu,
y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de
forma que no hacéis lo que quisierais. Pero, si sois conducidos por el
Espíritu, no estáis bajo la ley." (Gál 5, 13- 18)
La carne tiene sus obras. ¿Cuáles son? "Ahora bien, las obras de la carne son
conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios,
discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios."
(Gál 5, 19- 21) El hombre al hacer las obras de la carne se excluye a sí mismo
del Reino de Dios. Tiene frente a él la misericordia de Dios que le extiende su
mano para liberarlo y para salvarlo: "Pero
si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos
con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. Si
decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si
reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y
purificarnos de toda injusticia." (1
de Jn 1, 7- 9)
La fe tiene sus frutos. Frutos que son el resultado de la acción del
Espíritu Santo y de nuestros esfuerzos. Son fruto de la conversión cristiana,
la que se entremezcla la acción del Espíritu Santo y nuestros pobres esfuerzos.
¿Cuáles son los frutos del Espíritu? "En
cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues
los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus
apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu."
(Gál 5, 22- 25) Estos frutos de la fe, son llamados también frutos del Espíritu
y de la Luz: "Porque en otro tiempo
fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz;
pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad."
((Ef 5, 8- 9)
Dos cosas tenemos frente a nosotros los
cristianos para poder dar frutos de vida eterna: “Vivir según el espíritu Santo
que guía a los hijos de Dios” (cf Rm 8, 14) Y ser de Cristo para estar crucificados con él,
y vivir para Dios: “Pues los que son de
Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si
vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu."
La recomendación de Cristo Jesús es para todos
y para siempre: “Vigilad y Orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41) “Permanezcan
en mi amor” (Jn 15, 9) Escuchemos algunas recomendaciones del apóstol san Pablo:
"Examinad qué es lo que agrada al Señor, y no participéis en las obras
infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas. Cierto que ya sólo el
mencionar las cosas que hacen ocultamente da vergüenza; pero, al ser
denunciadas, se manifiestan a la luz. Pues todo lo que queda manifiesto es luz.
Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y
te iluminará Cristo. Así pues, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como
imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque
los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la
voluntad de Señor. No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje;
llenaos más bien del Espíritu." (Ef 5, 10- 18)
¿Cómo podemos conocer la voluntad
de Dios? La clave está en un cambio de mente, de
voluntad y de corazón. "Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien
transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis
distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto."
(Rm 12, 2) El conocimiento de la voluntad de Dios lo podemos manifestar con la
palabras del Apóstol: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien” (Rm 12, 9).
San Juan nos dice que hacer la voluntad de Dios
es creer en Cristo y amar a los hermanos (1 Jn 3, 23) y también nos dice: "En
esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: “Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos
es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra,
ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos
que estamos en él." (1 de Jn 2, 3- 5) El evangelio de san Mateo
nos descubre la manera para salvarnos: "Así que por sus frutos los
reconoceréis. «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de
los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán
aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces
les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de
iniquidad!"" (Mt 7, 21- 23)
En la primera tres peticiones del Padre nuestro
Jesús nos enseñó que en la voluntad de Dios, incluye las primera dos
peticiones: “Santificado sea tu Nombre y venga a nosotros tu Reino” Esta es la
voluntad de Dios vuestra santificación.” ( 1 de Ts 4, 3) Esta santificación la
alcanzamos por la fe en Jesucristo.
Por Gracia de Dios somos perdonados de nuestros
pecados y recibimos el don del Espíritu santo (Rm 5,1: Gál 2,16) Permanezcamos
en su Gracia, permanezcamos en su Amor (Jn 15, 9) Cuando perdemos la Gracia
quedamos vacíos de Dios y de su Amor: "Porque
esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la
fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y
honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a
Dios. Que nadie falte a su hermano ni se aproveche de él en este punto, pues el
Señor se vengará de todo esto, como os lo dijimos ya y lo atestiguamos, pues no
nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad. Así pues, el que esto
deprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os hace don de su Espíritu
Santo." (1 de Ts 4, 3- 8)
El Camino de la santidad es Cristo (Jn 14,6) La
Cruz es el medio (Lc 9. 23) La Resurrección es la Meta. Cristo es la
Resurrección y la Vida (Jn 11, 25) Cruz y Resurrección son inseparables, son dos
momentos de un mismo acontecimiento: La Pascua de Jesús. (cf Gál 5, 24)
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