PUES TODA CARNE ES COMO LA HIERBA Y TODO SU ESPLENDOR COMO FLOR DE HIERBA

 

Pues toda carne es como hierba y todo su esplendor como flor de hierba

La vida del hombre se divide en dos, en un antes del Encuentro con Cristo y después conocerlo. En el Encuentro nuestros pecados son perdonados y recibimos el don del Espíritu para amar a Dios y amar al prójimo: "Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por medio de la Palabra de Dios viva y permanente. Pues toda carne es como hierba y todo su esplendor como flor de hierba; se seca la hierba y cae la flor; pero la Palabra del Señor permanece eternamente. Y esta es la Palabra: la Buena Nueva anunciada a vosotros." (1 Pe 1, 22- 25)


Somos reengendrados por la Palabra de Dios viva y permanente. Por la acción de la Palabra nacemos en los terrenos de Dios: La Bondad, la Verdad, la Justicia, la Misericordia, la Humildad, la Mansedumbre, y muchas otras más. La Palabra nos capacita para que discernamos entre lo que es bueno y lo que es malo: Es fuerza para que rechacemos lo malo y pongamos en práctica lo bueno (cf Rm 12, 9) Con el Encuentro con Cristo empieza en nosotros un proceso de humanización, un cambio de mente, de vida, de corazón y sentimientos, criterios, actitudes y acciones. Como lo dice san Pablo: "Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto." (Rm 12, 2)

La voluntad de Dios se ha manifestado en Cristo Jesús para darnos vida en abundancia, y vida eterna (cf Jn 10,10) En la oración del Padre nuestro nos enseñó a pedir siete peticiones. En las tres primeras en referencia Dios: “Santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino y hágase tu voluntad en los cielos como en la tierra.” Las dos primeras entran en la tercera: “Hágase tu Voluntad.” ¿Cuál es la Voluntad de Dios? Que viene a sembrar el Reino de Dios en los corazones. La semilla del Reino es la Palabra; quien la escuche y la obedezca tiene fe, esperanza y caridad, se deja caminar por los caminos de Dios. La Palabra de Jesús nos dice:

"Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis. (Mt 7, 18- 20) El fruto bueno es el amor, acompañado por la paz, la alegría, la fortaleza, la bondad, la verdad, la justicia. (Gál 5,22. 23; Ef 5, 9) Todos damos fruto, sólo que hay unos que dan frutos buenos y otros dan frutos malos.

«No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca" (Mt 7, 21- 24) No basta con rezar, con leer la Biblia, encender velas y tener algunas devociones, hay que  hacer la voluntad de Dios, haciendo el bien y rechazando el mal. Aceptando su Voluntad y sometiéndonos a ella.

"cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.» Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas." (Mt 7, 25- 29)

Construir la casa sobre roca, implica comenzar por el cimiento. ¿Cómo se construye el cimiento de la casa espiritual que es cada creyente? Todos somos llamados a ser “Casitas de Dios.” El Fundamento es Cristo, no hay otro, (1 Cor 3,11) Hemos de creer en él, creer en él es confiar, obedecerlo, amarlo, seguirlo y servirlo. Lo que exige entrar y caminar en un proceso de conversión para “revestirnos de Cristo” mediante la práctica de las virtudes cristianas que son “armas de luz”, “armadura de Dios” para luchar y vencer los vicios del Ego o del pecado. “Con el bien vences al mal” (Rm 12, 21) El cultivo de las virtudes exige renunciar a los malos hábitos, equivale a huir de las pasiones o de los vicios. Las virtudes tienen como madre y raíz a la fe que viene de la escucha de la Palabra de Dios y que abarca todas las dimensiones humanas: Hacia abajo, hacia arriba, hacia fuera y hacia adentro.

Para que la fe crezca, es lo mismo que ayudar a una planta a crecer. Los medios del crecimiento en la fe son regalos de Dios a los hombres: la oración, la Palabra, la liturgia de la Iglesia, los obras de misericordia, la comunidad, y el apostolado. Con la oración se afloja la tierra del corazón, con la Palabra de Dios es el agua para regarla, con la Liturgia (la Confesión y la Eucaristía) es para podar la planta y ponerle abono, y para ayudarla a crecer tenemos las buenas obras, (Mt 25, 31ss) la comunidad (Mt 18, 20) y el apostolado (Mt 28, 19- 20). Para crecer hay que disminuir, según las palabras del Bautista (cf Jn 3, 30) Jesús nos dejó como modelo la parábola del grano de trigo que debe caer en tierra, morir para que nazca y pueda crecer y dar frutos en abundancia (cf Jn 12, 24)

Al principio está la escucha de la Palabra de Dios con el Encuentro con Jesús que nos inicia en el proceso de conversión: "Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera (1 Ts 1, 9- 10) La conversión es un don de Dios y una respuesta nuestra, y nos pide aceptar a Jesús, el Hijo de Dios como nuestro Maestro y como nuestro Salvador, para luego abrirnos a la acción del Espíritu Santo y dé testimonio de que ya somos hijos de Dios (Hch 1, 8; Rm 8, 15)

 1
Es la acción del Espíritu Santo la que nos transforma la manera de pensar mundana y pagana por la manera de pensar de Cristo (Rm 12, 2; Flp 2, 5) Para llegar a tener los pensamientos, los sentimientos, las actitudes y las luchas de Jesús. Esto lo logramos caminando y viviendo en la Verdad que hecha fuera la mentira que nos infla y hace de nosotros una simple fachada, algo inhabitable. La mentira en la que muchos podemos estar viviendo al decir: “Cuánto tienes, cuánto vales.” Te valoras como un objeto, como una cosa; te valoras por la ropa, por el carro, por la casa, por el dinero que tengas en el banco, por la belleza física, todo eso pasa como la flor que al marchitarse cae y muere. A la luz de la Verdad creemos que somos un alguien, una persona valiosa y digna, en que el poder, el tener o el placer son medios que puedes servirte de ellos y compartir con otros, pero nunca fines o dioses. Nunca te arrodilles frente al poder o ante el oro, es decir, frente a los ricos y ante los poderosos.

Recuerda a nuestro Salvador: "Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza." (2 Cor 8, 9) En el evangelio de san Lucas un escriba motivado por la predicación de Jesús se le ofrece a seguirlo y participar de su Grupo. Jesús le responde: "Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.» Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»

 A otro dijo: «Sígueme.» El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.» También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.» Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.»" (Lc 9, 57- 62)

La pasión de Jesús era implantar o sembrar el Reino de Dios en corazón de los  hombres y de las culturas. Un Reino de paz, de amor, de verdad, de justicia que haga de las guaridas de las zorras y de los nidos de las aves, “Casitas de Dios”. El Reino crece en la Comunidad de Jesús; Comunidad en la que todos somos iguales en dignidad y todos somos llamados a construir la “Civilización del Amor.” Cimentada en el Amor, la Verdad y la Vida, es decir, en Cristo Jesús. Para caminar juntos hacia la Casa del Padre conducidos por el Espíritu Santo como Comunidad fraterna, solidaria y servicial. Que nadie nos robe la fe.



 





Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search