"No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido
bien daros a vosotros el Reino."
¿Quiénes son los del pequeño rebaño? "Yo dejaré en medio de
ti un pueblo humilde y pobre, y en el nombre de Yahveh se cobijará el Resto de
Israel. No cometerán más injusticia, no dirán mentiras, y no más se encontrará
en su boca lengua embustera. Se apacentarán y reposarán, sin que nadie los
turbe. ¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y
exulta de todo corazón, hija de Jerusalén! Ha retirado Yahveh las sentencias
contra ti, ha alejado a tu enemigo. ¡Yahveh, Rey de Israel, está en medio de
ti, no temerás ya ningún mal!" (Sof 3, 12- 15)
¿De quién se trata? En primer lugar se trata del resto fiel, los pobres
de Yahveh que ponían su confianza en una liberación espiritual que sólo podía
venir de Dios. Este pequeño resto esperaba a un Mesías que liberaría de las
garras de la opresión de Egipto y de Babilonia o de cualquier otra potencia
extranjera. Había encarnado a “Esperanza Mesiánica.” En segundo lugar se trata
de aquellos que habían creído en Jesús, lo amaban y lo seguían, todos sus discípulos
que a lo largo de la historia habían de creer en Jesús. Estos son el resto
fiel, el pequeño rebaño para quien - Jesús le hace una promesa: Recibir el
reino de Dios.
El cumplimiento de su promesa. "Al atardecer de aquel día, el
primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del
lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos
y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el
costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez:
«La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto,
sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.»" (Jn 20, 19- 23)
"Jesús se acercó a ellos y les
habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he
mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo.»" (Mt 28, 18- 20)
"Y les dijo: «Id por todo el
mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea
bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que
acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en
lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les
hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.»"(Mc
16, 15- 18).
Se trata de la Buena Nueva del Reino
de Dios, que no es una ideología, sino, una Persona concreta, llamada Jesús de
Nazaret, Jesús llamado el Cristo. "Id proclamando que el Reino de los
Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos,
expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis." (Mt 10, 7- 8) En
la carta a los romanos san Pablo nos dice: "Me debo a los griegos y a los
barbaros; a los sabios y a los ignorantes: de ahí mi ansia por llevaros el
Evangelio también a vosotros, habitantes de Roma. Pues no me avergüenzo del
Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del
judío primeramente y también del griego." (Rm 1, 14- 16) El Evangelio, es
el Mensaje que se identifica con el Mensajero. El Evangelio es Jesucristo. (El
Reino de Dios)
La llegada del Reino pone fin al reinado del Mal. La
obsesión de Jesús es establecer el Reino de su Padre en el corazón de los
hombres para así poner fin al reinado del Mal, de la opresión y de las
esclavitudes."El Reino de Dios está cerca". Se ora para que venga (Mt.6,
10). Por la fe se le descubre presente y operante en las palabras,
milagros, exorcismos de Jesús (Mt.
11,4-5; 12,25-28) y de manera especial, en el testimonio de vida de Jesús. Jesús
inaugura el Reino de Dios entre los hombres, y a la misma vez, revela el rostro
de Dios a quien llama con el término "ABBA" (Mc.14, 36). El Dios de
las parábolas de Jesús es un Padre amoroso y lleno de compasión, que perdona y
concede gratuitamente las gracias pedidas. Acoger a Jesús como la manifestación
amorosa del Padre y orientar la vida a Dios en la intimidad de la oración con
la confianza de encontrarse con un Padre que escucha, ama y perdona es la
expresión fundamental de la presencia del Reino de Dios en el corazón del
creyente. El esfuerzo por cumplir su voluntad del Padre genera una conciencia
filial y permite el crecimiento del Reino en el corazón de los hombres (Lc.11, 2)
“Venga a nosotros tu Reino” equivale hacer la Voluntad de Dios y someterse a
ella: “No todo el que me dice señor, señor, entra en la casa de mi Padre, sino
el que hace la Voluntad de mi Padre”. (cf Mt. 7,21).
Jesús hace presente el Reino de Dios. Jesús entiende el Reino de
Dios de manera distinta al sentir general del judaísmo de su época. El Reino
viene cuando se dirige a los hombres la "Palabra de Dios" (Rm 10, 17)
como semilla que debe de crecer por su propio poder hasta convertirse en un
gran árbol en medio del mundo donde anidan las aves del cielo (Mc. 4,26-29).
Acogerá en su seno a todas las naciones pues no está ligado a ninguna de ellas,
ni siquiera a Israel.
Cristo es la encarnación y la revelación de la misericordia del Padre. La
salvación consiste en creer y en acoger el Misterio de Dios y de su amor que se
manifiesta y se da en Jesús mediante su Espíritu. En Jesús de Nazaret Dios da
cumplimiento a su Plan de salvación. Después de haber recibido en el bautismo
el Espíritu Santo, Jesús manifiesta su vocación mesiánica: recorre Galilea
predicando la Buena Nueva de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino
está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc. 1, 14,15; Mt. 4,17;
Lc. 4, 43).
Jesús Predicador del reino de Dios. El objeto de la misión de
Jesús es la proclamación y la instauración del Reino, él mismo lo afirma al
aplicarse las palabras del profeta Isaías: "para eso he sido enviado"
(Lc.4, 16-18). Jesús instaura el Reino de Dios en el corazón de los hombres
mediante la predicación de la Buena Nueva, los milagros, la expulsión de
demonios y su estilo de vida. A la acción de Jesús el hombre responde con la fe
en la Persona y en el Mensaje de Jesús, el Liberador del hombre (Mt.12, 28).
Cristo, el Evangelio de Dios se
identifica con la Buena Nueva del Padre. Existe plena identidad entre Mensaje y
Mensajero, entre el decir, el actuar y el ser de Jesús. La fuerza de su
predicación está en la armonía entre Mensaje y Mensajero: Jesús proclama la
Buena Nueva no sólo con lo que dice, sino también con lo que hace y con lo que
es.
"Que el Reino de Dios no es
comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. Toda vez que
quien así sirve a Cristo, se hace grato a Dios y aprobado por los hombres. Procuremos,
por tanto, lo que fomente la paz y la mutua edificación." (Rm 14, 17- 19)
El reino de Dios es Justicia, Paz, Gozo, Bondad, Verdad, es decir, es Cristo
Jesús, nuestro Maestro, Salvador y Señor. El reino de Cristo se construye en la
Obediencia en la Palabra de Dios, tal como lo dice san Pablo:
"Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de
toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable
compasión, que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo
amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad,
ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como
superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los
demás." (Flp 2, 1- 4)
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