El
compromiso Cristiano
1.
¿Cuál es el compromiso del Bautismo?
El Bautismo me implica en el compromiso de la
fe: anunciarla, propagarla y defenderla; es compromiso con el Señor y con la
Iglesia. También me compromete en la defensa de los más débiles, la familia y
la vida. La lucha por un mejor bienestar para la comunidad y para la sociedad.
El compromiso de velar por los derechos de los demás y
practicar la justicia, guardando los Mandamientos de Dios y siendo fiel a su
Alianza. “Vayan por todo el mundo y bauticen… y enseñen todo lo que les he
enseñado… toda la Iglesia es Misionera, es Enviada… es Servidora. Servir para
trabajar en la “Unidad de la fe”, “Para crecer en el conocimiento de Dios”, “Para
alcanzar la madurez en Cristo…” (Ef 4, 13).
Todo bautizado participa de la “Unción de Cristo”. Ha
sido elegido para ser discípulo misionero de Cristo para servir a los hombres
desde la Iglesia. Ha sido “ungido” para vencer al mal, ser profeta, sacerdote y
rey. Por el bautismo participamos de la “unción de Cristo y de su triple
ministerio. El cristiano ha marcado con el “Crisma santo” para ser un servidor
de los demás, un alguien que no se pertenece, es propiedad total y exclusiva
del Señor. Por su consagración bautismal
es desde niño, sacerdote, profeta y rey en potencia, cuando sea grande, será un
“obrero” del Señor en acto.
El compromiso del Bautismo es el compromiso de la fe
por la que sabemos que en el reino de Dios nadie vive para sí mismo; nadie se
pertenece a sí mismo y nadie se realiza solo. Necesitamos de los demás y los
demás necesitan de nosotros. De nuestros valores, virtudes y bienes que hayamos
recibido de la bondad del Señor, de quien proviene todo don perfecto (Jn 3,
27). “Todo lo bueno que poseemos lo hemos recibido como regalo para nuestra
realización y para la realización de los demás. Nada de que presumir, todo es
para compartir (fr 1 Co 4, 7)..
2.
¿Cuál es el origen del Compromiso?
Todo compromiso implica cierto grado de madurez, de experiencia, de
vida. Podemos afirmar que el compromiso cristiano hunde sus raíces en la
experiencia de encuentro con Jesús resucitado, experiencia que se encarna, que
deja huella, y que es como el motor de la vida cristiana. Creemos por eso que
el compromiso nace de una doble certeza: La certeza de que Dios me ama y que yo
también lo amo a Él. Cuando hemos
experimentado lo bueno que es el Señor, nacen las ganas, a impulsos del
Espíritu Santo, el deseo de servir a Dios en nuestros hermanos: “pues es Dios quien,
por su benevolencia, realiza en vosotros el querer y el obrar” (Flp 2, 13). Es Dios que nos llama a salir
del exilio para ponernos encamino de éxodo hacia los terrenos de la responsabilidad,
de la libertad y de la solidaridad con todos.
“La certeza de ser amado por Dios. Saber que mi
Padre me ama, me perdona, me salva y me ha dado el don de su Espíritu” y “La
certeza de que también yo lo amo”. Cuando así es entonces puedo responder al
llamado que el Señor me hace y tomar la firme determinación de seguir a Cristo,
de servirle y dar mi vida por Él, y por los que Él ama.
3. La
clave del compromiso.
La clave es
“Ser de Cristo”. Todo el que es de Cristo, acepta el evangelio como
“norma para su vida”. “vive según el
Evangelio”. (Flp 1, 27) Pone su vida al
servicio de la Reino de Dios”. Lo anterior
exige a quienes se decidan aceptar el desafío de la fe tres cosas:
“Estar en guerra santa contra el
propio pecado”, “Ejercitarse en obediencia santa a la Palabra
de Dios”, y “En la práctica a toda clase de obras buenas”. San Pablo lo explica
al decirnos; Además, los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus
pasiones y sus apetencias. Si vivimos por el Espíritu, sigamos también al
Espíritu (Gál 5, 24- 25). En el corazón del compromiso, abrazando la voluntad de Dios es un
morir al pecado para vivir para Dios.
4.
Algo para no olvidar.
El compromiso evangélico ha de estar libre de egoísmos, envidias,
deseos de venganzas, odios, etc... Sin violencias, y libre de toda opresión,
explotación y exclusión. Cuando somos de Cristo encarnamos la disponibilidad,
para, y en su nombre, desprendernos de personas, de cosas o de otros apegos que
no nos dejan realizar nuestras vidas a la luz del Plan de Dios. El compromiso
de la fe pide haber sido y estar siendo liberados de toda forma de esclavitud.
“Para ser libres nos liberó Cristo” (Gál 5, 1). Somos libres en la medida que
nuestra vida se fundamenta en la verdad, y seamos capaces de amar sin que nos
cueste tantos esfuerzos.
La regla de oro de la vida cristiana es “Pertenecer a Cristo”. El ser de Cristo genera en el corazón del
cristiano un “sentido de pertenencia”. Solo
quien ame a Cristo puede decir que le pertenece, y puede realmente manifestar
su amor sirviendo a su Señor. El reconocer que soy propiedad total y
exclusiva de Cristo, miembro de su cuerpo, me hace pensar que también, soy propiedad
de su Iglesia, que es su Cuerpo. Ella es por eso, mi madre y mi maestra a quien
debo amar y servir.
Ser su propiedad particular y exclusiva de Cristo y de su Iglesia: es vivir para Él,
que me amó y se entregó a la muerte por mi (Ga 2, 19-20), es vivir en su
voluntad teniendo el Evangelio como norma para la vida, recordando siempre el
evangelio de María: “hacer lo que él nos diga” (Jn 2, 5), En la obediencia a la Palabra de Cristo se
encuentra la fidelidad al todo compromiso cristiano. Es garantía de tener un
corazón desbordado de paz y gozo. De acuerdo
a las palabras de la Escritura: «Si alguno tiene sed, que venga a mí, y
beberá; del que cree en mí se puede decir lo que afirma la Escritura: De su
seno manarán ríos de agua viva.» (Jn 7, 38) Cuando aceptamos
con alegría ser propiedad del Señor, en esa misma medida, “todo lo de Cristo es nuestro” (1 Co 3, 21). Así
lo entendió san Pablo al decirnos; “Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, como
tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si
morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos” (Rom
14, 7- 8).
4. ¿Cuál es la Ley del Compromiso?
La Ley del compromiso es la Ley de Cristo. Es
el Amor. El amar a Dios y a los hermanos al estilo de Jesús: “Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado,
así os améis también entre vosotros. Todos conocerán que sois discípulos míos
en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34- 35). La Ley del compromiso me sumerge en la Vida Nueva,
rompiendo siempre con esclavitudes: saliendo del pecado y viviendo para Cristo
en el Espíritu Santo. Guardar Los “Mandamientos” y guardar el “Mandamiento
Nuevo” no es una carga, es más bien una fiesta. Que exige, estar en comunión
con Cristo, muriendo a uno mismo y viviendo para los demás en Cristo Jesús.
5. ¿Cuál es el camino del compromiso?
El Camino es Jesús mismo. Seguir a Jesús implica: Abrazar la voluntad
del Padre hasta el fondo y ayudar a los hermanos a crecer en la fe y a vivir
una vida más digna, a esto Jesús le llamó “lavar pies”. Los frutos de este
estilo de vida son: “salir del
individualismo” para “Vivir un culto
más auténtico”, “Llevar una devoción
más fervorosa”, ”Ofrecer un
sacrificio que alcance a todos”, “Buscar
una vinculación más estrecha entre pobres y ricos” y “Tener una vida más
entregada”. Todo esto exige hacerlo para la mayor “Gloria de Dios”.
6.
¿Cuál es el objetivo del compromiso?
El objetivo no es otro, que la construcción de la comunidad cristiana. Comunidad fraterna en la cual se recibe la vida trinitaria; se vive y se comparte con los hermanos. Este objetivo, implica una doble mirada, a Dios y a la Comunidad, queremos que el pueblo florezca. Con el impulso del Espíritu, entre otras cosas: “Buscamos fortalecer los vínculos de la Comunidad”, “Ayudamos a recordar que nadie puede resistir solo contra el mal”, “Anunciamos que ya estamos reconciliados con Dios en la Cruz de Jesús”, “Abrimos campos de acción para que nadie esté inactivo”, “Tratamos de alentar a tener un corazón nuevo a los que nos rodean”. “Qué nadie se vea privado de la Gracia de Dios”.
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¿Cómo debe de ser nuestra
respuesta al llamado de Dios?
Tiene que ser inmediata, generosa, libre y consciente. Buscando “la
Gloria de Dios y el bien de la Iglesia”. Esto es posible cuando el “Amor de
Dios” ha sido derramado en nuestros corazones, con el Espíritu Santo que nos ha
sido dado (cf Rm 5,5). La ética que nos presenta san Pablo: <<Que vuestra caridad no
sea fingida; detestad el mal y adheríos al bien>> Rom 12, 9.
Dios nos llama a ser sus colaboradores en la reconstrucción del
“Universo y de la Iglesia”, el camino exige doblegar nuestra voluntad, para
tomarnos de la mano de Jesús y de los hombres, si nos soltamos de la mano del
hombre, nos damos cuenta que nos estamos soltando de la mano de Jesús y no
llegaremos a plenitud como personas para quedarnos en un individualismo que
dice: “Estando yo bien los demás me vale”. Qué esa no sea nuestra respuesta,
sino que pronta y con santa disponibilidad digamos con Isaías: “Envíame a mi
Señor.” Con Moisés “Heme aquí Señor.” Con María “Hágase en mí la Palabra del
Señor”, Como decimos en el Padre Nuestro: “Hágase la Voluntad de Dios”
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