1. El Señorío de Cristo Jesús.
Objetivo: Jesús es el Salvador y el Redentor de los
hombres, pero él ha de ser además, Señor de nuestras vidas, centro de nuestros
corazones. Con este tema pretendemos ayudar a conocer el camino que nos
lleva a la perfección cristiana
El camino para vivir el Señorío de Jesús es: “Aceptar
ser de Cristo” (1 Co 3, 23). Ser pertenencia de Cristo, que Jesús sea el “Mero,
Mero” en tu vida. Ser de Cristo implica haberlo recibido como Salvador y haber
recibido su perdón y su paz. ¿Ustedes de quien quieren ser? San Pablo en la
carta a los Gálatas nos dice: “Para ser
libres nos liberó Cristo”. (Ga 5, 1) Libres de toda esclavitud, y libres
para servir a los hombres. Es la enseñanza del Maestro: “No he venido a ser servido, sino a servir” (Mc 10, 45). Jesús ha
venido a nuestra vida para liberarnos del pecado, de la idolatría, destruir las
obras del Diablo y darnos el don del Espíritu Santo.
La verdad es que el hombre ha sido puesto en mundo
para ser amo y señor de las cosas: vivir por encima de ellas; no fue creado
para vivir por encima de los demás, como tampoco fue creado para vivir por
debajo de los otros. Los señores de la tierra son opresores, son explotadores,
están llenos de mentira, fraude y engaño, quienes viven el Señorío de Cristo no
son de esos. El hombre existe para entregarse, para darse para servir a
impulsos del amor. Con su voluntad el hombre se ata, se adhiere a “algo” o a
“alguien”. El ser humano se ata o se une a lo que ama, aquello que la
inteligencia le presenta como bueno. ¿Qué sucede si me ato al mal? ¿Qué sucede
si me adhiero al bien? ¿Qué sucede si me uno a Dios? Si me uno al mal, me hago
malo, si me uno al bien me hago bueno y si me uno a Dios me divinizo. Me hago uno
con Él en Cristo Jesús, “Camino, Verdad y Vida”, y todo el que se une a
Él, vive en la verdad, practica la
justicia, camina en la libertad y vive para amar. En pocas palabras se realiza
plenamente como ser humano.
El hombre que se adhiere al error, es un oprimido y es
esclavo del mal. En cambio si se adhiere al bien se hace hijo y siervo de
Dios. De la misma manera que el hombre que vive para sí mismo se asfixia en su
propio ego. No hay término medio, o frío
o caliente. Sólo hay dos caminos, uno lleva a la vida el otro al
libertinaje y por ende a la muerte. No hay término medio, si tú me dices yo
tengo mi propio camino, ese sería un camino, ni tan ancho ni tan angosto, ni
frío ni caliente, más bien sería tibio y la Palabra de Dios nos dice que la tibieza
espiritual no es grata a Dios. “Conozco
tu conducta, no eres ni frío ni caliente; ahora bien puesto que eres tibio, y
no frío ni caliente, voy a vomitarte de mí boca”(Ap 3, 15- 16)
El Término:
Señor. ¿Qué
significa la Palabra Señor? En primer lugar designa a la persona que tiene
dominio sobre tierras o cosas, es dueño. Por ejemplo los señores feudales y los
hacendados se creen dueños de vidas y haciendas. Jesús no es de estos, hoy día
a esos señores nadie los quiere. Otra palabra muy semejante es la palabra “amo”
que tiene casi el mismo significado, pero que hace referencia más bien a
personas que son cabeza de la casa y que tienen uno o varios criados. El Amo es el que hace y
deshace.
¿Cómo entiende
la Biblia la palabra SEÑOR? Para los judíos el NOMBRE de
Dios revelado a Moisés en el libro del Éxodo (3, 14) es tan SAGRADO que no se
atrevían a pronunciarlo y encontramos que en la Biblia griega el NOMBRE es
traducido por “Kyrios” (Señor). Señor se convierte desde entonces en nombre más
habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo
Testamento utiliza en sentido fuerte el título de Señor para designar al Padre,
pero también lo emplea, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como
Dios. (1 Co 2, 8; Flp 2, 6-11)
- Hechos 2, 36. Independientemente de lo que digamos, Jesús es Señor,
pues Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
- Juan 13, 13-14. Ustedes me llaman Maestro y Señor, y en verdad lo
soy….
- Mateo 20, 28. “Mi Señor y mi Dios” la frase más bella de la Biblia
que mejor nos habla de lo que Jesús: Señor de señores. Dios de Dios.
- Colosenses 1, 15-18. Imagen de Dios Invisible. Es también la cabeza
del Cuerpo que es la Iglesia. El es el Principio…
- Filipenses 2, 6-11. Jesús es de condición divina….que toda rodilla
se doble…y toda lengua proclame que Jesús es SEÑOR.
La experiencia nos dice muchísimos son los bautizados,
muchos los creyentes, pocos los practicantes y poquísimos los comprometidos con
la causa de Cristo. Quiero decir que con esto que muchos creyentes no viven
bajo el Señorío de Cristo, más bien llevan una vida según la carne: vida
mundana y pagana dando culto a los ídolos del poder, del placer o del tener.
Podemos dividir nuestra vida en dos: antes y después de conocer a Cristo.
Antes de conocer
a Cristo Después de conocer
a Cristo Jesús es Señor
El Yo era el centro Jesús
ya está dentro… Jesús es el centro y
Cristo estaba fuera de la vida. Pero el Yo sigue siendo el centro.“Yo” estoy a su lado. A
mi alrededor; dinero, A
mi alrededor sigue el dinero, Todo ha sido puesto alcohol, sexo, etc. fama, el tabaco, diversiones. bajo los pies de Cristo
¿Cómo hacer a
Jesús Señor de nuestras vidas? Existen dos capitanes, dos señores, dos reinos: el de
la luz y el de las tinieblas. En el Reino de
la luz, Cristo es el Rey, es el Capitán, mientras que el reino de las
tinieblas, el Diablo es el jefe. ¿En cuál reino te encuentras? ¿Cómo saberlo?
¿Cuál voluntad estás haciendo? ¿Tú voluntad o la de Dios? En reino de la Luz
sólo viven los que hacen la voluntad de Dios manifestada en Cristo Jesús. ¿Cómo
hacer a Cristo Jesús Señor de nuestras vidas? Lo primero es:
El encuentro
personal con Jesús, Buen Pastor. Encuentro liberador y gozoso que divide la vida de
los creyentes en dos: antes y después de conocer a Cristo. Antes yo era el rey,
el centro de mi vida. Mi felicidad estaba en las cosas: dinero, sexo, alcohol,
droga, amigos, carros, etc. El Señor estaba fuera de mi vida. Con el encuentro
con Cristo se inicia el proceso, Él entra en mi vida y se experimenta el poder
de Dios y lo bueno que es el Señor.
La clave: “Hacer en todo la voluntad de
Dios”. “Haced lo que Él os diga” (Jn
2, 5). Buscar y realizar su voluntad es poner a Jesús por encima de todo lo
creado. El cristiano que camina con decisión por los caminos de Dios aprende a
discernir entre el bien y el mal, y se hace adulto en la fe, capaz de vivir de
una manera digna según el Señor, dando frutos buenos y creciendo en el
conocimiento de Dios. (Col 1, 9-10)
La Ley: Amar como Jesús, a todos y
siempre. Cuando la Ley de Cristo reina en nuestros corazones, las cosas ya no
se hacen por obligación ni por que toca; todo se hace con alegría y por amor al
Señor, por eso se puede decir con san Pablo: “Todo lo que era importante para mí, lo considero basura y lo doy por
pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo, mi Señor”. (cfr. Flp
3, 10-11).
El compromiso: ser servidor de los demás.
Jesús es Señor de los que permiten que Él
les lave los pies. Jesús dice: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y
lo soy, pues si yo que soy Maestro y
Señor les he lavado los pies, haced vosotros lo mismo” (Jn 13, 13-14). El
señorío de Jesús es para el servicio del hombre: “El Hijo del Hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”
(Mt 20, 28)
La purificación del corazón o destrucción de
los Ídolos. El
Señor Jesús no entra en nuestros corazones con sus manos vacías. ¿Qué lleva? La
Espada de doble filo y viene a echar fuera de “Casa” todo lo que no sirve, lo
que ocupa el lugar de Cristo; viene a destruir nuestros falsos dioses Entra
también en nuestros corazones como Luz que ilumina todas dimensiones de nuestra
vida. Paso a paso, de obra en obra, el Espíritu del Señor va rompiendo
ataduras, destruyendo ídolos, limpiando la casa; espíritu de machismo…espíritu
de brujería…espíritu de alcoholismo…espíritu de adulterio…espíritu de
libertinaje…espíritu de grosería, fuera
y al fuego.
La opción por
Jesucristo y rompimiento con el mundo. El Señor Jesús no pide poco, tampoco pide mucho, Él lo
pide todo. Pide pero no exige. Es un Caballero y respeta nuestra libertad: “Si
tu quieres”… ¿Cuándo se hace la opción por Jesús? ¿en qué momento? La opción
por Jesús es un momento de gracia, es don y respuesta…implica dos certezas:La
certeza que Dios me ama… “me amó y se
entregó por mí”. Yla certeza que yo también lo
amo…y hago alianza con Él.
Cuando esta doble certeza se enraíza en el corazón de
los discípulos, entonces, libre y conscientemente se decide uno por Cristo y
por su Evangelio. Es decir, se guardan los Mandamientos y se acepta libre y
gozosamente la llamada al servicio. Jesús pregunta a Pedro: “¿Pedro, me amas”.
El no hace alianza con esclavos…el mundo los odia porque ustedes me aman, si
ustedes me odiaran el mundo los amaría.
Vida de pertenencia a Jesús. Mateo en el Evangelio nos presenta la parábola de la
“perla preciosa”. (Mt 5, 45). La Perla no será nuestra si no estamos
dispuestos a darlo todo: familia,
amigos, bienes materiales, morales, defectos, vicios, enfermedades. Entregar lo
bueno y lo malo. Ponerlo todo a los pies de Cristo. Para que pueda ser el
Señor nuestro. No somos de las cosas,
somos del Señor con todo y cuanto tenemos, por eso, lo que sabemos, tenemos y
somos, todo lo ponemos con alegría al servicio de quien lo necesite. El Señorío
de Jesús es el camino de desprendimiento y de comunión con Dios y con los demás
especialmente los más pobres.
Vida consagrada al Señor.La vida humana solo se hace cristiana cuando se gira
en torno como siervo de Jesús; sólo entonces
es fuente de alegría cristiana. Sierva de Dios fue el título favorito de
María: “He aquí la esclava del Señor”.(Lc, 1, 38) Pablo, siervo de Jesucristo
por voluntad de al Señorío de Jesús y se consagra totalmente y con alegría a su
servicio. Razón por la que puede vivir para Dios y confesarnos que todo en lo que antes de conocer a Cristo
era valioso para él, después de haber
experimentado lo sublime del amor de Cristo, lo considera basura, lo da por
pérdida. (Flp 3, 7)
En la carta a los Romanos encontramos un texto que nos
manifiesta en que consiste una vida consagrada al Señor: “Hermanos os exhorto
por la misericordia de Dios a que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostias
vivas, santas y consagradas a Dios; ese ha de ser vuestro culto espiritual”
(cfr. Rm 12, 1-2) Reconocer, aceptar y proclamar a Jesús como Señor es algo que
solo puede ser fruto de la acción del Espíritu Santo en nuestra vida.
Manifestaciones
del Señorío de Cristo en nuestra vida. La voluntad de Dios para nosotros es hacernos tener
parte con Él. La voluntad del Señor manda siempre lo mejor para el hombre,
aunque éste no lo alcance a ver de esta
manera: “Porque ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” (1 Tes 4, 3). ¿Podrá existir algo mejor para
nosotros que nuestra santificación? Las manifestaciones que podemos ver en
nuestra vida, pueden ser, entre otras:
¨ Cambio de una manera de pensar egoísta a una, con sentido
comunitario. De mi carro a nuestro carro, del yo al nosotros, de lo mío al nuestro.
¨ Se pone lo que se tiene al
servicio de quien lo necesite. El desprendimiento de las cosas y de realidades
buenas para abrirse al servicio.
¨ La administración de la
economía. Ya no se gasta en lo que no se necesita. No se derrocha en cosas
innecesarias, en lujos superfluos. En cosas vanas.
¨ Disponibilidad para abrazar la
voluntad del Padre. Disponibilidad para hacer el bien, sin buscar el
propio interés.
¨ El cultivo de los valores del
Reino. La verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Los Padres de la Iglesia de los primeros siglos nos
dicen: “Todo gasto superfluo es un fraude a los pobres”. Todo derroche en
vicios y en lujos innecesarios es fraude, es engaño….es darle el lugar de
nuestra vida que le corresponde a Cristo, a las cosas, a los perros y a los
cerdos.
María es el mejor ejemplo que tenemos de alguien que
haya realizado en su vida el señorío de Cristo. Ella es la primera discípula,
por eso es también hija predilecta del Padre y Sagrario del Espíritu Santo. En
cada momento de su vida abrazó la voluntad de Dios hasta el fondo, por eso es
Virgen fecunda y Madre Admirable.
Señora del
servicio ayúdanos a conocer, amar y servir a Jesús, el Señor de cielos y de
tierra, al único, al glorioso e inmortal, al Hijo de Dios
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