LO QUE SIGNIFICA CREER EN JESÚS, EL SEÑOR

 

Lo que significa creer en Jesús, el Señor.

Iluminación. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” (Jn 3, 16- 17)

¿Quién es Jesús para nosotros  sus creyentes?

Jesús es la Manifestación del Amor de Dios a los hombres. Es el Don de Dios a la Humanidad, es la “Bendición de Dios a los hombres” (Ef 1, 3) En Jesús Somos elegidos para estar en su presencia santos e inmaculados a él en el Amor; somos predestinados para ser adoptados como sus hijos; somos redimidos en virtud de su sangre, somos perdonados y purificados de nuestros pecados y somos santificados por la acción del Espíritu Santo que Jesús nos da (Ef 1, 4-8) Jesús es el Hijo, el Unigénito de Dios. Enviado por El Padre para ser Salvador de los hombres que crean en él y que lo acepten como su Maestro, Salvador y Señor.

¿Qué significa creer en Jesús?

Es aceptar a Jesús como Don, Hijo, Maestro, Salvador y como Señor. Quien crea en Jesús confía en él como el Hijo que ha venido a traernos una Salvación gratuita e inmerecida. Cree en Jesús todo aquel que obedezca sus Mandamientos y su Palabras (Jn 14, 21. 23) Creer en Jesús nos pide amarlo con todo nuestro corazón: “Ustedes me aman si hacen lo que yo les digo” (Jn 15, 15) Todo el que sigue a Jesús y lo sirve, ese es el que cree en él (Lc 9, 23) Para poder decir que todo el que cree en Jesús lleva una vida de frente a Jesús, le pertenece y vive para él que lo amó primero (Gál 2, 20)

¿Qué hacer para tener vida eterna?

Jesús nos dijo: “vengo para que tengan vida en abundancia” (Jn 10, 10) Es la Vida que el Padre, nos da,  es la vida que está en Jesús y quien cree en él tiene la vida eterna (Jn 6, 39) Esa vida empieza en nosotros cuando el Padre nos envía su Palabra: “La fe viene de lo que se escucha, la Palabra de Dios” (Rm 10, 17) Escuchar la Palabra de Dios equivale a obedecerla. Tal como lo dice el Apocalipsis: “Yo estoy a la puerta y llamo el que escucha mi  voz y me abre, yo entro y ceno con él” (Apoc 3, 20) El que escucha y obedece se hace discípulo de Jesús y se apropia de las palabras del Apóstol: “Qué Cristo habite por la fe en vuestro corazón” (Ef 3, 17)

¿Qué hacer con la fe que hemos recibido como don de Dios?

Con palabras de san Pablo: “El que no trabaje que no coma.” Dios en el Génesis nos ha dado un Mandato: “Trabaja y protege” (Gn 2, 15) La semilla de la fe es la Palabra de Dios. Es semilla de Salvación que comienza pobre, humilde, sencilla y muy pequeñita. Pero cuando nace y se cultiva crece hasta un arbusto grande y con muchos frutos que se deben compartir con los demás para que puedan ser auténticos. En su proceso de crecimiento la fe se convierte en Confianza, en Esperanza y en Caridad. Habíamos dicho que la Salvación es gratuita e inmerecida, pero, también podemos decir que no es barata, hay que cultivarla y compartirla. Con la ayuda de Dios y con nuestros esfuerzos vamos adquiriendo una voluntad firme, férrea y fuerte para amar a Dios y al prójimo, para desprendernos de todo aquello que no nos ayuda a crecer como personas y no permite que el Reino de Dios crezca en nuestros corazones.

¿Cuáles son los medios para ayudarnos a crecer en la fe?

Como toda planta, lo primero es desmontar, desempedrar, quemar la maleza, aflojar la tierra, regar, echar abono, podar… En la fe tenemos los medios de crecimiento que el Señor ha dado a su Iglesia para todo desarrollo espiritual e integral. Podemos hablar la Oración y la Palabra de Dios. Son los primeros medios para aflojar la dureza del corazón y para regar la tierra de nuestro corazón, Oración y Palabra de Dios nos ayudan a crecer y a llenarnos de Cristo. En tercer lugar tenemos la Liturgia de la Iglesia, es decir los Sacramentos, especialmente, la Confesión y la Eucaristía como poda y abono. El cuarto lugar la Palabra de Dios nos presenta las “Obras de Misericordia,” la caridad como medio para crecer en las virtudes, para vencer el egoísmo, para vencer el mal (Rom 12, 21) En Quinto lugar la Escritura nos presenta las pequeñas comunidades: “Dónde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo” (Mt 18, 20) Nadie puede crecer sólo, ni podrá dar fruto por sí mismo, sin la ayuda de los demás. Por último, tenemos como medio de crecimiento el “Apostolado.” Se trata de la acción del Apóstol que tiene como alma el “Amor” que se manifiesta en el servicio a los demás.

¿Cuál es el fundamento de la fe?

El único fundamento de la fe es Cristo (1 Cor 3, 11) Para llegar a poner el fundamento de la fe, el Espíritu Santo, lleva al desierto, al final de la experiencia se toma la decisión de hacer la “Opción fundamental por Cristo” como la victoria de Dios sobre los proyectos del hombre. Se decide a amar y seguir a Cristo para servirlo, dejando a atrás al mundo, a las pasiones de la juventud para buscar la fe, la justicia, la caridad (2 Tim 2, 22) De la Opción fundamental por Cristo, nos ayuda a enraizar en la amistad con Cristo, se le toma en serio y se decide a servirlo. Tomemos como ejemplo a un árbol: el tronco es la “Opción fundamental”, las actitudes son las ramas del árbol y los frutos son las acciones que cuelgan de las ramas. De la comunión con Cristo nacen las actitudes cristianas, es decir las ramas de las que brotan los frutos. Sin comunión con Cristo no hay frutos buenos, (Jn 15, 3) nuestra fe es estéril y vacía.

¿Cuál es el contenido de la fe?

El contenido de nuestra fe es Cristo. Esto nos lleva a entender que la conversión cristiana es llenarse de Cristo, lo que implica vaciarnos de todo aquello que es incompatible con el reino de Dios. San Pablo lo afirma a decirnos: “Despojaos del hombre viejo y revestíos del Hombre nuevo” (Ef 4, 23) “Despojaos del traje de tinieblas y revestíos de Luz. Revestíos de Jesucristo (Rom 13, 13- 14) “Huyan de las pasiones de la juventud y busquen la fe, la justicia, a caridad (2 Tim 2, 22) San Pedro nos invita a romper con la corrupción para poder participar de la naturaleza divina (2 Pe , 1- 4)

¿Dónde hay fe y dónde no la hay?

Digamos primero donde no la hay. No hay fe, donde hay envidia, donde hay odio, donde hay mentira, fraude, adulterio. No hay fe donde no se guardan los Mandamientos de la Ley de Dios y donde no se guarda la Palabra de Dios. San Mateo lo afirma al decirnos: “No todo el que me diga señor, señor, entra en el reino de Dios” (Mt 7, 21) San Lucas lo confirma al decirnos: ¿Por qué me llaman señor, señor y no hacen lo que yo les digo? (Lc 6, 46) Ahora digamos donde si hay fe. Hay fe, donde hay confianza en Dios, en su Palabra, en sus Promesas. Hay fe donde hay Obediencia a su Palabra; donde hay Obediencia a su Voluntad. Hay fe donde hay Amor a Dios y al prójimo. Amor que se manifiesta en donación, entrega y servicio. Hay fe donde hay pertenencia al Señor al poseer al Espíritu Santo que garantiza el amor a Dios y a todo lo que Él ama. (Rom 5, 5)

¿Cómo participar del compromiso de la fe?

El compromiso participa de tres palabras: “com” “pro” “missio.” Traducido al español sería: “Enviados, con otros, a favor de otros.” ¿Quién se puede comprometer? Sólo aquellos que tengan ya algo de la experiencia de la fe para que tomen la decisión de servir al Señor. ¿Con quién comprometerse?  San Mateo nos da la respuesta, con Aquel con nos envía: “ Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra” “Id por todo el mundo y hagan discípulos míos” “Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” “Enséñenles todo lo que yo les he enseñado” “Yo estaré con Ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18ss) Nuestro compromiso es con el Señor y con la Iglesia, enviada a humanizar, a cristianizar y a divinizar a los hombres con la Gracia del Espíritu Santo.

Un ejemplo de nuestro compromiso en la fe lo encontramos en el libro de los Hechos: “Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra.»Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos. La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe. (Hch 6, 1- 7)

Oremos. Padre por tú Hijo dadnos Espíritu Santo para que podamos hacer tu Voluntad, obedecer la Palabra de Cristo y ser dóciles al Espíritu de la Unidad, de la Libertad y de la Amistad para que seamos cristianos comprometidos en la Obra del Padre: la liberación de los hombres.

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