Tened entre vosotros los mismos
sentimientos de Cristo
(Filipenses 2, 1- 11)
Iluminación:
Así pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una
comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, colmad mi alegría, teniendo un mismo sentir,
un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo mismo.
Introducción:
No hagáis nada por ambición o vanagloria, sino con humildad, considerando a los
demás superiores a uno mismo, y sin
buscar el propio interés, sino el de los demás.
Desarrollo
del Tema
“Ya conocéis la
generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre
por vosotros para enriqueceros con su pobreza.” (2 Cor 8, 9) Es la invitación
de Pablo a “reproducir la imagen de Jesús como lo hace en la carta a los
Romanos: “Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su designio.
Pues Dios predestinó a reproducir la imagen de su Hijo.” (Rm 8, 28-29) Esta es
nuestra vocación a la que todos estamos llamados a ser. Vocación que hace decir
a Pablo: “En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para
Dios. Ahora estoy crucificado con Cristo; yo ya no vivo, pero Cristo vive en
mí. Todavía vivo en la carne, pero mi vida está afianzada en la fe del Hijo de
Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gál 2, 19- 20)
“Tened entre vosotros los mismos sentimientos
de Cristo.” El corazón de Cristo está lleno de los
sentimientos, pensamientos, preocupaciones, intereses y de las luchas de su
Padre del Cielo. La exhortación de Pablo es que todos los creyentes estemos, también,
llenos de los sentimientos, pensamientos, preocupaciones intereses y luchas de
Cristo. “Todo don perfecto viene de Dios” nos dice el apóstol Santiago (1, 17)
No hay nada que presumir, Dios es generoso, compasivo y misericordioso: “A los
que estábamos muerto por el pecado, nos ha dado vida con Cristo” (cf Rm 6, 23;
Ef 2,1- 4) para que nosotros seguimos las huellas del Maestro que nos invita a
ser como él: “Mansos y humildes de corazón” (Mt 11, 29) Es el énfasis que encontramos en las cartas paulinas:
“Despojaos del hombre viejo y revestíos del hombre nuevo en justicia y santidad”
(cf Ef 4, 23- 24; Rm 13, 11- 14; Col 3, 5- 14) Es su testimonio: “Para mí la
vida es Cristo y la muerte es ganancia” (Flp 1, 21)
Jesús
se hizo pobre para enriquecernos con su riqueza.
La pobreza de Jesús es
la “Encarnación” y su “Pasión” Se hizo hombre para redimirnos, sacarnos del
pozo de la muerte y llevarnos a la Casa del Padre: “Él nos libró del poder de
las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo querido, por quien recibimos
la redención: el perdón de los pecados.” (Col 1, 13- 14) Jesús, nació pobre,
vivió pobre y murió pobre, ese es el camino elegido por él y para él, desde la
eternidad. La riqueza de Jesús que comparte con nosotros consiste en ser como
él: hijos de Dios, hermano de los hombres y servidor de todos. (cf Gál 3, 27;
Mt 23, 9; Jn 13, 13ss) Nuestra riqueza es tener los “sentimientos de Cristo” y
vivir como él vivió: “Vosotros sabéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando
por Galilea, después que Juan predicó el bautismo: Cómo Dios ungió con el
Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo él pasó haciendo el bien
y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hch
10, 37- 38)
El
abajamiento, la kenosis, de Jesús.
Todo lo hace por amor.
“El cual, siendo de
condición divina, no reivindicó su derecho a ser tratado igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando
condición de esclavo.” (Fil. 6- 7) El Señor tiene conciencia de ser el Hijo de
Dios que viene a servir y no a ser servido (cf Mt 20, 28) Es el Siervo de Dios
que “toma la firme determinación” de subir a Jerusalén para ser entregado en
manos de sus enemigos para sufrir y padecer la muerte en favor de toda
humanidad. Es el camino para dar vida en abundancia a los hombres (cf Jn 10,
10) La única razón por lo que viene y por lo que hace es “su amor a todos y acá
uno de los hombres, de quienes, no les avergüenza en llamarlos hermanos.” (cf
Hb 2, 11; Jn 3, 16; 13, 1)
“Asumiendo
semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre”
(v. 6) Se hizo hombre como nosotros, sin dejar de ser “Dios”. Jesús es el Dios
que se hizo hombre para hacernos como él: “Santos y consagrados en el amor” (Ef
1, 4) “Para ser hijos de Dios en Cristo” (Ef 1, 5) Es el hombre que no conoció
pecado, que amó hasta el extremo, hasta el dolor, hasta el sacrifico, hasta la
muerte (cf Jn 13, 2; Ef 5, 2)
“Se rebajó a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.” ( v 8)”Se
rebajó a sí mismo” “Se humilló a sí mismo” para destruir el pecado de los
hombres. No los humilla, no los juzga y no los condena. ¿Qué hace” Se humilla a
sí mismo” Abraza su cruz por amor, se hace maldición para liberarnos de la
maldición de la Ley (cf Gál 3, 13). En el huerto de los Olivos había realizado
su gran acto de fe: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga
mi voluntad, sino la tuya.” (Lc 22, 43) En el “silencio” del Padre, Jesús
comprendió la Voluntad de su Padre y se hizo obediente hasta la vergonzosa
muerte de Cruz para redimir la humanidad, y en virtud de su sangre perdonar los
pecados de los hombres (cf Ef 1, 7) y “limpiar las conciencias de los pecados
que llevan a la muerte” (Hb 9, 14) El deseo más grande del corazón de Jesús, se
lo entrega a su Dios en oración desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen.” (Lc 23, 34) El Grito de la victoria de Cristo Jesús que se
ha escuchado hasta los confines de la tierra y del Cosmos: “y Jesús, dando un
fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu.» Y, dicho esto,
expiró.” (Lc 23, 46) Su Muerte es nuestra victoria. Jesús ha vencido al mundo,
al maligno y al pecado. Ha ofrecido al Padre por nosotros pecados un sacrifico
vivo, santo y agradable a Dios. (cf Hb 9, 14; Rm 12, 1) Nos ha redimido para
justificarnos (Rm 5, 1; Ef 1, 7). ¡¡¡ Qué amor tan grande nos ha manifestado el
Señor, que siendo nosotros pecadores Cristo murió por nosotros para que pasemos
de las tinieblas a la Luz (cf Rm 5, 6)
La Resurrección es el “sí” del Padre a su Hijo que se hizo
obediente hasta el extremo: Lo resucito para vencer al último de sus enemigos:
“La muerte”. Con su resurrección Dios Padre confirmó todo lo que Jesús hizo y
dijo durante su vida. “Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está
sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los
cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús
es el SEÑOR para gloria de Dios Padre»” (v 9- 11)
Con la muerte y
resurrección de Jesucristo, Dios ha cumplido la promesa de hacer una “Nueva
Alianza como le había dicho a los profetas (Jeremías 31, 33; Ezequiel 36, 23-
28; Oseas 2, 21- 22). Alianza sellada con la
sangre de Cristo que lleva como signo “al Espíritu Santo” “La Ley del Amor”
Escrita en nuestros corazones. De la Nueva Alianza brota “La pertenencia a
Cristo” “El Amor y el Servicio a Cristo”. De la Nueva Alianza brota la
“Filiación y la Fraternidad.” Pueblo redimido llamado a ser “Luz de las
naciones.” “Un sacerdocio Regio” (cf 1 Pe 2, 9).
Conozcamos el corazón
de nuestra fe cristiana: ¡¡¡Jesucristo ha muerto!!! ¡¡¡Jesucristo ha
resucitado!!! ¡¡¡Jesucristo es Señor!!! Ha realizado el Plan de Dios para la
“Gloria de4 Dios y para nuestro bien. Porque Cristo ha muerto y resucitado
somos hijos de Dios, hermanos y servidores que por amor podemos dar la vida a
nuestros seres humanos. Pablo confirma lo anterior al decir: “Por medio del bautismo fuimos, pues,
sepultados con él en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de
entre los muertos mediante la portentosa actuación del Padre, así también
nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos sido injertados en él por una muerte
semejante a la suya, también lo estaremos por una resurrección semejante.” “Sabemos
así que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera
destruida nuestra naturaleza transgresora y dejáramos de ser esclavos del
pecado. Pues el que está muerto queda libre del pecado. Su muerte implicó morir
al pecado de una vez para siempre; mas su vida es un vivir para Dios. En
consecuencia, también vosotros debéis consideraros muertos al pecado y vivos
para Dios en Cristo Jesús.” (Rm 6, 5- 7. 10-11)
“Permanezcamos en su Amor” ¿Cómo hacerlo? Permanecer siendo
amados y permanecer amando, sirviendo y adorando al Señor. (cf Jn 15, 9-10) Con
palabras de Pablo “No te bajes de la cruz.” “Además, los que son de Cristo
Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos
por el Espíritu, sigamos también al Espíritu.” (Gál 5, 24- 25) Bajarse de la
cruz de Cristo es perder la Comunión con Dios y con los demás; es perder la
libertad, el amor y la santidad, para caer en el pozo de la muerte y volver a
la esclavitud del Mal.
Oración: Espíritu Santo enciende nuestros corazones la llama
de tu Amor. Llénanos de tu Luz y de tu Verdad para que vivamos como hijos de
Dios, como hermanos de todos y como servidores de los demás.
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