EL Camino del Amor
Objetivo: Mostrar un camino de espiritualidad
de manera sencilla a todos los que quieran tomar la vida en serio y vivir el
Evangelio para que podamos identificarnos con Jesús el Señor, como sus
discípulos y testigos del Amor.
Iluminación: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados,
y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón” (Mt 11, 28-29).
1.
El camino de la felicidad.
Dios es Amor y creó al hombre por amor y para amar,
a imagen y semejanza suya, los creó (Gn 1, 27). El Amor de Dios es la fuerza de
la Redención: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, más tenga vida
eterna” (Jn 3, 16). No debe haber cosa más importante, valiosa y digna para el
hombre que aprender a amar, para que la experiencia de la vida le haga gritar,
aunque sólo sea una vez en la vida, con la fuerza de sus pulmones: "Lo que
importa es amar". Sólo los hombres que aman aprenden el camino de la felicidad,
recordando que la puerta de ésta, sólo se abre hacia fuera, y sólo los que
salen fuera logran conquistar una vida plena, fértil y fecunda, son capaces de
alcanzarla. Aprender amar de manera intensa y apasionada, y no de cualquier
otra manera para comprender que Dios a todos nos ama inmensa e
incondicionalmente.
El [UMR1] arte de amar no admite dilaciones, es forjador de conciencias, de
familias, de comunidades y de naciones. Es el camino para aprender a vivir en
"Comunión" con el Otro, con lo otro, con los otros y consigo mismo.
Es el camino para cultivar y proteger la "Perla preciosa" que todo
ser humano lleva en su interior: su "Dignidad humana", sede de
valores, derechos y deberes. El arte de amar es el guardián del crecimiento
integral, y a la vez, es el camino de la madurez humana. El hombre sólo se
realiza amando, entendiendo el amor como un darse y entregarse en servicio, al
estilo de Jesús, en favor de otros para que tengan una vida más digna, y se
hagan así más personas y mejores personas.
2.
El amor nos hace personas.
El amor es la esencia de la responsabilidad y de la libertad,
sin las cuales el hombre se queda convertido en un simple hilacho humano, en un
simple bosquejo de persona. Sólo a la luz del amor, el hombre descubre el
sentido de su existencia y puede darle a su vida orientación y sentido,
cultivando lo que realmente de humano lleva en su interior: la bondad, la
justicia, la verdad y la unicidad (Ef 5, 8). Con cuánta razón el evangelista
san Juan nos dijo: "Todo el que ama ha nacido de Dios, conoce a Dios y
permanece en él" (1 Jn4,7). El amor es la fuerza que todo lo puede. Acorta
distancias, reconcilia a los enemigos, une lo que está separado, nos lleva a la
verdad que nos hace libres (Jn 8, 32), honestos, sinceros
e íntegros, nos pone de pie y nos hace caminar hacia nuestra
realización plena, llevando una vida donada y entregada, como regalo para los
demás. Ese es el sentido de la "fracción del pan", de la que Jesús
hizo su Mandamiento: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22, 19).
3.
El Amor y el Nuevo Nacimiento
El arte de amar, para quien quiera aventurarse en el camino
del amor tiene como exigencia primordial el "Nuevo Nacimiento" (Jn 3,
1-5) No se trata de ponerle un parche a la vida, de nada serviría (cf Mc 2,
21). Todas las cosas tienen que hacerse nuevas, recordando las palabras del
Señor Jesús: "Yo soy el que hace las cosas nuevas" (Apoc 21, 5). El
camino que él nos propone ha sido recorrido y transitado por él, en primer
lugar, y por muchísimos discípulos y discípulas que a lo largo de los siglos
han seguido sus huellas: "La Cruz" es el camino que nos lleva a la
"Resurrección". Cuando pasamos de la muerte a la vida, aparecen las
señales del amor: la paz y la alegría, la verdad y la justicia, la solidaridad
y el servicio. San Pablo, testigo de todas estas cosas nos dijo: "Todo el
que es de Cristo, está crucificado con él, muriendo al pecado y viviendo para
Dios" (Gál 5, 24-25). Verdades que encuentran su fundamento en las
palabras del Evangelio; "Si el grano de trigo no muere, estéril se
queda" (Jn 12, 24). El Amor que sólo viene de Dios, se ha manifestado en
Cristo Jesús, nacido para nuestra salvación y para manifestarnos el rostro del
Padre que es Amor: "Quien me ve a mí, ve al Padre (Jn 14, 7) Cristo Jesús
es el revelador del Padre y de todo hombre. Él es lo que nosotros estamos
llamados a ser. Ahora los que creemos en su Amor podemos corresponder con amor
Aquel que nos amó primero (1Jn 4, 10) podemos salir afuera y amar a los demás y
a todo lo que Dios ama. Qué hermosas las palabras de san Pablo: Dios ha
derramado su Amor en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos ha
dado" (Rom 5, 5). Nos hace partícipes de su esencia para que seamos amor
entregado de Cristo a los otros, a todos.
4.
Creer en el Amor de Dios.
Creer en el amor es aceptar que el arte de amar es el mejor,
y él único camino de humanización y personalización. El hombre fue creado por
amor, con amor y para amar. Realizarse como persona es el camino de la
felicidad orientado siempre a vivir de encuentros interpersonales; encuentros
liberadores y gozosos que van dejando el sabor de la satisfacción, aún a pesar
de las aparentes derrotas del camino. Las huellas de tentaciones y crisis no
superadas están ahí, invitando a sacudirse y aprender de las experiencias de la
vida. El hombre decide ponerse de pie y retomar al camino que lo lleva a la
Plenitud. Camino que se hace con otros, y siempre a favor de otros, ya que
nadie se realiza sólo (cf Gn 2, 18). Creer en el Amor es estar abiertos a la
Palabra, a la acción del Espíritu, al servicio como donación y entrega gratuita
para seguir las huellas de Jesús que por amor se donó y entrego por mí, por
todos, por su Iglesia (Gál 2, 20; Ef 5, 2; Ef 5, 25).
5.
La Escuela de la vida al servicio del
Amor.
Las primeras lecciones de la vida se reciben en la Familia,
los padres son los primeros educadores. Recordemos el principio filosófico:
"Nadie da lo que no tiene". Cuando el hombre o la familia están
vacíos de amor, lo único que se puede esperar es el maltrato violento y agresivo,
la falta de educación en los valores, la desintegración familiar y civil. Hoy,
todo hombre que piense en serio y quiera ser protagonista de su propia
historia, ha de aceptar el desafío de trabajar con todo en la
"humanización de la educación, de la economía, de la política y de la
religión". Humanizar significa trabajar en la "Civilización del
Amor" y en la "Construcción de un universo ordenado" en el que
todo hombre sea visto como un fin en sí mismo, y no como un medio al servicio
del sistema o de intereses egoístas. Existen en la escuela de la vida algunas
lecciones fundamentales, que serían lo primero que se tiene que enseñar desde
los primeros años de la existencia. Sería como el poner los cimientos de la
estructura en cada ser humano. "La Civilización del Amor ha de cimentarse
en tres columnas que dan consistencia al "Edificio Espiritual": La
Verdad, el Amor y la Vida (Jn 14, 6). El objetivo que nos involucra a todos es
hacer de la Humanidad, una gran Familia; una Comunidad en la que todos seamos
hijos del Dios Amor, Hermanos y Servidores unos de los otros según el
Mandamiento Regio de Jesús (Jn 13, 34- 35).
6.
Lo que todos debemos saber.
La segunda lección: Aprende a distinguir entre lo bueno
y lo malo. Lo bueno es todo lo que ayuda a realizarse como ser humano, persona.
Lo malo es todo aquello que impide tu realización como lo que eres, un ser
único e irrepetible. Es el momento para empezar a aprender hacer juicios
prácticos y a llamar a las cosas por su nombre y encontrarles el sentido. La
persona es más importante que las cosas, y éstas han de estar al servicio de la
persona. Este es el momento para iniciarse en el mundo de los valores, como el
compartir.
La tercera lección. Rechaza el mal y haz el bien. Es un
momento precioso para poner en práctica el libre albedrío, escoger entre el
bien y el mal, entre lo malo y lo bueno. Muchos son los que a lo bueno le
llaman malo y a lo malo bueno. Realidad que ha llevado a muchos al "vacío
existencial" y a la "inversión de valores", fuente de guerras,
guerrillas, divorcios, destrucción familiar, divisiones, tanto entre los
individuos como entre las naciones. El hombre no es visto como un fin en sí
mismo, como un alguien, sino como un objeto que se le valora por lo que tiene o
por lo que produce. Se le instrumentaliza, se le manipula, para luego
desecharlo o eliminarlo.
La cuarta lección. Todos somos iguales en dignidad,
hombres y mujeres, pobres y ricos, niños y ancianos, poseemos una misma
dignidad. Nadie vale por lo que tiene o por lo que hace; valemos por lo que
somos, seres humanos, personas que participamos de una misma naturaleza, somos
iguales, pero distintos. Cada ser humano es único e irrepetible, a la vez que
tenemos una originalidad y una diversidad que nos hace comprender que no existe
"equidad de género". Somos distintos y somos complemento de unos para
otros, de manera que decimos: El hombre es el complemento de la mujer y la
mujer es el complemento para el hombre (Gn. 1, 27).
Urge educar al hombre en la dinámica del amor, para que se
inicie en el camino que lleva a la realización humana con otros a quienes debe
reconocer como personas valiosas en sí
mismas; las acepte por lo que son, y las respete incondicionalmente, y
así pueda vivir de encuentros interpersonales, compartiendo lo que sabe, lo que
tiene y lo que es, un ser que se humaniza viviendo de encuentros con otros a
quienes acoge como seres iguales en dignidad y a quienes se entrega para ayudar
a crecer como personas. Tengamos como norma: "Nadie se realiza solo,
necesitamos de los demás y los demás necesitan de nosotros". Tanto, para
crecer en las virtudes como en los vicios, necesitamos con quien hacerlo: otros
seres humanos.
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