Al
ver tanta gente, sintió compasión de ellos, porque estaban vejados y abatidos,
como ovejas que no tienen pastor.
Iluminación:
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento pleno de la verdad. (1 Tim 2, 4)
“Al ver
tanta gente, sintió compasión de ellos, porque estaban vejados y abatidos, como
ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es mucha
y los obreros poco. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su
mies” (Mc 6, 66- 38).
Lo
que mueve a Jesús a compasión. El que tiene compasión,
sabe compadecerse de los que sufren, de los que padecen de cualquier opresión y
se solidariza con el enfermo, con el pobre, con el que sufre. Jesús, frente al
necesitado es paciente, es tolerante y hace suyas las necesidades de los demás.
Lo que mueve a Jesús es el amor que llena su corazón. El Evangelio nos presenta
algunas acciones de Jesús para que aprendamos de su Metodología:
Con
los discípulos.
“De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un
lugar solitario; y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron
en su busca. Al encontrarlo, le dijeron: «Todos te buscan.» Él replicó: «Vamos
a otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí; pues para eso
he salido.» Así que se puso a recorrer toda Galilea, predicando en sus
sinagogas y expulsando los demonios” (Mc 1, 35- 39). “Todos te
buscan” ¿Qué haces aquí perdiendo tu tiempo? Ayer hiciste muchas curaciones y
exorcismos, la gente te busca, vamos a su encuentro para que te hagas famoso y
rico y nosotros contigo. Se trata de una verdadera tentación demoniaca. Los
discípulos aún poseedores de una falsa idea del Mesías, son instrumentos del
Maligno pata tentar a Jesús e invitarlo a cambiar el sentido de su Mesianismo,
para que sea Mesías, según el pueblo y no según Dios. La respuesta de Jesús
orante a sus discípulos nos descubre la universalidad de la Misión. No regaña,
no se enoja, no exige lo que todavía no pueden comprender, más bien, es
paciente, tolerante y carga con las
debilidades de sus discípulos: «Vamos a
otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí; pues para eso he
salido.»
Con
los enfermos y oprimidos. “Cuando
salió de la sinagoga, se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La
suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y le hablaron de ella. Se acercó y,
tomándola de la mano, la levantó. La fiebre desapareció, y ella se puso a
servirles” (Mc 1, 29- 31). Es una invitación a comer a casa. Conociendo el
estilo de Pedro, quizá le despertó el apetito a Jesús, hablándole de las
maravillas que su suegra sabía preparar como una buena cocinera. Cuando llegan
a casa, la realidad era distante de lo que Pedro y sus acompañantes esperan: Ni
fuego había, la casa no estaba barrida, toda parecía vacio, todo era un caos.
Pedro entra y busca a la suegra. La encuentra tirada sobre un camastro invadida
por la fiebre. Según los Padre de la Iglesia de los primeros siglos, se trata
de una fiebre que sólo Jesús puede curar, “es la fiebre de las concupiscencias”
Jesús, movido por la compasión, se
acerca a la enferma, la toma de la mano,
la levanta, la libera y la que estaba enferma se pone a servirles. Jesús es el
“buen samaritano” sana a los enfermos de todos los tiempos con la Palabra y con
los Sacramentos, ungiéndoles con el “aceite del consuelo y de la esperanza”.
Sólo cuando salimos de las manos de Jesús justificados, sanados y
reconciliados, podemos como regalo suyo,
servir a la Iglesia y desde ella a la humanidad. La Iglesia existe para servir,
y no, para ser servida (cf Mt 20, 28)
“Al
atardecer, a la puesta del sol, le trajeron a todos los que se encontraban mal
y a los endemoniados. La población entera estaba agolpada a la puerta. Jesús
curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos
demonios. Pero no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían”
(Mc 1, 32- 34). No hubo tiempo para la siesta, ni siquiera para un “coyotito”
El trabajo lo espera, Jesús movido por el celo apostólico, hijo de la Caridad
Pastoral, lo hace fajarse y hacer su “Obra” que hace decir a Marcos: “La gente quedó maravillada
sobremanera, y comentaban: «Todo lo ha
hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos” ( Mc 7, 37) y
después a Lucas: “Vosotros sabéis lo que
sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el
bautismo: cómo Dios ungió con el
Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo él pasó haciendo el bien
y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”
(Hech 10, 37- 38).
La
mies es mucha y los obreros poco. Los hombres llegan al
conocimiento de la verdad por la “predicación de la Palabra” y la Salvación de
Dios llega hoy día a los hombres por medio de “los Sacramentos” y los hombres
llegan a la madurez en Cristo por la “Conducción” a la Unidad de la Fe, al
conocimiento de Dios y a la verdad plena: Cristo crucificado” (cf Ef 4, 13; Jn
16, 13). La mies es mucha y pocos son los obreros, y, si estos pocos no
trabajan o lo hacen de mala gana o por intere4ses que responden a la Caridad
Pastoral. ¿Cuál es nuestra realidad? Muchísimos bautizados; muchos creyentes;
pocos practicante y poquísimos comprometidos. Muchos creyentes con una fe,
vacía, superficial y mediocre, sin compromiso. Muchos creyentes metidos en las
supersticiones: brujería, espiritismos, ocultismos, chamales, santa muerte,
todo, al margen de la Evangelización y del culto a la Verdad. Creyentes
oprimidos por la droga, el alcohol, el fraude y la corrupción, llevan una vida
mundana, pagana y pecaminosa que no es grata a Dios (Rm 8, 1- 9). Creyentes que
no viven de encuentros con la Verdad, el Amor y la Vida, es decir, no viven de
encuentros con el Señor, a quien no tienen como Pastor de las ovejas. Existen
ateos teóricos y prácticos, existen los alejados indiferentes y los no tan alejados
pero que no buscan la Verdad de la Palabra. Tenemos los creyentes con una
“doble moral” empapados de una “tibieza espiritual” que se excluyen de la
Comunión del Cuerpo de Cristo (cf Apoc 3, 15ss) “¡No unciros al mismo yugo que los infieles! No sería posible el
equilibrio. Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión
entre la luz y la tiniebla? ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar? ¿Qué
comunicación entre el fiel y el infiel? ¿Qué conformidad entre el templo de
Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo
Dios: Habitaré en medio de ellos y caminaré entre ellos; yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo. Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el
Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré. Yo seré para vosotros un padre,
y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso” (2 Cor
6, 14- 16) Creyentes que quieren Sacramentos, pero, no reciben “Evangelización”
No quieren recibir la Luz que nos da vida, nos hacen ser luz del mundo sal de
la tierra y fermento de la masa (Jn 8, 12; Mt 5, 13).
El
Grito de Pablo: “Hay de mi si no evangelizara”. Se
trata de evangelizar bien y no de cualquier manera como buscar los intereses
propios y hacer de la evangelización un negocio, acumulando riquezas materiales
“en el nombre del Señor”. Evangelizar sin olvidar que la “salvación es un don
gratuito e inmerecido, pero no barato” “Predicar
el Evangelio no es para mí ningún motivo de vanagloria;” se trata más bien de
un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! (1 Cor
9, 16) Es en la segunda carta a los Corintios en la que expone el fruto o el fracaso de
nuestros trabajos: “Mirad: el que siembra
con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia,
cosechará también en abundancia. 7 Que cada cual dé según el dictamen de su
corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. 8 Y
poderoso es Dios para colmaros de todo bien, a fin de que, teniendo siempre y
en todo lo necesario, os sobre todavía para hacer buenas obras, 9 como está
escrito: Repartió; dio a los pobres; su justicia permanece eternamente. 10
Aquel que provee de simiente al sembrador y de pan para su alimento, proveerá y
multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia. 11
Así seréis ricos para dar siempre con generosidad, y eso provocará, gracias a
nosotros, acciones de gracias a Dios” (2 Cor 9, 6- 11).
Sin amor a Cristo y a su Iglesia la evangelización se
abarata.
O nos enamoramos de Cristo y de su Iglesia, o nos enamoramos de “cositas”, como
de una cuenta bancaria, de carros lujosos, de unas faldas o de lo que hay
debajo de ellas y caemos en la idolatría llamada también “inversión de valores”.
Servidores vacíos de Cristo o de los valores del Reino. San Pablo atento y con
celo apostólico dice a su hijo en la fe, Timoteo: “Hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos
testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a
otros. Soporta las fatigas conmigo, como
un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie
que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere
complacer al que le ha alistado. Y lo mismo
el atleta, que no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. Y el
labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos.
Entiende lo que quiero decirte; seguro que el Señor te hará comprender tod
(2 Ti 1- 7).
Para el Apóstol,
el servidor, ha de ser fiel a Jesucristo y al Espíritu Santo, para, por amor a su Iglesia, entregar su vida
como lo hizo nuestro Maestro, Jesús de Nazareth: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se
entregó a sí mismo por ella, para
santificarla, purificándola mediante el baño del agua y la fuerza de la
palabra, y presentársela resplandeciente
a sí mismo, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada”
(Ef 5, 25- 27). El pueblo de Dios pide fidelidad a sus obreros: “Por tanto, que
la gente nos tenga por servidores de Cristo y administradores de los misterios
de Dios. Ahora bien, lo que se exige de
los administradores es que sean fieles (1 Cor 4, 1-2) Para que no trafiquen con
la Palabra de Dios y su negocio: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a
Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (2 Cor
5, 5)
La clave para dar
frutos de vida eterna y llevar a los hombres a la comunión con Dios es la
Predicación de la Palabra y el Testimonio de Vida: “Así que, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas
de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos
unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como
el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto,
revestíos del amor, que es el broche de la perfección. Que la paz de Cristo
reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo
cuerpo. Y sed agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en vosotros con toda
su riqueza. Instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantando a Dios, de
corazón y agradecidos, salmos, himnos y cánticos inspirados. Todo cuanto
hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando
gracias a Dios Padre por medio de él” (col 3, 12- 15).
En el Nombre del Señor, me lanzo a la refriega. “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de
Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios. Tal debería ser vuestro culto espiritual (Rm 12, 1) Un
sacrificio vivo, se hace de amor, para sí mismo y para los demás. Exige la
Gracia de Dios y nuestros esfuerzos para renunciar a lo malo, y a veces, hasta
lo bueno, para hacernos de la riqueza que nos hace la “Pobreza de Jesús” (cf 2
Cor 8, 9) “Hijos, hermanos y servidores.” Con la Gracia de Dios y nuestros
esfuerzos vamos progresando en el conocimiento de Dios al obtener una “voluntad
firme, férrea y fuerte para amar” a Cristo Jesús y a todos los que él ama, y
dar su vida por ellos.
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