¿QUÉ HEMOS DE HACER PARA REALIZAR LAS OBRAS DEL PADRE'?


                      ¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?


La obra de Dios es manifestar al mundo un rostro de amor, de perdón, de libertad, de santidad, de misericordia. (cf Jn 4, 34) Rostro que podemos redimir contemplar en Jesús, el Revelador del Padre, (Jn 14, 7) que se ha manifestado como hombre para a la Humanidad y darle vida en abundancia (cf Jn 10, 10) La Obra de Dios ha sido realizada en la historia por Jesús, el Cristo hace más de dos mil años y, actualizada hoy en nuestras vidas por el Espíritu Santo.

La acción del Espíritu Santo es hacer que el mundo crea en Jesús, para que creyendo se salve. El Espíritu Santo es el espíritu de la Unidad, de la libertad, del Amor, y hace lo que él es: nos une, nos libera y hace la Comunidad de Jesús, cimentada en el amor, la verdad y la vida. Espíritu implícito en la Palabra de Cristo para convencer a los hombres de que Dios ama a todos, sin acepción de personas; nos convence de que somos pecadores incapaces de salvarnos a nosotros mismos, y por lo mismo necesitados de salvación. (cf Jn 16, 8) Nos convence que esa salvación, es un don gratuito e inmerecido, es Jesús, nuestro Salvador y nuestra salvación (1 Cor 1, 30)

El Espíritu Santo guía a los hombres a la Comunión fraterna, a la Reciprocidad en la caridad y a la Igualdad fundamental entre los hermanos para hacer con ellos la “Comunidad de Jesucristo” en la que se obtiene la “Filiación de Dios” (Ef 1, 5) y la Fraternidad entre los hijos de Dios (Mt 23, 9). Sin Filiación no hay Fraternidad y no hay Amor fraterno. La Comunidad camina con la Misión de continuar en la historia la “Obra de Dios.” El Espíritu Santo es el “Agente principal” de la Evangelización para llevar a los hombres al conocimiento de la verdad, y para hacer, que la salvación alcance a todos por medio de los Sacramentos. Palabra y Sacramentos son los dos “denarios” que el buen Samaritano dio a la Iglesia para sanar a una humanidad herida por el pecado (cf Lc 10, 35) La Iglesia existe para evangelizar, para dar vida, para reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos, para conducir a los hombres a la “Plenitud” (cf Col 2, 9) a la que se entra por la fe y la conversión (Mc 1, 15). Que hermosas son las palabras del Apocalipsis: “El Espíritu y la Novia dicen: «¡Ven!» Y el que oiga, que diga: «¡Ven!» El que tenga sed, que se acerque; el que quiera, recibirá gratis agua de vida. (Apoc 22, 17) La respuesta a esta invitación sólo se da a luz de “la libertad de los hijos de Dios.” La fe no se impone, Dios no obliga a nadie, todo gratis, pero no barato, se pide una respuesta a la “Voluntad de Dios.”

Todo hombre es un buscador

¿Qué busca? Busca sentirse bien; lo que realmente busca es ser feliz.  ¿Dónde busca? Todo se hace para sentirse bien, algunos buscan  en el deporte, en las diversiones, en las parrandas, en el trabajo; otros buscan en el placer, en el poder y en el tener; lo que realmente buscan es a Dios, aunque no lo sepan y lo busquen en las tumbas vacías. ¿Por qué buscamos a Jesús? ¿Lo buscamos a Jesús por lo que él tiene o por lo qué el es? Una gran multitud de personas buscaban a Jesús: Al encontrarle a la orilla del mar, le preguntaron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido pan y os habéis saciado. No trabajéis por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.» (Jn 6, 25- 27) ¿Cuál es el alimento que perece? Es que aquel que no da vida eterna: la fama, el prestigio humano, la riqueza, el poder humano, los lujos superfluos, los ídolos, etc. Todo aquello que no ayuda realizarse como personas. La Escritura dice: “Pues toda carne es como hierba, y todo su esplendor como flor de hierba; se seca la hierba y cae la flor, pero la palabra del Señor permanece eternamente.” (1 Pe 1, 24- 25) Buscar la salvación es buscar a Jesús, él se deja encontrar por nosotros si lo buscamos de todo corazón (cf Jer 29, 13) Es mas, Jesús, como buen Pastor busca a las ovejas perdidas, y las busca hasta encontrarlas (Lc 15, 4)

Todo aquel que se ha dejado encontrar por Jesús, el buen Pastor, experimenta su amor, su perdón, su salvación para ser ahora “Hombre nuevo” “Una nueva creación” a quien San Pablo exhorta a buscar las cosas nuevas: “Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.” (Col 3, 1- 4) La fe es un don sobrenatural recibido en el Bautismo, juntamente con la esperanza y la caridad. Son dones que se deben buscar y cultivar para expandir el corazón de los creyentes y realizar las obras del Padre, los frutos de la fe y los valores del reino de Dios, para que ayudador por el Espíritu Santo y con nuestros esfuerzos, renunciemos a lo que no ayuda en nuestra realización para extender nuestro corazón y fortalecer nuestra voluntad para amar y servir a Dios en los pobres necesitados de salvación.

«¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?»

Es la pregunta de los hombres al Señor: Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado.» (Jn 6, 28- 30) ¿Qué tenemos que hacer para tener vida eterna? La respuesta es del mismo Señor Jesús: “Ésta es la voluntad de mi Padre: que quien vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna, y que yo le resucite el último día.” (Jn 6, 40) El grito de los Apóstoles que alcanzó hasta los confines de la tierra fue este: Creed en Jesucristo, el Don, el Hijo de Dios a los hombres; el Único que puede darnos vida eterna, pues el Único que ha muerto y ha resucitado para que nuestros pecados fueran perdonados y para darnos Espíritu Santo (cf Rm 4, 25) E s don y respuesta (Gn 2, 15) El barbecho del corazón debe de ser cultivado (Jer 4, 3) para comer los frutos de la tierra y compartirlos con los demás. Escuchemos la invitación de san Pablo a cultivar la fe: “Vivid, pues, según Cristo Jesús, el Señor, tal como le habéis recibido. Permaneced arraigados y edificados en él, apoyados en la fe, tal como se os enseñó, y rebosando agradecimiento. Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo. (Col 2, 6- 8) El principio evangélico sigue siendo actual: es don gratuito, pero no barato. Jesús a nadie obligo a creer en él, todo hombre es libre para creer o no creer. Pero quien se decida a creer en Cristo ha de poner en él su confianza, obedecerlo, amarlo, pertenecerle, seguirlo y servirlo para hacer de él el centro de su vida.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

Creer en Cristo Jesús significa también comer su carne y beber su sangre para ser portadores de él: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él.  Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como aquel que comieron vuestros antepasados, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.» (Jn 6, 56- 58). Creer que Jesús es el pan verdadero bajado del cielo, es aceptar que la “Eucaristía” es el pan de Vida; que es comida, y la comida es alimento y el alimento es vida que el Padre nos da en su Hijo. Que hermoso e importante para un cristiano es creer en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Quien no lo acepte que no se llame cristiano, por que no tiene fe. Muchos de sus discípulos no creyeron en él y lo dejaron: “Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero Jesús, sospechando que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí, si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. (Jn 6, 65-66)

La libertad de seguir a Jesús.

Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Jesús no obliga a creer en él, no manipula; su Mensaje no es propaganda para ganar adeptos: ¡¡¡ Si Tú quieres puedes seguirme !!!  La respuesta de los discípulos y de toda la Iglesia, viene de Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? ¿Volver a la casa de la suegra, vieja y enferma? ¿Volver a las barcas, viejas y remendadas? ¿Volver a la sinagoga donde nos han visto como elementos de segunda clase? “Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.”  (Jn 6, 67- 69)

“Ustedes no me eligieron a mí, yo los he elegido para que den mucho fruto y su fruto permanezca” Elegidos por amor desde la eternidad para estar en su presencia santos e inmaculados a él por amor (Ef 1, 4). Elección gratuita e inmerecida. Elección irrevocable, se busca, se le encuentra o se le rechaza o se le abandona. Elección funcional, el hombre nace con una misión y tiene toda su vida para realizarse. El hombre se realiza en la medida que cultive los dones y talentos que Dios le dio para su realización y para los demás. Con esta tarea tenemos una promesa que nos acompaña a lo largo de toda la vida: “Yo estaré con ustedes hasta el fin” (Mt 28, 20).











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