La Salvación no se alcanza por “Decreto”,
es un “don gratuito de Dios” al que se le responde con la fe y la conversión.
Iluminación: Escuchad la palabra de Yahvé, hijos de Israel, que
Yahvé pone pleito a los habitantes de esta tierra, pues no hay fidelidad ni
amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra, sino perjurio y mentira,
asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre y más sangre. (Os 4, 1-2)
Introducción: Oíd, cielos; escucha, tierra, que habla Yahvé:
«Hijos crié y saqué adelante, pero se rebelaron contra mí. Conoce el buey a su dueño, y el asno el
pesebre de su amo; pero Israel no conoce, mi pueblo no discierne.» (Is 1. 2-3)
1.
La salvación o la entrada al Reino de Dios no es por
“yo decreto ni por un yo declaro.”
“Los decretos, los yo declaro o las
leyes humanas o divinas no cambian el corazón del hombre. Dios quiere que los
hombres seamos protagonistas del cambio personal y social; protagonistas de
nuestra propia realización y salvación. Dios propone al hombre hacer el bien y
rechazar el mal, propone, pero no obliga, él da a los hombres el “libre
albedrío” (Gn 2, 15-17; Dt 30, 15ss; Eclo 15, 11ss) A nadie obliga hacer el bien
y a nadie le amarra las manos para que no haga cosas malas. Dios elige y el
hombre responde a los que Dios le propone. Dos textos de Jeremías, desde su
experiencia, lo dice: “Me has seducido, Yahvé, y me dejé seducir; me has
agarrado y me has podido.” (Jer 20, 7) “Si vuelves porque yo te haga volver,
estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca.”
(Jer 15, 19) El hombre responde al “Plan de Dios” con su decisión de creer y
convertirse al Amor, a la Verdad, a la Justicia, a la Libertad, a la
Misericordia, es decir, volver al Señor, revelado en Jesucristo, que no nos
salvó con oraciones o con palabras bonitas, sino muriendo por todos en la Cruz.
La salvación que Dios nos ofrece como regalo, se le responde o se le rechaza.
“El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge con migo,
desparrama” (Mt 12, 30) Creo que el texto de la Biblia más contundente dice:
“Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. Ojala fueras frío o caliente. Por
eso porque eres tibio, te vomitaré de mi boca (Apoc 3, 15- 16)-
2.
La enseñanza de los Profetas. Dios no miente, no
engaña y violenta la voluntad del hombre, como tampoco lo manipula. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva (Ez 33, 11). Los Profetas de Dios arremeten contra el culto
falso, convertido en pura hipocresía: “Escuchad la palabra de Yahvé, regidores
de Sodoma; oíd la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. «¿A mí qué
vuestros sacrificios?” (Is 1, 10- 11) Ni las oraciones, ni las alabanzas ni los
sacrificios son agradables a Dios, la carta a los hebreos nos dirá la razón: No
hay fe y no hay conversión (cf Hb 11, 6) Volvamos a Isaías: “Cuando venís a
presentaros ante mí, ¿quién ha solicitado de vosotros que andéis pateando mis
atrios? No traigáis más oblaciones vanas: su cremación me resulta detestable.
Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsas solemnidades. Vuestros
novilunios y solemnidades aborrezco de corazón: me han resultado un gravamen
que intento en vano llevar. Cuando
extendéis vuestras manos, me tapo los ojos por no veros; aunque menudeéis la
plegaria, no pienso oírla. Vuestras manos están llenas de sangre: (Is 1, 12-
15) Lo que realmente quiere Dios del hombres es un corazón contrito y arrepentido
que su corazón quede limpio de toda iniquidad (Slm 51, 19; Eclo 38,10) El
Profeta sigue dándonos Luz: “lavaos, purificaos, apartad vuestras fechorías de
mi vista, desistid de hacer el mal y aprended a hacer el bien: buscad lo que es
justo, reconoced los derechos del oprimido, haced justicia al huérfano, abogad
por la viuda. Vamos a discutir esto —dice Yahvé—. Aunque fuesen vuestros
pecados rojos como la grana, como nieve blanquearán; y así rojeasen como el
carmesí, como lana quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra
comeréis; pero si rehusáis y os oponéis, por la espada seréis devorados. Ha
hablado la boca de Yahvé. (Is 1, 16- 20). “!!!Que nadie nos engañe, que nadie
nos arrebate la salvación¡¡¡” “Que nadie nos dé atole con el dedo.”
3.
La salvación es un don gratuito de Dios, pero no barato,
fue pagada a precio de sangre.
Dios la propone como regalo y no como premio que se merece: No se compra y no
se vende, pero pide creer en su Voluntad, Cristo Jesús, nuestra Salvación (1
Cor 1, 30). Pide, que con la Gracia de Dios y nuestros esfuerzos, renuncias y
sacrificios podamos darle muerte al
pecado, al hombre viejo (Gál 5, 24; Rm 6,4ss; Ef 4, 23) Volvamos al
Apocalipsis: “Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Pero no
te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y
desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te
enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras y no quede al descubierto tu
vergonzosa desnudez, y un colirio para que te eches en los ojos y recobres la
vista.” (Apoc 3, 17- 18) Es un llamado a
la conversión sincera, es decir, al Amor a Dios y al prójimo. “Yo
reprendo y corrijo a los que amo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Ten en
cuenta que estoy a la puerta y voy a llamar; y, si alguno oye mi voz y me abre,
entraré en su casa y cenaremos juntos los dos. Concederé al vencedor que se
siente conmigo en mi trono, pues yo también, cuando vencí, me senté con mi
Padre en su trono. El que tenga oídos,
que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” (Apoc 3, 19- 20) Escuchar la
voz y abrir la puerta es la “Obediencia de la Fe, para hacerse discípulos de
Jesucristo, tomar su Cruz y seguirlo (cf Lc 9, 23; Jn 12, 23). No hay lugar a
“decretos, declaraciones y leyes, aunque e diga en el nombre de Dios. Dios a
nadie ha mandado a mentir ni a manipular, por eso, nos dice: “No eches las
perlas a los cerdos” (Mt 7, 6). La clave
para salvarse es Cristo Jesús, creer en él y te salvarás.
4.
Las
condiciones para seguir a Jesús: Ámame y Sígueme. “Mientras iban caminando, uno
le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.» Jesús replicó: «Las zorras tienen
guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde
reclinar la cabeza.» Dijo a otro: «Sígueme.» Pero él respondió: «Déjame ir
primero a enterrar a mi padre.» Replicó Jesús: «Deja que los muertos entierren
a sus muertos. Tú vete a anunciar el Reino de Dios.» Hubo otro que le dijo: «Te seguiré, Señor;
pero déjame antes despedirme de los de mi casa.» Replicó Jesús: «Nadie que pone la mano en el
arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.» (Lc 9, 57- 62). El
mismo Jesucristo les dijo a sus discípulos y a la muchedumbre que nadie entra
en el Reino de Dios por los lazos de la carne ni de la sangre, sino por hacer
la voluntad de Dios: “creer y convertirse al Señor: “Se le presentaron su madre
y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. Le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están
ahí fuera y quieren verte.» Pero él les
respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y
la cumplen.” (Lc 8, 19- 21).
Ni los lazos
de la carne ni de la sangre podrán permitirnos entrar en el Reino de Dios. Sólo
por la fe y la conversión, estos son el precio que hemos de pagar por nuestra
salvación, como la respuesta que se da a la “Voluntad de Dios” “Niégate a ti mismo.”
Esto significa “Despójate del hombre viejo” y “Revístete del Hombre Nuevo.” El
Hombre Nuevo es Jesucristo resucitado, ya la vez, es hombre nuevo, todo aquel
que se ha incorporado por el Bautismo (Gál 3, 26-27) “Todo aquel que pertenece
a Cristo, es una Nueva Creación” (2 Cor. 5, 17)
A
lo anterior el Señor Jesús nos invita a “Permanecer en su Amor.” (Jn 15, 7) Lo
que significa a “No te bajes de la cruz” para que permanezcas en Comunión
conmigo. Sólo quien ama y sigue a Jesús puede ser hombre nuevo. “Permanezcan en
mi Amor,” para que tengan Vida y puedan
dar fruto, y fruto que permanezca.
Publicar un comentario