La acción del Espíritu Santo en el corazón del
creyente
OBJETIVO: Despertaremos
la Fe en el don del Espíritu Santo y nos dispondremos a experimentar la
libertad que da el Espíritu. Viviremos nuestra debilidad llena de poder del
Espíritu
I. La diferencia entre el hombre 'en el
Espíritu' y el hombre 'sin el Espíritu'
A. Muchos
católicos actúan como si no hubieran sido bautizados y como si no fueran
'templos vivos del Espíritu', Su vida está entregada al placer, al dinero, a
los vicios, Parece que para ellos no ha existido la Redención; ellos podrían
decir: "no hemos oído decir siquiera que
exista el Espíritu Santo" (Hch 19,2). Ellos
viven, al decir de San Pablo, "en la
carne", es decir, al natural; no viven "en el Espíritu", no viven guiados por
el Espíritu. (Cfr. Rm 8,5-10; Ga 6,8), Personas de otras religiones cristianas
atacan a los católicos porque viven 'en la carne'. Y tienen razón, porque «los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias»
(Gá 5,24), Y todavía más, «la carne (el
impulso del hombre que no ha recibido la redención o no se la ha apropiado) tiene apetencias
contrarias al espíritu y el espíritu contrarias a
la carne, como que son entre sí
antagónicos, de manera que no hacéis lo que quisierais» (Gá 5,16-17);
y "las tendencias
de la carne llevan al odio a Dios: no se
someten a la ley de Dios,
ni siquiera pueden" (Rm 8,7),
B. El
hombre ha sido creado para ser llenado del Espíritu Santo.
Quien no ha tenido
esta experiencia aún no sabe lo que
significa ser plenamente 'hombre', Una dimensión importante del ser humano es la experiencia de la verdadera
libertad; ésta no consiste en hacer lo que a uno se le antoja, sino en querer y
hacer el bien sin tener que ser presionado para ello. Y, puesto que «donde está el Espíritu del Señor,
allí está la libertad» (2
Co 3,17), al hombre 'sin el espíritu' le falta la dimensión de la libertad y,
por tanto no es un hombre en plenitud, ya que le falta la experiencia de la
libertad verdadera.
C. El
cristiano que vive haciendo esfuerzos por 'portarse bien y así
ser agradable a Dios' no ha conocido lo que es el cristianismo,
la Nueva Alianza. Los que viven así no pasan de
ser mediocres discípulos de la Antigua Alianza; aún no conocen la auténtica felicidad de la Buena Noticia (eso significa la palabra 'Evangelio'). Portarse bien y cumplir
la ley no justifica a nadie
(Cfr, Gá 3,1-14),
Lo único
que nos hace agradables a Dios es recibir por la fe y con agradecimiento el don
deI Espíritu Santo que Él da gratuitamente, sin merecimientos. Como consecuencia de haber recibido el Espíritu y de ser dócil a Él, el cristiano es capaz de
portarse bien y hacer el bien, Esto
es el signo de que una persona vive ya la Nueva
Alianza (es decir, ya es cristiano). Hacer
consistir la vida cristiana en los esfuerzos por cumplir la ley que nos es difícil cumplir cabalmente, es
una esclavitud; pero, además, una
esclavitud que lleva consigo una
maldición: "Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de
todos los preceptos escritos en el libro de la ley" (Dt 27,26), El cristiano que trata de agradar a Dios
sólo 'siendo bueno' y cumpliendo todos los mandamientos, se acerca a Cristo, pero no ha comprendido lo que es ser
cristiano. La gracia, lo gratuito
que Dios nos da, es lo que nos hace gratos
a Dios,
II. El Don del Espíritu es la Nueva Alianza, el
cristianismo, el Evangelio
El hombre 'al
natural' es el hombre nacido en el pecado, "vendido
al poder del pecado" (Rm, 6), del cual es normal que
salga el pecado, EI pecado ha producido en el hombre un desorden: la voluntad
ya no obedece a la razón, ni la razón es guiada por la fe; los instintos y los
sentimientos se apoderan indebidamente de la dirección de la vida humana; la
ceguera propia del pecador se deja guiar por lo que le dictan las cosas que
están de moda, o por sus pasiones o por sus gustos.
La Antigua
Alianza fue hecha por Dios, por medio de Moisés, en el
Sinaí, con Israel, el pueblo elegido. En esa Alianza hubo estos cuatro
elementos: los pactantes (Dios
y el Pueblo), la fórmula de
la Alianza ("Yo seré tu Dios, tú serás
mi Pueblo"),
el compromiso (La Ley), el sello que
garantizaba la Alianza (la sangre de animales que era rociada sobre el altar
-signo de Dios- y sobre el Pueblo); pero esa Antigua Alianza no daba la
justificación (la santidad de vida); sólo señalaba cómo debe vivir el hombre.
Por eso exclama Dios por boca de Jeremías: «Pondré
mi ley en su interior y
sobre sus corazones la escribiré» (Jr 31,31 ss), La
Antigua Ley vino a demostrarle al hombre que no puede ser plenamente hombre por
sí solo, por sus propias fuerzas; enseñó la
necesidad total que el hombre tiene de Dios
para ser hombre.
En la Nueva
Alianza los pactantes son Dios y el Nuevo Pueblo; la fórmula es la misma:
"Yo seré tu Dios, tú será mi Pueblo";
el compromiso es también la misma ley, pero en el interior; la garantía de
la Alianza es la sangre, pero ya no la de
animales, sino la Sangre de la Alianza Nueva y Eterna, la de Jesús crucificado. La ley en el
exterior es la ley que sólo nos dice lo que
hay que hacer o lo
que hay que evitar, pero no nos da la fuerza para hacerlo o evitarlo, Un
ejemplo de esta ley son los letreros de tránsito, que sólo dicen lo que hay que
hacer o no hacer; pero no nos dan la voluntad para hacerlo o evitarlo, La
experiencia de la mayoría de los cristianos es que sabemos cuál es el bien,
pero no tenemos fuerza para realizarlo; sabemos lo que es el mal, y éste, en
cambio, sí nos atrae y está a nuestro alcance.
¿Qué es La Ley en el Interior? La
Ley en el interior es
el mismo Espíritu Santo que hace que el bien nos atraiga y nos da posibilidad y
fuerza para realizarlo, La Nueva Alianza es el mismo Espíritu Santo dentro de
nosotros como fuente de nuestras acciones buenas, La vida cristiana, por tanto,
es una vida llena del Espíritu Santo que nos impulsa a hacer todo lo bueno.
111. El Espíritu Santo nos guía a la Verdad plena
A. El
Espíritu Santo es dado por Jesucristo, de parte del Padre, a todos los que le
obedecen (Cfr. Hch,5, 32). El Espíritu Santo es 'la Promesa del Padre'
(Hch.1,4), es el gran regalo del Padre a todos y a cada uno de los hombres: «La Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que
están lejos, para cuantos llame el Señor
Dios nuestro» (Hch
2,39).
B. El
espíritu Santo viene y, con gran amabilidad y gran verdad, descubre nuestros pecados ante nuestros propios ojos; pero
lo hace no para echárnoslos en cara, sino para darnos el regalo de la
conversión.
C. «El Espíritu de la Verdad» 'nos guía hasta la verdad completa' (Jn,16,
13). La presencia del Espíritu Santo en nosotros nos hace ver y experimentar la verdad de Dios, la
verdad de Cristo y la verdad
del hombre; Con el Espíritu Santo nos mantenemos siempre en la verdad (Jn,8,32),Cuando Jesús nos prometió el Espíritu Santo dijo: Él «recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el
Padre es mío, Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a
vosotros» (Jn,16,14-15).
D. El
Espíritu Santo nos hace conocer a Jesús, no sólo nos habla de Él; nos presenta a Jesús y nos enseña cómo tratarlo,
El Espíritu Santo también pone en nosotros Ia
verdadera oración: Sólo
Él nos hace decir «Jesús» y sólo El nos hace lIamarlo "Señor", Él
pone en nuestro corazón y nuestros labios la oración que agrada a Dios (Cfr. Rm
8,26-27),
E. Él
nos hace saber y estar ciertos de que somos
hijos de Dios y con ello nos libra del temor, «En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios, Pues no recibisteis un espíritu de esclavos
para recaer en el temor; antes bien recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: iAbbá, Padre!» (Rm
8,14-1S).
F. El
Espíritu que es el Amor del Padre y del Hijo, nos
da el verdadero amor, la caridad, que es Dios mismo: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo
que nos ha sido dado» (Rm,5,5 y nota de la Biblia de
Jerusalén), Este amor nos da la experiencia del amor que Dios nos tiene, nos
hace amar a Dios con su propio amor y amar a los demás con ese mismo amor.
G. «Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2
Cor 3,17), Cristo, así como nos vino a libertar de la esclavitud del pecado, también nos libera de
la esclavitud de la Ley:
«Para ser libres nos Iibertó Cristo» (Gá
5,1). El Espíritu Santo
dentro de nosotros es nuestra libertad, Por Él llegamos a la experiencia de querer el
bien y hacerlo sin forzamos a
nosotros mismos, ni ser forzados por otros, ¡Quién
entre nosotros puede
por sus solas propias fuerzas dar amor a quien le está golpeando, asaltando o
matando a un familiar? ¿No
es verdad que, al menos, tenemos que acordarnos
que Dios nos manda amar a nuestros enemigos? Pues quien así procede no es
libre. Quien ama sólo porque está mandado amarno es
libre; sólo es libre quien ama porque amar es un bien, El que no necesita
recordar el mandamiento de Dios para amar a quien le hace el mal, ese es libre,
y esto es obra del Espíritu Santo. El Papa Juan Pablo 11 escribió en su primera
Encíclica, la Redemptor
Hominis estas palabras: "Esta súplica al Espíritu, dirigida precisamente a obtener
el Espíritu, es la respuesta atodos «los materialismos» de nuestra época"
(RH 18), Es el Espíritu
Santo el que dará a las sociedades y al mundo lo que necesitan para ser lo que
están llamadas a ser.
IV. El cristiano pide con toda la Iglesia, el
Espíritu Santo, lo recibe, lo escucha
y lo obedece.
A. El
día de Pentecostés, después del discurso de Pedro y de los otros once apóstoles
a la multitud que se reunió para ver qué pasaba, la gente les preguntaba: «¿Qué hemos de hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y que cada uno de vosotros
se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados;
y recibiréis el don del Espíritu Santo». (Hch 2,37-38),
A cada paso hay que convertirse, ¿creer
y recibir gratuitamente el don del Espíritu Santo.
B. Jesús
nos anima a pedir con plena confianza el
Espíritu Santo: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis
dar cosas buenas
a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará
el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc
11, 13).
C. Hemos
recibido ya el Espíritu Santo por los Sacramentos de Iniciación; pero
necesitamos reavivar su presencia en nosotros pidiéndolo con fe, recibiendo los
Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, y viviendo en docilidad al
Espíritu.
Resumen
Dios ha querido dar
al hombre su mismo Espíritu. Con ÉI, el hombre deja de ser un hombre 'al
natural', "en la carne", y empieza a vivir en el Espíritu. Dios creó
al hombre para llenarlo de su Espíritu; el hombre que no ha conocido esta
experiencia no ha sabido aún para qué existe en la tierra. El Don del Espíritu
es gratuito; el hombre no tiene que pagar nada por recibido, Lo que tiene que
hacer es realizar lo que dijo San Pedro el día de Pentecostés a los que se
acercaron a ver qué pasaba: convertirse, creer y recibir el Espíritu Santo
(Cfr. Hch 2,38)
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