La Fortaleza Cristiana
La estructura espiritual cristiana está cimentada
en tres columnas: La Verdad, el Amor y la Vida. El Amor vence al
odio, la verdad a la mentira y la Vida expulsa a la muerte. Es una casa
construida sobre “Roca”. Ni las tempestades, ni los terremotos, ni los ciclones
la pueden tumbar (cfr Mt 7, 24ss). La Fortaleza sólo se construye con corazones
que se han lavado en la Sangre de Cristo. Con corazones que se han purificado
lavando sus vestiduras en la sangre de Cristo y en las pruebas. Con corazones
compasivos y misericordiosos que tiene como Fuerza el Mandamiento Regio (Jn 13,
34- 35) y las Bienaventuranzas, la Carta Magna de Jesús (Mt 5, 1ss). La Fortaleza no aparece de un día para otro,
exige esfuerzos, renuncias y sacrificios.
En su
libro del Pastor de Hermas nos dice que recibe en “Visión” la construcción de
la Iglesia. Las piedras son sacadas del agua, sólo se usan las que han sido
pulidas y labradas; las piedras que no han sido pulidas no pueden ser usadas,
son puestas de lado. El edificio está sostenido y rodeado por 7 vírgenes: 7
virtudes que son una verdadera fortaleza, no se puede invertir el orden. La
primera da a luz a la segunda y así sucesivamente.
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La primera es la fe: madre y raíz de las otras. Una fe sin obras está muerta.(cf
Sant 2, 14)
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La segunda, hija de la fe, es la continencia. Donde hay continencia
hay templanza, castidad y dominio propio. El grito de guerra de Pablo
“Fortaleceos” ( Ef 6, 10)
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La tercera, hija de la continencia, es la sencillez. Donde hay sencillez hay
mansedumbre, humildad, paciencia. Armas para vencer los espíritus agresivos.
“No se puede servir a dos amos” (cf Mt 6, 24)
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La cuarta, hija de la sencillez, es la pureza. La pureza es una virtud
poderosa para luchar contra la envidia, la lujuria, la avaricia. “Los limpios
de corazón” (Mt 5, 8; cf 1Tim 1, 5)
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La quinta, hija de la pureza, es la santidad. Sin la cual nadie verá al
Señor. Es la vestidura blanca que Dios da a los vencedores. “La santidad es
vuestra vocación” (1 Ts 4, 3)
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La
sexta, hija de la santidad, es la ciencia.
El conocimiento de Dios que nos hace saborear la oración, las buenas obras, los
Sacramentos. (cf Ef 1, 8; Col 1, 9)
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La séptima, hija de la ciencia es el amor. Corona y madurez de la fe (cfr
Gál 5, 6). Sin amor no hay santidad, no hay conocimiento de Dios, no hay vida,
nos encontramos vacios de vida, de verdad, de bondad, de libertad y de belleza.
Las
siete forman una verdadera muralla que nos protege de los dardos del Maligno.
Me atrevo a decir, que sin estas virtudes los hombres de Dios nos encontramos
ciegos, sordos, mudos, cojos y desnudos. Desprovistos de las armas de Dios, y
por lo tanto vencidos, y excluidos de la Gracia de Dios.
Leer 2 de Pedro 1,
5- 11. Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a
vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, si condenó a la destrucción las
ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, poniéndolas como ejemplo
para los que en el futuro vivirían impíamente; y que los cielos y la tierra
presentes, por esa misma Palabra, están reservados para el fuego y guardados
hasta el día del Juicio y de la destrucción de los impíos. pues este justo, que
vivía en medio de ellos, torturaba día tras día su alma justa por las obras
inicuas que veía y oía. No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la
promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no
queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión. Sobre
todo a los que andan tras la carne con apetencias impuras y desprecian al
Señorío. Atrevidos y arrogantes, no temen insultar a las Glorias, cuando los
Ángeles, que son superiores en fuerza y en poder, no pronuncian juicio
injurioso contra ellas en presencia del Señor.
Reflexionar
la lectura en grupos pequeños y enumerar las armas cristianas que la Escritura
nos ofrece en este texto.
¿Podrá
haber virtudes sin renuncias? Dónde hay renuncias hay vida y hay virtudes. La
renuncia se alcanza con el esfuerzo y con la ayuda de Dios Toda renuncia por
amor al Reino es fuente de vida y de virtud. La renuncia se convierte entonces
en “ofrenda” que nos ayuda a comprender que muerte y resurrección son momentos
de un mismo acontecimiento. En cada renuncia hay una ofrenda, y en cada ofrenda
hay una efusión de Gracia de Dios. Así entendemos que hay que dejarlo todo por
el Reino, para que éste pueda ser nuestro. El Señor Jesús nos exhorta
diciéndonos: “Permanezcan en mi Amor” Lo que significa:”Permanezcan en mi
Pascua” Es decir: “No se bajen de la Cruz”. Lo que san Pablo lo confirma al
decirnos:
“Además,
los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus
apetencias. (Gál 5, 24)
Oración: Pedir la gracia de Dios por medio de María,
la Hija predilecta del Padre que seamos fieles a la Voluntad del Señor..
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