ESTÉN PREPARADOS CON LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS Y LA TÚNICA PUESTA.
ESTÉN PREPARADOS CON LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS Y LA TÚNICA PUESTA.
Iluminación: La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos,
pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. (Rm
13, 12)
El tiempo de Adviento es un tiempo fuerte de Gracia. Quiere
despertar en nuestro corazón el “deseo de Dios,” el deseo de Emmanuel. Dios
entre nosotros; Dios con nosotros y en favor de nosotros. Nos recuerda la
venida histórica del “Nacimiento del Niño Dios”. Venida humilde, sencilla y
llena de sufrimiento que culmina en la Cruz. El Señor nos habló de otra venida
orientada hacia el futuro. Venida gloriosa, llena de esplendor que vendrá a dar
a cada quien la recompensa. El Adviento es un tiempo de fuerte preparación para
la Navidad para llevar nuestras manos llenas de los frutos de la fe.
La Navidad de Jesús en nuestro
corazón exige “despojarse” del traje de tinieblas, sacudiendo toda la basura y la polilla que
hayamos acumulado en nuestro interior. Exige lavar nuestras manos, mente y corazón
de todo espíritu impuro como una preparación para abrirle la puerta de nuestro
corazón a Aquel que viene a traernos el Fuego de lo Alto para encender las lámparas
de nuestra vida: la fe, la esperanza y el amor. Lo primero, es la “Escucha de
la Palabra” que abre el camino a la fe
(Rm 10, 17) para que Cristo nazca en nuestro corazón. La fe nos trae la Paz, la
Confianza, la Esperanza y el Amor (cf Rm 5, 1- 5) Juntamente con un corazón
pobre, sencillo, manso y humilde.
Entre las dos venidas: la histórica
y la escatológica, se habla de una venida intermedia que se encuentra
atestiguada por la Sagrada Escritura: “Que Cristo habite por la fe en su
corazón… (Ef 3, 17s) “Yo estoy a la puerta y llamo, el que escuche mi voy me
abra, yo entraré y cenaré con él… (Apoc 3, 20) “Si alguno me ama guardará mi
Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él, y haremos morada en él….” (Jn 14,
23). Está venida intermedia es la manifestación de “obediencia, confianza, esperanza,
amor y pertenencia.” Es la manifestación de la Luz, el Amor, la Verdad, la
Justicia que han sido encendidas en nuestro corazón y es a la vez, la “Túnica”
que nos reviste de Jesucristo.
El tiempo de Adviento es una
llamada a la conversión interior, para prepararnos a la venida del nacimiento
de Jesús en nuestro corazón, para que seamos “don” de Cristo a nuestras
familias y a nuestras comunidades. La conversión integral abarca todo nuestro
ser y podemos integrarla en tres palabras. “Llenarse de Cristo” Llenarse de los
sentimientos, pensamientos, intereses, preocupaciones y luchas de Cristo, como
Hijo de Dios, Hermanos de los demás y como Servidor de todos. A la misma vez,
la conversión, implica el “Vaciarse de aquello” que no viene de la fe y que nos
lleva al pecado (Rm 14, 23). Las velas
encendidas y la túnica puesta, equivale a un corazón renovado y revestido de
Cristo. Es nuestra vida escondida en Cristo. (Col 3, 1.4) Escuchemos al
Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Estén listos, con la
túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que
están esperando a que su Señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto
llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en
vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él
mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en
vela, dichosos ellos". (Lucas 12, 35-38)
Es el llamado a la disponibilidad
para hacer la Voluntad de Dios, manifestada en Cristo Jesús. Es disponibilidad
para obedecer la Palabra de Cristo; es abrir la puerta al Señor en cuanto
llegue y lo encuentre en vela. Abrir la puerta del corazón es escuchar la
Palabra de Dios para ser discípulos Cristo y sentarse con Él a la mesa de la
Amistad, y sentirse felices por estar haciendo la voluntad de Dios. (cf Apoc 3,
20)
¿Cómo esperar al Señor? Primero digamos lo que no debemos hacer: "Nada de borracheras, ni de comilonas ni de orgías" Este será un modo mundano y paganos para recibir a Emmanuel. El Señor
Jesús nos ha dicho: “Velen, vigilen para no estar desprevenidos” Para esperar
al Señor necesitamos de paciencia, de confianza, de la esperanza y de la misericordia que vienen del amor, que vienen de la esperanza y que nos lleva al
amor. Con paciencia y confianza, esperanza y misericordia somos llevados a la
fidelidad a la voluntad de Dios y a la fidelidad al servicio.
El Adviento es un tiempo dedicado a
Dios, hay que despojarse de todo aquello que nos impide ser libres para amar a
Dios y al prójimo. Es un tiempo para escuchar la Palabra de Dios para ser
discípulos de Jesús y para conocer la Verdad que nos hace libres. (Jn 8, 31-
32) Es un tiempo para hacer una oración más íntima, más de dentro, más del
corazón. Esta es la oración que nos hace escuchar a Voz de Dios en lo más
profundo de nuestro corazón. Es un tiempo para reconciliarnos con Dios y con la
Familia. Reconciliarse para recibir el perdón de nuestros pecados, para volver
a ser hijos de Dios y volver a ser hermanos de nuestros hermanos. El Adviento
es además un tiempo para compartir lo que sabemos, lo que tenemos y lo que
somos. Para compartir hay que hacer presencia para hacer a los otros partícipes
del “Pan de vida” “de la Palabra” “del tiempo” “de nuestra casa” y de “nuestro
camino.” Es el camino que nos une, que nos reconcilia y que nos lleva a la
Navidad.
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