¿
Qué es Evangelizar y cuál es su Finalidad?
Iluminación: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo
estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo.» (Mt 28, 19- 20)
Hemos
escuchado y hemos leído los documentos de la Iglesia que Evangelizar responde
al “gran envío” de Jesucristo a su Iglesia: “Id, pues, y haced discípulos a
todas las gentes.” Discípulo es aquel que ha escuchado la palabra de Jesús y la
ha obedecido, la ha vivido, la ha puesto en práctica para poner el cimiento de
la fe: Jesucristo. (1 Cor 3, 11) Discípulo de Jesús es aquel o aquella que
hacen su opción fundamental por Cristo, para pertenecerle y seguirlo, ser de su
propiedad, total y exclusiva, para toda la vida. Discípulo de Cristo Jesús, es
aquel o aquella que toman la firme determinación de pertenecer al grupo de los
Doce, el grupo de Jesús. Juan el discípulo amado lo confirma a quien hemos de
amar para pertenecerle: “No amen al mundo ni lo que el mundo les presenta” (1
Jn 2, 15ss) Dos imperios, el de Cristo y el del Mal.
Para
Benedicto XV1, Evangelizar es enseñar a los hombres el arte de vivir en Comunión
con Cristo, con los hombres y con la Creación. Vivir en Comunión para hacerse
Comunidad de vida, de amor, de verdad, en la que nadie vive para sí mismo,
tanto en la vida como en la muerte somos del Señor (cf Rm 14, 8) A la Comunión
se entra por la escucha de la Palabra; escuchar la Palabra es el origen de la
fe (cf Rm 10, 17). La Comunión es el alma de la Comunidad y esta es la
manifestación de la Comunión. Evangelizar es enseñar la Doctrina del Amor de
Cristo Jesús, tal como él lo vivió, lo puso en practica y lo enseñó a sus
discípulos: «Él ha enviado su palabra a los israelitas, anunciándoles la Buena
Nueva de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Vosotros
sabéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan
predicó el bautismo: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús
de Nazaret, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por
el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hech 10, 36- 38).
¿Cómo
se entra en esa Comunión? Por la escucha de la Palabra y por el bautismo: “bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Todo discípulo, nace
de la fuente bautismal y se hace en la obediencia a la Palabra. Escuchemos a un
experto Pablo de Tarso decirnos: “pues todos sois hijos de Dios por la fe en
Cristo Jesús. Los que os habéis
bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo” (Gál 3, 26-27) Es miembro
del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, propiedad de Cristo y de la Iglesia,
existe para servir a la “Obra del Padre” (Jn 4, 34) Para el servicio, no envía
a los suyos con las manos vacías. Cristo resucitado a su Iglesia el Poder de lo
Alto para que evangelice. Este poder se manifiesta en el servicio. Escuchemos
el evangelio de san Juan: “Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como
el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el
Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 20) Lo anterior nos
abre el entendimiento para que comprendamos lo que significa Evangelizar y su finalidad.
Evangelizar
es, sobre todo: “Construir el Imperio de Cristo y de Dios entre nosotros y con
nosotros.” A este Imperio le llamó el “Reino de Dios” o Reino de los Cielos” al
que se entra por “la fe y la conversión” y no por lazos de la carne o de la
sangre (cf Mc 1, 15) Escuchemos el evangelio de san Mateo: «No todo el que me
diga ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la
voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán aquel Día: ‘Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en
tu nombre hicimos muchos milagros?’ Pero entonces les declararé: ‘¡Jamás os
conocí; ¡apartaos de mí, malhechores!’ (Mt 7, 21. 23) Para entender que el
reino de Dios es un reino de amor, de verdad, de justicia, de fraternidad,
libertad, de santidad… Lo que nos lleva a entender que el “contenido de la fe”
es Jesucristo, el hijo de Dios y el hijo de María. Dios y hombre, Dios que se
hizo hombre para salvarnos del pecado y darnos por su resurrección Espíritu
Santo para transformarnos en una “Nueva Creación” ( Rm 4, 25; 1 Cor 5, 17)
Evangelizar, es además, anunciar la verdad de la fe: El misterio de Dios
manifestado en Cristo que murió, resucitó y Señor para la gloria del Padre (cf
Flp 2, 6-11) Dios ha redimido al mundo, en y por Jesucristo, está perdonando los
pecados y está cambiando los corazones de piedra en corazones de carne al
infundir la “Nueva Ley” en los corazones de sus discípulos. De aquellos que han
creen en su Hijo y tienen la disponibilidad de amar a los consagrados (cf 1 Jn
2, 23; Ef 1, 15, Col 1, 9)
Evangelizar
es enseñar el Camino que lleva a la casa del Padre, es enseñar el estilo de
vida de Jesús: “y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.” Con
palabras del Apóstol: “Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, y
vivid en el amor, tal como Cristo os amó y se entregó por nosotros como
oblación y víctima de suave aroma. Que ni siquiera se mencionen entre vosotros
la fornicación, la impureza o la codicia, como conviene a los santos.” (Ef 5,
1-3) En el Camino que nos lleva al Padre, se irradia la verdad, la bondad y la
justicia, frutos de la Luz que irradia en el rostro de Cristo, porque, él es la
Luz que ilumina las tiemblas de nuestro corazón, paraque, rompiendo con el mal,
seamos discípulos de Cristo, y lleguemos a ser “Luz y sal de la tierra” (cf (Mt
5, 13).
Evangelizar
es confirmar la presencia de Cristo entre nosotros, él es Emmanuel, Dios con nosotros,
entre nosotros y a favor de nosotros: “Y estad seguros que yo estaré con
vosotros día tras día, hasta el fin del mundo.” La Presencia de Cristo entre
nosotros nos hace decir: Cristo es mi Salvación, mi Paz, mi Sabiduría (1 Cor 1,
30) Jesús, el Cristo es Luz que ilumina
a todo hombre, no es un iluminado (Jn 8, 12) Es la resurrección y la vida
(Jn 11, 25) Es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6) Es la puerta para
entrar o salir… conducidos por el Buen Pastor (Jn 10, 7. 10) Es Emmanuel, Dios
con nosotros (Mt 2, 23) Es Mesías y Cristo (Hech 2, 36; Flp 2, 7-11) Es “Mi
Señor y mi Dios” (Jn 20, 28) Es el don de Dios a los hombres (Jn 3, 16) Es el
Hijo de Dios (Mc 1, 1) Es el único que puede darnos vida eterna y bautizarnos
con Espíritu Santo (Jn 10, 10; Hech 4, 12; Lc 3, 16) Es Aquel que me amó, nos
amó y amó a su Iglesia y se entregó por ella (Gál 2, 20; Ef 5, 2; Ef 5, 25) Es guardián
de nuestro corazón y nuestra fuerza para rechazar el pecado. (1 Pe 2, 25) Por
eso es nuestro Salvador, Maestro, Pastor y Señor.
El
Discípulo Misionero es enviado con algunas recomendaciones: «Sabed que yo os
envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes,
y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a
los tribunales y os azotarán en sus sinagogas” (Mt 10, 16-17) El destino de
Jesús es el mismo que sus misioneros: ser perseguidos. Ser como serpientes. Mientras
la serpiente conserve su cabeza, sigue viva, así el discípulo, pueden ser
destrozado, pero, mientras no pierda su fe y su Cabeza que es lo mismo, sigue
con vida y configurándose con su Señor. Ser como palomas, sin ser violentos y
agresivos que las armas sean la humildad, la mansedumbre y la misericordia (col
3, 12) Para con la fuerza del Espíritu Santo dar testimonio como testigos el
amor de Cristo. “La fuerza del Misionero se adquiere viviendo de encuentros con
su Maestro y Señor para tener su mente (Flp 2, 5), sus sentimientos de Hijo,
Hermano y Servidor; Tener sus preocupaciones, sus intereses y luchas, y así
tener la mirada de Jesús, la mirada de Dios. Sólo el discípulo de Jesús sigue
sus huellas y al caminar deja huella. Su misión es anunciar, es dar vida; es reconciliar
a los hombres con Dios y entre ellos; es destruir muros y arrancar los “arboles
estériles que no pertenecen al Reino de Cristo” como son la maldad, la mentira,
la envidia, la hipocresía, la maledicencia, la presunción… para no construir
fachadas, sino “Templos vivos de Dios” “Servidores del reino de Cristo” en
quienes habitan, como hijos de la Luz, la verdad, la bondad y la justicia (cf
Ef 5, 8)
El estilo de vida de los
discípulos misioneros es manifestado por san Pablo: “Hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo
Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres
fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. Soporta las fatigas
conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia
se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha
alistado. Y, lo mismo el atleta, que no recibe la corona si no ha competido
según el reglamento. Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho
a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte; seguro que el Señor te
hará comprender todo. (2 Tim 2, 1- 6) “Huye de las pasiones juveniles y corre
al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad y de la paz, en unión de los
que invocan al Señor con corazón puro. Evita las discusiones necias y
estúpidas; sabes muy bien que engendran altercados. Y a un siervo del Señor no
le conviene altercar, sino ser amable con todos, pronto a enseñar, sufrido;” (2
Tim 2, 22- 24) Y en su primera carta a su discípulo Timoteo le confirma lo que
significa creer en Jesucristo: “Tener un corazón limpio, poseer una fe sincera
y una conciencia recta” (1 Tim 1, 5) Para así, alcanzar la finalidad de la
Evangelización: la Gloria y el honor a Dios y el amor y el servicio a los
hombres.
Que
María, la Madre de Jesús, primera creyente y primera discípula de Cristo, interceda por nosotros para que
pongamos en práctica su evangelio: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5)
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