La Iglesia existe para servir.
Iluminación: “Permanezcan en mi amor, como
yo permanezco en el amor de mi Padre; Si
guardan mis mandamientos como yo guardo los Mandamientos de mi Padre,
permanecerán en mi amor, como Yo guardo los mandamientos de mi Padre y
permanezco en su amor” (Jn 15, 9).
“Ustedes me llaman a mi Maestro y Señor, y en
verdad lo soy, pues, si Yo, siendo Maestro y Señor les he lavado a ustedes los
pues, hagan ustedes lo mismo que yo he hecho con ustedes” ( Jn 13, 13- 14).
1.
Somos los
servidores del Reino.
Nuestro
encuentro con Jesús no puede limitarse al culto que le tributamos. Él quiere
instruirnos con sus enseñanzas para que las vivamos, llevando así una vida
recta en su presencia. Una vida digna del Señor agradándole en todo y dando
frutos de vida eterna. Por eso el discípulo no puede quedarse únicamente en la
escucha fiel de la Palabra de Dios y en la práctica personal de la misma. El
Señor nos quiere enviar como testigos suyos en el mundo: “Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 13). Y esta encomienda
apostólica no corresponde sólo a los Apóstoles y a sus sucesores, sino a toda
la Iglesia. Todos debemos sentirnos involucrados en el anuncio del Evangelio. La
Iglesia es por naturaleza servidora, existe para servir.
2.
El verdadero
poder se manifiesta en el servicio.
En
la Iglesia se vive para servir. Un servicio al Reino de Dios desde la Iglesia y
a favor de toda la humanidad. No tengamos miedo, unidos a Cristo tenemos poder
para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del
enemigo, y nada nos podrá hacer daño (cf Rm 16, 20). Pero no nos engolosinemos
con el poder que Dios nos ha concedido. Esforcémonos con toda valentía para que
el Reino de Dios llegue a los hombres
con todo su poder salvador. Pero antes que nada, que ese Reino que es Cristo,
llegue a nosotros mismos, de tal forma que, revestidos de Él podamos continuar
realizando su obra de liberación y de salvación en el mundo a favor de toda la
humanidad. El poder de la fe se manifiesta en el servicio a los demás.
Evangelizar es servir.
3.
Nuestra
realidad existencial.
¿Qué
sentido tiene la vida? ¿Qué clase de ambiente tenemos a nuestro alrededor? ¿Qué
puedo hacer para salir de la depresión? ¿A quién tengo que ir para tener un
poco de alegría y de paz interior? ¿Por qué otros tienen o se miran bien, y yo
no soy feliz? Estas y otras son preguntas que la gente se hace y que
frecuentemente se escuchan. Preguntas, lamentos, quejas y reproches que muchos
se hacen a sí mismos y que más de una vez le hacen a Dios. Hago oración y
parece que Dios no me escucha, me ha abandonado, está enojado conmigo. Leo la
Biblia y no la entiendo. ¿Por qué? ¿Por qué Dios no me hace justicia?
Lo
anterior va unido a una falsa concepción de Dios, del hombre y de la vida.
Muchos son los que no saben de dónde vienen, para qué están aquí o para donde
van. No logran encontrar el camino que les lleve a encontrar el sentido a su
vida, y hasta llegan a experimentar el deseo de arrojar la toalla y salir por
la puerta falsa. La pérdida del sentido de la vida es manifestación de una
frustración, de una no proyección o de un estilo de vida encerrados en sí
mismos que genera miedos, resentimientos, soledad, apatía, y arroja a muchos al
alcoholismo, drogadicción, prostitución, angustia y más. ¿Qué decir frente a
esta cruel realidad que padece nuestra sociedad? O al menos gran parte de ella.
4.
La Respuesta
la tiene Jesús.
La
respuesta la ha dado Aquel que caminó sobre las aguas, Jesús, el Señor: “Vengo para qué tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn 10, 10) y en otra parte del Evangelio nos dice: “No he venido a ser servido, sino a servir,
y a dar mi vida por muchos” (Mt, 20, 28) La clave de la felicidad, de la
armonía y de la paz interior o exterior ha sido revelada por el mismo
Jesucristo: “Ustedes me llaman a mi
Maestro y Señor, y en verdad lo soy, pues, si Yo, siendo Maestro y Señor les he
lavado a ustedes los pues, hagan ustedes lo mismo que yo he hecho con ustedes”
(Jn 13, 13- 14) La clave es el servicio. Lavar pies en sentido
bíblico-religioso es compartir con los demás el don de Dios, lo que sabemos, lo
que tenemos y lo que somos. Qué hermoso es saber que somos don de Dios para los
demás. Soy un siervo de Dios. Soy alguien que no existe para mí mismo, mi
alegría brota de la paz interior, de la entrega y de la donación a mis
semejantes en el nombre de Dios.
5.
Servidores
de Cristo.
¿Cómo
saber si somos servidores del Señor o de nosotros mismos? ¿Cómo saber si somos
llamados por Él o nos llamamos a nosotros mismos? “El que busca su propia gloria, su propio bien o su propio interés, en
ese hay maldad, pero el que busca la gloria de Dios en ese hay verdad.”.
(Jn 7,18) Dios amor, nos llama a salir del pecado, a huir de la corrupción para
poder participar de su Gracia divina (cf 2 Pe 1, 4b). Primero nos perdona y nos
da su amor y, después nos prepara, para luego confíarnos algún servicio.
A
quienes llama a dar frutos de vida eterna nos dice: “Permanezcan en mi amor, como yo permanezco en el amor de mi
Padre; Si guardan mis mandamientos como
yo guardo los Mandamientos de mi Padre, permanecerán en mi amor, como Yo guardo
los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15, 9) ¿Cómo permanecer
en el amor de Cristo? Podemos permanecer siendo amados, escuchando su Palabra y
obedeciendo sus Mandamientos. Podemos permanecer adorando y sirviendo al Señor.
Ofreciendo nuestro culto en Espíritu y en Verdad,
Si
la clave de la felicidad es el servicio, la ley del vivir bien, es el amor.
Escuchemos al Maestro decirnos: “Ámense,
los unos a los otros, como Yo les he amado” (Jn 13, 34). El guardar el
Mandamiento Nuevo, pide, estar en comunión con Jesús, romper con el mal y hacer
el bien, es decir, servir, y servir con amor, es dar vida a los demás.
6.
¿Cómo ha de
ser nuestro servicio?
Con amor, fe sincera, solidaridad,
desprendimiento y con recta intención (cf 1 Tim 1, 4-5). Servir con otros y
para otros buscando siempre la gloria de Dios y el bien de los otros. En la
“Empresa” de Dios no estamos solos, muchos están entre nosotros y con nosotros.
Servir con otros no es fácil; existen los enemigos del servicio: la soberbia,
el individualismo, la envidia, la ambición de poder o de dinero; en otros el
principal enemigo es el miedo al fracaso, al que dirán, a la pobreza. Por eso
Jesús a sus discípulos les pide un cambio de mentalidad y de actitudes para
poder dejar cálculos personales y crecer en generosidad, en misericordia, en la
acogida de los demás como seres portadores de una dignidad que es la misma en
todos: “El tiempo se ha cumplido y el
Reino de Dios ha llegado; convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1, 15)
Lo
importante es el trabajo por el Reino de Dios, para comprender la
importancia del trabajar unidos, mirando
en una misma dirección con Jesús que gastó “su
vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el Diablo” (Hech 2,
38) Trabajar juntos por un mundo mejor: más humano y más fraterno; no importa
que unos vayan delante y otros vayan atrás, o que unos lleguen temprano y otros
lleguen tarde, sino, que lo importante es trabajar unidos, prestando un
servicio, en apertura y solidaridad con todos y especialmente con los menos
favorecidos, y evitando todo espíritu de competencia y de proselitismo.
7.
No
escondamos el Evangelio debajo del tapate nuestras justificaciones.
No
digas que es tarde, que no tienes tiempo, que no vale la pena. No te auto
justifiques, el compromiso evangélico te espera. La auto justificación es el
principio de la decadencia, primero espiritual, luego moral, después familiar y
luego civil. El hombre que no sirve a los demás no sirve para nada; su
realización humana está en peligro; su vida está en proceso de descomposición;
su situación es de desgracia, de no salvación, y por lo tanto nos es querida
por Dios, que nos dice: “Mis pensamientos
no son tus pensamientos, mis caminos no son tus caminos” (Is 55, 9) “Misericordia quiero y no sacrificios”
“Aprended a hacer el bien y a rechazar el mal” (Is 1, 17) para que la tierra
de sus frutos a su tiempo. Los frutos de la tierra, es decir, del corazón, son
el amor, la paz y el gozo en el Espíritu. La satisfacción de hacer lo que se
tiene que hacer, con espontaneidad y no por obligación. Lo que sí creo que se
debe tener bien claro, es aquello de que Dios conoce nuestros corazones y
discierne nuestras intenciones, no podemos ser sus servidores, cuando prestamos
un servicio a los demás con la intención de cultivar la fama, el honor, el
prestigio en nuestro favor; cuando buscamos nuestros intereses personales,
nuestras ganancias o nuestro propio enriquecimiento, y no el bien de los demás.
8.
El servicio
a los más pobres.
«Cuando el Hijo del hombre
venga en su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono
glorioso. Entonces serán congregadas
delante de él todas las naciones, y él irá separando a unos de otros, como el
pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed
y me disteis de beber, era forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me
vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y acudisteis a mí.’ Entonces
los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de
comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te
acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y
acudimos a ti?’ Y el Rey les dirá: ‘Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.’ Entonces dirá también
a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve
sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me acogisteis, anduve desnudo
y no me vestisteis, estuve enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.’ Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo
te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel,
y no te asistimos?’ Y él entonces les responderá: ‘Os aseguro que cuanto
dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de
hacerlo.’ E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.» ( Mt 25, 36 46)
9.
La Regla de
oro en el Servicio.
Tengamos
siempre presente la regla de oro: “Has a
los demás lo que quieres que los demás te hagan a ti” (Mt 7, 12) Hoy día se
habla mucho de “excelencia” en los servicios; no podrá haber excelencia si no
deseamos para los demás el bien que queremos para nosotros mismos. El
cristianismo es servicio, es entrega y es donación en Cristo, Camino, Verdad y
Vida, y en Él, a los hombres. En clave de servicio entendemos las palabras de
la Escritura: “El que no trabaje que no
coma” (2 Tes 3, 10) y “el que no
trabajaba, que se ponga a trabajar, para que pueda con sus manos ayudar a los demás.” (Ef 4, 28) Recordando que en todo trabajo por
el Reino de los Cielos es Dios quien paga a cada uno y a todos con el mismo
“Denario”, su Gracia, y es Dios quien hace crecer lo que se planta con amor. En
el reino nadie vive para sí mismo, vivimos para Dios y para los demás o nos excluimos
a nosotros mismos del “Reinado de Dios”. Todos nacemos con un destino, destino
glorioso, el ser hijos de Dios y hermanos de los hombres. Todo ser humano es
valioso, es de gran valor; su vida tiene sentido, que se debe buscar, encontrar
y realizar. La felicidad brota de la realización personal que se cultiva y
madura en el servicio a los demás y con los demás. Cuando se frustra el
sentido, aparece la frustración y sus derivados. Animo, no tengas miedo
responder a la vida.
Ábreme Señor la mente para
que entienda el sentido de tus Mandamientos.
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