La Prueba de
Fuego para ser probados
en el camino
de la fe
Iluminación: Al Ángel de la Iglesia de Esmirna. “No temas por lo que vas a sufrir: el diablo va a meter a algunos
de vosotros en la cárcel para que seáis tentados, y sufriréis una tribulación
de diez días. Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.” (Apoc
2, 10ss).
1.
¿Qué es una
prueba de fuego?.
La Prueba es la señal de que
estamos siguiendo a Cristo. Es una experiencia de la acción del Espíritu Santo
que tiene como primera finalidad purificar nuestro corazón de cualquier
intención torcida que no corresponda a un auténtico seguimiento. Es una
experiencia necesaria para los que han sido llamados a ser ministros del
Evangelio: “En efecto, después de haber
padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis, confiados en nuestro
Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes
luchas. Nuestra palabra no está basada en el error, ni en intenciones dudosas, sino que, así como hemos sido juzgados aptos
por Dios para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos, no buscando agradar a
los hombres, sino a Dios, que examina nuestras intenciones” (1 Ts 2,2-4).
2.
La
Prueba es el signo de la Misión.
Para no ser traficantes o
mercedarios de la Palabra, aquellos que la usan para hacer negocio con ella: “Ciertamente
no somos nosotros como muchos, que negocian con la palabra de Dios. Antes bien,
hablamos en interés de Cristo, con sinceridad, y conscientes de que lo hacemos
de parte de Dios y en su presencia” (2 Cor 2, 17) La prueba aparece entonces como el signo de la Misión: “Tú, en
cambio, me has seguido asiduamente en mis enseñanzas, conducta, planes, fe,
paciencia, caridad, constancia, en mis persecuciones y sufrimientos, como los
que soporté en Antioquía, en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones hube de
sufrir! Pero de todas me libró el Señor.” (2 Tim 3, 10).
San Pablo recomienda a su
discípulo Timoteo y a todos los que quieran servir al Señor prepararse para las
pruebas que van a llegar: “Todos los que
quieran llevar una vida digna del Señor, amándolo, y sirviéndolo han de pasar
por las pruebas: Además, todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo
Jesús tendrán que soportar persecuciones. En cambio, los malos y los
embaucadores irán de mal en peor; serán seductores y a la vez seducidos” (2
Tim 3, 12s).
El apóstol Pedro, invita a no
tener miedo, el camino de la fe está lleno de tentaciones y pruebas
espirituales que tiene la finalidad de dar crecimiento y madurez cristiana a
los servidores del Evangelio: “Por este motivo, rebosáis sin duda de
alegría, pero es preciso que todavía por algún tiempo tengáis que soportar
diversas pruebas. De ese modo, cuando Jesucristo se manifieste, la calidad
probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el
fuego, se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor” (1 Pe 1,
6ss)
3.
Finalidad
de la Prueba
Para ser hombres de virtud probada. Dios sondea los corazones y los
pone a prueba: “Espero que el Señor Jesús
me permita poder enviaros pronto a Timoteo, para sentirme también yo animado al
tener noticias vuestras. Pues a nadie tengo que se le iguale en la sincera
preocupación por vuestros intereses, ya que todos buscan su propio interés, y
no el de Cristo Jesús. Pero vosotros
conocéis su probada virtud, pues, como un hijo junto a su padre, ha sido mi
compañero en el servicio del Evangelio. A él, pues, espero enviaros tan
pronto como vea clara mi situación. Incluso confío en el Señor en que yo mismo
podré ir pronto” (Flp 2, 19- 23). Dios prueba al hombre para conocer el
fondo de su corazón: Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho
recorrer durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, para
probarte y para conocer las intenciones que llevabas: si ibas a guardar sus
mandamientos o no. (Dt 8,2) Dios prueba al hombre para darle la corona de la
vida: “Feliz el hombre que soporta la
prueba!, porque, una vez superada ésta, recibirá la corona de la vida que ha
prometido el Señor a los que le aman” (St 1, 12)
4. Para que seamos hombres de “recta intención.”
El Señor por la acción del
Espíritu Santo purifica nuestro corazón para que seamos servidores de los demás
por amor a Jesús y no por otros intereses: “Hijo,
si te acercas a servir al Señor, prepárate para la prueba. Endereza tu corazón,
mantente firme, y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te
separes, para que seas exaltado en tu final. Todo lo que te sobrevenga,
acéptalo, y sé paciente en las humillaciones, porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el
horno de la humillación. Confía en él, y él te ayudará; endereza tus
caminos y espera en él. Los que teméis
al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, no sea que caigáis” (Eclo 2, 1-7).
5.
Para crecer
y madurar en la fe.
La prueba es una condición indispensable de crecimiento y madurez en la
fe: “Os diré el significado de la parábola. La simiente es la palabra de
Dios. Los de a lo largo del camino son los que han oído, pero después viene el
diablo y se lleva de su corazón la palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedras son los que, al oír la
palabra, la reciben con alegría, pero no tienen raíz; creen por algún tiempo,
pero a la hora de la prueba abandonan. Lo que cayó entre los abrojos son
los que han oído, pero las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la
vida les van sofocando y no llegan a madurez. Lo que cayó en buena tierra son
los que, después de haber oído, conservan la palabra con corazón bueno y recto,
y dan fruto con perseverancia. Cómo recibir y transmitir” (Lc 8,11- 15).
La prueba tiene como finalidad el
fortalecimiento en la fe, de la esperanza y de la caridad, es un don y
enseñanza de parte de Dios. Es necesaria para echar raíces en la fe: “y haga que Cristo habite por la fe en
vuestros corazones. Y que de este modo, arraigados y cimentados en el amor”
(Ef 3, 17) Por medio de la Prueba el cristiano adquiere rostro de profeta, se
reviste de Cristo y se fortalece con la energía de su poder: “Por lo demás, fortaleceos por medio del Señor,
de su fuerza poderosa (cf Ef 6, 10).
Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo.
Porque nuestra lucha no va dirigida contra simples seres humanos, sino contra
los principados, las potestades, los dominadores de este mundo tenebroso y los
espíritus del mal que están en el aire. Por eso, tomad las armas de Dios, para
que podáis resistir en el día funesto; y manteneros firmes después de haber
vencido todo (Ef 6, 10- 14)
En la Prueba el hombre tiene la
posibilidad constante de elegir por la vocación a Dios y tomar la firme
determinación de seguir a Cristo. Teniendo presente que la prueba nunca será
más grande que lo que podamos soportar. Dios sondea los corazones y permites
ser tentados por el Tentador: “No habéis
sufrido tentación superior a la medida humana; y fiel es Dios, que no permitirá
que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas. Antes bien, junto con la
tentación os proporcionará el modo de poderla resistir con éxito” (1 Cor
10, 12).
6.
La Prueba y
el camino interior de la Pascua.
La prueba es el camino interior
que nos lleva a la Pascua del corazón: “Más
aún, nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación
engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada,
esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5, 3-5)
La Prueba es por eso, el don de
la Gracia para que demos el paso hacia Dios, a través de su “designio de
Salvación”, el Señor quiere divinizar al hombre sumergiéndolo en la Pascua de
Cristo para que pase de la “Elección” a la “Alianza”. Para que dé el paso de la muerte a la vida;
del pecado a la Gracia, de las tinieblas a la Luz. De la libertad ofrecida a la
Libertad vivida: “No tengáis parte con
ellos. Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; pero ahora sois luz en el
Señor. Vivid como hijos de la luz, pues el fruto de la luz consiste en todo
tipo de bondad, justicia y verdad. Examinad qué es lo que agrada al Señor, y no
participéis en las obras infructuosas de las tinieblas; antes bien,
denunciadlas (Ef 5, 7ss). El paso de
una fe superficial y mediocre a una fe, firme, férrea y fuerte.
7.
La prueba
es conocida como la visita del Señor a sus amigos.
“No reconocieron el día de mi
vivita” nos dice el libro de la Imitación de Cristo. El Señor nos visita para
confirmarnos en la fe, en el apostolado, en el servicio y para corregirnos
cuando hemos caído o nos estamos estacando: “Al
ángel de la iglesia de Éfeso. Escribe: Esto dice el que tiene las siete
estrellas en su mano derecha, el que camina entre los siete candeleros de oro.
Conozco tu conducta: tus fatigas y tu paciencia. Sé que no puedes soportar a
los malvados y que pusiste a prueba a los que se llaman apóstoles sin serlo,
hasta que y descubriste su engaño. Tienes paciencia, y has sufrido por mi
nombre sin desfallecer. Pero debo decir en tu contra que has perdido tu amor de
antes. Date cuenta, pues, de dónde has caído; arrepiéntete y vuelve a tu
conducta primera. Si no, iré a ti y, si no te arrepientes, cambiaré de su lugar
tu candelero” (Apoc 2, 1ss)
En y durante la Prueba Dios lleva
a cabo su Promesa de hacer Alianza con el hombre. Nos desenmascara, nos muestra
nuestros infantilismos y nuestros ídolos, nos confronta para luego llevarnos al
horno del sufrimiento para purificar nuestra fe y reafirmar nuestra amistad con
el Señor. Aceptar la voluntad de Dios y someterse a ella, guardando sus
mandamientos y sus Palabras, amando al prójimo, el hombre se declara fiel a la
Alianza, al Amor y al Servicio a Dios, y renunciando, a la vez, a la vida
mundana, pagana y de pecado. Veamos un ejemplo de esto en Josué, el sucesor de
Moisés: «Ahora, pues, respetad a Yahvé y
servidle cabalmente, con fidelidad: apartaos de los dioses a los que sirvieron
vuestros antepasados más allá del Río y en Egipto, y servid a Yahvé. Pero, si
no os parece bien servir a Yahvé, elegid hoy a quién habéis de servir, o a los
dioses a quienes servían vuestros antepasados más allá del Río, o a los dioses
de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y los míos serviremos a Yahvé.»
(Jos 24, 18ss).
8.
Lo que Dios
pide en las pruebas.
Lo que Dios nos pide es la
fidelidad a su Amor misericordioso y la vuelta al Amor. En la prueba el Señor nos
da una porción doble de su Luz para que nos demos cuenta donde hemos caído, nos
levantemos y volvamos a casa, a los brazos de Dios: “Por eso voy a seducirla: voy a llevarla al desierto y le hablaré al
corazón. Allí le daré sus viñas, convertiré el valle de Acor en puerta de
esperanza; y ella responderá allí como en los días de su juventud, como cuando
subió del país de Egipto” (Os 2, 16s).
“Retiraré de su boca los nombres de los Baales, que nunca más volverá a
invocar. Aquel día sellaré un pacto en su favor con las bestias del campo, las
aves del cielo y los reptiles del suelo; quebraré y alejaré de esta tierra el
arco, la espada y la guerra, y los haré reposar en seguro. Te haré mi esposa para siempre; te desposaré en justicia y en derecho,
en amor y en compasión; te desposaré en fidelidad, y tú conocerás a Yahvé. Aquel
día yo responderé” (Os 2, 19- 23).
“Entonces Yahvé me dijo: Si vuelves porque yo te haga volver, estarás
en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Que
ellos vuelvan a ti, pero no tú a ellos. Yo te haré para este pueblo muralla de
bronce inexpugnable. Y pelearán contigo, pero no te podrán, pues contigo estoy
yo para librarte y salvarte —oráculo de Yahvé— (Jer 15, 19ss). El Señor nos
visita para liberarnos de las opresiones del pecado. Si hay liberación habrá
también reconciliación, transformación y promoción humana.
9.
¿Cómo saber
si en la prueba salimos vencedores?
La prueba para que termine en Victoria
tiene que estar revestida por el Amor. Si no hay reconciliación, ni perdón, ni amor, no hay
Victoria ni crecimiento ni madurez en la fe. La corona de la Prueba es la
Libertad, el Amor y la Santidad. Sin victoria no hay madurez humana ni
configuración con Cristo. No olvidemos los protagonistas de la prueba en la fe:
El Espíritu Santo y el discípulo de Cristo que acepta y se somete a la voluntad
de Dios.
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